Martes, 16 Julio 2024

Martes, XV semana del Tiempo Ordinario (Año II) 3ª semana

Feriale
(de la Feria)

Oficio de Lecturas

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 INVITATORIO

Ant. Venid, adoremos a Cristo, Hijo de María Virgen. Aleluya.

Salmo 94

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
"No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto:
cuando vuestros padres me pusieron a prueba,
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras."

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Venid, adoremos a Cristo, Hijo de María Virgen. Aleluya.

 HIMNO 

María, pureza en vuelo,
Virgen de vírgenes, danos
la gracia de ser humanos
sin olvidarnos del cielo.
 
Enséñanos a vivir;
ayúdenos tu oración;
danos en la tentación
la gracia de resistir.
 
Honor a la Trinidad
por esta limpia victoria.
Y gloria por esta gloria
que alegra la cristiandad. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Se levanta Dios, y se dispersan los que lo odian.

Salmo 67
ENTRADA TRIUNFAL DEL SEÑOR
Subiendo a la altura, llevó cautivos y dio dones a los hombres (Ef 4, 8).
I

Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos,
huyen de su presencia los que lo odian;
como el humo se disipa, se disipan ellos;
como se derrite la cera ante el fuego,
así perecen los impíos ante Dios.
 
En cambio, los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios,
rebosando de alegría.
 
Cantad a Dios, tocad en su honor,
alfombrad el camino del que avanza por el desierto;
su nombre es el Señor:
alegraos en su presencia.
 
Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.
 
Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece;
sólo los rebeldes
se quedan en la tierra abrasada.
 
Oh Dios, cuando salías al frente de tu pueblo
y avanzabas por el desierto,
la tierra tembló, el cielo destiló
ante Dios, el Dios del Sinaí;
ante Dios, el Dios de Israel.
 
Derramaste en tu heredad, oh Dios una lluvia copiosa,
aliviaste la tierra extenuada;
y tu rebaño habitó en la tierra
que tu bondad, oh Dios, preparó para los pobres.

Ant. Se levanta Dios, y se dispersan los que lo odian.

Ant. 2. Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.

II

El Señor pronuncia un oráculo,
millares pregonan la alegre noticia:
"los reyes, los ejércitos van huyendo, van huyendo;
las mujeres reparten el botín.
 
Mientras reposabais en los apriscos,
las palomas batieron sus alas de plata,
el oro destellaba en sus plumas.
Mientras el Todopoderoso dispersaba a los reyes,
la nieve bajaba sobre el Monte Umbrío".
 
Las montañas de Basán son altísimas,
las montañas de Basán son escarpadas;
¿por qué tenéis envidia, montañas escarpadas,
del monte escogido por Dios para habitar,
morada perpetua del Señor?
 
Los carros de Dios son miles y miles:
Dios marcha del Sinaí al santuario.
Subiste a la cumbre llevando cautivos,
te dieron tributo de hombres:
incluso los que se resistían
a que el Señor Dios tuviera una morada.
 
Bendito el Señor cada día,
Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación.
Nuestro Dios es un Dios que salva,
el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.
 
Dios aplasta las cabezas de sus enemigos,
los cráneos de los malvados contumaces.
Dice el Señor: "Los traeré desde Basán,
los traeré desde el fondo del mar;
teñirás tus pies en la sangre del enemigo
y los perros la lamerán con sus lenguas".

Ant. Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.

Ant. 3. Reyes de la tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor.

III

Aparece tu cortejo, oh Dios,
el cortejo de mi Dios, de mi Rey,
hacia el santuario.
 
Al frente, marchan los cantores;
los últimos, los tocadores de arpa;
en medio, las muchachas van tocando panderos.
 
"En el bullicio de la fiesta, bendecid a Dios,
al Señor, estirpe de Israel".
 
Va delante Benjamín, el más pequeño;
los príncipes de Judá con sus tropeles;
los príncipes de Zabulón,
los príncipes de Neftalí.
 
Oh Dios, despliega tu poder,
tu poder, oh Dios, que actúa en favor nuestro.
A tu templo de Jerusalén
traigan los reyes su tributo.
 
Reprime a la fiera del cañaveral,
al tropel de los toros,
a los novillos de los pueblos.
 
