I Crónicas 27 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 34 versitos |
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Organización militar y civil.
Por lo que se refiere al número de los hijos de Israel:
Los cabezas de casas paternas, los jefes de millar y de cien y sus escribas atendían al servicio de todo el que acudiera. Las secciones intervenían en todos los asuntos del rey y se turnaban todos los meses del año. Cada sección tenía 24.000 hombres.
2 Al frente de la primera sección, que era la del primer mes, estaba Yasobán, hijo de Zabdiel; en su sección había 24.000 hombres.
3 Pertenecía a los hijos de Peres y era jefe de todos los comandantes del ejército del primer mes.
4 Al frente de la sección del segundo mes estaba Doday, el ajojita; su sección tenía 24.000 hombres.
5 Jefe del tercer ejército, para el tercer mes, era Benaías, hijo del sacerdote Joadá; en su sección había 24.000 hombres.
6 Este Benaías era uno de los Treinta valientes y se hallaba al frente de ellos; en su sección estaba su hijo Amizabad.
7 El cuarto, para el cuarto mes, era Asael, hermano de Joab; le sucedió su hijo Zebadías. En su sección había 24.000 hombres.
8 El quinto, para el quinto mes, era el jefe Samá, el zarejita, cuya sección constaba de 24.000 hombres.
9 El sexto, para el sexto mes, era Irá, hijo de Iqués, el tecoíta, y en su sección había 24.000 hombres.
10 El séptimo, para el séptimo mes, era Jeles, el pelonita, de los benjaminitas; su sección constaba de 24.000 hombres.
11 El octavo, para el octavo mes, era Sibecay, de Jusá, el zarejita; su sección constaba de 24.000 hombres.
12 El noveno, para el noveno mes, era Abiezer, de Anatot de los benjaminitas; en su sección había 24.000 hombres.
13 El décimo, para el décimo mes, era Mahray, de Netofá, zarejita; su sección constaba de 24.000 hombres.
14 El undécimo, para el mes undécimo, era Benaías, de Piratón, de los efrainitas; su sección tenía 24.000 hombres.
15 El duodécimo, para el mes duodécimo, era Jelday, de Netofá, de la estirpe de Otniel; su sección comprendía 24.000 hombres.
16 Jefes de las tribus de Israel: Jefe de los rubenitas: Eliezer, hijo de Zicrí. De los simeonitas: Sefatías, hijo de Maacá.
17 De los levitas: Jasabías, hijo de Quemuel. De Aarón: Sadoc.
18 De Judá: Elihú, uno de los hermanos de David. De Isacar: Omrí, hijo de Miguel.
19 De Zabulón: Yismaías, hijo de Abdías. De Neftalí: Yerimot, hijo de Azriel.
20 De los efrainitas: Oseas, hijo de Azazías. De la media tribu de Manasés: Joel, hijo de Pedayas.
21 De la media tribu de Manasés en Galaad: Yidó, hijo de Zacarías. De Benjamín: Yaasiel, hijo de Abner.
22 De Dan: Azarael, hijo de Yeroján. Éstos son los jefes de las tribus de Israel.
23 David no hizo el censo de los que tenían menos de veinte años, porque Yahvé había dicho que multiplicaría a Israel como las estrellas del cielo.
24 Joab, hijo de Sarvia, comenzó a hacer el censo, pero no lo acabó; pues con ese motivo la Cólera descargó sobre Israel, por eso su número no alcanza el número de los Anales del rey David.
25 Azmávet, hijo de Adiel, tenía a su cargo los depósitos reales. Sobre los depósitos del campo, de las ciudades, de las aldeas y de las torres, estaba Jonatán, hijo de Uzías;
26 sobre los labradores del campo que cultivaban las tierras, Ezrí, hijo de Quelub;
27 sobre las viñas, Semeí, de Ramá; sobre las provisiones de vino de las bodegas, Zabdí, de Sefán;
28 sobre los olivares y los sicómoros que había en la Tierra Baja, Baal Janán, de Guéder; sobre los almacenes de aceite, Joás;
29 sobre las vacadas que pacían en Sarón, Sitray, el saronita; sobre las vacadas de los valles, Safat, hijo de Adlay;
30 sobre los camellos, Obil, el ismaelita; sobre las asnas, Yejdías, de Meronot;
31 sobre las ovejas, Yaziz, el agareno. Todos éstos eran intendentes de la hacienda del rey David.
32 Jonatán, tío de David, hombre prudente e instruido, era consejero; él y Yejiel, hijo de Yacmoní, cuidaban de los hijos del rey.
33 Ajitófel era consejero del rey, y Jusay, el arquita, era amigo del rey.
34 Después de Ajitófel, lo fueron Joadá, hijo de Benaías, y Abiatar. Joab era el jefe del ejército del rey.

