Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
42. Consulta a Jeremías sobre la huída a Egipto.
De nuevo aparece Jeremías en estas circunstancias críticas después de la ruina de Jerusalén. No parece que estuviera en Misfa cuando el asesinato de Godolías, pues, siendo su mentor espiritual, difícilmente se habría salvado de la muerte, y, por otra parte, no es fácil que la Biblia se hubiera callado el nombre del profeta, cuando da los de los otros jefes judíos. Podemos suponer, pues, que Jeremías se enteró de lo ocurrido en Misfa estando él en Jerusalén u otra localidad en. su misión de consolar a los desmoralizados habitantes de Judá. Sin duda que había puesto muchas esperanzas en la sensatez del nuevo gobernador Godolías, impuesto por los babilonios, viendo en él la clave de un futuro renacer nacional sobre bases más prudentes y religiosas.
Por eso podemos suponer su consternación al enterarse de la muerte de Godolías. Inmediatamente trató de reunirse a los fugitivos, a los que alcanzaría en los alrededores de Belén, y allí comienza, con sus oráculos y consejos, a ser de nuevo el centro de la narración.
Consulta a Jeremías sobre la huida a Egipto (1-6).
1 Todos los jefes de las tropas, Yojanán, hijo de Qareaj; Jezonías, hijo de Osaías 1, y todo el pueblo, chicos y grandes, se acercaron a Jeremías 2 y le dijeron: Acepta nuestro ruego y pide por nosotros a Yahvé, tu Dios; por todos estos restos, pues de muchos hemos quedado pocos, como tú ves. 3 Que Yahvé, tu Dios, nos dé a conocer el camino que debemos seguir y lo que hemos de hacer. 4 El profeta Jeremías les dijo: Os oigo, y pediré por vosotros a Yahvé, vuestro Dios, según vuestros deseos. Todo cuanto me responda Yahvé os lo comunicaré, sin ocultaros nada. 5Y ellos dijeron a Jeremías: Sea Yahvé contra nosotros testigo verdadero y fiel si no hiciéramos en todo según la palabra que Yahvé, tu Dios, te mande para nosotros. 6Bueno o malo, seguiremos el mandato de Yahvé, a quien te enviaremos para que nos suceda bien, obedeciendo a la voz de Yahvé, nuestro Dios. La presencia del gran profeta levantó los ánimos. Sabían que era el confidente de Yahvé, y por eso al punto quieren que les dé un consejo de parte de Dios en orden a su futura conducta. Estaban decididos a ir a Egipto, pero querían una confirmación divina de sus planes. Jeremías acepta interceder por ellos, pues contempla la situación triste en que se hallan sin culpa alguna por su parte, pues han sido víctimas de una política descabellada. Los demandantes son de toda clase social (
grandes y chicos, v.1). Sin duda que los de bajo estrato social no querían ir a Egipto, y sólo los jefes les empujaban a ello. Muchos, pues, desearían una negativa sobre el particular, y así buscaban la autoridad de Jeremías para salir con sus legítimos deseos. Los jefes temían la represalia caldea, y estaban decididos a huir a Egipto. Los fugitivos dicen con humildad:
Pide por nosotros a Yahvé, tu Dios (v.2). Después de la catástrofe creían que Yahvé los había abandonado definitivamente, y por eso no se atreven a considerarle como su Dios, sino que dicen al profeta: tu Dios. Jeremías accede a pedir por ellos:
Pediré por vosotros a Yahvé, vuestro Dios (v.4). La expresión
vuestro Dios tiene un acento de confortamiento, como réplica a la insinuación de que ya no era Dios protector de ellos. Todo ha sucedido conforme a los caminos de la Providencia divina; pero, por haberlos sumido en la desgracia, no por eso los ha abandonado.
Los consultores se obligaron con juramento a seguir el consejo del profeta (v.5). Las circunstancias eran tales, que lo más prudente era huir, y están seguros que Yahvé confirmará este punto de vista. Con todo, la promesa es arrogante:
Bueno o malo (c.d., gústenos o no),
seguiremos el mandato de Yahvé (v.6). En su deseo de que Jeremías consultara a Yahvé, han sido demasiado arrogantes en sus promesas.
Respuesta de Jeremías (7-22).
