Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
4. Cuarta Lamentación: Jerusalen, Asediada.
De nuevo aparece el canto elegiaco dedicado expresamente a la ciudad profanada por el enemigo invasor. El acento vuelve a ser el de las primeras
lamentaciones. Desaparece el carácter salmódico y sapiencial para imponerse el elegíaco-afectivo, hablando, más que la reflexión, el corazón punzante del profeta, testigo de la ruina de su patria. Vuelve el sistema acróstico sencillo, desapareciendo el triple amanerado del capítulo anterior. Este fragmento es muy similar al de la
segunda lamentación (en el orden alfabético de letras, también aquí la
Pe se pone antes del
Ayin).
Ambas elegías parecen completarse: en la segunda se destaca el desastre material de la
ciudad, aquí la situación mísera de sus
habitantes asediados. El motivo de la catástrofe es el mismo: los pecados de la clase dirigente, particularmente de los falsos profetas, que sedujeron al pueblo por caminos extraviados 1. Se suele dividir en tres partes:
a) v.1-10: situación triste de los asediados;
b) 13-20: causa de la catástrofe;
c) 21-22: invocación contra Edom. Los v. 11-12 son como un intermedio.
1 Alef. ¡Cómo se ennegreció el oro, cómo el oro fino ha degenerado! Están las piedras sagradas esparcidas por los rincones de todas las calles. El poeta contrapone dos situaciones: la esplendente vida de Judá, con su templo antes de la catástrofe, y la mísera situación después de la derrota. Jerusalén, ciudad santa, era como
oro fino que se ha
ennegrecido y desnaturalizado. Las cosas más
sagradas están profanadas, dispersas como pedruscos inútiles
por los rincones de las calles. Estas
piedras sagradas lo mismo pueden ser las piedras del templo demolido que los ciudadanos dispersos y abandonados; se han convertido en escoria2. En
Zac_9:15 se llama a los israelitas piedras de diadema. El pueblo israelita, en cuanto consagrado a Yahvé, era como una piedra preciosa de inestimable valor en comparación de los otros pueblos 3.
2 Bet. Los hijos de Sión, preciados y estimados como oro puro, ¡cómo son tenidos por vasijas de barro, obras de las manos del alfarero! Aquí parece concretarse el sentido de
piedras sagradas del verso anterior. Los
hijos de Sión han sido tratados como vasijas inmundas y profanas, obra de alfarero. Los vencedores no han sabido calibrar el valor del pueblo vencido, escogido por Yahvé para desempeñar una misión excepcional entre los pueblos.
3 Guímel. Aun los chacales dan la teta y amamantan a sus crías. Pero la hija de mi pueblo se ha hecho tan cruel como los avestruces del desierto. Es tanta la miseria de los habitantes de la ciudad, que las madres niegan a sus pequeñuelos darles el pecho, mostrando así más crueldad que las fieras del campo, los chacales 4; como los mismos avestruces, que, según la opinión popular, se despreocupan de sus hijos. En
Job_39:15-16 se dice de ellos que dejan sus huevos en la arena sin preocuparse más de la suerte que les puede sobrevenir al poder ser pisados por los viandantes. La situación de tragedia de la ciudad asediada ha privado a las madres de los sentimientos maternales y humanitarios más elementales.
4 Dálet. La lengua de los niños de teta se ha pegado de sed al paladar. Los pequeñuelos piden pan, y no hay quien se lo parta. La escasez es tal, que no hay para dar el alimento indispensable a los pequeñuelos. Los niños de pecho mueren de inanición por no haber quien les dé la leche. Como hemos hecho notar, el poeta dramatiza la situación para resaltar las preocupaciones angustiosas de los habitantes de Jerusalén, los cuales, en su obsesión de salvar su vida, se olvidan hasta de sus instintos más enraizados en la naturaleza, como el cuidado de las madres por sus hijitos.
5 He. Los que se nutrían de manjares delicados perecen por las calles. Los que se criaron vistiendo púrpura se abrazan a los estercoleros. El cuadro de miseria se recarga incesantemente. Nadie ha podido librarse de la general penuria: los que en la vida social tenían un lugar privilegiado, se han visto obligados a vagabundear por las calles mendigando algo para su sustento, y tienen que andar por los lugares donde se echaban los residuos de las ciudades en busca de algún alimento. El contraste es radical y expresivo de la situación de miseria de los ciudadanos de Jerusalén.
