II Reyes  6 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 33 versitos |
1
El hacha perdida y hallada.
Los discípulos de los profetas dijeron a Eliseo: «Mira, el lugar en el que residimos bajo tu dirección, es demasiado estrecho para nosotros.
2 Iremos al Jordán, tomaremos una viga cada uno y nos construiremos allí un lugar donde habitar.» Él respondió: «Id.»
3 Uno de ellos dijo: «¿Querrás, por favor, venir con tus siervos?» Él respondió: «Sí, iré.»
4 Los acompañó y, al llegar al Jordán, se pusieron a cortar madera.
5 Cuando uno de ellos derribaba un tronco, el hierro del hacha cayó al agua, y gritó: «¡Ay, mi señor, que era prestada!»
6 El hombre de Dios preguntó: «¿Dónde ha caído?» Le indicó el lugar y (Eliseo) cortó un palo, lo tiró hacia allí y sacó el hierro a flote.
7 Dijo: «Súbelo.» Él extendió su mano y lo alcanzó.
8
4. GUERRAS ARAMEAS
Eliseo captura un destacamento arameo.
El rey de Aram estaba en guerra con Israel y tomó consejo con sus siervos diciendo: «Acamparé en tal y tal lugar.»
9 El hombre de Dios envió a decir al rey de Israel: «Cuidado con pasar por tal lugar, porque los arameos están allí acampados.»
10 El rey de Israel envió entonces gente al lugar que el hombre de Dios le había dicho. Éste le alertó más de dos y tres veces sobre aquel lugar y el rey montaba allí vigilancia.
11 El rey de Aram, muy alarmado por este hecho, convocó a sus oficiales y les dijo: «¿No sois capaces de asegurar la información? ¿Quién de los nuestros está de parte del rey de Israel?»
12 Uno de los oficiales dijo: «Nadie, rey mi señor. Lo que sucede es que Eliseo, el profeta que hay en Israel, comunica al rey de Israel todo lo que tú dices en el interior de tu cámara.»
13 Él dijo: «Id y averiguad dónde se encuentra para enviar a prenderlo.» Le informaron: «Está en Dotán.»
14 Envió allí caballos, carros y un fuerte destacamento. Llegaron de noche y pusieron cerco a la ciudad.
15 Cuando el criado del hombre de Dios se levantó de mañana y salió fuera, vió el destacamento que rodeaba la ciudad con caballos y carros, y preguntó: «¡Ay, mi señor!, ¿cómo vamos a hacer?»
16 Él respondió: «No temas. Están más con nosotros que con ellos.»
17 Entonces Eliseo oró diciendo: «Yahvé, abre sus ojos para que vea.» Yahvé abrió los ojos del criado y vio la montaña cubierta de caballos y carros de fuego en torno a Eliseo.
18 (Los arameos) descendieron contra él y Eliseo suplicó a Yahvé diciendo: «Hiere a esa gente con una luz cegadora.» Y los deslumbró, conforme a la palabra de Eliseo.
19 Eliseo les dijo: «No es éste el camino ni es ésta la ciudad. Seguidme y os conduciré al hombre que buscáis.» Y los condujo a Samaría.
20 Cuando entraban en Samaría, Eliseo dijo: «Abre, Yahvé, sus ojos para que vean.» Yahvé abrió sus ojos y vieron sorprendidos que estaban en medio de Samaría.
21 Cuando el rey de Israel los vio, dijo a Eliseo: «¿Los ataco, padre mío?»
22 Él respondió: «No los ataques. ¿Matas tú acaso a quienes has hecho prisioneros con tu espada y con tu arco? Ofréceles pan y agua para que coman y beban y vuelvan a su señor.»
23 Les sirvió un gran banquete y, luego que comieron y bebieron, los despidió y regresaron a su señor. Las bandas de arameos dejaron de invadir la tierra de Israel.
24
Hambre en el sitio de Samaría.
Tiempo después, Ben Hadad, rey de Aram, movilizó todas sus tropas, se puso en marcha y sitió Samaría.
25 El hambre arreciaba en Samaría y el asedio se prolongaba hasta el punto de que una cabeza de asno llegó a venderse a ochenta siclos de plata, y un par de cebollas silvestres a cinco siclos de plata.
26 El rey de Israel pasaba por la muralla cuando una mujer le gritó: «¡Ayúdame, rey, mi señor!»
27 Él respondió: «No (hables así). ¡Que Yahvé te salve! ¿De dónde puedo yo sacar ayuda?, ¿de la era o del lagar?»
28 El rey le preguntó: «¿Qué te aflige?» Ella respondió: «La mujer esa me dijo: “Entrega a tu hijo y lo comeremos hoy; y mañana comeremos el mío.”
29 Así que cocimos a mi hijo y lo comimos. Al otro día le dije: “Entrega a tu hijo y lo comeremos”, pero ella lo escondió.»
30 Cuando el rey oyó las palabras de la mujer rasgó sus vestiduras. Pasaba a lo largo de la muralla y el pueblo pudo ver que llevaba debajo un sayal.
31 Él dijo: «Así y así me haga Dios si la cabeza de Eliseo, hijo de Safat, permanece hoy sobre sus hombros.»
32
Eliseo anuncia el fin inmediato del asedio.
Eliseo estaba sentado en su casa y los ancianos estaban también sentados con él. El rey envió por delante a un hombre, pero antes de que el mensajero llegara ante Eliseo, éste dijo a los ancianos: «¿Habéis visto? Ese hijo de asesino ha enviado uno a cortarme la cabeza.¡Estad vigilantes! Cuando llegue el mensajero, cerrad la puerta y sostenedla bien contra él. ¿No es ése el ruido de los pasos de su señor?»
33 Estaba (Eliseo) hablando con ellos cuando el rey descendió donde él y dijo: «¡Esta desgracia procede de Yahvé! ¿Qué puedo esperar todavía de Yahvé?»