7 Pasados diez días, recibió Jeremías palabra de Yahvé; 8 y llamó a Yojanán, hijo de Qareaj, y a todos los jefes de tropas que con él estaban, y a todo el pueblo, chicos y grandes, 9 y les dijo: Así dice Yahvé, Dios de Israel, a quien me habéis mandado para presentarle vuestros ruegos: 10Si os quedáis tranquilos en esta tierra, yo os edificaré y no os destruiré, os plantaré y no os arrancaré, pues me pesa ya del mal que os he hecho, 11No os dé miedo el rey de Babilonia, a quien teméis; no temáis de él oráculo de Yahvé , pues yo estoy con vosotros para salvaros y libraros de sus manos. 12 Os otorgaré misericordia y se apiadará de vosotros y os dejará en vuestra tierra. 13 Pero si decís: No queremos seguir en esta tierra, y no escucháis la voz de Yahvé, vuestro Dios, 14 diciendo: Nos iremos a la tierra de Egipto, donde no veremos ya la guerra ni oiremos el sonido de la trompeta y no habrá falta de pan, allí habitaremos, 15 entonces, resto de Judá, escuchad la palabra de Yahvé: Así dice Yahvé de los ejércitos: Si volvéis vuestros ojos a Egipto para iros allá y habitar en él, 16 la espada que teméis os alcanzará sobre la tierra de Egipto; el hambre que receláis os sobrevendrá en Egipto y os hará morir allí. 17Y todos cuantos vuelvan el rostro hacia Egipto para ir a habitar allí, morirán de espada, de hambre y de peste; ni uno solo escapará ni se librará del mal que yo haré venir sobre ellos, 18 porque así dice Yahvé de los ejércitos, Dios de Israel: Lo mismo que ha estallado mi cólera y mi furor contra los habitantes de Jerusalén, así estallará mi furor contra vosotros si os vais a Egipto, y seréis objeto de execración, de horror, de maldición y de oprobio, y no veréis más esta tierra. 19 He aquí la palabra de Yahvé para vosotros, resto de Judá: No vayáis a Egipto. Sabed que yo os lo advierto hoy solemnemente. 20 Ciertamente os engañáis a vosotros mismos. Me habéis mandado a Yahvé, nuestro Dios, diciendo: Intercede por nosotros cerca de Yahvé, nuestro Dios. Todo lo que diga Yahvé, nuestro Dios, comunícanoslo, y nosotros lo haremos. 21 Yo os lo hago saber hoy, y vosotros no escucháis la voz de Yahvé, nuestro Dios, lo que me ha encargado deciros. 22 Sabed, pues, que certísimamente moriréis de espada, de hambre y de peste en el lugar adonde queréis iros a habitar. A pesar de la ansiedad de los consultores, la respuesta tardó
diez días en llegar. Durante este tiempo, los jefes procuraban con sus propagandas ganar los ánimos del pueblo en favor de un éxodo hacia Egipto. Baruc trató de hacer frente a esta tesis, pero su labor fue contraproducente, ya que, por su amistad con Jeremías, creyeron que había sido aquél el instigador de la propuesta del profeta de que permanecieran en el país sin ir a Egipto. Jeremías tardó en dar respuesta sencillamente porque no había recibido comunicación divina. Aunque en su punto de vista personal no era partidario de que sus compatriotas se marcharan a Egipto, sin embargo, su escrupulosidad religiosa le impide presentar como oráculo divino lo que es fruto de su reflexión, y por eso
espera la comunicación divina, que no llega hasta
diez días después. Veía el estado de excitación del pueblo y la labor de propaganda de los jefes en favor de la marcha hacia Egipto, y, sin embargo, calla. Es un testimonio de la sinceridad profética, y prueba que en ellos la iluminación profética no era habitual, sino carismática transeúnte 2.
La respuesta de Yahvé es taxativa: la salvación del pueblo está en permanecer en la tierra patria, mientras que el exilio egipcio no les traerá más que desventuras (v. 10-13). Hasta ahora Yahvé ha cumplido la labor punitiva purificadera, la labor de
destruir y desenraizar 3; pero ahora llega la segunda parte:
yo os edificaré (v.10). Gomo los exilados de Babilonia van a entrar en una etapa nueva de reconstrucción bajo la protección divina, así los que quedaron en Palestina van a inaugurar también una fase de rehabilitación nacional y social. Pero es preciso que el pueblo se decida a seguir los consejos de Yahvé. Si permanece en la tierra patria, será protegido especialmente por Dios, mientras que, si le desobedecen, Dios continuará castigándoles en Egipto, sin esperanza de futuro. El profeta pone en boca de Yahvé una reflexión antropomórfica:
Me pesa ya del mal que os he hecho (v.10). No es que Yahvé esté arrepentido de haber castigado merecidamente a su pueblo, sino que, cumplido ya el castigo y satisfecha su justicia, cambia ya de conducta para con él, ofreciéndole el camino de la misericordia y del perdón. Esta idea la refleja bien la traducción de la Vulgata:
iam placatus sum super malo.
Y el profeta, en nombre de Dios, les dice que no deben temer. los caldeos. Yahvé es el que los ha traído a Judá, y Yahvé hará que tío los maltraten (v. 11-12). Dios puede
cambiar el corazón del rey4, induciéndolo a la misericordia y al perdón, como quedaba demostrado en el hecho de que hubiera nombrado un gobernador judío sobre ellos después de la toma de Jerusalén. Por otra parte, los fugitivos son unos ilusos si creen que, huyendo a Egipto, se van librar de las consecuencias de la guerra (v.14). Pero no saben que, si ha pasado el tiempo de la devastación en Judá, comenzará pronto en Egipto, pues también allí llegará la guerra con su trágica ecuela de la
espada y el
hambre (v.16)5. El desobedecer a Yahvé lleva siempre como consecuencia la desventura y la desgracia. Los oyentes parecen no estar dispuestos a acatar el consejo del profeta, y por eso éste les echa en cara su falta de fidelidad al juramento que habían hecho de seguir lo que Dios les comunicara (v.20). Esto constituye un pecado gravísimo de desprecio a Yahvé y no quedará sin castigo. Y, por ello, con el corazón lacerado, les anuncia el triste destino que les espera en Egipto:
moriréis de espada, de hambre, de peste (v.22). Jeremías había puesto sus esperanzas en aquel resto de Judá como núcleo de restauración nacional, pero con su rebeldía se hacía indigno de las promesas mesiánicas de rehabilitación nacional.
1 En los LXX se lee Azarías, hijo de Mahasías, como en 40:2. 2 Cf. S.
Th. II-II 171:5; San Agustín, Super
Gen. ad litt. 1.2 c.17. n.37 = PL 34:278. 3 Cf.
Jer_1:10. 4 Cf.
Pro_21:1. 5 Cf.
Jer_7:20;
Jer_24:9;
Jer_25:18;
Jer_28:18.