Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
44. Jeremías denuncia la idolatría de sus compatriotas en Egipto.
Este vaticinio tuvo lugar con ocasión de una fiesta popular de los judíos fugitivos de Egipto en honor de la
reina del cielo. No hay datación cronológica ni geográfica alguna, lo que es raro en el estilo de Baruc. El estilo narrativo es convencional y parece que refleja manipulaciones posteriores redaccionales. Es el último discurso contra la idolatría de sus compatriotas. Les echa en cara el culto a la reina del cielo, o Istar, tan querida del elemento femenino israelita. En su obcecación idolátrica llegaron a creer que todas las desgracias pasadas les sobrevinieron por no haber dado suficientemente culto a esta divinidad. Esto exacerbó los ánimos de Jeremías, que les anuncia definitivamente la destrucción y ruina total. La lección del desastre de la nación no había servido para nada. Entre los judíos exilados en Egipto se había fomentado un sincretismo religioso. Desde los tiempos de Psamético I (663-609) había ya numerosos judíos en el país del Nilo. Sin duda que con Joacaz, el rey depuesto por Necao II en 609, bajaron también muchos nobles judíos, que se instalaron en Tafnes y otras localidades egipcias.
La colonia militar de Elefantina, del tiempo de los persas, sin duda que tuvo su origen mucho antes en estos núcleos de fugitivos judíos. Estos emigrados habían resucitado por atavismo los antiguos cultos cananeos, que les eran tan queridos. Entre los judíos de la colonia de Elefantina, en el Alto Egipto, aparecen adorados juntamente con Yahvé, Dios nacional, los dioses Anat, Betel y Asim. El culto zoomorfo egipcio no parecía ejercer mucha atracción sobre ellos, familiarizados con la idea trascendente de Yahvé; pero los antiguos cultos cananeos resucitaban en ellos nostalgias muy queridas. En su simple modo de discurrir creían que, si habían sufrido el desastre de perder la nacionalidad política, se debía a haber abandonado esos cultos en virtud de la reforma del rey Josías (640-609). Yahvé había sido impotente para hacer frente a los enemigos de Judá. Por eso ahora en Tafnes resucitan el culto de Istar, la reina del cielo.
Jeremías, al final ya de su carrera profética, después de tantas tragedias, tiene que constatar que el castigo divino ha sido en balde para aquellos compatriotas huidos a Egipto, y vuelve con amargura a su antiguo tema de fustigar la idolatría, anunciando la definitiva ruina del
resto de Judá en Egipto. Toda su vida ha sido una tragedia de incomprensión. Sigue ahora considerado como enemigo de los intereses del pueblo, pero él no duda en lanzar la profecía conminatoria definitiva: sus compatriotas, con su idolatría, están llamando de nuevo al desencadenamiento de la ira divina. El
resto de la nación se salvará en la esclavitud del exilio babilónico. Son los judíos llevados a Mesopotamia los que heredarán la bendición divina y los que iniciarán la restauración de la nación. La vida fácil de Egipto no ha servido sino para insensibilizar religiosamente a los judíos.
El discurso del profeta tiene un carácter edificante, menos vivo y enérgico que otros oráculos suyos, lo que parece indicar que la primitiva profecía de Jeremías ha sido amplificada un poco convencionalmente por un redactor posterior.
La destrucción de Judá, consecuencia de sus pecados (1-6).
1 Palabra que fue dirigida a Jeremías respecto de todos los judíos que habitaban en tierra de Egipto, en Migdol, Tafnes, Menfis y en la región de Pairos. 2 Así dice Yahvé de los ejércitos, Dios de Israel: Vosotros habéis visto todos los males que yo he traído sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá, desiertas hoy, sin que nadie las habite, 3 por las iniquidades que cometieron, provocando mi ira y yéndose a ofrecer incienso a los dioses ajenos, que no conocían ni ellos ni sus padres. 4 Yo os mandé repetidamente a mis siervos los profetas, diciéndos: No hagáis esas abominaciones que detesto. 5 Y no obedecieron ni dieron oídos, convirtiéndose de sus maldades y dejando de ofrecer incienso a los dioses ajenos. 6 Y estalló mi cólera y se encendió mi furor sobre las ciudades de Judá y en las plazas de Jerusalén, convertidas en desierto y devastación, como hoy están· El discurso conminatorio del profeta está hecho a base de frases estereotipadas de discursos anteriores que hemos visto ya. De ahí el carácter convencional de la composición. En la amenaza al pueblo no se dice ninguna idea nueva que no se haya expresado antes. La expresión á tocios
los judíos. de Egipto (v.1) indica el carácter general del discurso. Quizá con motivo de una reunión solemne de culto, el profeta fue testigo de cultos idolátricos, y por eso les recuerda sus antiguos pecados, causa de la ruina de su pueblo. Dios hará lo mismo con ellos si no cambian de conducta. Son dignos sucesores de sus padres idólatras. Las localidades que menciona son perfectamente identificables:
Migdol (palabra hebrea que significa torre) designa la fortaleza fronteriza al este del Delta, la actual
tell el-Heir, a 15 kilómetros al sur de Pelusium 1
. Tafnes: cf. 2:16.
