I Reyes 2 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 46 versitos |
1
Testamento y muerte de David.
Se acercaban los días de la muerte de David. Aconsejó a su hijo Salomón:
2 «Yo emprendo el camino de todos. Ten valor y sé hombre.
3 Guarda lo que Yahvé tu Dios manda guardar, siguiendo sus caminos, observando sus preceptos, órdenes, sentencias e instrucciones, según está escrito en la ley de Moisés. Así tendrás éxito en cuanto emprendas, según todo lo que te aconsejo.
4 Así Yahvé cumplirá la promesa que hizo diciendo: “(Si tus hijos guardan su senda, caminado fielmente en mi presencia, con todo su corazón y toda su alma) no te faltará uno de los tuyos sobre el trono de Israel.”
5 «Tú sabes bien lo que me hizo Joab, hijo de Sarvia, lo que hizo a los dos jefes de los ejércitos de Israel: a Abner, hijo de Ner, y a Amasá, hijo de Yéter: los asesinó, derramando en tiempo de paz sangre de guerra; ha manchado de sangre inocente la faja de mi cintura y la sandalia de mis pies.
6 Haz lo que tu prudencia te dicte, pero no permitas que sus canas desciendan en paz al Seol.
7 En cambio, a los hijos de Barcilay de Galaad los tratarás con magnanimidad. Los contarás entre los que comen a tu mesa, porque también ellos se portaron como parientes míos cuando yo huía de tu hermano Absalón.
8 Ahí tienes a Semeí, hijo de Guerá, el benjaminita de Bajurín, que me lanzó atroces maldiciones el día en que yo iba a Majanáin; pero bajó a mi encuentro al Jordán y entonces le juré por Yahvé: “No te mataré a espada”.
9 Pero tú no lo dejes impune; eres hombre avisado y sabrás qué hacer con él para que sus canas bajen en sangre al Seol.»
10 David reposó con sus antepasados y lo sepultaron en la Ciudad de David.
11 David reinó sobre Israel cuarenta años; en Hebrón reinó siete años y en Jerusalén treinta y tres.
12 Salomón se sentó en el trono de David su padre y el reino quedó establecido sólidamente en su mano.
13
Muerte de Adonías.
Adonías, hijo de Jaguit, fue donde Betsabé, madre de Salomón. Ella le preguntó: «¿En son de paz?» Respondió: «Paz.»
14 Y añadió: «Tengo algo que decirte.» Ella dijo: «Dilo.»
15 Respondió: «Tú sabes que el poder real me pertenecía y que todos los israelitas tenían puestos los ojos en mí para hacerme rey; pero el poder real me dio la espalda y fue a parar a mi hermano, pues Yahvé lo tenía destinado para él.
16 Ahora pues, tengo un único ruego que hacerte y no me apartes la cara. Ella le dijo: «Habla.»
17 Él dijo: «Habla, por favor, al rey Salomón, que a ti no te volverá la cara. Que me dé por mujer a Abisag, la sunamita.»
18 Betsabé contestó: «Está bien. Hablaré al rey en favor tuyo.»
19 Betsabé entró donde el rey Salomón para interceder en favor de Adonías. El rey se levantó a su encuentro, hizo una inclinación ante ella, y tomó luego asiento en su trono. Dispuso un trono para la madre del rey, que tomó asiento a su derecha.
20 Ella dijo: «Tengo sólo un pequeño ruego que hacerte, no me vuelvas la cara.» El rey contestó: «Expón tu ruego, madre, que no te volveré la cara.»
21 Ella continuó: «Que Abisag, la sunamita, sea entregada por mujer a tu hermano Adonías.»
22 El rey Salomón replicó a su madre: «¿Por qué pides tú a Abisag, la sunamita, para Adonías? Pide también para él el poder real, pues, además de ser mi hermano mayor, ya tiene de su parte al sacerdote Abiatar y a Joab, hijo de Sarvia.»
23 El rey Salomón juró entonces por Yahvé: «Así me castigue Yahvé una y mil veces, si al decir tal cosa no se ha jugado Adonías la vida.
24 ¡Vive Yahvé, quien me ha entronizado y consolidado sobre el trono de David mi padre, y me ha dado una dinastía, tal como había prometido, que Adonías será hoy hombre muerto!»
