Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Los Discursos de Yahvé.
T erminado el ciclo de discursos de Elihú y el de los tres interlocutores amigos de Job, interviene Dios para dar el fallo al gran problema que trataban de dilucidar. Job había pedido insistentemente que Dios diera su fallo público para que se manifestase su irreprochable inocencia. En está teofanía final, Dios pasa revista a las maravillas de la creación para que Job reconozca su ignorancia. y, por tanto, su incompetencia para enjuiciar la Providencia divina. Las descripciones de las maravillas de la creación son bellísimas. Dios habla a Job desde la tempestad como Yahvé a Moisés en el Sinaí. Como Juez supremo, no se considera obligado a dar cuentas a nadie de sus actos.
38. Intervención de Dios.
E n tono inquisitorial y para confundir la arrogancia de Job, Dios pasa revista a los grandes enigmas del universo para que aquél dé razón de ellos: la formación de la tierra, las limitaciones de los mares, la aparición de la luz, la formación de la nieve y el granizo, la ordenación de las constelaciones celestes y el aprovisionamiento de comida para los animales.
La fundación de la tierra y la delimitación de los. mares (1-11).
1
Y respondió Yahvé a Job de en medio del torbellino, diciendo: 2
¿Quién es este que empaña mi providencia con insensatos discursos? 3
Cíñete, pues, como varón tus lomos. Voy a preguntarte para que me instruyas. 4
¿Dónde estabas al fundar yo la tierra? Indícamelo, si tanto sabes. 5
¿Quién determinó, si lo sabes, sus dimensiones? ¿Quién tendió sobre ella la regla? 6
¿Sobre qué descansan sus cimientos o quién asentó su piedra angular 7
entre las aclamaciones de los astros matutinos y los aplausos de todos los hijos de Dios? 8
¿Quién cerró con puertas el mar cuando, impetuoso, salía del seno, 9
dándole yo las nubes por mantillas, y los densos nublados por pañales; 10
dándole yo la ley y poniéndole puertas y cerrojos, 11
diciéndole: Hasta aquí llegarás y no pasarás, ahí se romperá la soberbia de tus olas? Job ha hablado demasiado audazmente sobre la justicia divina, poniendo en duda sus actos. Ahora Dios, rodeado de majestad, le contesta desde un torbellino o nube tempestuosa, que constituye como su pabellón regio al manifestarse a los hombres l. Las cuestiones planteadas por Dios no tienen nada que ver con el problema concreto de la justificación de los sufrimientos de Job, sino que tienen por finalidad deslumbrarle para que reconozca su ignorancia y falta de capacidad para enjuiciar las obras de Dios. Las afirmaciones de Job empañan los designios de la Providencia divina (v.2), y en este sentido merece una dura reprensión. En realidad,
el discurso de Yahvé guarda una unidad literaria propia y no se relaciona con las argumentaciones del discurso de Elihú, que le precede actualmente en el texto del libro.
Puesto que le va a someter a un duro interrogatorio, Dios invita a Job a prepararse ciñéndose los lomos, como el guerrero que se dispone a la lucha o el caminante que se lanza a una larga peregrinación 2. Irónicamente se le invita a contestar para instruir al propio Dios (v.3). En primer lugar, está el enigma de la fundación de la tierra: para conocerlo es preciso haber asistido a la colocación de sus cimientos y a la determinación de sus dimensiones. Sólo así podrá conocerse el designio misterioso que Dios tuvo sobre ella al fundarla. ¿Puede Job gloriarse de haber asistido a tan solemne acto al principio de las cosas? La interrogación es sangrante y humillante para el que pretendía enjuiciar los actos divinos. Dios ha actuado cuidadosamente como un arquitecto al determinar con la regla las medidas del orbe, y sólo son testigos de sus actos los astros matutinos y los hijos de Dios o seres angélicos que forman su escolta de honor. La inauguración de la gran obra de la creación fue solemnizada por el coro angélico, que con sus aplausos y aclamaciones aprobaban el acto fundacional de la tierra (v.7).
La omnipotencia divina se refleja no sólo en el acto de establecer los fundamentos de la tierra, sino en la delimitación de las fuerzas caóticas del mar, que amenazan anegar la tierra (v.9). De nada hubiera servido la formación de la tierra si Dios no la hubiera defendido contra los ímpetus de las olas del mar. El poeta presenta al mar como un recién nacido al que fue preciso envolver en mantillas, que son las nubes, que le recubren y proveen de agua (v.9). Llegado a edad adulta, Dios le impuso una ley y unas puertas para que no traspasara sus legítimos límites, rompiéndose contra los acantilados la soberbia de sus olas (v.11).