Menfis: en egipcio Nof, capital del Bajo Egipto, junto a El Cairo actual 2. Pairos: en egipcio
Patoris (país del mediodía), designa el Alto Egipto, es decir, la región de Tebas 3.
Yahvé, pues, los castigará, como a sus antepasados, por sus idolatrías 4. En otro tiempo les envió profetas para que se convirtieran, y ahora hacen caso omiso de Jeremías como antes de aquéllos.
Suerte trágica de los judíos de Egipto (7-14).
7 Ahora, pues, así dice Yahvé de los ejércitos, Dios de Israel: ¿Por qué cometéis contra vosotros mismos ese gran mal de hacer que perezcan hombres y mujeres, niños , de en medio de Judá, sin que quede resto alguno de vosotros, 8 provocándome con las obras de vuestras manos, ofreciendo incienso a los dioses ajenos en la tierra de Egipto, que habéis venido a habitar, y desaparezcáis y seáis maldición y oprobio de todas las gentes de la tierra? 9 ¿Habéis, por ventura, olvidado las iniquidades de vuestros padres, de los reyes de Judá, de vuestros magnates, las vuestras y las de vuestras mujeres, las cometidas en la tierra de Judá y en las calles de Jerusalén? 10 No se han arrepentido todavía hoy. No han tenido temor ni han seguido mis preceptos, los que os di a vosotros y a vuestros padres. 11 Por tanto, así dice Yahvé de los ejércitos, Dios de Israel: Yo volveré a vosotros mi rostro para mal y exterminaré a todo Judá, 12 y tomaré a los restos de Judá que volvieron su rostro a Egipto para venir a habitar en él, y perecerán todos en tierra de Egipto, caerán por la espada, morirán de hambre desde el más pequeño hasta el más grande, morirán de espada y de hambre, y serán execración, asombro, maldición y oprobio. 13 Yo ajustaré cuentas a los que habitan en tierra de Egipto, como las ajusté a los de Jerusalén, por la espada, por el hambre y por la peste. 14 No habrá fugitivos ni supervivientes de los restos de Judá venidos a habitar en Egipto que vuelvan a la tierra de Judá, objeto de las ansias de su alma, a la que querrían volver para habitar, si no es algún fugitivo. Las frases de este discurso conminatorio tienen, como decíamos antes, un carácter antológico, pues parecen tomadas de vaticinios y de discursos anteriormente proferidos por Jeremías y representan un resumen de su actividad oracular. La conducta idolátrica de los judíos es un pecado colectivo que atraerá la ira divina sobre todos, incluso los inocentes (v.7).
Las obras de vuestras manos (v.8) son los actos idolátricos, sacrificios, ofrendas, etc., a los ídolos. Con ello, en vez de encontrar la salvación en Egipto, como buscaban, encontrarán la ruina, siendo objeto de
maldición y oprobio para todos los pueblos (v.8). Su castigo será proverbial entre todas las gentes. A pesar de todo lo que ha pasado, siguen impenitentes en sus caminos antiguos (v.9-10). Por ello, Yahvé sembrará el exterminio en Judá. La expresión
exterminaré a todo Judá (v.11) se aplica a los que viven en Egipto, no a los exilados de Babilonia, y aun así tiene un carácter radical e hiperbólico, que no ha de tomarse al pie de la letra. Lo mismo ha de entenderse el v.12. Por eso se dice en el v.14 que podrá salvarse
algún fugitivo que retornará a Judá. El resto morirá por el
hambre, la espada y la peste en Egipto.
