Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
2. Segunda Lamentación: Jerusalen, destruida.
1 Alef. Cómo oscureció en su ira el Señor a la hija de Sión! Precipitó del cielo a la tierra la magnificencia de Israel y no se acordó del escabel de sus pies el día de su ira. Jerusalén se ha visto de pronto oscurecida como por una nube, la nube de la ira divina. En un momento ha sido precipitada la
magnificencia de Israel, es decir, su esplendor entre los otros pueblos. Y de nada le sirvió para evitar la catástrofe la presencia del templo de Jerusalén, morada de Yahvé,
escabel de sus pies, porque vino el
día de su ira, es decir, de la reivindicación de los derechos de la justicia divina ultrajada. Por encima de las predilecciones que pueda tener Yahvé para con su pueblo están las exigencias de justicia y santidad inherentes a su mismo ser.
2 Bet. Destruyó el Señor sin piedad todos los pastizales de Jacob1 derribó en su furor las fortalezas de la hija de Judá, echólas por tierra, y humilló 2 a su rey y a sus príncipes 3.
En el turbión de la guerra enviada por Yahvé desaparecieron los puntos vitales de la vida nacional: primero,
los pastizales de Jacob o Israel, fuente de su obra, y después las
fortalezas de Judá, o fortificaciones que se escalonaban a través del país como primera defensa de Jerusalén,
la hija de Judá. Y, por fin, la suerte fatídica llegó al
rey y a sus príncipes. El representante de la teocracia israelita fue
profanado, por permisión divina, al ser maltratado por sus enemigos. El profeta piensa en la trágica suerte del desgraciado rey Sedecías, al que le fueron arrancados los ojos en Ribla (Alta Siria), por mandato de Nabucodonosor, después de haber asistido a la muerte de sus hijos.
3 GuímeL Abatió en el furor de su ira toda la potencia de Israel, retiró su diestra frente al enemigo, y encendió en Jacob ardorosas llamas, que de todos lados le devoran. Israel, con su presunta
potencia humana, sucumbió ante el embate del
furor de la ira de Yahvé. La única garantía de seguridad del pueblo elegido era la protección de Dios, pero El
retiro su diestra frente al enemigo. El escudo de Israel era Yahvé, pero, en vez de protegerle, le entregó al enemigo, y la guerra se
encendió con ardorosas llamas, que todo lo consumieron.
4 Dálet. Tendió su arco cual enemigo, afirmó hostilmente su diestra, destruyó cuanto era agradable a la vista, derramó como fuego su ira sobre la tienda de la hija de Sión. Es más, no sólo Yahvé negó su protección a Israel, sino que la atacó positivamente como arquero que tiende su arco
como enemigo4 y afirma su diestra, destruyendo
cuanto es agradable a su vista, alusión probable a la destrucción total de los palacios y templos que constituían el legítimo orgullo de los judíos. O quizá con esta frase se refiera el autor a la
juventud florida de Judá caída en el combate. La ira divina prendió como fuego devastador en la
tienda de la hija de Sión, e.d., en la ciudad de Jerusalén, concebida como tienda de campaña atacada por una
razzia enemiga.
5 He. Ha obrado el Señor como enemigo, ha devorado a Israel; destruyó todos sus palacios, derribó sus fortalezas, y llenó a la hija de Judá de llantos y de gemidos. De nuevo se insiste en el carácter hostil de Yahvé para con su pueblo. Antes había sido su protector, pero ahora es su encarnizado adversario, y, en calidad de tal,
ha devorado a Israel. Como hemos notado antes, el autor prescinde de las causas segundas, y lo atribuye todo directamente a Dios. Está tan convencido de que la causa de la ruina de Judá son sus pecados, que no considera más causa destructora
que el mismo Dios ofendido. El fue, pues, el que en definitiva
llenó a la hija de Judá de llantos y gemidos.
6 Wau. Derribó su tienda como cabana de viña 5, destruyó su santuario. Yahvé ha hecho cesar en Sión las festividades y los sábados, y, en el ardor de su cólera, rechazó al rey y al sacerdote. Yahvé ha entrado en Jerusalén, su
tienda, desmantelándola como el ladrón que derriba la cerca de un jardín. Si la traducción dada es exacta, el sentido pudiera ser que Yahvé ha tratado a su
tienda, o templo de Jerusalén, como si fuera una vulgar cabana de viña. Con la destrucción del
santuario ha desaparecido la vida litúrgica,
las festividades y los sábados, días de regocijo general en el pueblo. Por otra parte, con la guerra ha desaparecido la autoridad civil y religiosa de la nación. No ha quedado nada en pie ante
el ardor de la cólera de Yahvé.
