Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
38. Judá y Tamar.
L a bella historia de José está interrumpida por este capítulo sobre la familia de Judá. El autor creyó conveniente insertar esta historia para que no se perdiese, ya que de Judá habría de provenir el rey David, heredero de las promesas mesiánicas. No debemos perder de vista el carácter fragmentario y heterogéneo de los relatos bíblicos, presididos siempre por ideas religiosas, y en este caso se busca los antepasados históricos de la familia davídica. Algunos comentaristas creen que en esta narración nos hallamos ante una trasposición de relaciones colectivas de tribus a supuestos personajes epónimos, antepasados de las mismas, como hemos visto en el caso de Moab y Amón, hijos de Lot. Los hijos de Judá, Selá, Fares y Zeraj, son nombres de clanes de la tribu de Judá. El estilo del relato es realista, pero por eso lleva un marcado sello de autenticidad. Los detalles del relato se encuadran perfectamente en el ambiente consuetudinario de la época patriarcal.
1
Sucedió entonces que bajó Judá, apartándose de sus hermanos, y llegó hasta un adulamita de nombre Jirá. 2
Vio allí a una cananea llamada Súa, y la tomó por mujer, y entró a ella, 3
que concibió y parió un hijo, al que llamó Er. 4
Concibió de nuevo y parió un hijo, a quien llamó Onán; 5
volvió a concebir, y parió un hijo, a quien llamó Selá; cuando le parió éste, hallábase en Quezib. 6
Tomó Judá para Er, su primogénito, una mujer llamada Tamar. 7
Er, primogénito de Judá, fue malo a los ojos de Yahvé, y Yahvé le mató. 8
Entonces dijo Judá a Onán: Entra a la mujer de tu hermano y tómala, como cuñado que eres, para suscitar prole a tu hermano. 9
Pero Onán, sabiendo que la prole no era suya, cuando entraba a la mujer de su hermano, se derramaba en tierra para no dar prole a su hermano. 10
Era malo a los ojos de Yahvé lo que hacía Onán, y le mató también a él. 11
Dijo entonces Judá a Tamar, su nuera: Quédate como viuda en casa de tu padre hasta que sea grande mi hijo Selá. Pues se decía: No vaya a morir también éste como sus hermanos. Fuese, pues, Tamar y habitaba en casa de su padre. 12
Pasó mucho tiempo, y murió la hija de Súa, mujer de Judá. Pasado el duelo por ella, subió Judá con su amigo Jirá, el adulamita, al esquileo de su ganado a Timná. 13
Hiciéronselo saber a Tamar, diciéndole: Mira, tu suegro ha ido a Timná al esquileo de su ganado. 14
Despojóse ella de sus vestidos de viuda, se cubrió con un velo, y cubierta se sentó a la entrada de Enaím, en el camino de Timná, pues veía que Selá era ya mayor y no le había sido dada por mujer. 15
Judá, al verla, la tomó por una meretriz, pues tenía tapada la cara. 16
Dirigióse a donde estaba y le dijo: Déjame entrar a ti, pues no conoció que era su nuera. Ella le respondió: ¿Qué vas a darme por entrar a mí? 17
Y él contestó: Te mandaré un cabrito del rebaño. Ella le dijo: Si me das una prenda hasta que lo mandes... 18
¿Qué prenda quieres que te dé?, le dijo él. Ella contestó: Tu sello, el cordón de que cuelga y el báculo que llevas en la mano. El se lo dio, y entró a ella, que concibió de él. 19
Luego se levantó, se fue y, quitándose el velo, volvió a vestirse sus ropas de viuda. 20
Mandó Judá el cabrito por medio de su amigo el adulamita, para que retirase la prenda de manos de la mujer; pero éste no la halló. 21
Preguntó a las gentes del lugar, diciendo: ¿Dónde está la meretriz que se sienta en Enaím a la vera del camino? Y ellos le respondieron: No ha habido aquí ninguna meretriz. 22
Volvió, pues, a Judá y le dijo: No la he hallado, y las gentes del lugar me han dicho que no ha habido allí ninguna meretriz. 23
Y dijo Judá: Que se quede con ello, no vaya a burlarse de nosotros; yo ya he mandado el cabrito y tú no la has hallado. 24
Al cabo de unos tres meses avisaron a Judá, diciendo: Tamar, tu nuera, se ha prostituido, y de sus prostituciones está encinta. Judá contestó: Sacadla y quemadla. 25
Cuando la sacaban, mandó ella a decir a su suegro: Del hombre cuyas son estas cosas estoy encinta. Mira a ver de quién son ese anillo, ese cordón y ese báculo. 26
Los reconoció Judá, y dijo: Mejor que yo es ella, pues no se la he dado a Selá, mi hijo. Pero no volvió a conocerla más. 27
Cuando llegó el tiempo del parto, tenía en el seno dos gemelos. 28
Al darlos a luz, sacó uno de ellos una mano, y la partera la tomó, y ató a ella un hilo rojo, diciendo: Este ha sido el primero en salir; 29
pero él retiró la mano y salió su hermano. ¡Vaya rotura que has hecho!, dijo ella, y le llamó Fares; 30
luego salió su hermano, que tenía el hilo atado a la mano, y le llamó Zaraj.