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Introducción a II Reyes 

Los libros de los Reyes , como los de Samuel, constituían una sola obra en la Biblia hebrea. Corresponden a los dos últimos libros de los Reinos en la traducción griega, y de los Reyes en la Vulgata.

Son la continuación de los libros de Samuel, y 1 R 1-2 contiene la parte final del gran documento de 2 S 9-20. La larga narración del reinado de Salomón, 1 R 3-11, detalla la excelencia de su sabiduría, el esplendor de sus construcciones, sobre todo del Templo de Jerusalén, y la abundancia de sus riquezas. Es ciertamente una época gloriosa, pero el espíritu conquistador del reino de David ha desaparecido: se conserva, se organiza y, sobre todo, se saca partido de los triunfos de David. Se mantiene la oposición entre las dos fracciones del pueblo, y a la muerte de Salomón, en 931, el reino se divide: las diez tribus del Norte llevan a cabo una secesión agravada por un cisma religioso, 1 R 12-13. La historia paralela de los dos reinos de Israel y Judá se desarrolla de 1 R 14 a 2 R 17: con frecuencia es la historia de las luchas entre estos reinos hermanos, es también la de los asaltos del exterior por parte de Egipto contra Judá y de los arameos por el Norte. El peligro arrecia cuando los ejércitos asirios intervienen en la región, primero en el siglo IX, con más fuerza en el siglo VIII, cuando Samaría cae bajo sus golpes el 721, mientras que Judá se ha declarado ya vasallo. La historia, limitada ya a Judá, prosigue hasta la ruina de Jerusalén el 587 en 2 R 18-25 21. La narración se alarga al tratar de dos reinados, el de Ezequías, 2 R 18-20, y el de Josías, 2 R 22-23, marcados por un despertar nacional y una reforma religiosa. Los grandes acontecimientos políticos son entonces la invasión de Senaquerib bajo Ezequías el 701, en respuesta a la denegación del tributo asirio y, bajo Josías, la ruina de Asiria y la formación del imperio caldeo. Judá hubo de someterse a los nuevos amos de Oriente, pero pronto se rebeló. El castigo no se hizo esperar: el 597, los ejércitos de Nabucodonosor conquistaron Jerusalén y llevaron cautivos a una parte de sus habitantes; diez años después un amago de independencia provocó una segunda intervención de Nabucodonosor, que terminó el 587 con la ruina de Jerusalén y una segunda deportación. Reyes concluye con dos breves apéndices, 2Re_25:22-30 .

La obra cita nominalmente tres de sus fuentes, una Historia de Salomón, los Anales de los reyes de Israel y los Anales de los reyes de Judá, pero también existieron otras: además de la parte final del gran documento davídico, 1 R 1-2, una descripción del Templo, de origen sacerdotal, 1 R 6-7, y, sobre todo, una historia de Elías compuesta hacia fines del siglo IX y una historia de Eliseo un poco posterior; estas dos historias forman la base de los ciclos de Elías, 1 R 17 - 2 R 1, y de Eliseo, 2 R 2-13. Los relatos del reinado de Ezequías que presentan en escena a Isaías, 2Re_18:17-20:19, provienen de los discípulos de este profeta.

