Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
36. Lectura publica de las Profecías de Jeremías.
Con este capítulo comienza la tercera sección del libro de Jeremías (c.30-45), que se caracteriza por el tono biográfico. El c.36 es como una introducción a toda la sección. Es interesantísimo desde el punto de vista biográfico, ya que nos refleja el modo como Jeremías ponía por escrito sus oráculos, tomando como amanuense al fiel discípulo Baruc, y, por otra parte, describe las vicisitudes a que estaban sometidos los escritos profeticos en esta época en que la clase dirigente de Judá estaba contra él. El estilo de estos relatos es sencillo y lleno de frescor, reflejando las circunstancias del momento.
Lectura pública de los oráculos de Jeremías en el templo (1-10).
1 El año quinto de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, recibió Jeremías palabra de Yahvé, diciéndole: 2 Toma un volumen y escribe en él todo cuanto yo te he dicho contra Jerusalén, y contra Judá, y contra todas las naciones desde el día en que te hablé en tiempo de Josías hasta hoy, 3 a ver si, oyendo la casa de Judá todos los males que yo pienso traer sobre ella, se convierte cada uno de sus malos caminos, y yo les perdonaré sus iniquidades y pecados. 4 Llamó, pues, Jeremías a Baruc, hijo de Nerías, y escribió éste en un volumen, dictándole Jeremías, todas las palabras que Yahvé le había dicho. 5 Y le dijo Jeremías a Baruc: Yo estoy impedido de poder ir a la casa de Yahvé; 6 vete, pues, tú y en el libro que a mi dictado has escrito lee las palabras de Yahvé, oyendo el pueblo en el templo en un día de ayuno y oyendo todos los que vienen de todo Judá y de sus ciudades, 7 a ver si acaso sus oraciones llegan a la presencia de Yahvé y se convierte cada uno de sus malos caminos, porque grande es el furor y la indignación con que amenaza Yahvé a este pueblo. 8 Hizo, pues, Baruc, hijo de Nerías, lo que había mandado Jeremías, profeta, y leyó en el libro las palabras de Yahvé en la casa de Yahvé. 9 Sucedió, pues, el año quinto de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, en el mes noveno, que se promulgó un ayuno a todo el pueblo de Jerusalén y a todos cuantos venían a Jerusalén de las ciudades de Judá, 10 y leyó Baruc el libro de los sermones de Jeremías en el templo, en la cámara de Gamarías, hijo de Safan, escriba, en el vestíbulo superior, a la entrada de la Puerta Nueva del templo, oyendo todo el pueblo. La lectura de los oráculos de Jeremías por Baruc es datada en el
año quinto de Joaquim, rey de Judá, es decir, en el 605, pues Joaquim sucedió a su hermano Joacaz (que reinó tres meses) en el año 609. En 605, Nabucodonosor era virtualmente dueño de Palestina, pues había descendido en sus incursiones hasta la frontera egipcia, expulsando definitivamente al faraón Necao de la costa siró-palestina. Las invitaciones del profeta a someterse a la potencia babilónica eran algo elemental desde el punto de vista de la prudencia. Yahvé quiere que Jeremías recoja por escrito los oráculos proferidos durante veintitrés años desde los tiempos de Josías, para hacer un último llamamiento a la cordura y a la penitencia (v.3), ya que los destinos de Judá estaban, en definitiva, en manos de Yahvé y no en las combinaciones políticas proegipcias que privaban en la corte de Jerusalén.
Jeremías pide el concurso a su fiel discípulo,
escriba de profesión (v.26), Baruc, que nos es ya conocido l
. Fue tan fiel al profeta, que le siguió en el exilio a Egipto 2. Debe escribirlo en un
volumen o
meghillah, es decir, un rollo de cuero o de papiro que se
enrollaba (de ahí la palabra
volumen, de
volvo)
en un pequeño eje de madera. Para leerlo se desenrollaba de derecha a izquierda, y la parte descubierta se dejaba caer o se enrollaba en otro pequeño eje de madera. Baruc escribió
todas las palabras de Jeremías al dictado. Parece ser un
resumen de los oráculos del profeta, ya que no es posible que sea todo el libro actual, pues Baruc lo leyó varias veces en el mismo día. La finalidad de consignarlos por escrito era primeramente para darlos a conocer al pueblo de Judá en una última llamada al arrepentimiento, para que se convirtiera
cada uno de sus malos caminos (v.3). Pero, además, Dios quería que permanecieran escritos para la posteridad, pues, una vez que han sido quemados por el rey, le manda escribirlos de nuevo, sin ordenar que los leyera públicamente.
