Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)
Salmo 105. no Solo con Nuestros Labios Sino con Nuestras Vidas La Biblia no contiene poesía narrativa en el sentido común de la palabra, contando una historia en un estilo poético. Los Sal. como el 78, 105, 106, 136 no parecen en realidad interesarse en la narración como tal y son más bien una serie de recordatorios alusivos a eventos conocidos, diseñados para mostrar un significado en particular. El Sal. 105 cubre la historia del trato del Señor con su pueblo en tres etapas: primera, el período patriarcal (Gén. 12– 50), aludiendo a la institución del pacto (7– 11), el período como nómadas en Canaán (12– 15) y la historia de José en Egipto (16– 22); segunda, el tiempo del éxodo (Exo. 1– 12): Israel entrando en Egipto (23– 25), Moisés y las plagas (26– 36), Israel saliendo de Egipto (37, 38); tercera, la peregrinación por el desierto (39– 43, Exo. 13– 19) y la entrada en Canaán (44, Jos.). El resumen cubre muchos años pero presenta un cuadro: un Dios fiel que hace promesas y las cumple, misterioso en sus caminos pero siempre atento a su pueblo, siempre planeando por adelantado lo que es para su bien, siempre supliendo sus necesidades.
7– 11 El Señor prometiendo. Como sucede con frecuencia, lo que el Señor hace por su pueblo aparece en el contexto de su poder universal. Si va a cumplir su promesa a Abraham (Gén. 15:18– 21) debe ser también el Señor sobre los amorreos. Pero es aun más, porque
toda la tierra está bajo sus órdenes.
8 Anticipa el poder de la historia que cubre el Salmo. Mira hacia el pasado (lit. él ha recordado) a través de los siglos y afirma, como lo hiciera Josué con respecto al mismo periodo, no falló ninguna palabra de todas las buenas promesas del Señor ... todo se cumplió (Jos. 21:45; 23:14).
Pacto, un compromiso libremente asumido por Dios, no un regateo ni un
quid pro quo, una intención soberana, declarada de que él es Dios, a Abraham y sus descendientes, y que ellos son su pueblo. De allí que el pacto se define como
la palabra que mandó ... su juramento (8, 9). Se trata de su promesa y él la cumplirá.
9 Hizo, lit. cortó, la palabra técnica para la inauguración oficial del pacto (Gén. 15:18).
Con Abraham, por lo tanto con nosotros, los descendientes de Abraham (Rom. 4:11, 12, 16, 23– 25; Gál. 3:6– 9; 4:28– 31), cuya historia es nuestra historia, cuyo llamado es nuestro llamado y de cuyas promesas somos herederos.
10 Estatuto, un compromiso inmutable.
11 El pacto se expresó en múltiples promesas (Gén. 17:1– 7) y de esas se escoge una, la promesa de la tierra, como un caso que prueba la fidelidad del Señor. Con esta nota triunfante de su cumplimiento termina el examen del Salmo (44).
12– 15 El Señor protegiendo. Estos versículos abarcan el mismo período que Heb. 11:8– 10, 13. La tierra era de ellos pero vivían en ella como
forasteros, extraños (12). Su existencia nómada, sin organización, los llevó del dominio de un rey a otro (13) y la única tierra que poseían era la de la tumba (Gén. 23). ¡Cuán misteriosas son las providencias de Dios con su pueblo! ¡Prometerles tierra y dejarlos sin ella! Pero nunca desprotegidos; ni aun cuando sus propias necedades parecen haber acabado con su buena voluntad (Gén. 12:10– 20; 20:1– 18; 26:1– 11), ni cuando enfrentaban los poderes masivos del mundo (Gén. 14).
15 Ungidos, apartados para Dios en su posición y función.
Profetas (
cf. Gén. 20:7) donde Abraham es el primero en la Biblia a quien se le llama profeta.
