Viernes, 28 Junio 2024

Viernes, XII semana del Tiempo Ordinario (Año II) 4ª semana

Feriale
(de la Feria)

Oficio de Lecturas

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza. 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. 

 INVITATORIO

Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.

Salmo 94

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos. 

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. 

Ojalá escuchéis hoy su voz:
"No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto:
cuando vuestros padres me pusieron a prueba,
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras."

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.

 HIMNO

Testigos de amor
de Cristo Señor,
mártires santos.
 
Rosales en flor
de Cristo el olor,
mártires santos.
 
Palabras en luz
de Cristo Jesús,
mártires santos.
 
Corona inmortal
de Cristo total,
mártires santos. Amén.

Ant. 1. Dios mío, no te cierres a mi súplica, pues me turba la voz del enemigo.

Salmo 54,2-15.17-24
ORACIÓN ANTE LA TRAICIÓN DE UN AMIGO
Jesús empezó a sentir terror y angustia (Mc 14,33).
I

Dios mío, escucha mi oración,
no te cierres a mi súplica;
hazme caso y respóndeme,
me agitan mis ansiedades.

Me turba la voz del enemigo,
los gritos del malvado:
descargan sobre mí calamidades
y me atacan con furia.

Se me retuercen dentro las entrañas,
me sobrecoge un pavor mortal,
me asalta el temor y el terror,
me cubre el espanto,

y pienso: «¡Quién me diera alas de paloma
para volar y posarme!
Emigraría lejos,
habitaría en el desierto,

me pondría en seguida a salvo de la tormenta,
del huracán que devora, Señor;
del torrente de sus lenguas.»

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre
y por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dios mío, no te cierres a mi súplica, pues me turba la voz del enemigo.

Ant. 2. El Señor nos librará del poder de nuestro enemigo y adversario.

II

Violencia y discordia veo en la ciudad:
día y noche hacen la ronda
sobre sus murallas;

en su recinto, crimen e injusticia;
dentro de ella, calamidades;
no se apartan de su plaza
la crueldad y el engaño.

Si mi enemigo me injuriase,
lo aguantaría;
si mi adversario se alzase contra mí,
me escondería de él;

pero eres tú, mi compañero,
mi amigo y confidente,
a quien me unía una dulce intimidad:
Juntos íbamos entre el bullicio
por la casa de Dios.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre
y por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor nos librará del poder de nuestro enemigo y adversario.

Ant. 3. Encomienda a Dios tus afanes, que Él te sustentará.

III

Pero yo invoco a Dios,
y el Señor me salva:
por la tarde, en la mañana, al mediodía,
me quejo gimiendo.

Dios escucha mi voz:
su paz rescata mi alma
de la guerra que me hacen,
porque son muchos contra mí.

Dios me escucha, los humilla
el que reina desde siempre,
porque no quieren enmendarse
ni temen a Dios.

Levantan la mano contra su aliado,
violando los pactos;
su boca es más blanda que la manteca,
pero desean la guerra;
sus palabras son más suaves que el aceite,
pero son puñales.

Encomienda a Dios tus afanes,
que él te sustentará;
no permitirá jamás que el justo caiga.

Tú, Dios mío, los harás bajar a ellos
a la fosa profunda.
Los traidores y sanguinarios
no cumplirán ni la mitad de sus años.
Pero yo confío en ti.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre
y por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Encomienda a Dios tus afanes, que Él te sustentará.

VERSÍCULO

V. Hijo mío, haz caso de mi sabiduría.
R. Presta oído a mi inteligencia.

PRIMERA LECTURA

Del primer libro de Samuel 25, 14-24a. 28-39
DAVID Y ABIGAÍL

En aquellos días, uno de los servidores avisó a Abigaíl, mujer de Nabal:
«Mira que David ha enviado mensajeros desde el desierto para saludar a nuestro amo, y él los ha despreciado. Sin embargo, esos hombres han sido muy buenos con nosotros, y nada nos ha faltado mientras anduvimos con ellos, cuando estábamos en el campo. Fueron nuestra defensa noche y día, todo el tiempo que estuvimos con ellos guardando el ganado. Date cuenta y mira lo que debes hacer, porque ya está decretada la ruina de nuestro amo y de toda su casa; y él es tan insensato, que no se le puede decir nada.»
Tomó Abigaíl, a toda prisa, doscientos panes y dos odres de vino, cinco carneros ya preparados, cinco arrobas de trigo tostado, cien racimos de uvas pasas y doscientos panes de higos secos, y lo cargó todo sobré unos asnos, diciendo a sus servidores:
«Pasad delante de mí, y yo os seguiré.»
Pero nada dijo a Nabal, su marido. Cuando bajaba ella, montada en el asno, por lo espeso del monte, David y sus hombres bajaban en dirección contraria y se topó con ellos. David había dicho:
«Muy en vano he guardado en el desierto todo lo de este hombre, para que nada de lo suyo le faltase, pues ahora me devuelve mal por bien. Esto haga Dios a David y esto otro añada, si para el alba dejo con vida ni un solo varón de los de Nabal.»
Apenas vio a David, se apresuró Abigaíl a bajar del asno y, cayendo ante David, se postró en tierra y, arrojándose a sus pies, le dijo:
«Caiga sobre mí la falta, mi señor. Deja que tu sierva hable a tus oídos y escucha las palabras de tu sierva. Perdona, por favor, la falta de tu sierva, ya que ciertamente hará el Señor una casa permanente a mi señor, pues mi señor combate las batallas del Señor y no vendrá mal sobre ti en toda tu vida. Y, aunque se alza un hombre para perseguirte y buscar tu vida, la vida de mi señor está encerrada en la bolsa de la vida, junto al Señor tu Dios, mientras que la vida de los enemigos de mi señor la volteará en el hueco de la honda. Cuando haga el Señor a mi señor todo el bien que te ha prometido y te haya restablecido como caudillo de Israel, que no haya turbación ni remordimiento en el corazón de mi señor por haber derramado sangre inocente y haberse tomado mi señor la justicia por su mano; y, cuando el Señor haya favorecido a mi señor, acuérdate de tu sierva.»
David respondió a Abigaíl:
«Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que te ha enviado hoy a mi encuentro. Bendita sea tu prudencia y bendita tú misma, que me has impedido derramar sangre y tomarme la justicia por mi mano. De otro modo, ¡vive el Señor, Dios de Israel, que me ha impedido hacerte mal!, que, de no haberte apresurado a venir a mi encuentro, no le hubiera quedado a Nabal, al romper el alba, ni un solo varón.»
Tomó David de mano de ella lo que le traía y le dijo:
«Sube en paz a tu casa. Mira, he escuchado tu voz y he accedido a tu petición.»
Cuando Abigaíl volvió a donde se encontraba Nabal, estaba éste celebrando en su casa un banquete como de rey; tenía el corazón alegre y estaba completamente borracho. Ella no le dijo una palabra, ni grande ni pequeña, hasta el lucir del día. Por la mañana, cuando se le pasó el vino a Nabal, le contó su mujer lo sucedido; entonces el corazón se le murió en el pecho y él se quedó como una piedra. Al cabo de unos diez días, hirió el Señor a Nabal y murió.
Oyó David que Nabal había muerto y dijo:
«Bendito sea el Señor que ha defendido mi causa contra la injuria de Nabal y ha preservado a su siervo de hacer el mal. El Señor ha hecho caer la maldad de Nabal sobre su cabeza.»

