Son como las vigas del templo, de las cuales se dice que les carcomen el corazón los gusanos que nacen de la tierra, y devoran así sus vestidos sin que ellos lo adviertan. (Baruc 6, 19) © Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944)
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6. Epístola de Jeremías Sobre los Ídolos.
Autenticidad y contenido.
Se ha destacado el carácter de esta epístola, similar a la glosa del Targum a Jer_10:11. Por la forma literaria, el texto se parece a la epístola escrita a los cautivos por Jeremías, recogida en Jer_29:15. Se trata de prevenir a los exilados contra la posibilidad de ser deslumbrados por el esplendor del culto de los ídolos babilónicos. No es verosímil que Jeremías haya sido el autor de esta epístola, pues en ella se refleja un conocimiento muy perfecto de la idolatría babilónica. Por otra parte, el estilo no es apasionado ni elegiaco como el de Jeremías; no se concibe fácilmente que el compilador de los escritos de Jeremías no la haya insertado entre ellos. Muchos autores creen que ha sido escrita originariamente en griego, pero no faltan lexicólogos que hacen hincapié en multitud de hebraísmos que en ella aparecen. Así podemos suponer que la epístola es obra de un escritor anónimo del siglo VI que vivía en el exilio, escrita para prevenir a sus compatriotas contra las seducciones de la idolatría caldea, exuberante en manifestaciones cultuales externas. En cuanto a la canonicidad siguió las vicisitudes que hemos visto para el libro de Baruc.
Introducción (1-6).
Copia de la epístola que remitió Jeremías a los que habían sido llevados cautivos a Babilonia por Nabucodonosor, rey de los babilonios, a fin de comunicarles lo que Dios le había ordenado. 1Por los pecados que habéis cometido contra Dios, fuisteis llevados cautivos a Babilonia por Nabucodonosor, rey de los babilonios. 2Llegados, permaneceréis ahí muchos años, un tiempo largo, hasta siete generaciones, pasadas las cuales, os sacaré de ahí en paz. 3 Ahora bien, en Babilonia veréis dioses de plata, de oro y de madera, llevados a hombros, que infunden temor a los gentiles. 4 Cuanto a vosotros, guardaos de asemejaros a los extranjeros, y que el temor de tales dioses no se apodere de vosotros 5 al ver la multitud apiñada delante y detrás de ellos, adorándolos. Vosotros decid en vuestro corazón: A ti, Señor, se te ha de adorar. 6 Mi ángel está con vosotros y es quien os pedirá cuenta.
El profeta, en primer lugar, da por asentado que la cautividad es un castigo por los pecados de Israel. Por ello, los israelitas se verán obligados a permanecer en Babilonia siete generaciones (v.2). La expresión es genérica para indicar un largo lapso de tiempo. En otros textos de la Biblia se habla de mil generaciones.1 Por consiguiente, no hay contradicción entre este texto y Jer_29:10 2, donde se habla de setenta años como término máximo de la cautividad babilónica. Después de dar a entender que el exilio será largo, el profeta previene a los exilados contra su posible deslumbramiento ante las ampulosas manifestaciones religiosas de los babilonios, los cuales se gloriaban de sus ídolos, hechos de material riquísimo 3. Sobre todo las procesiones de principios de año, con el desfile de todos los ídolos, era una manifestación religiosa imponente, que podía impresionar a las mentalidades provincianas de los israelitas.
La frase del v.6, mi ángel está con vosotros, está calcada en las narraciones del éxodo4, donde muchas veces el Ángel de Yahvé designa al mismo Yahvé en cuanto manifestado a los hombres5.
La expresión Ángel en los textos del Pentateuco puede ser adición posterior, debido a manipulaciones teológicas posteriores para destacar la trascendencia divina. Aquí en la Epístola de Jeremías puede designar, pues, al mismo Yahvé en cuanto está vigilando la conducta de los exilados, protegiéndoles de un lado, pero también dispuesto a pedir cuenta de ella 6.
Impotencia de los ídolos (7-14).