Jeremías, probablemente, tenía notas personales sobre sus oráculos anteriores, pero quiere que un escriba de profesión las consigne, sin duda porque así eran más legibles. Jeremías era sacerdote, y es de suponer que sabía escribir. Además, cuando compró el famoso campo de Anatot no se dice que utilizara secretario 3. El profeta envía a Baruc a leer sus profecías al templo, pues no puede personalmente (v.5), probablemente por razones de prudencia, pues sabía la hostilidad de que era objeto por parte de las clases dirigentes. No estaba en prisión, pues en el v.iq se dice que los dignatarios le invitan a esconderse. Por otra parte, el secretario Baruc, de familia de buena posición, era un buen sustituto de Jeremías. La ocasión de la lectura fue la concentración del pueblo en
un día de ayuno (v.6). Debe de ser un día de
ayuno excepcional, como los que se tenían en momentos de calamidades públicas4. En el Levítico se prescribían actos de humillación del alma como expiación ante Dios 5. Entre ellos estaba el ayuno. Zacarías, en el siglo VI a C., habla de ayunos públicos en el quinto, séptimo y décimo mes 6. Jeremías espera que, con la lectura de sus oráculos conminatorios, el pueblo se convierta a Yahvé (v.7).
En efecto, en el
año quinto de Joaquim, en el mes noveno (v.8), se promulgó un
ayuno a todo el pueblo de Jerusalén. Teniendo en cuenta que el año religioso comenzaba en el mes de Nisán (marzo-abril), tenemos que el
mes noveno es el de noviembre-diciembre. Por otra parte, por el v.22 sabemos que el rey estaba en el departamento de invierno de su palacio, calentándose al fuego, cuando leyó y quemó el
volumen de los oráculos de Jeremías. Así, pues, hacia diciembre del 604 tuvo lugar la lectura de los oráculos de Jeremías en el templo.
Baruc da detalles exactos del lugar en que leyó los oráculos de su maestro:
en la cámara de Gamarías (v.10), sin duda uno de los amigos de Jeremías 7. El
vestíbulo superior parece ser el atrio interno, al que podían entrar sólo los varones israelitas. La
Puerta Nueva debe de ser la que daba acceso del atrio exterior al interior 8.
Lectura de las profecías ante los magnates (11-19).
11 Y habiendo oído Miqueas, hijo de Gamarías, hijo de Safan, las palabras de Yahvé del libro, 12 bajó al palacio del rey, a la cámara del escriba, donde se hallaban todos los grandes: Elisama, escriba; Dalaías, hijo de Semeía, y Elnatán, hijo de Ajabor, y Gamarías, hijo de Safan, y Sedecías, hijo cíe Ananías, y todos los dignatarios, 13 y les comunicó Miqueas todo lo que había oído leer a Baruc del volumen ante el pueblo. 14Mandaron, pues, todos los magnates a Judí, hijo de Natanías, hijo de Selemías, hijo de Cusí, para decir a Baruc: Ven y trae el volumen que has leído al pueblo. Tomó, pues, Baruc el volumen y vino con él a ellos, 15que le dijeron: Siéntate y léenos eso a nosotros, y se lo leyó Baruc. 16Cuando oyeron, pues, todo aquello, mostráronse unos a otros atónitos, y dijeron a Baruc: Tenemos que comunicar esto al rey, 17y le dijeron: Indícanos cómo has escrito tú esto. 18Baruc les dijo: El me dictaba todas estas palabras de su propia boca, y yo lo escribía con tinta en el libro. 19 Y dijeron los magnates a Baruc: Ve y escóndete, y que se esconda también Jeremías, sin que sepa nadie dónde estáis. Parece que la lectura de los oráculos ante el pueblo sembró la consternación en unos y la ironía en otros. Miqueas, que no parece ser hostil al profeta, impresionado, cree verse obligado a comunicar lo ocurrido a los dirigentes (v.12). La
cámara del escriba, o secretario real, debía de ser una cancillería del Estado en la que se reunían los magnates de Judá 9. Parece que éstos no eran hostiles del todo al profeta de Anatot. Entre ellos habría muchos del tiempo de Josías, que habían amparado a Jeremías, su fiel colaborador en la reforma religiosa 10. Enterados de lo que les dijo Miqueas, quisieron cerciorarse personalmente del contenido del
volumen leído por Baruc al pueblo (v.14). Reciben con deferencia a Baruc, invitándole a sentarse y a leerles los oráculos (v.15). Les impresionó la lectura de tantas profecías conminatorias contra la ciudad, el templo y la casa real, y, sobre todo, les aterró la impresión derrotista que pudieran haber causado la lectura de éstos ante el pueblo, cuya moral había que preparar para la resistencia ante el eventual asedio de los babilonios. Decidieron comunicar el asunto al rey, pero antes querían saber ciertamente quién era el autor de estos oráculos:
indícanos cómo has escrito esto (v.17). Baruc dice que sólo ha sido un simple copista, ya que escribió al dictado de Jeremías (v.18). Con ello quiere decir que considera las profecías como expresión de la voluntad de Yahvé, pues conceptuaba a su maestro Jeremías como su mensajero. Los magnates, conocedores del carácter tiránico y susceptible del rey, invitan a Baruc a que se esconda con su maestro Jeremías (v.19).