RESPONSORIO 1 S 25, 33. 32; Mt 5, 7 

V. Tú me has impedido derramar sangre y tomarme la justicia por mi mano. 
R. Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que te ha enviado hoy a mi encuentro.
V. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán, misericordia.
R. Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que te ha enviado hoy a mi encuentro.

SEGUNDA LECTURA

Del Tratado de san Ireneo, obispo, contra las herejías (Libro 4, 20, 5-7: SC 100, 640-642. 644-648)
LA GLORIA DE DIOS CONSISTE EN QUE EL HOMBRE VIVA, Y LA VIDA DEL HOMBRE CONSISTE EN LA VISIÓN DE DIOS

La claridad de Dios vivifica y, por tanto, los que ven a Dios reciben la vida. Por esto, aquel que supera nuestra capacidad, que es incomprensible, invisible, se hace visible y comprensible para los hombres, se adapta a su capacidad, para dar vida a los que lo perciben y lo ven. Vivir sin vida es algo imposible, y la subsistencia de esta vida proviene de la participación de Dios, que consiste en ver a Dios y gozar de su bondad. Los hombres, pues, verán a Dios y vivirán, ya que esta visión los hará inmortales, al hacer que lleguen hasta la posesión de Dios. Esto, como dije antes, lo anunciaban ya los profetas de un modo velado, a saber, que verán a Dios los que son portadores de su Espíritu y esperan continuamente su venida. Como dice Moisés en el Deuteronomio: Aquel día veremos que puede Dios hablar a un hombre, y seguir éste con vida. Aquel que obra todo en todos es invisible e inefable en su ser y en su grandeza, con respecto a todos los seres creados por él, mas no por esto deja de ser conocido, porque todos sabemos, por medio de su Verbo, que es un solo Dios Padre, que lo abarca todo y que da el ser a todo; este conocimiento viene atestiguado por el evangelio, cuando dice: A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer. Así pues, el Hijo nos ha dado a conocer al Padre desde el principio; ya que desde el principio está con el Padre; él, en efecto, ha manifestado al género humano el sentido de las visiones proféticas, de la distribución de los diversos carismas, con sus ministerios; y en qué consiste la glorificación del Padre, y lo ha hecho de un modo consecuente y ordenado, a su debido tiempo y con provecho; porque donde hay orden allí hay armonía, y donde hay armonía allí todo sucede a su debido tiempo, y donde todo sucede a su debido tiempo allí hay provecho. Por esto, el Verbo se ha constituido en distribuidor de la gracia del Padre en provecho de los hombres, en cuyo favor ha puesto por obra los inescrutables designios de Dios, mostrando a Dios a los hombres, presentando al hombre a Dios; salvaguardando la invisibilidad del Padre, para que el hombre tuviera siempre un concepto muy elevado de Dios y un objetivo hacia el cual tender, pero haciendo también visible a Dios para los hombres, realizando así los designios eternos del Padre, no fuera que el hombre, privado totalmente de Dios, dejara de existir; porque la gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en la visión de Dios. En efecto, si la revelación de Dios a través de la creación es causa de vida para todos los seres que viven en la tierra, mucho más lo será la manifestación del Padre por medio del Verbo para los que ven a Dios.

RESPONSORIO Ml 2, 6; Sal 88, 22

V. «Una doctrina auténtica llevaba en su boca, y en sus labios no se hallaba maldad.
R. En paz y rectitud andaba conmigo», dice el Señor.
V. Mi mano estuvo siempre con él y mi brazo lo hizo valeroso.
R. «En paz y rectitud andaba conmigo», dice el Señor.

ORACIÓN

OH, Dios,
que otorgaste al obispo san Ireneo
mantener felizmente la doctrina verdadera y la paz de la Iglesia,
concédenos, por su intercesión,
renovados en la fe y en la caridad,
fomentar siempre la unidad y la concordia.
Por nuestro Señor Jesucristo.

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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