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Introducción a I Crónicas

LOS LIBROS DE LAS CRÓNICAS DE ESDRAS Y NEHEMÍAS

Introducción
El AT comprende un segundo grupo de libros históricos que en gran parte reiteran y luego prosiguen la historia deuteronomista que abarca de Josué al fin de los Reyes. Se trata de los dos libros de las Crónicas, y además del libro de Esdras y, según la opinión común, del libro de Nehemías. Los dos libros de las Crónicas formaban primitivamente uno solo, y los libros de Esdras y Nehemías integraban el mismo conjunto, obra de un solo autor. No sólo encontramos en ellos el mismo estilo y las mismas ideas fundamentales, sino que la repetición, al comienzo de Esd 1, de los versículos con que concluye 2 Cro 36, certifica la unidad de composición.

Son, pues, los libros de las Crónicas (según el título hebreo; la Biblia griega y la Vulgata los llaman «Paralipómenos», es decir, los libros que refieren las «cosas omitidas», que añaden un complemento) obra del Judaísmo postexílico, de una época en que el pueblo, privado de su independencia política, gozaba con todo de una especie de autonomía reconocida por los dueños del Oriente: vivía bajo la dirección de sus sacerdotes, según las reglas de su ley religiosa. El Templo y sus ceremonias eran el centro de la vida nacional. Pero este marco legalista y ritual recibe vida de una corriente de piedad personal, de las doctrinas sapienciales, del recuerdo de las glorias o de las debilidades del pasado y de la confianza en las promesas de los profetas.

El autor de las Crónicas, un levita de Jerusalén, es profundamente adicto a este medio.

Escribe después de Esdras y Nehemías, bastante tiempo después, puesto que puede combinar a su gusto las fuentes que a aquéllos se refieren. La fecha más probable parece ser el comienzo de la época griega, antes del año 300 a. C. El libro recibió después adiciones procedentes de una o de varias manos. En especial fueron ampliados los cuadros genealógicos de 1 Cro 2-9 y se añadieron listas de nombres, probablemente las de los partidarios de David, 1 Cro 12, las de sacerdotes y levitas, 1 Cro 15, y la larga adición de 23:3-27:34, que es un recuento del personal cultual y administrativo de David.

Estos complementos, que posiblemente utilizaron excelentes documentos, siguen la línea de pensamiento del Cronista.

Muestra gran interés por el Templo. El clero desempeña en su obra un papel preeminente: no sólo los sacerdotes y los levitas, según el espíritu del Deuteronomio y de los textos sacerdotales del Pentateuco, sino también las clases inferiores del clero, los porteros y los cantores, equiparados en adelante a los levitas. La santificación del clero se extiende a los seglares mediante la participación de éstos en los sacrificios de comunión, que ante el Cronista recuperan su antigua importancia. Esta comunidad santa no se restringe exclusivamente a los de Judá: por encima de la apostasía del reino de Israel, del que habla lo menos posible, se imagina a las Doce Tribus unidas bajo el cetro de David y, por encima de las circunstancias del momento, espera la reunión de todos los hijos de Israel. Ni aun los mismos paganos quedan excluidos de la oración del Templo. «Israel» es para él todo el pueblo fiel, con el que Dios había concertado en otro tiempo una alianza y con el que ha renovado aquella alianza en la persona de David. Bajo David se realizaron mejor que nunca las condiciones de la teocracia del reino de Dios sobre la tierra; y en el espíritu de David debe vivir la comunidad, con un afán constante de reforma que es una vuelta a las tradiciones, para que Dios le conserve su favor y cumpla sus promesas.