Respuesta del pueblo al vaticinio de Jeremías (15.-19)
15 Entonces todos los hombres, sabedores de que sus mujeres ofrecían incienso a los dioses ajenos, y todas las mujeres, reunidos en gran asamblea, y todos los del pueblo que habitaban en Egipto, en la región de Pairos, respondieron a Jeremías: 16 No te escucharemos en lo que nos dices en nombre de Yahvé, 17 sino que persistiremos en hacer todo cuanto nos venga en boca, quemando incienso a la reina del cielo y ofreciendo libaciones, como antes hemos hecho e hicieron nuestros padres, nuestros reyes y nuestros magnates en las ciudades de Judá y en las plazas de Jerusalén, viéndonos entonces hartos de pan y felices, sin experimentar la desdicha, 18 mientras que, desde que dejamos de quemar incienso a la reina del cielo y ofrecerle libaciones, carecemos de todo y nos consume la espada y el hambre. 19 Y si nosotros quemamos incienso a la reina del cielo y le ofrecemos libaciones, ¿es acaso sin nuestros maridos como hacemos las tortas para ofrecerlas a su imagen y hacerle las libaciones? La reacción de los oyentes no pudo ser más tumultuosa e insolente. No sólo no reconocen pecado en haber cumplido actos idolátricos, sino que están dispuestos a continuarlos, pues en ellos ven la fuente de la felicidad. Precisamente, según ellos, el haber cesado de dar culto a los ídolos, y sobre todo a la
reina del cielo, Istar, fue la causa de la ruina. La reforma religiosa de Josías, acabando con los lugares altos de culto sincretista idolátrico, fue para los oyentes de Jeremías la causa del desastre de su pueblo; pues, mientras que adoraban a los ídolos, todo les iba bien,
viéndonos entonces hartos de pan (v.17), y, en cambio, el culto adusto a Yahvé no les trajo sino la ruina de la nación. No es que rechacen totalmente al Dios nacional, pero creen que es necesario también tener contentos a los antiguos dioses de Canaán, como condición para tener bendiciones materiales.
El culto de Istar, la
reina del cielo, aparece entre los hebreos ya en tiempos de Acaz, hacia el 734 5. Fue particularmente favorecido por el impío rey Manases, hijo de Ezequías. La influencia asiría se dejó mucho sentir en los siglos VIII y VII a. G. en Judá, como en los demás países de la costa siro-fenicio-palestina. Josías (740-609) comenzó la reforma religiosa profunda en el 622, y después de pocos años de tranquilidad comenzaron los males para su pueblo: muerte violenta de Josías (609), deposición de Joacaz, deportación del 598 a Babilonia y, por fin, la destrucción de la Ciudad Santa en 586. Yahvé, pues, los había abandonado. Cuando las prácticas idolátricas estaban en su vigor, la nación prosperaba. Este era el simple modo de discurrir de aquellos refugiados de Egipto. Para ellos la predicación del profeta Jeremías no había servido para nada, ya que Dios descargó su mano sin piedad. No comprendían que todo esto había sucedido por sus pecados, fustigados por el profeta. Y en esta respuesta altanera al profeta son las mujeres las que llevan la voz cantante:
¿es acaso sin nuestros maridos que hacemos las tortas para ofrecerlas a su imagen? Se justifican diciendo que lo hacen con el consentimiento de sus maridos y no ven ninguna irregularidad moral en ello. Los maridos podían anular los votos de sus mujeres 6, pero ahora colaboran con ellas en esos cultos idolátricos.
