Salmos 40 Biblia del Peregrino (Luis Alonso Schökel, 1993) | 18 versitos |
1 Al director de coro. De David. Salmo.
2 Yo esperaba con ansia al Señor: se inclinó a mí y escuchó mi grito.
3 Me levantó de la fosa fatal, de la charca fangosa. Afianzó mis pies sobre una peña. y aseguró mis pasos.
4 Me puso en la boca un canto nuevo de alabanza a nuestro Dios. Muchos al verlo quedaron sobrecogidos y confiaron en el Señor.
5 ¡Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor, y no acude a idolatrías que extravían con engaños.
6 ¡Cuántas maravillas has hecho tú, Señor Dios mío, cuántos planes en favor nuestro! Eres incomparable. Intento decirlas y contarlas, pero superan toda descripción.
7 Sacrificios y ofrendas no los quieres; me has cavado oídos; no pides holocaustos ni víctimas expiatorias.
8 Entonces yo digo: aquí he venido. En el texto del rollo se escribe de mí
9 que he de cumplir tu voluntad: y yo lo quiero, Dios mío, llevo tu instrucción en las entrañas.
10 He proclamado el derecho a una asamblea numerosa. No he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes.
11 No me he guardado en el pecho tu justicia, he anunciado tu verdad y tu salvación, no he negado tu lealtad y fidelidad a la asamblea numerosa.
12 Tú, Señor, no me cierres tus entrañas, que tu lealtad y fidelidad me guarden siempre.
13 pues me cercan desgracias sin cuento, mis culpas me dan alcance y no puedo ver; son más que los pelos de la cabeza y me falta el valor.
14 Dígnate librarme, Señor, date prisa, Señor, en socorrerme.
15 Sufran una derrota ignominiosa los que me persiguen a muerte, retrocedan confundidos los que desean mi daño.
16 Queden mudos de vergüenza los que se burlan: Ja, ja.
17 Que te festejen y celebren los que te buscan; los que desean tu salvación digan siempre: ¡Grande es el Señor!
18 Yo soy un pobre desgraciado, pero el Señor se cuida de mí. Tú eres mi auxilio y mi salvador, ¡Dios mío, no tardes!

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Introducción a Salmos

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