16– 22 El Señor anticipando. El Señor no sólo domina toda la tierra (7) sino que ordena ejecutivamente los eventos de ella (16). Nuevamente nos encontramos frente a un misterio, porque no podemos seguirle el rastro a los caminos y modalidades de la divina providencia. Pero donde no podemos comprender por qué él trajo esta o aquella experiencia, o por qué las necesidades de la vida nos han sido quitadas, podemos estar seguros de que sigue en su trono (
trajo ... cortó) y que ha hecho provisión para nuestro futuro (
había enviado delante de ellos a un hombre, 17). Pero aunque vemos que José fue una providencia anticipada, el elemento de misterio permanece; el misterio público del v. 16 vuelve a suceder a nivel individual: Si José fue el hombre de Dios en el lugar de Dios para el tiempo de Dios (Gén. 45:5– 8; 50:20), ¿por qué tuvo que sufrir tanto (18)? A vosotros no os toca saber dijo el Señor Jesús sobre otra cuestión (Hech. 1:7) pero su respuesta debe bastar para esto también. Todo lo que se nos permite saber es que el Señor está obrando según su sabiduría eterna para cumplir su palabra (19) y para tener un gobernante en Egipto que recibiera y alimentara a su pueblo necesitado.
23– 38 El Señor redimiendo. Nótese cómo esta larga sección se encuentra dentro del paréntesis de Israel entrando (23) y saliendo de (38) Egipto. No fue por ningún pecado de ellos que entraron a Egipto, sino bajo un mandato divino y una promesa divina (Gén. 46:3, 4); ni fue por ningún pecado de ellos que fueron objeto de hostilidad de parte de los egipcios. ¡Fue en verdad (25) por un acto de Dios! Una vez más nos encontramos frente al misterio de la divina providencia. Sus pensamientos no son los nuestros, nuestros caminos no son los de él (Isa. 55:8). ¡Pero qué maravillosos son sus caminos (Rom. 11:33– 36)! Les hizo pasar por peligros y sufrimientos (25) y luego reveló el esplendor de su poder redentor. Preparó a un hombre (26), un poder suficiente contra todo el poder del enemigo (27– 36) y una liberación gloriosa (37, 38).
Nótese la estructura de los vv. 28– 36. El relato empieza con la novena plaga y el resultado de toda esa actividad. Luego vuelve a mencionar los pasos que llevaron a ese resultado (29– 35); la primera (29; Exo. 7:14 ss.), segunda (30; Exo. 8:1 ss.), cuarta y tercera (31; Exo. 8:20 ss., 16 ss.), séptima (32, 33; Exo. 9:13 ss.) y octava (34, 35; Exo 10:1 ss.) plagas, llegando así nuevamente al clímax, esta vez en la terrible décima plaga (36, Exo. 11, 12).
37 (Exo. 11:2, 3)
38 (Exo. 12:30– 33).
39– 42 El Señor proveyendo. Esta sección lleva a su conclusión tanto al repaso histórico como al Salmo mismo. La revelación del Señor se completa al verlo atendiendo las necesidades cotidianas de los peregrinos. Provee (39) dirección (Exo. 13:21, 22) y seguridad (Exo. 14:19) y contesta oraciones (aun sus quejas) al abastecerles de comida (40; Exo. 16:12 ss.) y agua (41; Exo. 17:1– 7). Pero todo esto lo hizo porque había dado su palabra a Abraham (42, cf. 8, se acordó ...
palabra; 9); ¡un Dios fiel que cumple sus promesas!
¿Cómo respondemos a un Dios así y su gran demostración de cómo cumple sus promesas, protege, anticipa las necesidades, libera y provee? En la gozosa respuesta de gratitud y canto (1, 2), gloriándonos verbalmente en lo que el Señor ha revelado de sí (
nombre), cultivando dedicadamente su presencia (3, 4
buscad ... buscad, no como buscando algo perdido sino viniendo una y otra vez, asiduamente, donde sabemos que lo podemos encontrar), recordando bien sus grandes obras (5) y compartiendo en todo el mundo la noticia de sus acciones (1): un programa para la lengua en alabanza y testimonio, para el corazón en buscar al Señor y para la mente en cuidadosa recordación.
Pero hay más. Los vv. 43, 44 forman una conclusión que hace pareja con el comienzo lleno de alabanza del Salmo. Los que habían vivido por experiencia lo que el Señor había hecho por ellos se regocijaban y estaban alegres. Dios había sido bueno con ellos, coronando el registro de sus promesas cumplidas con el regalo de la tierra (44), tal cual se lo había prometido a Abraham hacía más de 400 años (Gén. 15:7– 16). Sin esto, la alabanza es sólo un ruido religioso (Amós 5:23, 24).