Hemos visto atrás cómo Abraham y Rebeca buscaban para sus hijos mujeres de su misma familia. Ya se comprende que esto no podía ser ley general para la familia de Jacob, que vivía en medio de los pueblos cananeos. Judá tomó por mujer a una cananea, tuvo de ella hijos, y para éstos buscó también mujeres del mismo país. Era esto natural, y no hemos de ser tan severos que hayamos de condenar la conducta de este hijo de Jacob por no haber seguido el ejemplo de sus mayores, yendo a buscar esposas a las lejanas tierras de Jarrán. La Ley mosaica no estaba aún dada, y el principio en que se fundaba la conducta de los patriarcas, a saber, la estima de la propia sangre y el no querer mancharla con la de los extraños, no podía ser tan poderosa como para obligar a toda la numerosa familia de Jacob a seguirla. Pero el episodio de Judá dio al autor sagrado ocasión para darnos a conocer una costumbre que luego será ley en la de Moisés.
Es difícil situar cuándo tuvo lugar este episodio dentro de la historia de los patriarcas. El texto dice vagamente que sucedió entonces (lit. en aquel tiempo) que Judá se
separó de sus hermanos. Vemos que una de las tribus de Jacob se
separó de las otras desde el principio. En el canto de Débora no aparece nombrado Judá1. En Jueces 1 se dice que se apoderó de la parte meridional de Palestina. Aquí Judá se fue a habitar con un hombre de
Adullam, localidad de la parte sudoeste de Palestina, en las estribaciones de las montañas de Judá, cerca ya de la llanura de la costa, o sefela.2 Allí se casó con una cananea. ¿Cuándo ocurrió esto? ¿Antes de bajar a Egipto con los demás hermanos? En el texto se dice que tuvo tres hijos, y los tres casaderos; por tanto, hemos de suponer que Judá habitó en esta región durante mucho tiempo. Como es la parte meridional de Palestina, no lejos del delta egipcio, y las comunicaciones por la ruta de la costa eran frecuentes, muy bien podemos suponer que Judá se
separó de sus hermanos de Egipto y se estableció en la tierra de Canaán. No es necesario suponer que los doce hijos de Jacob quedaran todos en Egipto. Lo más normal es que algunos de ellos, y muchos de sus descendientes, hayan vuelto a Palestina, sobre todo cuando los egipcios se mostraron adversos a los hebreos. No debemos olvidar que la narración bíblica responde a un esquema rígido sometido a la ilustración de determinadas verdades religiosas, y así la historia resulta fragmentaria y artificial, aunque sustancialmente auténtica, pero que no excluye otros enfoques históricos más completos al investigador moderno. Así, con el tiempo, parte de la tribu de Judá puede estar ya establecida en Palestina antes del éxodo, y parte pudo bajar a Egipto con sus hermanos de las otras tribus, de forma que tomen parte también en el éxodo y después en la formación de la teocracia en el Sinaí. Con todo, este relato relativo a la vida de Judá es sumamente interesante y abre mucho las perspectivas histórico-geográficas de Israel como pueblo, ya que vemos que una tribu se separó de las otras en sus albores y llevó vida aparte en la zona meridional palestiniana. De seguro que también otras tribus hicieron lo mismo, según la suerte que les haya cabido en el modo de encontrar medio de vida. No hemos de concebir a las doce tribus como un bloque indiviso que vive pastoreando en el delta del Nilo. Al crecer y surgir dificultades ambientales, de seguro que algunas tomaron otros rumbos, y se volvieron a la tierra de sus antepasados. Una de ellas lo sabemos es Judá, representada en su epónimo. Este no tuvo inconveniente en tomar mujer cananea y cananeas para sus tres hijos3. Una de ellas se llamaba
Tamar (palmera). El primogénito de Judá, Er, murió pronto en castigo por unas malas acciones que no se especifican (v.7). Entonces Judá mandó a su segundo hijo que se casara con la viuda:
para suscitar prole a tu hermano (v.8). Es la ley del