El centro de interés permanente de esta larga historia es el Templo de Jerusalén y su culto, desde los preparativos bajo David hasta la restauración llevada a cabo por la comunidad vuelta del Destierro.

Estos grandes pensamientos del Cronista explican la composición de su obra. Los primeros caps., 1 Cro 1-9, ofrecen listas genealógicas que se detienen más en la tribu de Judá y la descendencia de David, en los levitas y en los habitantes de Jerusalén. Esto sirve de introducción a la historia de David, que ocupa todo el final del primer libro, 10-29. Se omiten las desavenencias con Saúl, así como el pecado con Betsabé, los dramas de familia y las rebeliones, pero se da relieve a la profecía de Natán, 17, y se concede una importancia considerable a las instituciones religiosas: traslado del arca y organización del culto en Jerusalén, 13, 15-16, preparativos para la construcción del Templo, 21-29. David ha levantado el plano, reunido los materiales, ha organizado las funciones del clero hasta en los detalles, y ha dejado la realización a su hijo Salomón. En la historia de éste, 2 Cro 1-9, la construcción del Templo, la oración del rey en la dedicación y las promesas con que Dios corresponde, ocupan la mayor parte. A partir del cisma, el Cronista sólo se preocupa del reino de Judá y de la dinastía davídica. A los reyes se les juzga conforme a su fidelidad o infidelidad a los principios de la alianza, según se aproximen o se aparten del modelo dado por David, 2 Cro 10-36. A los desórdenes siguen las reformas, y las más profundas de éstas son las de Ezequías y Josías; este último rey tiene sucesores impíos que precipitan el desastre, pero las Crónicas concluyen con la autorización dada por Ciro para reconstruir el Templo. Continuación de estas Crónicas, como hemos dicho, son los libros de Esdras y Nehemías.

Para escribir esta historia, el autor se ha valido, en primer lugar, de los libros canónicos: Génesis y Números para las listas del comienzo, y sobre todo Samuel y Reyes. Los utiliza con libertad, elige lo que cuadra a su propósito, añade y corta. Con todo, jamás cita estas fuentes esenciales que nosotros podemos verificar. En cambio, se refiere a cierto número de otras obras, «libros» de los reyes de Israel o de los reyes de Israel y de Judá, un «midrás» del libro de los Reyes, «palabras» o «visiones» de tal o cual profeta, etc. Estos escritos son desconocidos para nosotros y se discute respecto a su contenido y sus mutuas relaciones. Probablemente describían los diversos reinos a la luz de las intervenciones proféticas. Es dudoso que el Cronista se haya valido también de tradiciones orales.

Puesto que el Cronista ha dispuesto de fuentes que nosotros ignoramos y que podían ser dignas de fe, no hay razón para desconfiar, en principio, de todo lo que añade a los libros canónicos que nosotros conocemos. Se ha de examinar cada caso en sí, e investigaciones recientes han vindicado en diversos puntos al Cronista del descrédito en que le tenían muchos exegetas. Pero también se da el caso de que presente noticias incompatibles con el cuadro que trazan Samuel o los Reyes, o bien que modifique a sabiendas lo que dicen estos últimos libros. Este procedimiento —que no tendría excusa en ningún historiador moderno, cuya misión es narrar y explicar la sucesión de los hechos— se justifica por la intención del autor; él no es un historiador, es un teólogo que, a la luz de las experiencias antiguas y, sobre todo, de la experiencia davídica, «medita» sobre las condiciones del reino ideal; hace que el pasado, el presente y el futuro confluyan en una síntesis: proyecta sobre la época de David toda la organización cultual que tiene ante sus ojos, omite todo lo que pudiera empequeñecer a su héroe. Fuera de los datos nuevos que contiene y cuyo valor se puede verificar, su obra no vale tanto para reconstruir el pasado como para ofrecernos un cuadro del estado y de las preocupaciones de su época.