7 Zain. Repudió el Señor su altar, menospreció su santuario y entregó a manos del enemigo los muros de sus palacios. Resonaron los gritos en la casa de Yahvé como en día de fiesta. En toda esta tragedia predomina el desamparo de Yahvé para con su pueblo. En otro tiempo había estado unido a él como a una esposa amada 5, pero
repudió su altar, lo más sagrado de Judá. El templo de Jerusalén ha sido
profanado, y entre sus ruinas se oyen gritos de la soldadesca enemiga en vez de los cantos alegres de los días de
fiesta. Las antiguas solemnidades litúrgicas han sido sustituidas por las blasfemias de los vencedores, embriagados por el señuelo del botín seguro.
8 Jet. Resolvió Yahvé destruir los muros de la hija de Sión, echó cuerdas, y no retiró su mano destructora, sumergiendo en el luto antemurales y muros, que a la vez se han debilitado. El profeta presenta a Dios trazando funestos designios y tomando medidas para destruir las fortalezas de
la hija de Sión, Jerusalén. Con el cuidado del mampostero, que traza líneas para construir un muro, está ahora Yahvé midiendo las murallas para destruirlas totalmente, de forma que nada quede en pie por imprevisión 6. Como efecto de su intervención destructora, nada ha quedado en pie, ni los muros ni los
antemurales, o bastiones de refuerzo exterior. En la mente del autor, nada han hecho los soldados de Nabucodonosor por sí solos, sino que han sido unos meros instrumentos de los planes vengadores de Yahvé. Es de notar en todo esto el alto concepto que tenía el profeta de la intervención de Dios en la vida de los hombres y de los pueblos.
9 Tet. Sus puertas han sido echadas a tierra; destruyó, quebrantó sus cerrojos; su rey y sus príncipes están entre las gentes, no hay ley, y tampoco sus profetas reciben de Yahvé visión. Con la destrucción total de la ciudad desapareció la vida oficial civil y religiosa:
el rey y sus príncipes están entre las gentes cautivos. En consecuencia, no hay administración de justicia ni control oficial de la
ley, y en la tragedia de desamparo por parte de Yahvé parece que hasta los
profetas no reciben de Yahvé visión. Dios, que antes tan a menudo se comunicaba a sus fieles servidores los profetas, ahora se ha alejado de ellos, sin comunicarles oráculos de confortamiento y de salvación. El profeta piensa en la tragedia de su soledad ante las ruinas de la Ciudad Santa,
sin sentir la presencia particular de Yahvé, que otras veces había compartido7.
10 Yod. Los ancianos de la hija de Sión se sientan en tierra mudos, cubierta de polvo la cabeza, vestidos de saco, y las vírgenes de Jerusalén inclinan a tierra sus cabezas. El duelo por la ruina de la ciudad se manifiesta en todos los estamentos sociales más sensibles y venerables: los ancianos, encargados de dirigir a las nuevas generaciones con sus consejos, están
mudos de estupor y de dolor, y las
vírgenes, esperanza de las nuevas generaciones, también están muy lejos de su natural expresión de alegría y optimismo:
inclinan a tierra sus cabezas, apesadumbradas de tanto dolor, y como ancianas prematuras sin esperanza. Sólo les queda hacer penitencia y duelo por la tragedia de su pueblo.
11 Kaf. Mis ojos están consumidos por las lágrimas, mis entrañas hierven, derrámase en tierra mi hígado ante el desastre de la hija de mi pueblo, al ver desfallecer a los niños, aun los de pecho, en las calles de la ciudad. El profeta se siente asociado íntimamente al desastre social de Jerusalén (
la hija de mi pueblo). Se conmueve en todo su ser, y sus ojos se arrasan en lágrimas al contemplar a los niños famélicos por las calles 8.
12 Lamed. Dicen a sus madres: ¿Dónde hay pan y vino? al caer desfallecidos en las plazas de la ciudad, dando el alma en el regazo de sus madres. La escena es gráfica y espeluznante: los niños reclaman sustento, simbolizados en el
pan y el
vino en aquellas regiones de viñas y de trigales. Todo esto, el profeta, con alto sentido poético de la situación, lo dramatiza con colores muy subidos para dar idea de su estado de ánimo.