levirato, nacida del ansia de sobrevivir en la posteridad. Según esta ley, el pariente más próximo del difunto debía casarse con la viuda de éste, de forma que el primer hijo que tuviera de ésta fuera considerado jurídicamente como hijo del difunto y continuador de su nombre4. Esta costumbre la encontramos en la legislación asiria, pero la finalidad en este caso era, sobre todo, hacer valer el derecho de propiedad sobre la mujer, que el difunto marido o sus padres habían comprado con su dinero5. En el código hitita existe la misma ley, pero ni en una ni en otra se exige la condición de que el difunto haya fallecido sin herederos6. De manera que en ambas leyes la razón del
levirato (
levir: cuñado) es la misma: conservar en la familia los derechos adquiridos sobre la mujer7. En el caso bíblico, la finalidad es, como dijimos antes, suscitar descendencia al difunto, de modo que sobreviva su nombre en Israel. Pero Onán frustra esta intención, cometiendo un pecado contra naturaleza (v.9). De este hecho, los moralistas darán el nombre de
onanismo al vicio de la masturbación. En la Biblia es condenado (era malo a los ojos de Dios), no tanto por ir contra la virtud de la castidad
cuanto por ir contra la piedad familiar, al negarse a dar descendencia a su hermano. De todos modos, el autor sagrado supone en ese acto una perversión del orden natural de Dios al oponerse a la generación. Dios le castigó, y Onán murió, quedando viuda de nuevo Tamar. Entonces Judá le dijo a ésta que volviera a la casa paterna hasta que su hijo menor fuera mayor y se casara con ella; pero en el fondo no quería entregárselo, pues veía que Tamar tenía como un maleficio, pues dos de sus maridos habían muerto en poco tiempo (v.11). Para la viuda, volver a la casa paterna por no haber tenido hijos era deshonroso y como una maldición de Dios8. Por eso, la vida de la desgraciada viuda era muy penosa y llena de desprecio. Esto nos dará a comprender el interés de Tamar por tener hijos. Durante su reclusión murió la esposa de Judá, y entonces Tamar concibió la esperanza de ser esposa de Judá y tener descendencia de él. Y así procuró hacerse encontradiza con Judá cuando éste subía a
Timná9, donde tenía sus rebaños. La artimaña de Tamar es muy original. Era la ocasión del esquileo de las ovejas, en que se solían celebrar regocijos. Tamar esperó a su suegro en el camino vestida de prostituta, con la cabeza velada (v.14), sin duda para no ser reconocida10. Ella se puso a la vera del camino al estilo de las cortesanas11. Judá la solicita, y promete en recompensa un cabrito12, que estaba consagrado a la diosa del amor. Quizá Judá en esto seguía una antigua costumbre cananea. Tamar exige como garantía que le entregue el
sello, el
cordón y el
báculo (v.18), que eran los objetos más personales. Toda persona de algún rango debía llevar consigo un
sello para signar los contratos, bien en el dedo a modo de anillo o colgando del cuello, con un
cordón, que es el caso actual13, y el
báculo o bastón, cincelado con determinados adornos que sirvieran para identificar a la personalidad de su dueño14. Judá entrega estos objetos personalísimos, sin sospechar la intención de Tamar que los exigía. Más tarde envió a su amigo Jirá para que llevara el cabrito convenido a la cortesana 15, pero no la encontró, y nadie le dio noticias de ella. Judá se conformó con la pérdida de sus objetos personales, callándolo para que no se divulgara su acción y perdiera el honor (v.23). Pocos meses después le comunican que Tamar está encinta. Judá manda quemarla, según la costumbre. A Judá pertenece decidir la pena contra su nuera, porque legalmente es la prometida de su hijo menor. En la Ley mosaica se manda quemar a la hija de un sacerdote que se prostituya16, pero en otros casos la pena es la lapidación17. Tamar, cuando era llevada a la hoguera, mandó enviar los objetos personales que tenía de Judá a éste, para que reconociera la paternidad del hijo que iba a tener (v.25). Judá los reconoció, admitió su culpabilidad, confesando que Tamar era mejor que él, ya que debió entregarle su hijo en matrimonio. Pero después no tuvo relaciones maritales con Tamar, considerando deshonroso casarse con una nuera.
