INTRODUCCIÓN A LA

CARTA A LOS EFESIOS

    A finales de su segundo viaje apostólico (año 52), San Pablo pasó por Éfeso (Hch 18:19 ss.). En esta ciudad, una de las más florecientes de Asia Menor, predicó y fundó la Iglesia a la que dirige esta carta. No mucho después apareció en Éfeso un personaje ilustre llamado Apolo, de cuya instrucción cristiana se encargaron Áquila y Priscila, fieles discípulos de San Pablo. Una vez convertido, Apolo preparó el terreno para la predicación que llevaría a cabo el Apóstol en su tercer viaje, entre los años 54-56. No le faltaron en esta ocasión grandes pruebas y tribulaciones (Hch 19:1-41; Hch 20:1-38), hasta el punto de verse obligado a abandonar la ciudad a causa del tumulto provocado por el platero Demetrio.

    Sin embargo, San Pablo no se olvida de los efesios. Y ya en Roma, durante su primera cautividad, les escribe esta carta. Algunos piensan que se trata de una carta circular dirigida a todas las Iglesias, por no encontrarse en ella referencias personales, como tampoco los saludos ni la conclusión tan característica del Apóstol. Bastaría -dicen- con suprimir el encabezamiento, que por otra parte falta en algunos códices antiguos, para que resultara fiable esta hipótesis. Sin embargo, y aunque fuera una carta circular, pudo ser guardada en Éfeso -de ahí el título- como ciudad principal y cabecera de aquellas Iglesias.

    La finalidad de San Pablo al escribir esta carta es la de dar a conocer el gran misterio de la Redención, en el que Cristo es la piedra angular (Efe 2:20), fundamento de todo el edificio espiritual. En torno a El deben unirse los cristianos, por ser Cristo cabeza suprema de la Iglesia y plenitud de su Cuerpo (Efe 1:22-23).

    La carta se divide en dos partes:

    -Dogmática (Efe 1:3 - Efe 3:21). En esta se afirma que los beneficios de la Redención abarcan a todos los hombres, predestinados antes de la creación del mundo para ser hijos de Dios. De ahí que tanto judíos como gentiles estén llamados, sin distinción, a ser uno en Cristo Jesús, para formar un solo cuerpo: el nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia. Esta unión de todos en Cristo es querida expresamente por Dios Padre, merecida por la redención del Hijo y realizada finalmente en las almas por la acción del Espíritu Santo. Para anunciar este misterio, escondido desde siglos, fue elegido San Pablo y destinado a predicar entre los gentiles la salvación en Jesucristo.

    Moral (Efe 4:1 - Efe 6:9). En la segunda parte de la carta anima el Apóstol a aquellos cristianos a que vivan una misma fe y sean consecuentes con ella. Para ello han de vivir la unidad, buscando siempre lo que une y evitando lo que divide. Recuerda también los deberes que lleva consigo la vida doméstica, y particulariza en los que se refiere a las relaciones entre padres e hijos, siervos y amos, prestando atención muy especial a los deberes recíprocos que han de vivir en todo momento quienes están unidos por el vínculo del matrimonio.