La formación de la luz y el reino de las tinieblas (12-21).
12
¿Acaso has mandado tú en tu vida a la mañana y has enseñado su lugar a la aurora 13
para que ocupe los extremos de la tierra y eche fuera a los malhechores, 14
modelándose entonces la tierra como el barro bajo el sello y apareciendo vestida, 15
privando a los malvados de su luz y rompiendo el * brazo de los soberbios? 16
¿Has llegado tú hasta las fuentes del mar; I te has paseado por las profundidades del abismo? 17
¿Se te han abierto las puertas de la muerte? ¿Has visto las puertas de la región tenebrosa? 18
¿Abarcas la inmensidad de la tierra? Dilo, si sabes todo esto. 19
¿Cuál es el camino para las moradas de la luz? y de las tinieblas, ¿cuál es su sitio20
para conducirlas a sus dominios y enseñarles los senderos de su casa? 21
¡Seguro lo sabrás, pues ya habías nacido y era ya grande el número de tus días! Una de las cosas más maravillosas es la aparición de la luz pálida de la aurora, que se va difundiendo poco a poco, venciendo a las tinieblas y extendiéndose por los extremos de la tierra (v.1â). La tierra va apareciendo paulatinamente con diversos matices de colores, como si se estuviera modelando de nuevo como el barro bajo la acción del sello impresor (v.14). Primero aparece asiluetada esquemáticamente, para después emerger vestida con todos los adornos y detalles de la exuberante vegetación. Es entonces cuando en plena luz desaparecen los malvados, que hacen sus tropelías amparados por la oscuridad, y tiene que retirar su brazo el soberbio, que aprovecha la noche para maltratar al débil (v.15). La descripción del poeta es maravillosa y refleja una sensibilidad estética muy refinada, similar a la de no pocos salmistas, que cantan las maravillas de la naturaleza.
Lugar inaccesible a la mirada humana lo constituyen las fuentes del mar y las profundidades del abismo, que comunican secretamente con la región tenebrosa el seol de los hebreos, el kigallu de los babilonios , con las puertas de la muerte (v. 16-17), Que dan acceso a la región de las sombras.
También la inmensidad de la tierra se escapa a la limitada percepción del hombre; en sus extremos tiene lugar la limitación misteriosa entre la luz y las tinieblas, presentadas aquí como dos fuerzas o sustancias contrapuestas: una brillante y transparente (la luz) y otra opaca y oscura (las tinieblas), que luchan denodadamente todos los días por el imperio de la tierra. Dios ha señalado las horas de dominio de cada una de ellas, según el relato de la creación3, determinando así el día y la noche. Para nosotros, las tinieblas son la carencia de luz. Para los antiguos hebreos, ambas tenían sus propias moradas o receptáculos, en las que se recluían mientras se alejaban de la tierra (v.19). En realidad, sólo Dios conoce los senderos que llevan a sus respectivas moradas.
Irónicamente se declara a Job que no puede conocer estos secretos por la brevedad de sus días (v.21). Sólo el que es eterno puede escudriñar estos misteriosos caminos de la luz y de las tinieblas y dar la clave de los enigmas del universo.
La formación de la nieve, el granizo, la lluvia y el hielo (22-30).
22
¿Has ido a los escondrijos de la nieve? ¿Has visto los almacenes de granizo, 23
que guardo yo para los tiempos de la angustia, para el día de la guerra y de la batalla? 24
¿Cuál es el camino por donde se difunde la niebla 4
, por donde se echa sobre la tierra el viento solano? 25
¿Quién abre el camino a la inundación, y la senda al rayo tonante, 26
para hacer llover sobre tierra inhabitada, sobre desierto en que no hay hombres; 27
para empapar las áridas llanuras y hacer brotar la verde hierba? 28
¿Tiene padre la lluvia? ¿Quién engendra las gotas de rocío? 29
¿De qué seno sale el hielo? y la escarcha del cielo, ¿quién la engendra? 30
Se endurecen las aguas como piedra y se congela la superficie del abismo. Conforme a la mentalidad antigua, el poeta presenta a la nieve y al granizo como reservados de antemano por Dios en especiales receptáculos para enviarlos como castigo en los tiempos de desdicha y en el fragor de la batalla. La idea parece inspirada en los relatos de las plagas de Egipto 5. El hombre es impotente contra los temporales que Dios envía, y no puede saber dónde guarda las reservas. La formación de la niebla es también un misterio para el antiguo oriental, así como la irrupción del viento solano, que ai punto la disipa, secando la tierra (v.24). Las tormentas e inundaciones son también la manifestación de un poder sobrehumano, ya que el hombre no puede hacer llover sobre zonas desérticas e inhóspitas (v.26). La misma estepa se refresca con las aguas tormentosas, dando lugar a la aparición de hierba verde (v.27). La misma formación de la lluvia y del rocío tienen un origen misterioso, pues no parecen tener conexión directa con las fuentes y los ríos (v.28). El fenómeno de la evaporación y del enfriamiento de la atmósfera no era fácilmente perceptible por las mentalidades de la antigüedad. La misma formación del hielo y de la escarcha no era fácilmente explicable para el hagiógrafo, que pone en boca de Dios estas interrogaciones enigmáticas para confundir al arrogante Job (v.29).