25 El rey Salomón envió a Benaías, hijo de Joadá, que cargó sobre él y lo mató.
26
Suerte de Abiatar y de Joab.
En cuanto al sacerdote Abiatar, el rey le dijo: «¡A Anatot, ve a tus tierras! ¡Eres reo de muerte! Aunque, en esta ocasión, no voy a matarte, en atención a que llevabas el arca de mi Señor Yahvé en presencia de mi padre David y que compartiste todas las tribulaciones de mi padre.»
27 Salomón destituyó a Abiatar de su función como sacerdote de Yahvé, cumpliendo así la palabra que Yahvé había sentenciado contra la casa de Elí en Siló.
28 El rumor de lo sucedido llegó a Joab, quien había tomado partido por Adonías —aunque no por Absalón—. Joab huyó entonces a la Tienda de Yahvé y se agarró a los cuernos del altar.
29 Comunicaron al rey Salomón: «Joab ha huido a la Tienda de Yahvé y allí está, al lado del altar.» Salomón envió a decir a Joab: «¿Qué te sucede, que has huido al altar?» Joab respondió: «He tenido miedo de ti y he huido a Yahvé.» Salomón envió a Benaías, hijo de Joadá, con esta orden: «Ve, carga contra él.»
30 Benaías entró en la Tienda de Yahvé y le dijo: «Así dice el rey: “Sal”.» Respondió: «No, aquí moriré.» Benaías llevó respuesta al rey: «Así ha hablado Joab y así le he respondido.»
31 El rey le dijo: «Haz como él ha dicho. ¡Carga contra él y entiérralo! Así apartarás de mí y de la casa de mi padre la sangre inocente, derramada por Joab.
32 ¡Que Yahvé haga recaer su sangre sobre su cabeza por haber cargado contra dos hombres más justos y mejores que él, asesinándolos con la espada, —sin que mi padre David supiera nada de ello—: a Abner, hijo de Ner, jefe del ejército de Israel, y a Amasá, hijo de Yéter, jefe del ejército de Judá.
33 ¡Que la sangre de ellos recaiga sobre la cabeza de Joab y la de su descendencia para siempre! ¡Para David, su descendencia, su casa y su trono, haya paz perpetua de parte de Yahvé!»
34 Benaías, hijo de Joadá, subió, cargó contra Joab y lo mató. Luego lo enterraron en su casa, en el desierto.
35 En su lugar, el rey puso al frente del ejército a Benaías, hijo de Joadá, y en lugar de Abiatar, puso a Sadoc, el sacerdote.
36
Muerte de Semeí.
El rey envió a llamar a Semeí y le dijo: «Hazte una casa en Jerusalén y vive en ella. No saldrás de allí ni a un lado ni a otro.
37 Ten por cierto que el día en que salgas y cruces el torrente Cedrón, morirás y tu sangre caerá sobre tu cabeza.»
38 Semeí dijo al rey: «Está bien lo que dices. Tu siervo hará como el rey mi señor ha dicho.» Semeí permaneció en Jerusalén por mucho tiempo.
39 Pero al cabo de tres años, dos siervos de Semeí huyeron a donde Aquis, hijo de Maacá, rey de Gat. Se lo comunicaron a Semeí: «Tus siervos están en Gat.»
40 Semeí se alzó, aparejó su asno y marchó a Gat, donde Aquis, en busca de sus siervos. Fue y se trajo de Gat a sus siervos.
41 Informaron a Salomón: «Semeí ha ido de Jerusalén a Gat y ha traído a sus siervos.»
42 El rey envió a llamar a Semeí y le dijo: «¿No te hice jurar por Yahvé y te advertí: “El día en que salgas para ir a dondequiera que sea ten por cierto que morirás y tú asentiste a lo que escuchabas?”.
43 ¿Por qué no has guardado el juramento pronunciado ante Yahvé y la orden que te impuse?»
44 El rey añadió: «Tú sabes todo el mal —bien lo recuerdas— que hiciste a David mi padre. ¡Que Yahvé haga recaer toda tu maldad sobre tu cabeza!
45 Pero ¡el rey Salomón sea bendito y el trono de David se mantenga firme por siempre ante Yahvé!»
46 El rey dió instrucciones a Benaías, hijo de Joadá, que salió y cargó contra él hasta que murió.
El poder real quedó entonces consolidado en manos de Salomón.