En los v.27-30 encontramos un relato muy similar al
Deu_24:25s. Tamar tuvo dos gemelos, que también parecen luchar por la primogenitura antes de nacer. Uno de ellos,
Fares, suplantó al otro,
Zaraj, que había sacado primero la mano. Y se da la explicación del nombre del primero, Fares (en heb. rotura, brecha): ¡Vaya
rotura que has hecho!, exclama la partera, aludiendo a la violencia con que salió a luz, deseoso de suplantar a su hermano Zaraj. También aquí parece nos hallamos ante explicaciones folklóricas sobre el nombre de estos dos epónimos de dos clanes de la tribu de Judá18. Como en el caso de Esaú y de Jacob, también aquí muchos comentaristas ven una alusión a la lucha entre estas dos colectividades, cuya hostilidad se traslada legendariamente al origen de los dos supuestos antepasados en el seno materno. De hecho, los descendientes de Fares son más numerosos que los de Zaraj, y, sobre todo, de aquél había de nacer David, el rey predestinado de Israel19.
En la genealogía de Cristo según San Mateo, Fares figura entre los antepasados20. Los autores sagrados, fieles a la historia, no se atreven a borrar las manchas genealógicas. Un autor falsario de la época de la monarquía no pondría como antepasado de David a uno que nació de una acción fornicaria entre suegro y nuera, y lo mismo un falsario del í. Ô. habría buscado unos antepasados más limpios
a la ascendencia de Cristo. Pero la historia es la historia, y los autores sagrados la recogen como está, viendo en sus vicisitudes la providencia misteriosa de Dios, cuyos inescrutables designios no caben en cálculos meramente humanos.
La conducta de Judá en juntarse con la que creía meretriz es condenable ante la ley natural, ante la Ley mosaica y más ante la evangélica. El autor sagrado no la aprueba, sino que la considera como acción pecaminosa. Pero no debemos perder de vista la mentalidad de la época, y entonces la conciencia moral era muy oscura. Sobre todo es disculpable la conducta de Tamar, que ante todo busca tener descendencia, sin reparar en una acción que para ella era perfectamente lícita para conseguir su deseo21.
1 Jue 5. 2 .Cf.
Jos_12:15;
1Sa_22:1;
2Sa_23:13;
2Cr_11:7;
2Cr_11:2 Esdr 11:30;
2Ma_12:38. Se la identifica con el actual
Id el-Ma o Idelmiye (abel,
Géog. II 329). 3 Cuando nació el último, Selá, se encontraba en
Quezib o Akzib, el actual
Ain el-Kezbe (abel,
Géog. II 298). 4
Deu_25:5s. 5 Art.196. 6 Art.193. 7 Véase ch. Jean,
Le Milieu Biblique II 198.222. 8 Cf.
Lev_22:13. 9 La actual
Tibna, entre Adullam y Enaím (Abel,
Géog. II 481). 10 Según las leyes asirias, las jóvenes y mujeres debían ir con la cabeza cubierta, excepto las prostitutas, que debían llevarla descubierta, y lo mismo las esclavas (J. B. pritchard,
Ancient Near Eastern Texis
relating to the Old Testament [1950] 183). 11
Cf.
Jer_3:2. 12 Es el regalo que Sansón da a su esposa (
Jue_15:1). 13 Cf.
Can_8:6. 14 Herodoto menciona estos objetos usados por los babilonios como medios de probar su personalidad (I 195). 15 Aquí el TM, por cortesana, dice
qedesah, que significa prostituta
sagrada o hieródula. es la
qadistu babilónica, consagrada al culto en el santuario. También en Canaán existían santuarios con mujeres y hombres dedicados a la prostitución sagrada en honor de Astarté. Véase
Ose_4:14;
1Re_14:24;
1Re_25:12;
2Re_23:7. Véase Herodoto, I 199. 16
Lev_21:9. 17
Deu_22:23;
Lev_20:10. 18 Cf. 1 Par 2. 19 Cf.
Rut_4:18;
Rut_4:22. 20
Mat_1:3. 21 Cf. J. Schildenberger, Biblica (l937) 209s.