6 Wau. Mayor ha sido la culpa de la hija de mi pueblo que la de la misma Sodoma, que fue destruida en un instante, sin que nadie pusiera en ella la mano. Por la magnitud del castigo de Jerusalén se puede colegir la calidad de su culpa. Sodoma, en este sentido, fue menos culpable, ya que desapareció en un instante, mientras que Jerusalén fue agonizando lentamente a manos de
hombres enemigos; por otra parte, aquélla murió a manos de Dios (
sin que nadie pusiera en ella la mano),
lo que es menos humillante. Los enemigos de Judá, despreciados por el pueblo elegido, han sido los ejecutores de la ira divina. Hubiera sido preferible (supuesta la mentalidad arrogante de los israelitas frente a los otros pueblos) que el propio Dios hubiera aniquilado directamente a su pueblo. Las ideas son radicales, con fuerte carga poética, y no han de ser interpretadas al pie de la letra.
7 Zain. Eran sus nazareos más resplandecientes que la nieve, más blancos que la leche, más rubicundos sus huesos que el coral, y un zafiro era su cuerpo. La juventud de Israel era de una belleza desbordante, y entre ellos destacaban los
nazareos 5
. El poeta se recrea en la descripción de aquella juventud florida, que por su apostura era la encarnación de la belleza. Todo en ellos era gallardía y optimismo:
un zafiro era su cuerpo. En su figura externa se adivinaba la esperanza de la nación futura.
8 Jet. Y están más negros que la negrura; no hay quien los conozca por las calles. Está su piel pegada a los huesos, seca como un leño. Es la antítesis de la descripción radiante anterior. La ruina de Jerusalén ha cambiado hasta el mismo aire de la juventud, que está desconocida. Ha desaparecido el color sonrosado, rebosante de salud, y ha sido sustituido por el cetrino-amarillento, característico del que ha sufrido los envites del hambre y de la angustia.
9 Tet. Los muertos a espada fueron más dichosos que los caídos de hambre, que se consumen famélicos, faltos de los frutos de la tierra. La muerte lenta por hambre es más trágica y deshonrosa que la del que muere en el campo de batalla luchando con el enemigo.
10 Yod. Manos de tiernas mujeres cocieron a sus hijos, sirviéronles de alimento 6 en el quebranto de la hija de mi pueblo. La culminación de la miseria del asedio está representada por escenas de canibalismo, atestiguadas en otros pasajes de la Biblia 7 y repetidas en el asedio de Jerusalén por Tito 8. Tan grande ha sido el
quebranto de la hija de mi pueblo, es decir, la ruina de Jerusalén, capital de la nación del profeta.
11 Kaf. Apuró Yahvé su saña, derramó su abrasada ira y encendió un fuego en Sión que ha consumido sus cimientos. Toda la catástrofe de Judá ha sido un castigo enviado por la ira vengadora de Yahvé, que se ha ensañado con el pueblo escogido por sus infidelidades. Consecuencia de ello es que hasta los
cimientos de la nación han desaparecido. El exilio babilónico representa el fin de Judá como nación.
12 Lamed. Nunca creyeron los reyes de la tierra, ni cuantos habitan en el mundo, que entraría el enemigo y adversario por las puertas de Jerusalén. Con frase hiperbólica, el poeta destaca la segura convicción de inviolabilidad de Jerusalén, como ciudad sagrada, en la que estaba la morada de Yahvé, el escabel de sus pies en la tierra. Esta convicción, participada por sus habitantes 9, era también compartida por
los reyes de la tierra. La frase tiene un tono de arrogancia muy judío. La especial protección que Yahvé había dispensado a su pueblo habría hecho creer a sus reinos enemigos que era inexpugnable 10. El recuerdo del levantamiento inesperado del asedio del ejército de Senaquerib dio origen a esta creencia 11.
