Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Salmo 122 (Vg 121): Salutación a Jerusalén.
E l salmista entona, en nombre de los peregrinos, un himno de alabanza-a la ciudad santa, adonde convergen todas las tribus de Israel. Es la ciudad de la paz y del juicio equitativo, porque es la sede de David. En ella reina la tranquilidad y la seguridad; pero su mayor timbre de gloria es la presencia de la casa de Yahvé. El autor parece ser un forastero que pisa por primera vez el sagrado suelo de Sión, y por eso su alma se esponja y prorrumpe en lirismos religiosos,
idealizando la capital de la teocracia. Se siente dichoso por haber aceptado el participar en la caravana de los peregrinos hacia la ciudad de Yahvé. La vista de la capital del pueblo elegido le impresiona poderosamente, y así pondera la excelente construcción de la ciudad, sus muros y sus puertas. El salmo puede entenderse mejor como si fuera una meditación de un peregrino que, después de volver a su hogar, repasa sus dichosas memorias de la peregrinación. 1
Por su estructura literaria puede compararse este salmo a los salmos 48 y 84. No tiene el acento triunfal del primero ni la ternura exquisita del segundo. Pero, aunque más corto y popular, resume bien los sentimientos de alegría, de admiración y de buenos deseos que el fiel israelita sentía en sus peregrinaciones a la ciudad santa y al templo2. Abundan las aliteraciones, jugando con la etimología popular de Jerusalén como ciudad de
paz 3.
El TM y algunos códices del texto de los LXX 4 atribuyen esta bella composición a David. Generalmente se niega esta paternidad davídica, porque se menciona el templo de Yahvé y porque el salmista parece un extraño a la ciudad santa. La lengua lleva el sello de la época tardía. Todo ello hace pensar que el salmo es de os tiempos posteriores al destierro babilónico.
La alegría del peregrino ante la ciudad santa.
1
Cántico gradual. De David5
. Alégreme cuando me dijeron: Vamos a la casa de Yahvé. 2
Estuvieron nuestros pies en tus puertas, ¡oh Jerusalén! 3
Jerusalén, edificada como ciudad, bien unida y compacta; 4
adonde suben las tribus, las tribus de Yahvé, según la norma (dada) a Israel para celebrar el nombre de Yahvé. 5
Allí se alzan los tronos del juicio, los tronos de la casa de David. 6
¡Rogad por la paz de Jerusalén! ¡Vivan en paz los que te aman! 7
¡Reine la seguridad dentro de tus muros, la tranquilidad en tus torres 8
Por mor de mis hermanos y compañeros diré: ¡La paz contigo! 9
Por mor de la casa de Yahvé, nuestro Dios, te deseo todo bien. El salmista peregrino, vuelto a su hogar, recapacita sobre su visita a la ciudad santa, y siente una profunda alegría por haber visitado la
casa de Yahvé, el templo de Jerusalén, la-capital de la teocracia, símbolo de las promesas de Dios a su pueblo. El momento de poner los
pies en las
puertas de la ciudad, santificada con la presencia de Yahvé y llena de recuerdos del gran rey David, fue de particular emoción para su sensibilidad religiosa. Al entrar en la ciudad, el salmista se extasió ante la magnificencia de Jerusalén, perfectamente
edificada y grandiosa con sus monumentos; los muros, los palacios, los torreones y el templo impresionaban particularmente a las gentes sencillas provincianas que por primera vez entraban en la ciudad de David. Era el punto de convergencia de todas las
tribus, donde Israel como colectividad siente su conciencia de pertenencia a Yahvé, que los ha elegido como heredad particular entre todos los pueblos. El poeta idealiza la situación y pasa por alto la división del reino de David,
para considerar sólo la capital de la teocracia hebrea. Existía una ley normativa que pedía que todos los componentes del pueblo elegido se reunieran periódicamente en el lugar donde Yahvé estableciera su morada6. El poeta recuerda este mandato y se siente gozoso al ver a los representantes de todas las tribus tomando parte en el culto del santuario nacional.
Pero, además, en Jerusalén está el tribunal de justicia y el gobierno de la nación según la antigua tradición de la gloriosa monarquía davídica7. Justamente, el fruto de una administración equitativa de la vida pública trae la
paz entre los ciudadanos; y el salmista pide para la ciudad santa una
tranquilidad y
seguridad permanente dentro de los muros de la ciudad santa8. El poeta juega con la palabra hebrea que significa paz (
shalóm)
y el nombre de Jerusalén (
Yerüshaláyim).
La prosperidad de la ciudad de David será el símbolo de la prosperidad de toda la nación; por eso, los israelitas deben desear la
paz para la capital de la teocracia,
donde está la casa de Yahvé, 1 A. F. Kirkpatrick, o.c., 738-39. 2 J. Calés, o.c., II 457-58 3 Así juega con los términos
sha'alú shalóm (paz),
Yerúshaldyitn (Jerusalén), etc. 4 Son el códice
Alef de los LXX y las versiones de Aquila y Símaco. 5 Cf.
Sal_120:1.