Que se te rindan con lingotes de plata:
dispersa las naciones belicosas.
Lleguen los magnates de Egipto,
Etiopía extienda sus manos a Dios.
 
Reyes de la tierra, cantad a Dios,
tocad para el Señor,
que avanza por los cielos,
los cielos antiquísimos,
que lanza su voz, su voz poderosa:
"reconoced el poder de Dios".
 
Sobre Israel resplandece su majestad,
y su poder sobre las nubes.
Desde el santuario, Dios impone reverencia:
es el Dios de Israel
quien da fuerza y poder a su pueblo.
 
¡Dios sea bendito!

Ant. Reyes de la tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor.

VERSÍCULO

V. Voy a escuchar lo que dice el Señor.
R. Dios anuncia la paz a su pueblo.

PRIMERA LECTURA

Del primer libro de los Reyes 19, 1-9a. 11-21
EL SEÑOR SE MANIFIESTA A ELÍAS

En aquellos días, Ajab refirió a Jezabel cuanto había hecho Elías y cómo había pasado a cuchillo a todos los profetas. Envió Jezabel un mensajero a Elías, diciendo:
«Que los dioses me hagan esto y me añadan esto otro, si mañana a estas horas no te he puesto a ti como a uno de ellos.»
Él tuvo miedo, se levantó y se fue para salvar su vida. Llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su criado. Él caminó por el desierto una jornada de camino, y fue a sentarse bajo una retama. Se deseó la muerte y dijo:
«¡Basta ya, Señor! ¡Toma mi vida, porque no soy mejor que mis padres!» Se acostó y se durmió bajo una retama, pero un ángel lo tocó y le dijo:
«Levántate y come.»
Miró y vio a su cabecera una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió y bebió y se volvió a acostar. Volvió por segunda vez el ángel del Señor, lo tocó y le dijo:
«Levántate y come, porque el camino que te queda por andar es demasiado largo.» 
Se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios, el Horeb. Allí entró en una cueva, y pasó en ella la noche. Le fue dirigida la palabra del Señor, que le dijo:
«Sal y ponte en el monte ante el Señor.» ^
Y he aquí que el Señor pasaba. Hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebrantaba las rocas ante el Señor; pero no estaba el Señor en el huracán. Después del huracán, sobrevino un temblor de tierra; pero no estaba el Señor en el terremoto. Después del temblor, vino fuego; pero no estaba el Señor en el fuego. Después del fuego, se percibió un murmullo ligero de una suave brisa. Al oírlo Elías cubrió su rostro con el manto, salió y se puso a la entrada de la cueva. Le fue dirigida una voz que le dijo:
«¿Qué haces aquí, Elías?»
Él respondió:
«Ardo en celo por el Señor, Dios de los ejércitos, porque los hijos de Israel te han abandonado, han derribado, tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela.»
El Señor le dijo:
«Anda, vuelve por tu camino hacia el desierto de Damasco. Vete y unge a Jazael como rey de Aram. Ungirás a Jehú, hijo de Nimsí, como rey de Israel, y a Eliseo, hijo de Safat, de Abel-Mejolá, lo ungirás como profeta en tu lugar. Al que escape a la espada de Jazael lo hará morir Jehú, y al que escape a la espada de Jehú lo hará morir Eliseo. Pero me reservaré siete mil en Israel; todas las rodillas que no se doblaron ante Baal, y todas las bocas que no lo besaron.»
Partió Elías de allí y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando. Había delante de él doce yuntas y él estaba con la duodécima. Pasó Elías junto a él y le echó su manto encima. Eliseo abandonó los bueyes, corrió tras de Elías y le dijo:
«Déjame ir a besar a mi padre y a mi madre y te seguiré.»
Le respondió:
«Anda, vuélvete, pero mira lo que he hecho contigo.»
Volvió atrás Eliseo, tomó el par de bueyes y los sacrificó, asó su carne con el yugo de los bueyes y la repartió a sus gentes, que comieron. Después se levantó, se fue tras de Elías y entró a su servicio.

RESPONSORIO Cf. Ex 33, 22. 20; Jn 1, 18

V. Dijo Dios a Moisés: «Cuando pase mi gloria ante ti, te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado; 
R. Pues nadie puede ver a Dios y seguir viviendo.»
V. Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien nos lo ha dado a conocer.
R. Pues nadie puede ver a Dios y seguir viviendo.