13 Mem. Por los pecados de sus profetas, por las iniquidades de sus sacerdotes, que derramaban en ella sangre de justos. Pero aquello que parecía increíble (la toma de Jerusalén) se ha hecho posible en virtud de la intervención punitiva de Yahvé por los pecados de los
profetas y sacerdotes, que derramaron la
sangre de los justos. Aquí el profeta parece aludir a ejecuciones de enemigos de la política mundana seguida por las clases directoras durante el asedio 12.
14 Nun. Erraban como ciegos por las calles manchados de sangre; no podían tocarse sus vestiduras. El profeta aquí parece hacerse eco de determinadas escenas sangrientas durante el asedio de Jerusalén. La ley de la espada y de la opresión de los ciudadanos inocentes estaba a la orden del día. Después andaban errantes, despreciados de todos, pues nadie quería contaminarse con sus vestiduras, teñidas en sangre inocente.
15 Sámec. ¡Apartaos! ¡Un inmundo! les gritaban. ¡Apartaos, apartaos! ¡No toquéis! Cuando huyeron y anduvieron errantes, decíase entre las naciones: ¡No pueden quedarse! Ante la presencia de estos culpables, errantes como ciegos por las calles, las gentes darán un grito de alerta como ante un leproso:
¡Apartaos! ¡Un inmundo! 13 Una profunda execración por parte del pueblo les acompaña por doquier como culpables de tantos crímenes y como cubiertos de la maldición divina. Naturalmente, todas éstas son escenas creadas, con fuerte dramatismo, por la imaginación del poeta para resaltar la culpabilidad de los
sacerdotes y
profetas falsos, que no cumplieron debidamente con su misión. Después de la catástrofe eran despreciados por su pueblo y aun por las
naciones cuya amistad habían antes fomentado. Parece el profeta aludir con estas frases al desprecio general con que fueron recibidos en los pueblos circunvecinos los jefes judíos, que huyeron, después de la toma de Jerusalén por Nabucodonosor, a Egipto y otras naciones antiguas aliadas de Judá.
16 Ayin. Yahvé mismo los dispersó y no volverá a ellos su mirada. No hubo respeto para el sacerdote, ni piedad para el anciano. En realidad, ha sido el mismo Yahvé quien los dispersó entre las naciones para ser prófugos entre pueblos extraños. Los ha echado de la tierra de Yahvé, y allá lejos no sentirán la
mirada protectora de su Dios. Al aparecer como malditos de Yahvé, el pueblo no tuvo respeto ni consideración para los que constituían la jerarquía normal de la nación: los
sacerdotes y los
ancianos. Como prófugos, huyendo de la faz de su Dios, llevan un estigma por doquier que los hace abominables a todos. La maldición y persecución de Yahvé los seguirá aun en tierras extranjeras.
17 Pe. Se consumían aun nuestros ojos esperando nuestra ayuda. Iban esperanzadas nuestras miradas hacia un pueblo que no pudo librarnos. El profeta se traslada mentalmente a las horas trágicas del asedio de Jerusalén, cuando había grandes esperanzas en la ayuda de potencias amigas que pudieran liberarlos del acoso de las tropas de Nabucodonosor. Sin duda que alude a las esperanzas puestas en las tropas del faraón egipcio Hofra, que les había prometido rápida ayuda militar 14. Jeremías siempre se opuso a estos cálculos humanos. Para él, la única política viable era la de
Dios, único que podía salvarlos. 18 Sade. Espiaban nuestros pasos para impedirnos pasar por nuestras calles. Nuestro fin se acercaba, se cumplían nuestros días y ciertamente llegó nuestro fin. Se recuerdan escenas trágicas del asedio: por las calles no se podía transitar, porque los asediantes babilónicos
espiaban los pasos de los ciudadanos de Jerusalén cercados, teniéndolos al alcance de sus flechas. El fin trágico se acercaba por momentos. La prometida ayuda egipcia no llegaba.
19 Qof. Eran nuestros enemigos más veloces que las águilas del cielo, y nos perseguían por los montes y nos ponían celadas en el desierto.
Ahora pasa el poeta a describir las escenas de los fugitivos que habían logrado escapar del cerco de Jerusalén: por los montes eran cazados como alimañas 15, sin esperanza de salvación, ya que los enemigos eran velocísimos y maestros en poner emboscadas por los
montes. y el desierto 15 *.
