Isaías 51, 17-22

Despierta, despierta, levántate, Jerusalén, tú que has bebido de la mano de Yahvé el cáliz de su ira, tú que has bebido hasta las heces el cáliz que aturde. No hubo nadie que la guiara de todos los hijos que ella parió. Ninguno la sostuvo con su mano de cuantos hijos crió. Vinieron a tu encuentro dos males, ¿quién se duele de ti? Ruina y azote, hambre y espada, ¿quién se compadece de ti? Tus hijos yacen desfallecidos en las encrucijadas de los caminos, como antílopes cazados a lazo, ebrios de la ira de Yahvé, de los furores de tu Dios. Por eso oye, pues, malaventurada, ebria, pero no de vino. Así habla tu Señor, Yahvé, tu Dios, que aboga por su pueblo: He aquí que tomaré de tu mano la copa embriagadora, el cáliz de mi ira, y no lo beberás ya más.
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