I Crónicas 6 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 66 versitos |
1
Hijos de Leví.
Hijos de Leví: Guersón, Queat y Merarí.
2 Éstos son los nombres de los hijos de Guersón: Libní y Semeí.
3 Hijos de Queat: Amrán, Yisar, Hebrón y Uziel.
4 Hijos de Merarí: Majlí y Musí. Éstas son las familias de los levitas según sus casas paternas.
5 De Guersón: Libní, hijo suyo; Yájat, hijo suyo: Zimá, hijo suyo;
6 Joaj, hijo suyo; Idó, hijo suyo; Zéraj, hijo suyo; Yeatray, hijo suyo.
7 Hijos de Queat: Aminadab, hijo suyo; Coré, hijo suyo; Asir, hijo suyo;
8 Elcaná, hijo suyo; Abiasaf, hijo suyo; Asir, hijo suyo;
9 Tájat, hijo suyo; Uriel, hijo suyo; Uzías, hijo suyo; Saúl, hijo suyo.
10 Hijos de Elcaná: Amasay y Ajimot.
11 Elcaná, hijo suyo; Sufay, hijo suyo; Nájat, hijo suyo.
12 Eliab, hijo suyo; Yeroján, hijo suyo; Elcaná, hijo suyo.
13 Hijos de Elcaná: Samuel, el primogénito, y Abías, el segundo.
14 Hijos de Merarí: Majlí; Libní, hijo suyo; Semeí, hijo suyo; Uzá, hijo suyo;
15 Simá, hijo suyo; Jaguías, hijo suyo; Asayas, hijo suyo.
16
Los cantores y sus familias.
Éstos son los que puso David para dirigir el canto en el templo de Yahvé, desde que el arca tuvo un lugar de reposo.
17 Ejercían el ministerio de cantores ante la Morada de la Tienda del Encuentro, hasta que Salomón edificó el templo de Yahvé en Jerusalén. Cumplían su servicio conforme a su reglamento.
18 Éstos son los que ejercían ese ministerio con sus hijos:
De los hijos de Queat: Hemán el cantor, hijo de Joel, hijo de Samuel,
19 hijo de Elcaná, hijo de Yeroján, hijo de Eliel, hijo de Toju,
20 hijo de Suf, hijo de Elcaná, hijo de Májat, hijo de Amasay,
21 hijo de Elcaná, hijo de Joel, hijo de Azarías, hijo de Sofonías,
22 hijo de Tájat, hijo de Asir, hijo de Abiasaf, hijo de Coré,
23 hijo de Yisar, hijo de Queat, hijo de Leví, hijo de Israel.
24 Su hermano Asaf asistía a su derecha: Asaf era hijo de Berequías, hijo de Simá,
25 hijo de Miguel, hijo de Baasías, hijo de Malquías,
26 hijo de Etní, hijo de Zéraj, hijo de Adaías,
27 hijo de Etán, hijo de Zimá, hijo de Semeí,
28 hijo de Yájat, hijo de Guersón, hijo de Leví.
29 Sus hermanos, los hijos de Merarí, asistían a la izquierda: Etán, hijo de Cusayas, hijo de Abdí, hijo de Maluc,
30 hijo de Jasabías, hijo de Amasías, hijo de Jilquías,
31 hijo de Amsí, hijo de Baní, hijo de Sémer,
32 hijo de Majlí, hijo de Musí, hijo de Merarí, hijo de Leví.
33
Los levitas restantes.
Sus hermanos, los levitas, estaban dedicados a los servicios de la Morada del templo de Dios.
34 Aarón y sus hijos quemaban las ofrendas en el altar del holocausto y en el altar de los perfumes, según todo el servicio de las cosas sacratísimas, y hacían la expiación por todo Israel, conforme a todo cuanto había mandado Moisés, siervo de Dios.
35 Éstos son los hijos de Aarón: Eleazar, su hijo; Pinjás, su hijo; Abisúa, su hijo;
36 Buquí, su hijo; Uzí, su hijo; Zerajías, su hijo;