20 Res. El que era el aliento de nuestra boca, el ungido de fue capturado en su trampa, Yahvé, aquel de quien decíamos: A su sombra viviremos entre las naciones. Esta despiadada persecución culminó en la captura del rey Se-decías, que era como
el aliento de sus subditos. Es una frase expresiva para indicar la dependencia que de él tenían los judíos. Frases análogas aparecen aplicadas en las cartas de Tell-Amarna en Egipto 16. El poeta se siente conmovido ante la suerte desesperada del que colmaba sus ilusiones nacionales, el
ungido de Yahvé, llamado así porque al ser consagrado rey se le
ungía solemnemente en nombre de Yahvé 17. En la concepción teocrática de los israelitas,
el rey era el representante vivo de Yahvé en la tierra, que debía empalmar un día con el Mesías o
Ungido por excelencia. De ahí la profunda veneración por él. Con la desaparición del
ungido de Yahvé, el rey Sedecías, se deshicieron las antiguas esperanzas de permanecer con dignidad como nación entre los pueblos:
de quien decíamos: A su sombra viviremos entre las naciones. El rey, pues, es comparado a un árbol frondoso, bajo el cual pueden buscar sombra y protección sus subditos.
21 Sin. ¡Alégrate y tripudia, hija de Edom, que habitas la tierra de Us! 18 También a ti te llegará el cáliz, y te emborracharás y quedarás desnuda, El canto cambia de destinatario y de acento. Ha cesado el tono elegiaco y empieza la sátira. Edom era el pueblo que más se había regocijado con la destrucción de Jerusalén 19. Irónicamente el poeta la invita a desahogar sus últimas alegrías, porque se le acerca la hora de beber el
cáliz de la amargura, como Judá. Yahvé da a beber a todos los pueblos la copa de su ira vengadora 20, y ahora la va a poner ante los labios voluptuosos de Edom para que se embriague y quede
desnuda, siendo por ello objeto de desprecio de las demás naciones 21.
22 Tau. Hija de Sión, tu iniquidad está expiada; ya no volverá (Yahvé) a arrojarte al cautiverio. Hija de Edom, El castigará tu iniquidad y pondrá al desnudo tus pecados. Llega la hora de la rehabilitación de Sión, que con sus sufrimientos ha conseguido que ante Dios queden expiados sus pecádos 22. No volverán las pruebas del exilio. Al contrario, llega la hora de la justicia divina para Edom, que se ha alegrado por la ruina de Judá. Yahvé no puede dejar impune su
iniquidad, y, castigándolo,
pondrá al desnudo sus pecados, ya que el castigo es la medida de las transgresiones.
1 Cf.
Lam_2:14;
Lam_4:13. 2 Cf.
Jer_6:30;
Eze_22:18. 3 Cf.
Deu_7:6;
Deu_14:2;
Jer_2:3. 4 Cf.
Isa_13:22;
Isa_34:13;
Isa_35:7;
Jer_9:10;
Miq_1:8;
Job_30:29. 5 Cf.
Num_6:2-21. Muchos autores traducen, en vez de
nazareas, príncipes. 6
Así según el TM. Algunos corrigen la palabra hebrea que traducimos por
alimento por otra parecida que significa
sepulcro. Pero los LXX siguen el texto masorético hebreo. 7 Cf.
2Re_6:28-29 : en el sitio de Samaría. 8 Cf. Flavio Josefo,
Bell. lud. VI 20is. 9 Cf.
Jer_7:4. 10 Cf.
2Re_19:34.35- 11 Cf.
2Re_19:345. 12 Cf.
Jer_28:9. 13 Cf.
Lev_13:45. 14 Cf.
Jer_37:5;
Isa_33:6. 15 Cf.
Jer_52:8s. 15* Cf. Jer 39:4- 16 Séneca llama al emperador espíritu vital (
De clementia I, 4). 17 Cf.
1Sa_2:10;
1Sa_2:2 Grón 6:42;
Abd_1:3 :13. 18
Us estaba localizado entre Arabia e Idumea. Falta en el texto griego. 19 Cf.
Jer_49:7-22. 20 Cf.
Jer_25:15ss. 21 Cf.
Lam_1:8;
Gen_9:21;
Nah_3:5;
Jer_13:22. 22 Cf.
Isa_40:1.