La regulación de las constelaciones celestes (31-35).
31
¿Has atado tú los lazos de las Pléyades o puedes soltar las ataduras del Orion? 32
¿Eres tú el que a su tiempo hace salir las constelaciones y quien guía a la Osa con sus hijos? 33
¿Has enseñado tú a los cielos su ley y determinado su influjo sobre la tierra? 34
¿Alzas tu voz hasta las nubes para que te cubran de copiosas aguas? 35
¿Mandas tú a los relámpagos, y van ellos, diciéndote: Henos aquí? La maravillosa regulación de los astros es inaccesible a la humana inteligencia. Las Pléyades son pequeñas constelaciones, cuyas estrellas parecen atadas unas a otras; y el Orion es como un tahalí formado por tres estrellas sobre una misma línea. Por ello, Orion era el dios de la guerra (Ninib) entre los babilonios 6. Las constelaciones, o corona, como otros traducen, tienen especial luminosidad y se destacan como la Osa Mayor (v.32). Todas estas estrellas arracimadas tienen su ley propia para no separarse entre sí, ni menos chocar en sus movimientos, y tienen influjo sobre la tierra (v.33), sobre la atmósfera y los diversos elementos de la naturaleza. El hagiógrafo no alude aquí a concepciones astrológicas, ya que el destino de los
seres humanos está dirigido exclusivamente por Dios, y los astros son lámparas a su servicio7.
El hombre no tiene poder sobre los fenómenos atmosféricos, como los relámpagos y las nubes, que dependen sólo de la voluntad divina (v.34).
Los sabios instintos de los animales (36-41).
36
¿Quién puso sabiduría en el ibis, y al gallo quién le dio inteligencia? 37
¿Quién puede contar las nubes con sabiduría, y quién derrama los odres de los cielos 38
cuando se hace una masa el polvo y se pegan unos a otros los terrones? 39
¿Eres tú quien proporcionas su presa a la leona y sacias el apetito de los leoncillos 8
40
cuando están agazapados en sus cubiles o se ponen en acecho en la espesura? 41
¿Quién prepara su alimento al cuervo cuando sus polluelos gritan a Dios y andan errantes por falta de comida? El ibis el pájaro dedicado a Tot-Hermes, dios de la sabiduría en Egipto anunciaba, según la creencia popular, las crecidas del Nilo, lo que le daba reputación de sabiduría; y el gallo, por presentir y anunciar la mañana, también parece dar muestras de inteligencia (v.36). El hagiógrafo, pues, se hace eco de estas concepciones folklóricas y pone en boca de Dios la interrogación sobre la sagacidad de ambos pájaros,
que es una de las maravillas de la naturaleza.
La formación de las nubes, que se crecen e hinchan como odres para después derramarse sobre la tierra, humedeciendo el polvo y aglutinándolo en terrones, constituye también un hecho misterioso que no está al alcance del arrogante Job (v.37).
También es un misterio de la Providencia la provisión de alimentos para los animales hambrientos. Los animales tienen un maravilloso instinto para buscar comida para ellos y sus crías (v.39-41). También en esto no tiene parte el ser humano
sino que viene directamente del Creador. 1 Cf.
Sal_51:3;
Eze_1:4;
Zac_9:14. 2 Cf.
Jer_1:17;
Isa_45:1. 3 Cf.
Gen_1:5. 4 El TM lee luz en lugar de niebla o vapor de los LXX, que creemos más propio en
el contexto. 5 Cf.
Exo_9:22-26;
Isa_28:17. 6 Cf,
Job_9:9. 7 Cf.
Gen_1:14. 8 Lit. la vida de los leoncillos.