Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
9. Intervención justiciera de Yahvé.
Imposibilidad de huir del castigo inexorable divino. (1-6)
1 Vi al Señor junto al altar, y dijo: Rompe los capiteles, que se estremezcan los umbrales, y abátelos sobre las cabezas de todos ellos, y a los que queden los mataré a espada. Nadie se salvará huyendo, nadie podrá escapar. 2 Aunque se oculten en el seol, de allí los tomará mi mano; aunque subiesen hasta los cielos, de allí los haría bajar. 3 Aunque se escondieran en la cumbre del Carmelo, allí los buscaría y los tomaría; aunque se ocultaran a mis ojos en el fondo del mar, allí mandaría a la serpiente para que los mordiera. 4 Y aunque marcharen en cautiverio ante sus enemigos, daría a la espada la orden de asesinarlos; y tendré puestos mis ojos sobre ellos para mal, no para bien. 5 El Señor, Yahvé de los ejércitos, toca la tierra, y ésta se disuelve, y hacen duelo cuantos en ella habitan; se levanta toda entera como el Nilo y mengua como el río de Egipto. 6 El edificó en los cielos su morada y asentó sobre la tierra su bóveda. El llama las aguas del mar y las derrama sobre la haz de la tierra; Yahvé es su nombre. El profeta describe la realización del castigo divino. Ve a Yahvé
junto al altar (v.1), dispuesto a dar la orden de destrucción del templo de Betel mientras los adoradores de los ídolos están reunidos en su recinto. Yahvé da la orden de destrucción: Rompe
los capiteles. y abátelos sobre las cabezas de todos ellos. ¿Quién recibe la orden destructora? ¿Un ángel, o agente de Yahvé, o el mismo profeta? En este casó, Amos sería el instrumento de la destrucción como
mensajero de la voluntad divina, que decide traer la ruina sobre el lugar de culto idolátrico. Nadie podrá salvarse de la catástrofe, pues los que se libren en el primer momento caerán
a la espada del invasor asirio.
Es inútil que quieran buscar refugio, pues aunque se vayan a los lugares más lejanos y recónditos, como el seol, morada subterránea de los muertos, o suban a los
cielos, allí los alcanzaría la mano vengadora de Yahvé. La hipérbole es expresiva para indicar la imposibilidad de salvación. Ni la
cumbre del Carmelo, con sus numerosas cavernas frente al mar, podría dar asilo a los escapados, pues hasta allí llegaría la mirada inquisidora de Yahvé. Ni siquiera
el fondo del mar (en contraste con la cima del Carmelo, que se destaca sobre el Mediterráneo) podría dar albergue tranquilo a los fugitivos, ya que allí mismo
mandaría Yahvé a la serpiente que les mordiera (v.3). Sin duda que el profeta alude aquí al monstruo marino Leviatán, el cual, según la imaginación popular, se paseaba en las profundidades del abismo. Amos, pues, como Isaías 1
se acomoda aquí al folklore mitológico del ambiente para expresar la imposibilidad de salvación para los fugitivos.
Tampoco la última alternativa del
cautiverio podrá librarlos de la persecución divina, ya que Yahvé pondrá sobre los cautivos sus ojos
para mal y no para bien (v.4); es decir, en lugar de mirarlos con ojos benevolentes y protectores 2, los perseguirá hasta hacerlos morir
a la espada. Naturalmente, en todas estas expresiones hay mucho de hipérbole, y, por tanto, no han de entenderse en el radicalismo en que aparecen, sino que simplemente quieren encarecer la universalidad de la ruina.
La razón de ello es la omnipotencia y majestad divina; nadie puede enfrentarse con Yahvé, que es el Rey majestuoso, a cuyo paso tiembla la tierra, se
disuelve como cera y se conmueve como el Nilo en sus crecidas y resacas (v.5). Yahvé tiene su morada en lo alto de los cielos, y domina majestuosamente la tierra, sobre cuya
bóveda o firmamento extiende su trono (v.6). Esta doxología, similar a la
Deu_4:13, no tiene otra finalidad que encarecer la indefectible acción punitiva de Dios sobre los pecadores
como Señor del universo: Yahvé es su nombre. Es la gran garantía de todo lo que el profeta anuncia. Su palabra no se basa en cálculos humanos, sino en la del que dirige el curso de los elementos de la naturaleza:
llama las aguas y las derrama sobre la haz de la tierra.
