Genesis 31, 12-28

Y él dijo: “Alza tus ojos y mira: todos los carneros que cubren a las ovejas son rayados y manchados, porque yo he visto lo que te ha hecho Labán. Yo soy el Dios de Betel, donde ungiste tú un monumento y me hiciste el voto. Levántate, pues, sal de esta tierra y torna a la tierra de tu parentela.” Raquel y Lía respondieron: “¿Tenemos acaso nosotras parte o herencia en la casa de nuestro padre? ¿No nos ha tratado como extrañas, vendiéndonos y comiendo nuestro precio? Y, además, cuanto le ha quitado Dios, nuestro es y de nuestros hijos. Haz, pues, ya lo que Dios te ha mandado.” Levantóse Jacob e hizo montar a sus mujeres y a sus hijos sobre los camellos, y, llevando consigo todos sus ganados y todo cuanto en Padán Aram había adquirido, se encaminó hacia Isaac, su padre, a tierra de Canaán. Labán había ido al esquileo, y Raquel robó los “terafim” de su padre. Jacob engañó a Labán, arameo, y no le dio cuenta de su huida. Huyó con todo cuanto tenía, y, ya en camino, atravesó el río y se dirigió al monte de Galaad. Al tercer día dijéronle a Labán que Jacob había huido;" y, tornando consigo a sus parientes, le persiguió durante siete días, hasta darle alcance en el monte de Galaad. Vino Dios en sueños durante la noche a Labán, arameo, y le dijo: “Guárdate de decir a Jacob nada, ni en bien ni en mal.” Cuando alcanzó Labán a Jacob, había éste fijado sus tiendas en el monte, y Labán fijó también la suya y las de sus parientes en el mismo monte de Galaad. Dijo, pues, Labán a Jacob: “¿Qué es lo que has hecho? ¡Escaparte de mí, llevándote mis hijas como si fuesen cautivas de guerra! ¿Por qué has huido secretamente, engañándome, en vez de advertirme, y te hubiera despedido yo jubilosamente con cantos, tímpanos y cítaras? ¡Sin dejarme siquiera abrazar a mis hijos y a mis hijas! Has obrado insensatamente.
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