37 Merayot, su hijo; Amarías, su hijo; Ajitub, su hijo;
38 Sadoc, su hijo; Ajimás, su hijo.
39
Ciudades aaronitas.
Éstas fueron sus residencias según el orden de sus fronteras:
A los hijos de Aarón, de la familia de los queatitas —pues a ellos les tocó en suerte—
40 se les dio Hebrón en la tierra de Judá, con sus ejidos circundantes;
41 pero el campo de la ciudad y sus aldeas se le dieron a Caleb, hijo de Jefoné.
42 Se dio a los hijos de Aarón como ciudades de asilo: Hebrón, Libná con sus ejidos, Yatir y Estemoa con sus ejidos,
43 Jilaz con sus ejidos, Debir con sus ejidos,
44 Asán con sus ejidos y Bet Semes con sus ejidos.
45 De la tribu de Benjamín: Gueba con sus ejidos, Alémet con sus ejidos y Anatot con sus ejidos. El total de todas sus ciudades: trece ciudades según sus familias.
46
Ciudades de los restantes levitas.
A los otros hijos de Queat les dieron por sorteo, conforme a sus familias, diez ciudades de la tribu de Efraín, de la tribu de Dan y de la media tribu de Manasés.
47 A los hijos de Guersón, según sus familias, trece ciudades de la tribu de Isacar, de la tribu de Aser, de la tribu de Neftalí y de la tribu de Manasés en Basán.
48 A los hijos de Merarí, según sus familias, les tocaron en suerte doce ciudades de la tribu de Rubén, de la tribu de Gad y de la tribu de Zabulón;
49 los israelitas dieron a los levitas estas ciudades con sus ejidos.
50 Les tocaron, pues, en suerte, estas ciudades de la tribu de los hijos de Judá, de la tribu de los hijos de Simeón y de la tribu de los hijos de Benjamín, a las que pusieron sus nombres.
51 En la tribu de Efraín se tomaron ciudades para algunas familias de los hijos de Queat.
52 Se les asignó como ciudades de asilo: Siquén con sus ejidos, en la montaña de Efraín, Guézer con sus ejidos,
53 Yocmeán con sus ejidos y Bet Jorón con sus ejidos,
54 Ayalón con sus ejidos, Gat Rimón con sus ejidos.
55 Y de la media tribu de Manasés: Aner con sus ejidos, Yibleán con sus ejidos. Esto para las familias de los restantes hijos de Queat.
56 Para los hijos de Guersón: De la familia de la media tribu de Manasés, Golán, en Basán, con sus ejidos, Astarot con sus ejidos.
57 De la tribu de Isacar, Cades con sus ejidos, Dobrat con sus ejidos,
58 Ramot con sus ejidos, Ain Ganín con sus ejidos.
59 De la tribu de Aser, Misal con sus ejidos, Abdón con sus ejidos,
60 Jucoc con sus ejidos y Rejob con sus ejidos.
61 De la tribu de Neftalí: Cades en Galilea con sus ejidos, Jamón con sus ejidos y Quiriatáin con sus ejidos.
62 Para los demás hijos de Merarí: de la tribu de Zabulón: Rimón con sus ejidos y Tabor con sus ejidos.
63 Y en la otra parte del Jordán, frente a Jericó, al oriente del Jordán, de la tribu de Rubén: Béser en el desierto, con sus ejidos, y Yahas con sus ejidos,
64 Quedemot con sus ejidos y Mefaat con sus ejidos.
65 De la tribu de Gad: Ramot en Galaad con sus ejidos, Majanáin con sus ejidos,
66 Jesbón con sus ejidos y Yazer con sus ejidos.

