II Samuel  5, 6-8

El rey se dirigió con su gente a Jerusalén, contra los jebuseos, que habitaban la tierra, que dijeron a David: “No entrarás tú aquí; ciegos y rengos bastarán para impedírtelo.” Con lo que querían decir: “Jamás entrará David aquí.” Pero David se apoderó de la fortaleza de Sión, que es la ciudad de David. Pues había dicho: “¿Quién, batiendo al jebuseo, llegará a alcanzar por el túnel a los ciegos y rengos, aborrecidos del alma de David?” Por eso quedó en proverbio: “No entrarán en la casa los ciegos y los rengos.”
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