7 Esos dioses los hace un artífice, los cubre de oro y de plata, pero son mentira, no pueden hablar. 8 Como para doncella, amiga de aderezarse, toman el oro, 9 y fabrican coronas, que colocan en la cabeza de sus dioses. Y tal vez acontece que los sacerdotes roban a los dioses el oro y la plata y la emplean para adornarse ellos, 10 y aun para regalársela a las meretrices que moran bajo su techo. Como a hombres visten a los dioses de plata sus vestidos, y a los dioses de oro y de madera, 11 pero no pueden evitar la herrumbre ni la carcoma, vestidos con sus trajes de púrpura. 12 Hay que limpiarles el rostro para quitarles el polvo que se levanta en su templo y en abundancia se deposita sobre ellos. 13 Tienen un cetro como el juez de un distrito, mas no pueden quitar la vida a quien los ofende.14 Tienen asimismo un puñal o un hacha en su diestra, pero no se defenderán del enemigo ni del ladrón. Por lo que se pone de manifiesto que no son dioses. No los temáis, pues.
La descripción de los ídolos no puede ser más sarcástica. El tema es corriente en la Biblia 7. Los profetas estaban poseídos de la idea monoteística como base de toda su teología. Yahvé para ellos era el único Dios, a pesar de haber sido derrotado su pueblo por enemigos, que no fueron sino instrumentos de la cólera del Dios de Israel. Los ídolos, en cambio, son algo vano e impotentes para defenderse a sí mismos. La acusación de que los sacerdotes robaban las riquezas de sus ídolos aparece de nuevo en Dan_14:12. La alusión a la prostitución sagrada (las meretrices que moran bajo el techo, v.10) está muy en consonancia con las costumbres religiosas de los babilonios. En los templos no faltaba la hieródula consagrada a los devotos de su dios, que con sus atractivos sensuales favorecía la concurrencia de parroquianos 8. La sátira es sangrienta y despiadada: los ídolos, vestidos por sus devotos, carcomidos por la polilla, tienen que ser limpiados, y, a pesar de llevar un cetro o arma en su mano, no pueden defenderse contra los ladrones. En efecto, el dios de la tempestad, Hadad, tenía en sus manos un hacha. 9
Inutilidad de los ídolos (15-22).
15 Así como cualquier utensilio que un hombre tiene, si se quiebra, no es ya de utilidad, 16 así son sus dioses. Colocados en sus templos, los ojos se les llenan de polvo, levantado por los pies de los que allí entran. 17 y así como al criminal que ofendió al rey, o al condenado a muerte, se le cierran las puertas de la prisión, así los sacerdotes aseguran sus templos con puertas, con cerrojos y con palancas, para que no sean robados por los ladrones. 18 Encienden lámparas para ellos y en mayor número que para sí mismos, pero los dioses no pueden ver ninguna. 19 Son como las vigas del templo, de las cuales se dice que les carcomen el corazón los gusanos que nacen de la tierra, y devoran así sus vestidos sin que ellos lo adviertan. 20 Su rostro se ennegrece por el humo del templo. 21 Sobre su cuerpo y sobre su cabeza se arrojan las lechuzas, las golondrinas y las otras aves, y aun los gatos. 22 Por donde conoceréis que no son dioses. No los temáis.
Sigue el autor desplegando irónicamente una incisiva apologética popular para socavar toda posibilidad de culto a los ídolos. Su inanidad se muestra en mil aspectos: se cierran en sus templos como a prisioneros para que no los roben, no ven a la luz de las lámparas que les encienden, y son pasto de animales tan diminutos como la polilla, y en ellos anidan las lechuzas y demás aves. Todo ello es signo de impotencia.
Los ídolos no pueden valerse a sí mismos (23-28).
23 El oro que para su ornato les cubre, se empaña, y si no lo limpian, no brilla; ni aun cuando fueron fundidos sintieron nada. 24 Fueron comprados a este o el otro precio, y no hay en ellos ni un soplo de vida. 25 Aun teniendo pies, tienen que ser llevados en hombros, mostrando con esto a los hombres su ignorancia para confusión de los que los sirven. 26 Si alguna vez caen en tierra, no se levantan por sí mismos, y, una vez puestos en pie, no pueden enderezarse, y como a los muertos, así les ponen delante las ofrendas. 27 Los sacerdotes, viendo las víctimas sacrificadas, se aprovechan de ellas. Y, asimismo, sus mujeres ponen en sal una porción de ellas y no dan nada al pobre ni al débil. 28 Son manoseados por mujeres impuras por el parto o la menstruación. Conociendo, pues, por todo esto, que no son dioses, no debéis temerlos.
