Hechos 3, 6-10

Simón le dijo: No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te doy: ¡En el nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, levántate y anda! Entonces lo tomó de la mano derecha, hizo que se incorporara, y sus pies y sus piernas se afirmaron de inmediato, y de un salto se puso de pie y anduvo, y entró al templo con ellos, caminando y saltando y alabando a Dios. Y el pueblo entero lo miró caminar y alabar a Dios, y reconocieron que se trataba del mismo mendigo que a diario se sentaba a la puerta llamada La Hermosa a pedir limosna, y se llenaron de asombro y de admiración por lo que había sucedido.
Ver contexto