13 Mem. ¿A quién te compararé y asemejaré, hija de Jerusalén? ¿A quién te igualaría yo para consolarte, virgen hija de Sión? Tu quebranto es grande como el mar. ¿Quién podrá curarte? Con este verso comienza la segunda parte de la lamentación, que se abre con este bello apostrofe para dar idea de la magnitud del desastre de Jerusalén. El profeta quiere consolar a la
hija de Jerusalén y a la
virgen hija de Sión, buscando otra ciudad en la que se haya dado una tragedia parecida. Pero no hay nada comparable a la situación de ruina de la Ciudad Santa, porque su
quebranto es como el mar y no tiene remedio 9. No hay mayor dolor que sentirse solo en la desgracia, sin que nadie pueda comprender la situación del desgraciado. Jerusalén se halla sola, sin palabra alentadora que le ayude a llevar su desgracia. El profeta se siente impotente para dar unas palabras de consolación, porque no encuentra nada parecido,
14 Nun. Tus profetas te anunciaron visiones vanas y mentirosas, no pusieron al desnudo tus iniquidades para hacer cambiar tu suerte, sino que te anunciaron oráculos vanos y falaces. La raíz de la catástrofe está en los desvarios de Judá por seguir a los falsos profetas, que le anunciaron oráculos falsos en consonancia con sus inclinaciones materialistas, en contra de las exigencias de la Ley divina: no
pusieron al desnudo tus iniquidades. Israel se desvió de los preceptos de su Dios y se labró su desdicha a través de los siglos. Los
profetas falsos, en vez de recriminarle su conducta, la halagaron con
oráculos vanos y falaces, apoyando su política de alianza con el extranjero
y permitiéndole mantener un culto sincretista, incompatible con la tradición yahvista verdadera 10. Si hubieran hablado claro a Judá, hubiera cambiado su
suerte, gozando de la protección de Yahvé, como había prometido tantas veces.
15 Sámec. Cuantos pasan por el camino baten palmas por mí, silban y menean, burlones, su cabeza contra la hija de Jerusalén: ¿Es ésta la ciudad que decían del todo hermosa, la delicia de toda la tierra? El profeta cambia bruscamente de tema: después de haber insistido en las causas de la catástrofe, refleja el desprecio sarcástico de las gentes que pasan al contemplar las humeantes ruinas. Tanto habían oído ponderar la belleza de Jerusalén, que no pueden comprender que todo aquello haya ido a parar a un montón informe de ruinas.
16 Pe. Todos tus enemigos abren su boca contra ti, silban y dentellean, diciendo: ¡La hemos devorado! Es el día que esperábannos, lo hemos alcanzado, lo hemos visto. Ante las ruinas de la Ciudad Santa entonan, burlones, un canto de triunfo. Tantas veces habían deseado que llegara esta hora. Es la manifestación vindicativa de gentes que se sentían humilladas por la situación privilegiada de Jerusalén 11.
11 Ayin. Ha realizado Yahvé en ti lo que había decretado, ha cumplido la palabra que de antiguo dio: ha destruido sin piedad, te ha hecho el gozo de tus enemigos, ha robustecido a los que te aborrecían. El profeta constata en todo esto el cumplimiento de antiguos designios de Dios, ya que muchas veces les había amenazado con la ruina total12. Pero Israel no se preocupó de las advertencias antiguas, y se ha convertido por su culpa en objetivo y burla de sus enemigos; pero
todo ha estado previsto y anunciado por Dios.
18 Sade. Clama al Señor desde tu corazón 13, ¡virgen hija de Sión! derrama lágrimas a torrentes día y noche, no te des reposo, no descansen la niñas de tus ojos. Invitación a Jerusalén a deshacerse en llanto por su destrucción total. Su llanto ha de ser el primer movimiento hacia la compunción del corazón y a la penitencia. Jerusalén es comparada a una
virgen desolada, que no encuentra reposo hasta que desahogua sus angustias más íntimas.