La argumentación del profeta es muy lógica. Si los ídolos muestran una total impotencia, de modo que no pueden valerse a sí mismos, ni para defenderse ni para trasladarse de un lugar a otro, los exilados israelitas no deben temerlos ni honrarlos. Para la mentalidad israelita, acostumbrada a la sencillez y grandiosidad de Yahvé, que habitaba en los cielos y sólo simbólicamente en el templo de Jerusalén, esa profusión de ídolos e imágenes sagradas era una abominación. Pero siempre quedaba la propensión de las gentes sencillas a dejarse deslumhrar por lo aparente y externo, como había ocurrido con los cultos cananeos. El profeta quiere mostrar que los cultos babilónicos son un sucio negocio: los sacerdotes toman parte de las ofrendas para ellos 10, y, por otra parte, las mujeres en estado de impureza se atrevían a acercarse a los ídolos y a participar en los banquetes sagrados, lo que estaba estrictamente prohibido en la legislación hebrea 11.
Culto irracional de los ídolos (29-39).
29 ¿Cómo, pues, llamarlos dioses? Pues hasta mujeres presentan sus ofrendas a semejantes dioses de plata, de oro y de madera, 30 y en sus templos los sacerdotes están sentados, rasgadas las túnicas, rapadas la cabeza y la barba y descubierta la cabeza, 31 y aullan y gritan delante de ellos como en una cena fúnebre. 32 De sus vestidos roban los sacerdotes para vestir a sus mujeres y a sus hijas. Hágaseles mal o hágaseles bien, ellos no pueden corresponder. 33 No pueden ni poner ni quitar, 34 ni pueden dar riqueza ni dinero, ni una pieza de cobre. Si alguno les hace un voto y no lo cumple, no reclaman. 35 Ni libran al hombre de la muerte ni arrancan al débil de las manos del fuerte. 36 No son capaces de dar vista al ciego ni de librar al hombre que se halla en necesidad. 37 No pueden compadecerse de la viuda ni hacer bien al huérfano. 38 Son semejantes a piedras sacadas del monte. Son dioses de madera, dorados y plateados, y serán confundidos los que los sirven. 39 ¿Cómo, pues, vamos a creer y decir que son dioses?
Sigue la diatriba sarcástica contra los ídolos. Un indicio de lo indigno en los cultos idolátricos es que en ellos intervienen mujeres, cosa que para los israelitas parecía algo absurdo. En el culto babilónico, particularmente en el culto a Istar, tenían gran importancia las llamadas sacerdotisas12. Por otra parte, los sacerdotes se entregan en el templo a escenas de duelo, cosa también incomprensible para la mentalidad israelita, ya que a los sacerdotes en Israel se les prohibía hacer manifestaciones de duelo 13. Aparte de las anomalías en el culto, los ídolos no pueden influir en la vida de los hombres. Así, se les contrapone a Yahvé: no pueden corresponder a las buenas o malas acciones (v.32), mientras que el Dios de Israel es bueno y justo, premiando a los buenos y castigando a los malos 14; da riquezas 15 y exige el cumplimiento de los votos 16; da luz a los ciegos 17, ayuda en la necesidad 18, prestando particular auxilio a los huérfanos y a las viudas 19. Nada de esto pueden hacer los ídolos babilónicos, sacados con tanta pompa en procesión por las calles de Babilonia. No deben, pues, los israelitas mostrar ninguna inclinación ante semejantes simulacros, impotentes para todo, semejantes a piedras sacadas del monte (í.3ä).
Prácticas licenciosas en el culto idolátrico (40-43).
40 Los mismos caldeos los deshonran. Cuando ven a un mudo que no puede hablar, lo conducen a Bel, pidiéndole que le dé el habla, siendo como es el dios incapaz de oírlos. 41 Y sabiendo esto, no piensan en dejarlos, porque no tienen conocimiento. 42 Y las mujeres, ceñidas de cordones, se sientan en los caminos quemando salvado, 43 y cuando alguna de ellas, solicitada, se la lleva un transeúnte y duerme con ella, injuria a las vecinas por no haber merecido ese honor de que rompieran el cordón.
