I Macabeos 1, 41-53

Su santuario quedó desolado como el desierto; sus fiestas se convirtieron en duelo; sus sábados en oprobio, y en desprecio su honor." A la medida de su gloria creció su deshonra, y su magnificencia se volvió en duelo. El rey Antíoco publicó un decreto en todo su reino de que todos formaran un solo pueblo, dejando cada uno sus peculiares leyes. Todas las naciones se avinieron a la disposición del rey. Muchos de Israel se acomodaron a este culto, sacrificando a los ídolos y profanando el sábado. Por medio de mensajeros, el rey envió a Jerusalén y a las ciudades de Judá órdenes escritas de que siguieran todos aquellas leyes, aunque extrañas al país;" que se suprimiesen en el santuario los holocaustos, el sacrificio y la libación;" que se profanasen los sábados y las solemnidades;" que se contaminase El santuario y el pueblo santo;" que se edificasen altares y santuarios y templos idolátricos y se sacrificasen puercos y impuros;" que dejasen a los hijos incircuncisos; que manchasen sus almas con todo género de impureza y de abominación, de suerte que diesen al olvido la Ley y mudasen todas sus instituciones," y que quien se negase a obrar conforme a este decreto del rey fuera condenado a muerte. Tal fue el decreto publicado en todo el reino. En todo Israel instituyó inspectores,
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