Cuando la utilización de las fuentes no lo impide, los sucesos quedan encerrados en un marco uniforme: se trata cada reinado como una unidad independiente y completa, su comienzo y su fin se señalan casi con las mismas fórmulas, en las que jamás falta un juicio sobre la conducta religiosa del rey. Se condena a todos los reyes de Israel a causa del pecado original de este reino, la fundación del santuario de Betel; entre los reyes de Judá, ocho solamente son alabados por su fidelidad general a las prescripciones de Yahvé. Pero esta alabanza queda restringida seis veces por la observación de que los altos no desaparecieron; únicamente Ezequías y Josías reciben una aprobación sin reservas.

Estos juicios se inspiran evidentemente en la ley del Deuteronomio sobre la unidad del santuario. Más aún: el descubrimiento del Deuteronomio bajo Josías y la reforma religiosa que inspiró señalan el punto culminante de toda esta historia, y toda la obra es una demostración de la tesis fundamental del Deuteronomio, repetida en 1 R 8 y 2 R 17: si el pueblo observa la alianza concluida con Dios, será bendecido; si la rompe, será castigado. Este influjo deuteronomista se encuentra también en el estilo, siempre que el redactor desarrolla o comenta sus fuentes.

Es probable que una primera redacción deuteronomista fuera hecha antes del Destierro, antes de la muerte de Josías en Meguidó el 609, y la alabanza otorgada a este rey, 2Re_23:25 (menos las últimas palabras) sería la conclusión de la obra primitiva. Una segunda edición, asimismo deuteronomista, se hizo durante el Destierro: después del 562, si se le atribuye el final del libro, 2Re_25:22-30 , o algo antes si ponemos su punto final después del relato de la segunda deportación, 2Re_25:21 , que tiene trazas de ser una conclusión. Hubo, finalmente, algunas adiciones, durante y después del Destierro.

Los libros de los Reyes se han de leer con el espíritu con que fueron escritos, como una historia de salvación: la ingratitud del pueblo elegido, la ruina sucesiva de las dos fracciones de la nación parecen llevar al fracaso el plan de Dios; pero siempre queda, para defender el futuro, un grupo de fieles que no han doblado las rodillas ante Baal, un resto de Sión que guarda la Alianza. La firmeza de las disposiciones divinas se manifiesta en la admirable subsistencia del linaje davídico, depositario de las promesas mesiánicas, y el libro, en su forma definitiva, se cierra con la gracia concedida a Jeconías, como aurora de una redención.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

II Reyes  6,1
NOTAS

6:1 Probablemente Guilgal, donde Eliseo residía en medio de los profetas, 1Re_4:38.


II Reyes  6,8
NOTAS

6:8 «Acamparé» según griego; hebr. dudoso.

II Reyes  6,17
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Re_2:10-12; 2Re_7:6

II Reyes  6,18
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Gén_19:11

NOTAS

6:18 No ceguera completa, sino un defecto de la vista, ver Gén_19:11. Yahvé, por el contrario, había manifestado al criado, 2Re_6:17, lo que está oculto a los ojos humanos.

II Reyes  6,21
NOTAS

6:21 El título indica la veneración que sentía el rey por el profeta, ver 2Re_8:9 y 2Re_13:14.

II Reyes  6,22
NOTAS

6:22 Fuera del anatema pronunciado por Yahvé o de casos particulares, no era costumbre en Israel ejecutar a los prisioneros de guerra, ver 1Re_20:31.

II Reyes  6,24
NOTAS

6:24 Quizá Ben Hadad III de Damasco, ver cap. 13. El orden de todos estos relatos parece artificial.

II Reyes  6,25
NOTAS

6:25 «cebollas silvestres» jarsonîm conj.; el hebr. ketib dice jarê yônîm «palomina», que acaso designe una planta no suficientemente conocida.

II Reyes  6,28
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Deu_28:53-57

II Reyes  6,30
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Re_20:31; 1Re_21:27

II Reyes  6,31
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Rut_1:17+

NOTAS

6:31 Eliseo había animado probablemente la resistencia anunciando la ayuda de Yahvé; el rey, que le ha oído, piensa ahora que Eliseo le ha engañado.

II Reyes  6,33
NOTAS

6:33 «el rey» melek conj.; «el mensajero» mal'ak hebr.