Isaías 10, 5-27

¡Ay de ti, Asur, vara de mi cólera! el bastón de mi furor está en sus manos. Yo le mandé contra una gente impía, le envié contra el pueblo objeto de mi furor, para que saquease e hiciera de él su botín y le pisase como se pisa el polvo de las calles. Pero él no tuvo los mismos designios, no eran éstos los pensamientos de su corazón. Su deseo era desarraigar, exterminar pueblos en gran número. Porque él dice: Reyes son todos mis príncipes. ¿No ha sido ésta la suerte de Calno, la de Carquemis; la de Jamat no ha sido la de Arpad; y la de Samaría la misma de Damasco?" Así se apoderó mi mano de reinos de ídolos, más en número que los de Jerusalén y Samaría. ¿No podré hacer con Jerusalén y sus ídolos lo que hice con Samaría y los suyos? Pero sucederá que, cuando el Señor haya realizado toda su obra sobre el monte de Sión y de Jerusalén, castigará el Señor al rey de Asiría por el orgullo de su corazón y la altivez de sus ojos. El se dice: Con la fuerza de mi brazo he hecho esto, con mi sabiduría y mi prudencia, y borré las fronteras de los pueblos, y saqueé sus tesoros, y, todopoderoso, derribé a los que se sentaban en sus tronos. Mi mano ha tomado la riqueza de los pueblos como se toma un nido; como quien se apodera de huevos abandonados, me he apoderado yo de la tierra toda. Y nadie sacudió las alas, ni abrió el pico, ni dio un chillido." ¿Se ensoberbece el hacha contra el que la maneja, la sierra contra el que la mueve? Como si la vara dirigiera al que la levanta, corno si el bastón levantara al que no es madera. Mas, por eso, el Señor Yahvé de los ejércitos herirá de flaqueza a ese cuerpo tan robusto. Y debajo de su gloria encenderá un fuego, como fuego de incendio. Y la luz de Israel se convertirá en fuego, y su Santo en llama, para quemar y devorar en un solo día sus cardos y sus espinas, Y la hermosura de su bosque y de su vergel quedará del todo destruida, y será como el consumirse de un enfermo. Y los árboles que de su selva queden serán tan pocos, que un niño podrá contarlos. En aquel día, el resto de Israel y los sobrevivientes de la casa de Jacob no se apoyarán ya sobre el que los hirió, sino que se apoyarán con fidelidad en Yahvé, el Santo de Israel. Volverá un resto, un resto de Jacob, al Dios fuerte. Porque, aunque fuera tu pueblo Israel corno las arenas del mar, sólo un resto volverá. Decretada está la destrucción, que acarreará la justicia. Y este decreto de destrucción lo ejecutará Yahvé de los ejércitos en toda la tierra. Por eso dice el Señor Yahvé de los ejércitos: Pueblo mío, que habitas en Sión, no ternas que Asur te hiera con la vara y alce contra ti su bastón como Egipto. Dentro de poco tiempo, dentro de muy poco, mi cólera llegará al fin, y mi furor los destruirá. Yahvé de los ejércitos levantará contra ellos el azote, como cuando hirió a Madián en la roca de Joreb, y el mar con su báculo, como lo levantó un día en Egipto, y en ese día quitará su peso de sobre tus espaldas, y su yugo de sobre tu cuello.
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