19 Qof. Levántate y gime de noche, al comienzo de las vigilias; derrama como agua tu corazón en la presencia del Señor, alza a El las palmas por las vidas de tus pequeñuelos. El llanto de Jerusalén debe ser continuo en los tres períodos o
vigilias en que los israelitas dividían la noche l4, y debe tener siempre presente su tragedia
para mover a Yahvé a la misericordia para con ella. Ese llanto no debe ser un mero desahogo desesperado, sino una especie de oración
en presencia del Señor, como signo de contrición, pues están en juego las
vidas de sus pequeñuelos. Antes el profeta había reflejado la situación famélica de los niños, ahora invita a Jerusalén a orar con remordimiento a Yahvé para que aligere esta situación tan trágica para los pequcñuelos.
20 Res. Mira, ¡oh Yahvé! y considera a quién has tratado así. ¿Habrán de comer las madres su fruto, a los niños que amamantan? ¿Habrán de ser muertos en el santuario del Señor sacerdotes y profetas? Jerusalén, desolada, responde a la invitación anterior implorando perdón a Yahvé: la tragedia ha sido demasiado grande, y, por otra parte, Jerusalén es la ciudad de Yahvé, su morada en la tierra:
considera a quién has tratado así. El castigo ha sido demasiado duro, pues se ha llegado a los mayores extremos de indigencia:
¿Habrán de comer las madres a los hijos? La frase es dramática y pretende mover el corazón de Dios. Se han agotado todos los medios, y no queda a las madres sino comerse a sus propios hijos. Por otra parte, la matanza de las personas consagradas a Dios, como los sacerdotes y profetas, debe mover a piedad al Dios airado.
21 Sin. Niños y viejos yacen por tierra en las calles. Mis doncellas y mis mancebos cayeron al filo de la espada. Has matado en el día de tu ira, has degollado sin piedad.
Jerusalén se presenta ahora acusando a Dios de haberse excedido en su ira vengadora. El profeta dramatiza el diálogo para dar una idea de la tragedia íntima de la Ciudad Santa. En la guerra han caído gentes inocentes, como los ancianos y niños. Todo esto parece mostrar que el castigo ya ha rebasado la medida y que es hora de compasión y de misericordia por parte de Yahvé.
22 Tau. Convocaste como a solemnidad al terror en torno a mí, y no hubo en el día de la cólera de Yahvé evadido ni fugitivo. Aquellos que yo crié y mantuve, los acabó el enemigo. Sigue Jerusalén quejándose por su desgraciada suerte: la matanza ha sido tan general, que parece como si Dios hubiera convocado a los sembradores de terror a una
solemnidad o concentración. Los enemigos han sido tantos, que no ha habido
evadido ni fugitivo. La mano de Yahvé ha pesado demasiado sobre los hijos de Sión, a los que con tanto cuidado había criado. La ley del exterminio ha caído sobre ellos; por eso ya es hora de que Yahvé levante su mano vengadora.
1 Otros traducen, en vez de
pastizales, moradas o casas solariegas. 2 Lit. en hebreo dice profanó, en vez de
humilló. 3 Así siguiendo a los LXX. El TM dice a su reino. En ese caso se referiría a la profanación del territorio israelita, consagrado a Yahvé, pero invadido por los extranjeros. 4 Cf.
Jer_12:7;
Jer_30:14. 5 En los LXX se dice
viña simplemente. En el TM, jardín. Algunos autores han querido sustituir la palabra hebrea de origen sumerio
gan por
ganab, y entonces significaría
ladrón, lo que se adaptaría magníficamente al contexto: Yahvé desmanteló su tienda como un
ladrón. 6 Cf.
Jer_31:39;
Job_38:5;
Zac_1:16; Is 34,n;
2Re_21:137 Se ha querido sacar de esta frase la consecuencia de que las
Lamentaciones no son de Jeremías. Pero puede tener un alcance hiperbólico, como otras de Jeremías. 8 Cf.
Jer_1:20;
Pro_7:23;
Job_16:13;
Sal_62:9. 9 Cf.
Job_38:16;
Sal_104:25. 10 Cf. Jer
5:31; 6:13-15; 14:14; 23:115s; 27:9;
Eze_13:28. 11 Cf.
Sal_48:3;
Eze_16:14;
Eze_25:6;
Jer_18:16;
Isa_19:8;
Jer_49:17;
Job_27:23;
Sal_22:14;
Sal_35:16;
Job_16:9. 12 Cf.
Lev_26:14-38;
Deu_28:15-68. 13 Lit. en hebreo dice:
clama su corazón al Señor, muro de la hija de Sión, lo que no hace sentido. 14 Más tarde, en tiempos de los romanos, se dividía en cuatro (Mt 14*25).