Lectura de los oráculos ante el rey (20-26).
20 Ellos se fueron al rey, al atrio, dejando el volumen en la cámara de Elisama, escriba, y dijeron al rey lo que pasaba. 21 Mandó el rey a Judí que llevara el volumen, y éste lo tomó de la cámara de Elisama y lo leyó en presencia del rey y en presencia de todos los dignatarios que estaban junto a él. 22 Estaba el rey en las habitaciones de invierno; era el noveno mes, y tenía delante de sí un brasero encendido, 23 y, según iba leyendo Judí tres o cuatro columnas, lo iba rasgando (el rey) con el cuchillo del escriba, y lo arrojaba al fuego del brasero, hasta que lo quemó todo. 24 No temieron ni rasgaron sus vestiduras ni el rey ni sus cortesanos que oyeron todas aquellas palabras. 25 Sin embargo, Elnatán, Dalaías y Gamarías rogaron al rey que no quemara el volumen; pero éste no les oyó, 26 y mandó el rey a Jeremiel, hijo de Amelec, y a Sarayas, hijo de Ezriel, y a Selemías, hijo de Abdeel, que apresaran a Baruc, escriba, y a Jeremías, profeta; pero Yahvé los ocultó. Los magnates se quedaron con el
volumen de los oráculos, porque suponían que el rey lo había de reclamar, y si se lo devolvían a Baruc, les echaría en cara el no haberse quedado con él. De todos modos, tenían esperanzas de que el rey se contentase con un resumen del mismo, y así, de primeras no le llevan el
volumen, quizá para que no conociera la crudeza de algunos oráculos, realmente derrotistas para los intereses políticos según sus cálculos humanos (v.20). Pero el rey no se contentó con una relación vaga oral, sino que exigió llevaran el
volumen para leerlo personalmente (v.21). De este modo se cumplió el deseo de Jeremías de que sus oráculos fueran conocidos de todos los estratos sociales, llegando a oídos del mismo rey. Se hace notar que esto tuvo lugar en una de las cámaras reales de
invierno n, en las que el rey se estaba calentando junto al brasero 12. Según el secretario lo iba leyendo, dejando libre, colgando, el rollo de papiro, el rey se apoderaba de él y con el
cuchillo del escriba (utilizado para afilar las plumas y hacer correcciones) iba desgajando las hojas y echándolas al fuego (v.23) 13.
El hagiógrafo destaca el nulo resultado de la lectura de tan temibles profecías. El rey, oportunista y escéptico, no se dejó conmover por aquello que consideraba como impertinencias de Jeremías. Un siglo antes, el piadoso rey Ezequías, al percatarse del peligro de la invasión asiría, rasgó las vestiduras e hizo duelo vestido de saco, echándose ceniza sobre la cabeza, según era ley en los duelos 14. Lo mismo hizo el padre de Joaquim, Josías, al oír las palabras de la Ley, encontrada en el templo 15. Hasta el impío Acab había reaccionado así ante las conminaciones del profeta Elias 16. La conducta, pues, de Joaquim no puede ser más insultante para Dios; pues, además de quemar displicentemente los oráculos, dio órdenes de buscar a Jeremías y a su secretario para apresarlos (v.26).