El profeta echa en cara la falsedad de los sacerdotes, a los que llama caldeos 20. Saben por experiencia que sus ídolos no pueden ayudar a nadie en sus necesidades, y menos hacer milagros, pero siguen explotando la buena fe de las gentes sencillas 21. Bel es Marduk, el principal dios nacional de Babilonia. Después el hagiógrafo describe alguna de las prácticas licenciosas en honor de los ídolos babilónicos. Herodoto nos habla de la prostitución sagrada, corriente en los cultos mesopotámicos, y sus noticias han sido confirmadas por las nuevas investigaciones arqueológicas 22. Incluso Herodoto menciona esos cordones que ceñían a las mujeres, que por lo menos una vez en la vida debían entregarse a los extranjeros en los templos de Istar (Afrodita) 23. En el texto bíblico que comentamos se dice que estas meretrices sagradas quemaban salvado (v.42), quizá como rito sagrado afrodisíaco, para excitar el erotismo en sus parroquianos 24.
Los ídolos, obra de manos de los hombres (44-56a).
44 Todo lo que se hace con estos dioses es un embuste. ¿Cómo, pues, vamos a creer y decir que son dioses? 45 Han sido fabricados por artífices y orfebres, y no podrán ser sino lo que quieran los artífices. 46 Los mismos que los fabrican no viven largo tiempo, ¿cómo va a vivir lo que ellos fabricaron? 47 Han dejado para los venideros mentira y oprobio. 48 Cuando sobre ellos viene la guerra o la calamidad, deliberan entre sí los sacerdotes dónde podrán ocultarse con ellos. 49¿Cómo, pues, no comprenden que no son dioses los que ni a sí mismos se libran de la guerra ni de las calamidades? 50Luego se ve que, siendo de madera, dorados y plateados, son un embuste para todas las naciones y los reyes, y quedará manifiesto que no son dioses, sino obras humanas, y que no hay en ellas nada divino. 51¿Quién, pues, no conocerá que no son dioses? 52 No podrán jamás hacer un rey en la región ni dar a los hombres la lluvia. 53 Su propia causa no podrán defenderla ni protegerse contra la injusticia por su impotencia. 54 Son como las cornejas, que vuelan entre el cielo y la tierra. Y si alguna vez prende el fuego en los templos de estos dioses de madera dorada o plateada, sus sacerdotes se salvan con la huida, pero ellos se queman como vigas en medio de las llamas. 55 Ni a un rey ni a los enemigos resistirán. 56 ¿Cómo, pues, admitir o pensar que son dioses?
De nuevo se insiste sobre la inanidad de los ídolos, que son obra de hombres, y es absurdo que, muriendo éstos, puedan sobrevivir sus obras. Es más o menos una repetición de los conceptos ya expresados. El artista le da la forma que quiere sin consultar al ídolo 25. Por otra parte, en tiempos de persecución deben los sacerdotes o cuitarlos para que no sean robados. Total, que no pueden ser divinidades objetos que son impotentes.
Impotencia de los ídolos (56b-64).
56b Ni de ladrones ni de salteadores se salvan estos dioses de madera, plateados y dorados. 57 Cualquiera más fuerte les arrebatará el oro y la plata y el vestido de que están cubiertos, y se marcharán sin que los dioses puedan auxiliarse. 58 De suerte que mejor es un rey, que puede hacer ostentación de su poder, o un utensilio cualquiera en una casa, del cual se sirve su dueño, que estos dioses falsos. Y hasta la puerta de una casa protege las cosas que hay en ella mejor que esos falsos dioses, y una columna de madera en un palacio real vale más que ellos. 59 El sol, la luna y las estrellas obedecen con su resplandor para utilidad (de los hombres), 60 y asimismo el relámpago, cuando brilla, se hace ver bien, y el viento sopla en toda la tierra, 61 y las nubes, cuando Dios las ordena pasar por encima de ella, cumplen el mandato, 62 y el fuego, enviado de arriba para consumir los montes y las selvas, hace lo que les ha mandado. Sus dioses ni por la belleza ni por la potencia son a estas cosas comparables. 63 No debe, pues, creerse ni decirse que son dioses, no siendo capaces de hacer justicia ni de hacer bien a los hombres. 64 Conociendo, pues, que no son dioses, no los temáis.
