Eclesiástico 45, 1-26

De él, hizo nacer a un hombre de bien, que halló gracia a los ojos de todos y fue amado por Dios y por los hombres: Moisés, de bendita memoria. Le concedió una gloria igual a la de los santos y lo hizo poderoso, temido por sus enemigos. Por sus palabras, hizo cesar los prodigios, y lo glorificó delante de los reyes; le dio mandamientos para su pueblo y le hizo ver galo de su gloria Por su fidelidad y mansedumbre, lo consagró y lo eligió entre todos sus mortales. A él le hizo oír su voz, lo introdujo en la nube oscura y le dio cara a cara los mandamientos, una Ley de vida y de entendimiento, para enseñar la Alianza a Jacob, y sus decretos a Israel. Exaltó a Aarón, un santo semejante a Moisés, su hermano, de la tribu de Leví. Lo estableció en virtud de un pacto irrevocable y le confirió el sacerdocio del pueblo. Lo atavió con espléndidos ornamentos y lo ciñó con una vestidura gloriosa. Lo revistió con toda magnificencia y lo confirmó con las insignias del poder: los pantalones, la túnica y el efod; puso granadas alrededor de su manto y lo rodeó de numerosas campanillas de oro, para que tintinearan a cada uno de sus pasos, haciendo oír su sonido en el Templo, como memorial para los hijos de su pueblo. Le dio la vestidura sagrada -obra de un bordador tejida en oro, jacinto y púrpura; el pectoral del juicio, con el Urím y el Tumím, hecho de hilo escarlata -obra de un artesano- con piedras preciosas, grabadas en forma de sellos y engarzadas en oro -obra de un joyero- para servir de memorial, por la inscripción grabada, según el número de las tribus de Israel; la diadema de oro encima del turbante, grabada con la señal de su consagración: insignia de honor, trabajo magnífico, ornamento que es un placer para la vista. Antes de él, no se vio nada tan hermoso, y nunca un extranjero se vistió de esa manera, sino únicamente sus hijos y sus descendientes para siempre. Sus sacrificios se consumen enteramente, dos veces por día, en forma continua. Moisés le confirió la investidura y lo ungió con el óleo santo. Esta fue una alianza eterna para él y para sus descendientes, mientras dure el cielo, para que sirvan a Dios como sacerdotes y bendigan al pueblo en su nombre. El lo eligió entre todos los vivientes para presentar al Señor la ofrenda, el incienso y el perfume como memorial, y para hacer la expiación en favor de su pueblo. El confió sus mandamientos y le dio autoridad sobre los decretos de la Alianza, a fin de enseñar sus preceptos a Jacob e iluminar a Israel acerca de su Ley. Unos intrusos se confabularon contra él y le tuvieron celos en el desierto: los secuaces de Datán y Abirón y la banda de Coré, ardiendo de furor. Al ver esto, el Señor se disgustó y fueron exterminados por el ardor de su ira: él obró prodigios contra ellos, consumiéndolos con su fuego ardiente. Aumentó más todavía la gloria de Aarón, y le concedió una herencia: le asignó como parte las primicias de los primeros frutos y le aseguró, en primer lugar, el alimento en abundancia, porque ellos se alimentan de los sacrificios del Señor, que él concedió a Aarón y a su descendencia. Pero en la tierra del pueblo, él no tiene herencia, ni hay parte para él en medio del pueblo, porque "Yo mismo soy tu parte y tu herencia". Pinjás, hijo de Eleazar, fue el tercero en gloria, a causa de su celo en el temor del Señor, y porque se mantuvo firme frente a la rebelión del pueblo, con el generoso ardor de su espíritu: fue así como expió el pecado de Israel. Por eso fue sellada en su favor una alianza de paz, que los hizo jefe del santuario y de su pueblo, de manera que a él y a su descendencia pertenece para siempre la dignidad de Sumo Sacerdote. Hubo también una alianza con David, hijo de Jesé, de la tribu de Judá; pero esa herencia real pasa del padre a uno solo de sus hijos, mientras que la de Aarón pasa a toda su descendencia. Que el Señor ponga sabiduría en sus corazones para juzgar a su pueblo con justicia, a fin de que no desaparezca su felicidad ni su gloria por todas las generaciones.
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