Israel, por ser pueblo elegido, no está inmune de la. destrucción (7-10).
7 Hijos de Israel, ¿no sois para mí como hijos de etíopes? ¿No hice yo subir a Israel de la tierra de Egipto, y a los filisteos de Caftor, y a los árameos de Quir? 8 He aquí que los ojos del Señor, Yahvé, están puestos sobre el reino pecador y los exterminaré de la haz de la tierra. Pero no destruiré del todo la casa de Jacob, oráculo de Yahvé. 9 Pues he aquí que yo daré orden y zarandearé a Israel entre todas las gentes como se zarandea (la arena) en la criba; ni una chinita caerá en tierra 3. 10 A la espada perecerán todos los pecadores de mi pueblo, los cuales dicen: No se acercará ni nos sorprenderá la desdicha. Israel se creía al abrigo de la destrucción porque se consideraba el pueblo elegido entre las naciones, sobre el que Yahvé tenía que tener una providencia particular en orden a su conservación como nación. Esta presunción era totalmente gratuita, ya que no existían vínculos naturales necesarios entre Yahvé e Israel. Había sido elegido líberrimamente por Dios, que dirige el curso de la historia de todos los pueblos, y hubiera podido escoger cualquier otro pueblo. En este sentido, los israelitas están en el mismo plan que los despreciados etíopes: Hijos
de Israel, ¿no sois para mí como hijos de etíopes? (v.7). Y si bien es cierto que Yahvé hizo subir
a Israel de la tierra de Egipto, también lo es que trajo a los
filisteos de Caftor y a los árameos de Quir4.
Todos los pueblos están igualmente sometidos a Yahvé, Señor de la historia universal. Por eso, si no hubiera intervenido una elección gratuita de Israel por parte de Yahvé, los israelitas estarían en el mismo plano que los
etíopes, considerados de raza inferior, y los
árameos, tradicionales enemigos de Israel. La elección de Israel por parte de Yahvé, lejos de garantizarles inmunidad contra sus transgresiones, crea nuevas obligaciones y vínculos5. La justicia divina tiene sus exigencias, y de ahí que Yahvé tenga puestos sus ojos
sobre el reino pecador (Israel) para castigarlo debidamente y aun
exterminarlos, si bien no
destruirá del todo a la casa de Jacob (Israel), precisamente porque le hizo objeto de una particular elección.
Pero le someterá a una prueba para purificarlo, zarandeándolo
entre las naciones como se zarandea (la arena) en la criba. (v.10). Israel será cribado en el destierro para probar lo que hay de bueno y de malo en él. Y como al cribar la arena sólo pasa ésta, quedando en la criba las piedrecillas, así, al probar Yahvé a Israel, hará que sólo subsistan los fieles, mientras que los pecadores quedarán en la prueba, sin que caiga
una chinita (los pecadores indignos)
en tierra (v.8). Los que prefieren ver en la comparación una alusión a la labor que se hace en la era con el trigo, suponen que el buen grano (los israelitas fieles) quedarán en el harnero, de forma que ningún
grano (
chinita)
caiga en el suelo para perderse.
Yahvé tendrá especial providencia de los justos, pero los pecadores, obstinados en su presunción de inmunidad (
no se acercará. la desdicha, v.10),
perecerán a la espada. Sólo, pues, un resto se salvará para constituir el núcleo de restauración del pueblo elegido. Los profetas nunca pierden de vista, al anunciar sus vaticinios conminatorios, el destino glorioso de Israel como nación en los tiempos mesiánicos; por eso nunca anuncian la destrucción total del pueblo escogido.
Promesa de restauración (11-15).