Nuevo anuncio de la ruina de los judíos de Egipto. (20-30)
20 Y dijo Jeremías a todo el pueblo, a los hombres y a las mujeres, a todos los que así le habían respondido: 21 ¡Qué! El incienso que en las ciudades de Judá y en las plazas de Jerusalén quemasteis vosotros, vuestros magnates y todo el pueblo, vuestros padres y vuestros reyes, ¿no lo ha recordado Yahvé y no lo ha tenido presente? 22 No podía ya soportar Yahvé la malicia de vuestras perversidades y vuestras abominaciones, y por eso vuestra tierra ha sido convertida en un desierto inhabitado, hecha horror y maldición como está hoy. 23 Por haber quemado incienso a los ídolos, pecando contra Yahvé, sin oír su voz ni seguir su ley, sus preceptos y sus amonestaciones, por eso han venido sobre vosotros todos esos males que hoy padecéis. 24 Dijo, pues, Jeremías a todo el pueblo y a todas las mujeres: Oíd la palabra de Yahvé todos los de Judá que habitáis en la tierra de Egipto: 25 Así dice Yahvé de los ejércitos, Dios de Israel. Vosotros y vuestras mujeres lo decís con vuestra boca y lo haréis con vuestras manos; decís: Cumpliremos los votos que hemos hecho de quemar incienso a la reina del cielo y ofrecerle libaciones. Ciertamente los cumpliréis, ciertamente los pondréis por obra. 26 Oíd, pues, la palabra de Yahvé los de Judá que habitáis en Egipto: Yo juro por mi gran nombre oráculo de Yahvé que no será ya más pronunciado mi nombre por boca de ningún hombre de Judá, diciendo: ¡Viva el Señor, Yahvé, en toda la tierra de Egipto! 27 Yo velaré sobre ellos para mal, no para bien, y todos los varones de Judá que habitan en tierra de Egipto serán consumidos por la espada y por el hambre hasta que perezcan del todo, 28 y los que escapen a la espada volverán de la tierra de Egipto a la tierra dé Judá, muy pocos en número, y los restos de Judá que han entrado en tierra de Egipto sabrán qué palabra es la que se cumpie, si la mía o la suya. 29 Y he aquí la señal oráculo de Yahvé de que yo os pediré cuentas en este lugar y de que se realizará mi palabra contra vosotros para vuestro mal. 30 Así dice Yahvé: Yo entregaré al faraón Hofra, rey de Egipto, en manos de sus enemigos, en manos de los que buscan su vida, como entregué a Sedecías, rey de Judá, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, su enemigo, que buscaba su vida. Jeremías les recuerda por todo argumento el castigo que ha enviado contra Judá por los cultos idolátricos de sus antepasados (v.21). Esta es la suerte que les espera también en Egipto. Sus idolatrías les traerán la ruina total. Se obstinan en sus desvarios (v.25), y Yahvé, por su parte, cumplirá lo que exige su justicia y su santidad: la exterminación general será la suerte de los fugitivos de Egipto. Yahvé hace un juramento solemne por su honor o
gran nombre (v.26), de que no quedará nadie en Egipto que le invoque en tono de juramento: No
será ya más pronunciado mi nombre por boca de ningún hombre de Judá (v.26). La expresión es también absoluta e hiperbólica, pero es suavizada en el v.28, donde se dice que algunos,
muy pocos en número, se escaparán huyendo a la tierra de Judá.
Y los desafía a que asistan al cumplimiento de su palabra: 3;
los restos de Judá. sabrán qué palabra es la que se cumple: la mía o la suya (v.28). El había anunciado la amenaza 7, mientras que los judíos esperaban bienes del culto a la reina del cielo 8. Y da una
señal de su cumplimiento: el faraón
Hofra será entregado en manos de sus enemigos (v.30).
La muerte del faraón Hofra 9 es narrada por Herodoto 10 y Diodoro de Sicilia n. Amasis, su sucesor, sostuvo una lucha por el trono, cogiendo prisionero a Hofra, que fue estrangulado por los soldados de aquél. Así se cumplió literalmente la profecía de Jeremías de que sería entregado
a sus enemigos (v.30). No dice que sería entregado en manos de Nabucodonosor, como lo dijo de Sedecías. Hofra reinó del 588 al 569. Nabucodonosor lanzó su expedición a Egipto en 569-568, cuando ya estaba en el trono Amasis.
1 En egipcio se llama
mkrt. Algunos la identifican con
tell el-Semut. 2
Falta en el texto griego. 3 La frase de Migdol a Sienes o Assuan, designaba todo Egipto (
Eze_29:10). 4 Cf.
Jer_11:17;
Jer_19:4;
Jer_7:25-26;
Jer_35:15;
Jer_42:18. 5 Cf.
2Re_16:10s;
2Re_23:12. 6 Cf.
Num_30:6s. 7 Cf.
Jer_44:26-27. 8 Cf.
Jer_44:17-18. 9 En egipcio,
Uahebra, y en griego,
Apries. 10 Cf. Herodoto, II 161.169. 11 Cf. Diod. De Sicilia, I 68.