Numeros  12, 1-15

María y Aarón murmuraban de Moisés por la mujer cusita que éste había tomado, pues había tomado Moisés por mujer a una cusita. Decían: “¿Acaso sólo con Moisés habla Yahvé? ¿No nos ha hablado también a nosotros?” Oyó esto Yahvé. Moisés era hombre mansísimo, más que cuantos hubiese sobre la haz de la tierra. Y dijo luego a Moisés, a Aarón y a María: “Id los tres al tabernáculo de la reunión.” Una vez allí, descendió Yahvé en la columna de nube y, poniéndose a la entrada del tabernáculo, llamó a Aarón y a María. Salieron ambos, y él les dijo: “Oíd mis palabras: Si uno de vosotros profetizara, yo me revelaría a él en visión y le hablaría en sueños. No así a mi siervo Moisés, que es en toda mi casa el hombre de confianza. Cara a cara hablo con él, y a las claras, no por figuras; y él contempla el semblante de Yahvé. ¿Cómo, pues, os habéis atrevido a difamar a mi siervo Moisés?” Y, encendido en furor contra ellos, fuese Yahvé. Apenas se había retirado del tabernáculo la nube, apareció María cubierta de lepra, como la nieve; y miró Aarón a María, y la vio cubierta de lepra." Dijo entonces Aarón a Moisés: “¡Oh mi señor, no eches sobre nosotros el peso de nuestro pecado ! Neciamente hemos obrado, hemos pecado. Que no quede como el abortivo, que sale del vientre de su madre ya medio consumido.” Clamó entonces Moisés a Yahvé, diciendo: “Ruégote, ¡oh Dios!, que la sanes.” Respondió Yahvé: “Si su padre la hubiera escupido en el rostro, ¿no quedaría por siete días llena de vergüenza? Que sea echada fuera del campamento por siete días, y después volverá.” Fue, pues, María echada fuera del campamento, y el pueblo no se movió hasta que hubiera tornado.
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