11 Aquel día levantaré el tugurio caído de David, repararé sus brechas y alzaré sus ruinas y le reedificaré como en los días antiguos, 12 para que conquisten los restos de Edom y los de todas las naciones sobre las cuales sea invocado mi nombre, dice Yahvé, que cumplirá todo esto, 13 He aquí que vienen días oráculo de Yahvé en que sin interrupción seguirá al que ara el que siega, el que vendimia al que siembra. Los montes destilarán mosto, y se derretirán todos los collados. 14 Yo haré retornar a los cautivos de mi pueblo, Israel; reedificarán las ciudades devastadas y las habitarán, plantarán viñas y beberán su vino, harán huertos y comerán sus frutos. 15 Los plantaré en su tierra y no serán ya más arrancados de la tierra que yo les he dado, dice Yahvé, tu Dios. Después de anunciar que en la catástrofe perecerán sólo los pecadores, el profeta se proyecta directamente hacia la realidad del futuro venturoso
de los tiempos mesiánicos. Después de la destrucción de Israel vendrá la restauración, vinculada al resurgimiento de la casa de
David, que ha sido convertida en un tugurio o choza de campaña, expuesto a todas las rapiñas. Volverán
los días gloriosos de la dinastía davídica y de nuevo las doce tribus se reunirán en torno a la colina de Sión. Oseas, profeta oriundo del reino del norte, anunció la restauración de Israel (reino del norte), retornando a David 6. Amos había dicho que Yahvé ruge como un león desde Sión 7, y ahora termina con la atención puesta de nuevo en la colina de Sión, donde debía asentarse de nuevo el futuro trono de David.
Algunos autores creen que la frase
restauraré las brechas y ruinas del
tugurio de David alude a la derrota infligida a Judá por Joás de Israel 8; pero es mejor suponer que el profeta, conociendo por revelación la ruina futura del reino de Judá (casi dos siglos más tarde), la asociara a la de su hermano Israel, que había de perecer pronto bajo la invasión asiría, para resurgir ambos reinos, unificados de nuevo, bajo la égida de un descendiente de David. Será entonces cuando el pueblo elegido tomará la revancha sobre las naciones paganas, particularmente
Edom (v.12), que se aprovecharon de su ruina. Todas las naciones serán patrimonio de Yahvé (
sobre las cuales sea invocado mi nombre) 9, y el pueblo israelita, como representante de los derechos de su Dios, tendrá el dominio sobre todas ellas.
Los últimos versos nos presentan el idilio de los tiempos mesiánicos conforme a la desbordada imaginación oriental. Será tal la fertilidad de la tierra, que
el que siega seguirá al que ara, y
el que vendimia al que siembra.; los montes destilarán mosto. (v.15). Son las expresiones de abundancia y prosperidad material que encontramos en otros profetas de los cuales, para levantar los ánimos de los oyentes en tiempos de tribulación, presentan la felicidad de los tiempos mesiánicos con los colores más vivos. De hecho, todas estas descripciones se han quedado cortas al querer reflejar la realidad de
la felicidad espiritual del nuevo Israel de los tiempos mesiánicos. Las realidades de la vida de la gracia, vividas con la intensidad que
exige la vocación cristiana, superan a todo lo que podían soñar los profetas del A.T.
1 Cf.
Isa_27:1. 2 Cf.
Gen_44:21;
Jer_39:12;
Jer_40:4. 3 AsílaBzb.defér. 4 Sobre la identificación de
Quir véase coment. a 1:55s.
Caftor, probablemente Creta o Chipre. Cf.
Gen_10:14;
Deu_2:23; Jer 27.4. 5 Cf. 3:1-2. 7 Cf.
Amo_1:2. 8 Cf.
Ose_3:5 9 Invocar el nombre sobre alguno equivale a dominarlo. Así, en
2Re_12:28 se invita a David para que asedie Rabbat-Amón y no sea tomado por Joab: que no sea mi nombre el que sea proclamado sobre ella. En
Deu_28:10 : todos los pueblos de la tierra verán que el nombre de Yahvé es proclamado sobre ti (Israel), e.d., que Israel pertenece a Yahvé (cf.
Jer_7:10). 10 Cf.
Isa_65:21;
Sof_1:13;
Joe_4:18;
Ose_14:10.