Jeremías  20, 14-18

Maldito sea el día en que nací, y no sea bendito el día en que me dio a luz mi madre. Maldito sea el hombre que dio a mi padre las nuevas, diciéndole: “Un hijo varón te ha nacido”, pensando que le provocaría gran alegría. Sea tal hombre como las ciudades que Yahweh devastó, de las cuales nunca se complació; oiga lamentación en la mañana y alarido al mediodía, por no haberme matado en el vientre; así mi madre hubiera sido mi tumba y en el vientre me hubiera cargado para siempre. ¿Para qué salí del vientre? ¿Para ver dolor y desgracia? Mis días se han consumido en oprobio.br/
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