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Introducción a I Reyes

Los libros de los Reyes , como los de Samuel, constituían una sola obra en la Biblia hebrea. Corresponden a los dos últimos libros de los Reinos en la traducción griega, y de los Reyes en la Vulgata.

Son la continuación de los libros de Samuel, y 1 R 1-2 contiene la parte final del gran documento de 2 S 9-20. La larga narración del reinado de Salomón, 1 R 3-11, detalla la excelencia de su sabiduría, el esplendor de sus construcciones, sobre todo del Templo de Jerusalén, y la abundancia de sus riquezas. Es ciertamente una época gloriosa, pero el espíritu conquistador del reino de David ha desaparecido: se conserva, se organiza y, sobre todo, se saca partido de los triunfos de David. Se mantiene la oposición entre las dos fracciones del pueblo, y a la muerte de Salomón, en 931, el reino se divide: las diez tribus del Norte llevan a cabo una secesión agravada por un cisma religioso, 1 R 12-13. La historia paralela de los dos reinos de Israel y Judá se desarrolla de 1 R 14 a 2 R 17: con frecuencia es la historia de las luchas entre estos reinos hermanos, es también la de los asaltos del exterior por parte de Egipto contra Judá y de los arameos por el Norte. El peligro arrecia cuando los ejércitos asirios intervienen en la región, primero en el siglo IX, con más fuerza en el siglo VIII, cuando Samaría cae bajo sus golpes el 721, mientras que Judá se ha declarado ya vasallo. La historia, limitada ya a Judá, prosigue hasta la ruina de Jerusalén el 587 en 2 R 18-25 21. La narración se alarga al tratar de dos reinados, el de Ezequías, 2 R 18-20, y el de Josías, 2 R 22-23, marcados por un despertar nacional y una reforma religiosa. Los grandes acontecimientos políticos son entonces la invasión de Senaquerib bajo Ezequías el 701, en respuesta a la denegación del tributo asirio y, bajo Josías, la ruina de Asiria y la formación del imperio caldeo. Judá hubo de someterse a los nuevos amos de Oriente, pero pronto se rebeló. El castigo no se hizo esperar: el 597, los ejércitos de Nabucodonosor conquistaron Jerusalén y llevaron cautivos a una parte de sus habitantes; diez años después un amago de independencia provocó una segunda intervención de Nabucodonosor, que terminó el 587 con la ruina de Jerusalén y una segunda deportación. Reyes concluye con dos breves apéndices, 2Re_25:22-30 .

La obra cita nominalmente tres de sus fuentes, una Historia de Salomón, los Anales de los reyes de Israel y los Anales de los reyes de Judá, pero también existieron otras: además de la parte final del gran documento davídico, 1 R 1-2, una descripción del Templo, de origen sacerdotal, 1 R 6-7, y, sobre todo, una historia de Elías compuesta hacia fines del siglo IX y una historia de Eliseo un poco posterior; estas dos historias forman la base de los ciclos de Elías, 1 R 17 - 2 R 1, y de Eliseo, 2 R 2-13. Los relatos del reinado de Ezequías que presentan en escena a Isaías, 2Re_18:17-20:19, provienen de los discípulos de este profeta.

Cuando la utilización de las fuentes no lo impide, los sucesos quedan encerrados en un marco uniforme: se trata cada reinado como una unidad independiente y completa, su comienzo y su fin se señalan casi con las mismas fórmulas, en las que jamás falta un juicio sobre la conducta religiosa del rey. Se condena a todos los reyes de Israel a causa del pecado original de este reino, la fundación del santuario de Betel; entre los reyes de Judá, ocho solamente son alabados por su fidelidad general a las prescripciones de Yahvé. Pero esta alabanza queda restringida seis veces por la observación de que los altos no desaparecieron; únicamente Ezequías y Josías reciben una aprobación sin reservas.

Estos juicios se inspiran evidentemente en la ley del Deuteronomio sobre la unidad del santuario. Más aún: el descubrimiento del Deuteronomio bajo Josías y la reforma religiosa que inspiró señalan el punto culminante de toda esta historia, y toda la obra es una demostración de la tesis fundamental del Deuteronomio, repetida en 1 R 8 y 2 R 17: si el pueblo observa la alianza concluida con Dios, será bendecido; si la rompe, será castigado. Este influjo deuteronomista se encuentra también en el estilo, siempre que el redactor desarrolla o comenta sus fuentes.

Es probable que una primera redacción deuteronomista fuera hecha antes del Destierro, antes de la muerte de Josías en Meguidó el 609, y la alabanza otorgada a este rey, 2Re_23:25 (menos las últimas palabras) sería la conclusión de la obra primitiva. Una segunda edición, asimismo deuteronomista, se hizo durante el Destierro: después del 562, si se le atribuye el final del libro, 2Re_25:22-30 , o algo antes si ponemos su punto final después del relato de la segunda deportación, 2Re_25:21 , que tiene trazas de ser una conclusión. Hubo, finalmente, algunas adiciones, durante y después del Destierro.

