Daniel  4, 3-16

Hice que vinieran ante mí todos los sabios de Babilonia para que me diesen la interpretación del sueño. Vinieron, pues, los magos, los astrólogos, los caldeos y los adivinos, y les expuse el sueño; pero nunca pudieron darme la interpretación," hasta que vino ante mí Daniel, cuyo nombre es Baltasar, del nombre de mi dios, y en el cual reside el espíritu de los dioses santos. Expliquéle mi sueño, dicíéndo-dole: Baltasar, tú, jefe de los magos, que tienes en ti, yo lo sé, el espíritu de los dioses santos y a quien ningún misterio se oculta, dame la explicación de las visiones que en sueño he tenido. He aquí las visiones de mi espíritu mientras estaba en mi lecho. Miraba yo y vi en medio de la tierra un árbol alto sobremanera. El árbol había crecido y se había hecho muy fuerte, y su cima tocaba en los cielos, y se le veía desde los confines de toda la tierra. Era de hermosa copa y de abundantes frutos, y había en él mantenimiento para todos. Las bestias del campo se resguardaban a su sombra, y en sus ramas anidaban las aves del cielo, y todos los vivientes se alimentaban de él. En las visiones de mi espíritu en mi lecho vi que bajaba del cielo uno de esos que velan y son santos, y, gritando fuertemente, dijo: Abatid el árbol y cortad sus ramas, sacudid su follaje y diseminad los frutos, que huyan de debajo de él las bestias y las aves del cielo de sus ramas;" pero dejad en la tierra el tronco con sus raíces y atadle con cadenas de hierro y de bronce, y quédese así entre las hierbas del campo, que le empape el rocío y tenga por parte suya, como las bestias, la hierba de la tierra. Quítese su corazón de hombre y désele un corazón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos. Esta sentencia es decreto de los vigiles, es resolución de los santos, para que sepan los vivientes que el Altísimo es dueño del reino de los hombres y lo da a quien le place, y puede poner sobre él ai más bajo de los hombres. Este es el sueño que tuve yo, el rey Nabucodonosor. Tú, Baltasar, da la interpretación, ya que ninguno de los sabios de mi reino ha podido dármela, tú puedes darla, porque tienes en ti el espíritu de los dioses santos. Entonces Daniel, llamado Baltasar, se quedó por algún tiempo estupefacto y turbado por sus pensamientos. Díjole el rey: Baltasar, que no te turbe el sueño y su interpretación. Y Baltasar respondió: Mi señor, que el sueño sea para tus enemigos, y la interpretación para tus adversarios.
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