II Samuel  14, 1-20

Conociendo Joab, hijo de Sarvia, que el corazón del rey estaba por Absalón, mandó a Tecua y trajo de allí una mujer ladina, y le dijo: “Mira, enlútate, vístete las ropas de duelo, no te unjas con óleo, antes preséntate como mujer que de tiempo atrás lleva luto por un muerto, y, entrando al rey, habíale de esta manera”; y puso Joab en boca de la mujer lo que había de decir." Entró, pues, la mujer de Tecua al rey; y postrándose en tierra, le hizo reverencia y dijo: “¡Oh rey, sálvame!” El rey le dijo: “¿Qué tienes?”; y ella respondió: “Soy una mujer viuda, murió mi marido," y tenía tu sierva dos hijos. Riñeron los dos en el campo, donde no había quien los separase, y el uno, hiriendo al otro, le mató;" y he aquí que toda la parentela, alzándose contra tu sierva, dice: Entréganos al que mató a su hermano, para que le demos muerte por la vida de su hermano, a quien mató él; y quieren matar al heredero, apagando así el ascua que me ha quedado y no dejando a mi marido ni nombre ni sobreviviente sobre la tierra.” El rey dijo a la mujer: “Vete a tu casa, que ya daré yo órdenes sobre lo tuyo.” Entonces dijo la mujer de Tecua al rey: “Rey, mi señor, yo querría que la responsabilidad recayera sobre mí y sobre la casa de mi padre, no sobre el rey y sobre su trono.” El rey entonces respondió: “Si alguno sigue inquietándote, tráelo a mí, que no te inquietará más.” Ella entonces dijo: “Ruégote, oh rey! que interpongas el nombre de Yahvé, tu Dios, y no dejes que el vengador de la sangre aumente la ruina matando a mi hijo.” Y él respondió: “Vive Yahvé que no caerá en tierra ni un cabello de la cabeza de tu hijo.” La mujer añadió: “Permite, ¡oh rey! a tu sierva que diga una palabra a mi señor.” El rey dijo: “Habla.” Y la mujer entonces dijo: “¿Por qué, pues, piensas tú de otro modo contra el pueblo de Dios? Pues con el juicio que el rey ha pronunciado se hace como reo por no hacer el rey que vuelva su fugitivo. Porque todos morimos y somos como agua que se derrama en la tierra, que no puede volver a recogerse; que Dios no hace volver las almas. Medite, pues, el rey cómo el fugitivo no quede arrojado de su presencia." Si he venido yo a decir esto al rey, mi señor, es porque el pueblo me dio miedo” y me dije: “Voy a hablar al rey, a ver si hace lo que su sierva le diga. Seguramente el rey escuchará a su sierva y la librará de la mano del que quiere raerme a mí, juntamente con mi hijo, de la heredad de Dios, Tu sierva ha dicho: Que me tranquilice la palabra de mi señor el rey, ya que es el rey, mi señor, como el ángel de Dios para discernir entre lo bueno y lo malo. Y ahora que Yahvé, tu Dios, sea contigo.” El rey entonces dijo a la mujer: “Mira, no me ocultes nada de lo que voy a preguntarte.” Y la mujer respondió: “Hable el rey, mi señor.” El rey le dijo: “¿No anda en todo esto la mano de Joab?” Y la mujer respondió: “Por tu vida, oh rey, mi señor! que no se aparta lo que el rey, mi señor, dice ni a la derecha ni a la izquierda. Joab, tu siervo, me ha mandado y ha puesto en la boca de tu sierva todas estas palabras. Joab, tu siervo, ha hecho esto para ver de mudar el aspecto de las cosas. Pero mi señor es sabio, con la sabiduría de un ángel de Dios, para conocer cuanto pasa en la tierra.”
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