SEGUNDA LECTURA

De los sermones de san León Magno, papa
(Sermón 1 en la Natividad del Señor, 2. 3: PL 54,191-192)
MARÍA, ANTES DE CONCEBIR CORPORALMENTE, CONCIBIÓ EN SU ESPÍRITU

Dios elige a una virgen de la descendencia real de David; y esta virgen, destinada a llevar en su seno el fruto de una sagrada fecundación, antes de concebir corporalmente a su prole, divina y humana a la vez, la concibió en su espíritu. Y, para que no se espantara, ignorando los designios divinos, al observar en su cuerpo unos cambios inesperados, conoce, por la conversación con el ángel, lo que el Espíritu Santo ha de operar en ella. Y la que ha de ser Madre de Dios confía en que su virginidad ha de permanecer sin detrimento. ¿Por qué había de dudar de este nuevo género de concepción, si se le promete que el Altísimo pondrá en juego su poder? Su fe y su confianza quedan, además, confirmadas cuando el ángel le da una prueba de la eficacia maravillosa de este poder divino, haciéndole saber que Isabel ha obtenido también una inesperada fecundidad: el que es capaz de hacer concebir a una mujer estéril puede hacer lo mismo con una mujer virgen. Así, pues, el Verbo de Dios, que es Dios, el Hijo de Dios, que en el principio estaba junto a Dios, por medio del cual se hizo todo, y sin el cual no se hizo nada, se hace hombre para librar al hombre de la muerte eterna; se abaja hasta asumir nuestra pequeñez, sin menguar por ello su majestad, de tal modo que, permaneciendo lo que era y asumiendo lo que no era, une la auténtica condición de esclavo a su condición divina, por la que es igual al Padre; la unión que establece entre ambas naturalezas es tan admirable, que ni la gloria de la divinidad absorbe la humanidad, ni la humanidad disminuye en nada la divinidad. Quedando, pues, a salvo el carácter propio de cada una de las naturalezas, y unidas ambas en una sola persona, la majestad asume la humildad, el poder la debilidad, la eternidad la mortalidad; y, para saldar la deuda contraída por nuestra condición pecadora, la naturaleza invulnerable se une a la naturaleza pasible, Dios verdadero y hombre verdadero se conjugan armoniosamente en la única persona del Señor; de este modo, tal como convenía para nuestro remedio, el único y mismo mediador entre Dios y los hombres pudo a la vez morir y resucitar, por la conjunción en él de esta doble condición. Con razón, pues, este nacimiento salvador había de dejar intacta la virginidad de la madre, ya que fue a la vez salvaguarda del pudor y alumbramiento de la verdad. Tal era, amadísimos, la clase de nacimiento que convenía a Cristo, fuerza y sabiduría de Dios; con él se mostró igual a nosotros por su humanidad, superior a nosotros por su divinidad. Si no hubiera sido Dios verdadero, no hubiera podido remediar nuestra situación; si no hubiera sido hombre verdadero, no hubiera podido darnos ejemplo.
Por eso, al nacer el Señor, los ángeles cantan llenos de gozo: Gloria a Dios en el cielo, y proclaman: y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Ellos ven, en efecto, que la Jerusalén celestial se va edificando por medio de todas las naciones del orbe. ¿Cómo, pues, no habría de alegrarse la pequeñez humana ante esta obra inenarrable de la misericordia divina, cuando incluso los coros sublimes de los ángeles encontraban en ella un gozo tan intenso?

RESPONSORIO

V. Celebremos la festividad de la gloriosa Virgen María, en cuya humildad puso el Señor sus ojos.
R. Ella concibió al Salvador del mundo, como el ángel lo anunció.
V. Cantemos alabanzas a Cristo en este día, al celebrar las glorias de la admirable Madre de Dios.
R. Ella concibió al Salvador del mundo, como el ángel lo anunció.

ORACIÓN

Te suplicamos, Señor, que por la poderosa intercesión de la Virgen María, en su advocación del Monte Carmelo, nos ayude y nos haga llegar hasta Cristo, monte de salvación. Él que vive y reina contigo.

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.  
R. Demos gracias a Dios.

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