La argumentación se continúa en los mismos términos. Los supuestos dioses, al mostrar su impotencia, son de menos valor que las puertas que guardan las casas y que los utensilios que pueden emplearse en algo provechoso. Y, desde luego, son inferiores a las fuerzas de la naturaleza, sobre todo a los astros, cuya utilidad y obediencia al Creador es proverbial para los hebreos 26. Los astros no son dioses, sino elementos sometidos a la voluntad de Dios.
Los ídolos son despreciables (65-72).
65 Son incapaces de maldecir o bendecir a los reyes. 6Ó Ni pueden dar en el cielo señales a las naciones, ni pueden, como el sol, alumbrar, ni iluminar como la luna. 67 Las fieras mismas saben más que ellos, porque, huyendo a su madriguera, pueden salvarse a sí mismas. 68 No se ve, pues, por modo alguno que sean dioses; por tanto, no los temáis. 69 Así como en el melonar nada guarda el espantajo, así sus dioses de madera, dorados y plateados. 70 Más parecen espino plantado en huerto, sobre el cual todos los pájaros se posan. Son también estos dioses de madera, dorados y plateados, semejantes a un muerto arrojado al sepulcro tenebroso. 71 Por la púrpura y el lino que sobre ellos se envejece conoceréis que no son dioses. Y ellos mismos serán más tarde consumidos, viniendo a ser el oprobio de la tierra. 72 Mejor es, pues, el hombre justo, que no tiene ídolos, porque está muy lejos de tener que temer el oprobio.
El colmo de la impotencia de los ídolos es que no pueden defenderse, ni siquiera huir como las fieras, que pueden retirarse a sus madrigueras (v.67). Son un mero espantajo, que en realidad no guarda el melonar, sino el miedo que le tengan.
La argumentación se cierra con una frase de tipo gnómico en la que se exalta al justo, que por no servir a los ídolos se ve libre de todo reproche. La finalidad de la Epístola era prevenir a los exilados contra toda propensión a la idolatría como consecuencia de las manifestaciones ostentosas de los cultos religiosos babilónicos, que en definitiva son totalmente vacíos y sin sentido.
1 CF.Dt. 7.9 Cron.16:15 - 2 Cf. Jer_22:1-3.Cf.Herodoto. 1, 183 - 4.Cf. Exo_23:20-23- 5.Cf. Lagrange.p.212-25 - 6.Cf. Jer.11,21 - 7.Cf.Is.40; 19s Jer_2:27s - 8.Cf. Herodoto,1; 181 - 9. Cf. H.Gressman, O.C. fig.314-335 - 10 Cf. E. Dhorme, Les religions de Babylonie et d'Assyrie (París 1941) p.231s. - 11 Cf. Lev_12:4; Lev_15:193. - 12 Cf. Código de Hammurabi 40.178-182; E. Dhorme, o.c., p.212; Furlani, Religione babilonese e assira II p.354-55- - 13 Cf. Lev_21:5. - 14 Cf. Deu_32:35; 1Sa_26:23. - 15 Cf. 1Sa_2:7. - 16 Cf. Deu_23:21. - 17 Cf. Sal_145:8. - 18 Cf. 1Sa_2:6; Is 25:4- - 19 Cf. Deu_10:18; Sal_145:9; Isa_1:17. - 20 Cf. Herodoto (I 181) dice que se llamaba caldeos a todos los sacerdotes de Bel. - 21 Cf. Isa_44:18-20; Jer 10,8-14; Sab_13:1; Sab_15:14. - 22 Cf. Deu_23:18; Ose_4:14; G. Furlani, o.c., II p-355; Dhorme, o.c., ñ.177· - 23 Cf. Herodoto, I 199; Estrabón, XVI 1:20; Luciano, De Syria dea 6; Demóstenes, De corona 259. - 24 Cf. Demóstenes, De corona 259. - 25 Cf. Isa_44:14-17; Jer_18:4; Sab 13,ns. - 26 Cf. Sal_19:2s; Sal_104:235; Jer_33:20; Gen_1:14-18.