Los libros de los Reyes se han de leer con el espíritu con que fueron escritos, como una historia de salvación: la ingratitud del pueblo elegido, la ruina sucesiva de las dos fracciones de la nación parecen llevar al fracaso el plan de Dios; pero siempre queda, para defender el futuro, un grupo de fieles que no han doblado las rodillas ante Baal, un resto de Sión que guarda la Alianza. La firmeza de las disposiciones divinas se manifiesta en la admirable subsistencia del linaje davídico, depositario de las promesas mesiánicas, y el libro, en su forma definitiva, se cierra con la gracia concedida a Jeconías, como aurora de una redención.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

I Reyes 2,1
NOTAS

2 Este «testamento», en el que David confía a Salomón la ejecución de sus venganzas personales refleja las ideas de esta época del AT sobre la venganza de sangre y sobre la eficacia persistente de las maldiciones, ver 1Re_2:8. Los vv. 1Re_2:3-4 son una adición al antiguo relato en estilo deuteronómico. 1Re_2:4 yuxtapone dos referencias bíblicas.


I Reyes 2,2
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jos_23:14; Deu_17:18-20

I Reyes 2,3
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Deu_29:8 [Deu_29:9]

I Reyes 2,4
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Sa_7:11-16

I Reyes 2,5
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Sa_3:27; 2Sa_20:10

NOTAS

2:5 Texto según las versiones; hebr. «manchando con sangre de guerra la faja de su cintura y las sandalias de sus pies». -Los crímenes de Joab han manchado el honor militar de David, a quien se pudo acusar de ser su instigador, 2Sa_16:7. Pesa, pues, sobre el rey y sus descendientes una venganza de sangre, que sólo puede extinguirse hiriendo al verdadero culpable.

I Reyes 2,6
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Núm_16:33+

I Reyes 2,7
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Sa_17:27 s; 2Sa_19:32 s [2Sa_19:31]

I Reyes 2,8
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Sa_16:5 s

[2] 2Sa_19:19 s [2Sa_19:18]

NOTAS

2:8 La maldición de Semeí pesará sobre los descendientes de David, porque la maldición (como la bendición) es eficaz. Para anularla, hay que volverla contra su autor (1Re_2:44-45). A David se lo ha impedido su juramento, pero éste no obliga a Salomón.

I Reyes 2,9
NOTAS

2:9 «Pero tú» Vulg.; «ahora» hebr.

I Reyes 2,10
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Sa_5:9+

I Reyes 2,11
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |1Cr_29:26-27

I Reyes 2,15
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Gén_4:5+

NOTAS

2:15 Como a primogénito.

I Reyes 2,19
NOTAS

2:19 Estos honores contrastarán con el humilde recibimiento que David dispensó a Betsabé, 1Re_1:16, 1Re_1:31. Salomón no testifica solamente un respeto filial. La «madre del rey» tenía un rango oficial y poderes que sobrepasaban los que una madre tiene sobre su hijo. Llevaba el título de guebirá, la «Gran Dama».

I Reyes 2,22
NOTAS

2:22 Poseer a una de las mujeres del rey muerto o destituido, confiere un título a la sucesión, ver 2Sa_3:7; 2Sa_16:22. -«tiene de su parte al sacerdote Abiatar» versiones; «(pide también para él...) y para Abiatar y para Joab» hebr.

I Reyes 2,23
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Rut_1:17+

I Reyes 2,24
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Sa_7:11-16

I Reyes 2,26
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jer_1:1

NOTAS

2:26 Ciudad levítica cerca de Jerusalén.

I Reyes 2,27
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Sa_2:30-36

I Reyes 2,28
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Éxo_27:2+; 1Re_1:50

I Reyes 2,29
NOTAS

2:29 El hebr. ha saltado de este «Salomón envió», al segundo «Salomón envió». El texto está conservado por el griego.

I Reyes 2,30
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Éxo_21:14

NOTAS

2:30 Benaías ha tratado de aplicar el procedimiento de Éxo_21:14, que corresponde exactamente al caso de Joab: «Al que se atreva a matar a su prójimo con alevosía, hasta de mi altar lo arrancarás para matarlo», pero Joab quiere echar sobre Salomón la odiosidad de una profanación del lugar santo.

I Reyes 2,31
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Re_2:5+

I Reyes 2,36
NOTAS

2:36 Salomón impone a Semeí, bajo pena de muerte, el residir en Jerusalén y le obliga con juramento. Como Semeí resulta perjuro, se le ejecuta «justamente». Pero Salomón revela, 1Re_2:44, que el motivo real es la maldición antaño pronunciada contra David.

I Reyes 2,39
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Sa_21:11 [1Sa_21:10]; 1Sa_27:2 s