Orden de redactar de nuevo los oráculos (27-32).
27 Después que el rey quemó el volumen de los sermones de Jeremías que había escrito Baruc al dictado de aquél, recibió Jeremías palabra de Yahvé, que le dijo: 28 Toma un nuevo volumen y escribe en él todos los sermones anteriores que había en el primero, que quemó Joaquim, rey de Judá, 29 y a Joaquim, rey de Judá, le dirás: Así dice Yahvé: Tú has quemado aquel volumen, diciendo: ¿Por qué has escrito esto anunciando que vendrá el rey de Babilonia y devastará esta tierra, no dejando en ella hombre ni jumento? 30 Pues así dice Yahvé contra Joaquim, rey de Judá: No tendrá descendiente que le suceda en el trono de David, y su cadáver será arrojado al calor del día y al frío de la noche, 31 y le pediré cuenta a él y a su descendencia y a sus siervos de sus iniquidades, y traeré sobre ellos, y sobre los habitantes de Jerusalén, y sobre los hombres de Judá, todos los males que les he anunciado y ellos no han querido oír. 32 Tomó, pues, Jeremías otro volumen y se lo dio a Baruc, hijo de Nerías, escriba, el cual escribió de boca de Jeremías todos los sermones que quemó Joaquim, rey de Judá, y se añadieron todavía otros muchos como aquéllos. En los planes divinos, las profecías divinas iban también dirigidas a la posteridad, y por eso, por orden divina, Jeremías tiene que redactar de nuevo sus oráculos. El gesto despectivo del rey no ha servido sino para confirmar su condenación en los planes de la justicia de Yahvé. El rey Joaquim había querido considerar como alucinaciones lo escrito en el
volumen de Jeremías, pero los hechos demostrarán lo contrario. Quedará sin heredero, cesando la realeza con él (v.30). En realidad, tuvo un hijo, Joaquín o Jeconías, que le sucedió durante tres meses en el trono; pero su reinado fue ficticio, pues tuvo lugar durante el asedio, y su misión fue sólo entregar el poder a los babilonios en 598, siendo él llevado en cautividad. Le sucedió su tío, hermano de Joaquim, Sedecías; por consiguiente, no era
descendencia de Joaquim, cumpliéndose así materialmente la profecía de Jeremías. Su cadáver quedó insepulto
al calor del día y al frío de la noche (v.30) 17. Õ todos los que colaboraron en su pésima política serán igualmente presa de la justicia divina (v.32) 18.
1 Es mencionado en 32:12. Era nieto de Mahasías, antiguo gobernador de la ciudad (
2Cr_34:8) y hermano de Semeyas, intendente de Sedéelas (
Jer_51:59)· 2 Cf.
Jer_43:6-7 3 Cf.
Jer_32:10. Véase gondamin, o.c., p.264. 4 Cf.
Jue_20:26;
1Sa_7:6;
2Sa_1:12;
Jdt_4:8. 5 Cf.
Lev_16:29;
Lev_23:37;
Núm_29:7. 6 Cf.
Zac_7:3-5;
Zac_7:5;
Zac_8:19. 7 Cf.
2Re_22:3. 8 Cf. 26:10. 9 Cf. RB (1939) p-397. 10 Algunos de los nombres aquí citados aparecen en otros lugares. Sobre la posible identificación de
Elisama, cf.
Jer_41:1 y
2Re_25:25;
Elnatán: cf.
2Re_22:12.14. 11 Cf. Am 3:15- 12
Mes noveno falta en los LXX. 13 Cf. Condamin, o.c., p.262. En hebreo, la palabra que traducimos por columnas propiamente significa
puertas, por la semejanza del trazado de una puerta en la distribución de las columnas del papiro. 14 Cf. Is37:1ss. 15 Cf.
2Re_22:1. Sobre el rito de rasgarse las vestiduras como signo externo de protesta, de luto y de penitencia, cf.
Jos_7:6;
Jue_11:351 1Sa_4:12;
2Sa_1:11;
2Sa_13:31;
2Sa_13:2 Ke 5 7;
2Sa_6:30. 16 Cf.
1Re_21:27. 17 Cf.
Jer_22:19. 18 Cf.
Jer_19:15;
Jer_35:17.