ABRAHÁN
(Abraam) La figura de Abrahán se encuentra en el corazón de la reflexión paulina sobre la justificación del hombre ante Dios, primero en Gal 3,6-29; 4,22; y luego en Rom 4,1-25; 9,7; 11,1 (la única alusión a Abrahán en las otras epístolas está en 2 Cor 11,22). Cuando la literatura judía posexílica interpreta la historia de Abrahán (Gn 12-25), insiste sobre todo en dos aspectos: por una parte, se cuenta a Abrahán entre los justos debido a su fidelidad en las pruebas a las que se vio sometido a lo largo de toda su existencia (1 Mac 2,52; Eclo 44,21); por otra, Abrahán fue fiel a la ley de Dios (Eclo 44,20; cf. también Jubileos 23,10), aceptando la circuncisión (Eclo 44,21), signo de su pertenencia al pueblo elegido (cf. Gn 17,4-14). En este marco de la alianza es donde se reconoce la fe de Abrahán (Gn 15,6). Así, para el judaismo, la fe en Dios y la observancia de la ley son inseparables. Al aceptar la circuncisión, Abrahán anticipa el don de la ley: los descendientes de Abrahán son los que siguen sus caminos. Al contrario del judaismo, Pablo insiste unilate-ralmente en el hecho de que Abrahán fue declarado justo independientemente de todo esfuerzo por observar la ley: sólo la fe justifica a Abrahán (Gal 3,6), antes de ser circuncidado (Rom 4,10). Esta confianza en las promesas de Dios se le computó como justicia (Rom 4,3.9.22). Para Pablo, Abrahán es el tipo del creyente por haber tenido fe en Dios (Rom 4,3). Su actitud prefigura al ser cristiano (Rom 4,24): es justificado, no aquel que cumple las obras de la ley (Gal 2,16; 3,10-12), sino el que, en la fe, se entrega a la gracia de Dios, habiendo recibido de él la palabra de bendición que hace vivir (Gal 3,9). En la medida en que, en la fe, se mantienen delante de Dios como lo hizo Abrahán (Rom 4,17), esperándolo todo de su palabra, los paganos pertenecen también a su descendencia (Gal 3,6-9). E. Cu. AA. VV., Vocabulario de las epístolas paulinas, Verbo Divino, Navarra, 1996