Porque el Cronista escribe para sus contemporáneos. Les recuerda que la vida de la nación depende de su fidelidad a Dios y que esta fidelidad se expresa mediante la obediencia a la ley y a la regularidad de un culto animado por la verdadera piedad. Quiere hacer de su pueblo una comunidad santa, en cuyo favor se realizarán las promesas hechas a David. Los hombres religiosos del Judaísmo contemporáneo de Cristo vivirán en este espíritu, a veces con desviaciones que él no había previsto. Su enseñanza sobre la primacía de lo espiritual y sobre el gobierno divino de todos los acontecimientos del mundo tiene un valor permanente; deberíamos meditarlo en una época como la nuestra, en que la invasión de lo profano parece retrasar indefinidamente el establecimiento del reino de Dios.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

I Crónicas 27,1
NOTAS

27 Este cap. añade cuatro listas diferentes: 1ª los responsables del servicio mensual, 1Cr_27:1-15; 2ª los responsables de las tribus de Israel, 1Cr_27:16-24; 3ª los responsables de las provisiones del rey, 1Cr_27:25-31; 4ª los consejeros reales, 1Cr_27:32-34. -En cuanto a la primera lista, es posible que David hubiera pensado ya en una organización administrativa, pero la que aquí se describe parece inspirada en los doce distrito de Salomón, cada uno de los cuales aseguraba las necesidades del rey, de su gente y de sus tropas durante un mes, ver 1Re_5:7-8. Por otra parte, la división en categorías hace pensar en una organización militar, y los nombres de los responsables se toman de entre los valientes de David. Quizá se trata de los contingentes del ejército de reclutas que, al fin de la monarquía, habrían provisto un mes tras otro al servicio de las guarniciones.

27:1 Traducido según griego.


I Crónicas 27,2
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Cr_11:11

I Crónicas 27,4
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Cr_11:12

NOTAS

27:4 El texto añade: «y su clase, y Miclot el comandante», omitido por griego.

I Crónicas 27,5
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Cr_12:28 [1Cr_12:27]

I Crónicas 27,7
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Sa_2:18-23

I Crónicas 27,8
NOTAS

27:8 «el zarejita» hazareji conj.; ver 1Cr_27:11 y 1Cr_27:13; hayizeraj hebr.

I Crónicas 27,16
NOTAS

27:16 Es probable que David mantuviera la organización tribal, pero esta lista es artificial: también sigue el orden de los hijos de Jacob, dado en 1Cr_2:1-2, mantiene a Rubén, Simeón y Leví, que ya no son bajo David tribus autónomas, y, como ha dividido a José en tres (Efraín y las dos medias tribus de Manasés), omite a Gad y Aser para no rebasar la cifra de doce.

I Crónicas 27,23
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Cr 21

I Crónicas 27,24
NOTAS

27:24 Estos dos vv. se refieren al cap. 21 y parece que tratan de explicar por qué las cifras de 1 Cro 21 son inferiores a las de 2Sa_24:9.

I Crónicas 27,25
NOTAS

27:25 Son los administradores de los dominios reales, que ya existían bajo David, ver 1Cr_28:1. Esta lista no es inventada, como lo indican los nombres propios no israelitas que contiene, pero no podemos comprobarla en sus detalles ni en su fecha.

I Crónicas 27,32
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Sa_15:31 s

I Crónicas 27,33
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Cr_16:17

I Crónicas 27,34
NOTAS

27:34 Con la excepción de Joab, la lista no corresponde a las de los altos cargos de David, dados en 1Cr_18:14-17; 2Sa_8:15-16; 2Sa_20:23-26. Se trata de consejeros privados del rey. Es posible que esta lista dependa de una buena fuente antigua que datara del fin del reinado de David. Abiatar debe ser el sacerdote de ese nombre, 1Sa_22:20 s, pero no se precisa su carácter sacerdotal a causa de la preponderancia conseguida por la familia de su rival Sadoc.