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Introducción a I Crónicas

LOS LIBROS DE LAS CRÓNICAS DE ESDRAS Y NEHEMÍAS

Introducción
El AT comprende un segundo grupo de libros históricos que en gran parte reiteran y luego prosiguen la historia deuteronomista que abarca de Josué al fin de los Reyes. Se trata de los dos libros de las Crónicas, y además del libro de Esdras y, según la opinión común, del libro de Nehemías. Los dos libros de las Crónicas formaban primitivamente uno solo, y los libros de Esdras y Nehemías integraban el mismo conjunto, obra de un solo autor. No sólo encontramos en ellos el mismo estilo y las mismas ideas fundamentales, sino que la repetición, al comienzo de Esd 1, de los versículos con que concluye 2 Cro 36, certifica la unidad de composición.

Son, pues, los libros de las Crónicas (según el título hebreo; la Biblia griega y la Vulgata los llaman «Paralipómenos», es decir, los libros que refieren las «cosas omitidas», que añaden un complemento) obra del Judaísmo postexílico, de una época en que el pueblo, privado de su independencia política, gozaba con todo de una especie de autonomía reconocida por los dueños del Oriente: vivía bajo la dirección de sus sacerdotes, según las reglas de su ley religiosa. El Templo y sus ceremonias eran el centro de la vida nacional. Pero este marco legalista y ritual recibe vida de una corriente de piedad personal, de las doctrinas sapienciales, del recuerdo de las glorias o de las debilidades del pasado y de la confianza en las promesas de los profetas.

El autor de las Crónicas, un levita de Jerusalén, es profundamente adicto a este medio.

Escribe después de Esdras y Nehemías, bastante tiempo después, puesto que puede combinar a su gusto las fuentes que a aquéllos se refieren. La fecha más probable parece ser el comienzo de la época griega, antes del año 300 a. C. El libro recibió después adiciones procedentes de una o de varias manos. En especial fueron ampliados los cuadros genealógicos de 1 Cro 2-9 y se añadieron listas de nombres, probablemente las de los partidarios de David, 1 Cro 12, las de sacerdotes y levitas, 1 Cro 15, y la larga adición de 23:3-27:34, que es un recuento del personal cultual y administrativo de David.

Estos complementos, que posiblemente utilizaron excelentes documentos, siguen la línea de pensamiento del Cronista.

Muestra gran interés por el Templo. El clero desempeña en su obra un papel preeminente: no sólo los sacerdotes y los levitas, según el espíritu del Deuteronomio y de los textos sacerdotales del Pentateuco, sino también las clases inferiores del clero, los porteros y los cantores, equiparados en adelante a los levitas. La santificación del clero se extiende a los seglares mediante la participación de éstos en los sacrificios de comunión, que ante el Cronista recuperan su antigua importancia. Esta comunidad santa no se restringe exclusivamente a los de Judá: por encima de la apostasía del reino de Israel, del que habla lo menos posible, se imagina a las Doce Tribus unidas bajo el cetro de David y, por encima de las circunstancias del momento, espera la reunión de todos los hijos de Israel. Ni aun los mismos paganos quedan excluidos de la oración del Templo. «Israel» es para él todo el pueblo fiel, con el que Dios había concertado en otro tiempo una alianza y con el que ha renovado aquella alianza en la persona de David. Bajo David se realizaron mejor que nunca las condiciones de la teocracia del reino de Dios sobre la tierra; y en el espíritu de David debe vivir la comunidad, con un afán constante de reforma que es una vuelta a las tradiciones, para que Dios le conserve su favor y cumpla sus promesas.

El centro de interés permanente de esta larga historia es el Templo de Jerusalén y su culto, desde los preparativos bajo David hasta la restauración llevada a cabo por la comunidad vuelta del Destierro.

Estos grandes pensamientos del Cronista explican la composición de su obra. Los primeros caps., 1 Cro 1-9, ofrecen listas genealógicas que se detienen más en la tribu de Judá y la descendencia de David, en los levitas y en los habitantes de Jerusalén. Esto sirve de introducción a la historia de David, que ocupa todo el final del primer libro, 10-29. Se omiten las desavenencias con Saúl, así como el pecado con Betsabé, los dramas de familia y las rebeliones, pero se da relieve a la profecía de Natán, 17, y se concede una importancia considerable a las instituciones religiosas: traslado del arca y organización del culto en Jerusalén, 13, 15-16, preparativos para la construcción del Templo, 21-29. David ha levantado el plano, reunido los materiales, ha organizado las funciones del clero hasta en los detalles, y ha dejado la realización a su hijo Salomón. En la historia de éste, 2 Cro 1-9, la construcción del Templo, la oración del rey en la dedicación y las promesas con que Dios corresponde, ocupan la mayor parte. A partir del cisma, el Cronista sólo se preocupa del reino de Judá y de la dinastía davídica. A los reyes se les juzga conforme a su fidelidad o infidelidad a los principios de la alianza, según se aproximen o se aparten del modelo dado por David, 2 Cro 10-36. A los desórdenes siguen las reformas, y las más profundas de éstas son las de Ezequías y Josías; este último rey tiene sucesores impíos que precipitan el desastre, pero las Crónicas concluyen con la autorización dada por Ciro para reconstruir el Templo. Continuación de estas Crónicas, como hemos dicho, son los libros de Esdras y Nehemías.

Para escribir esta historia, el autor se ha valido, en primer lugar, de los libros canónicos: Génesis y Números para las listas del comienzo, y sobre todo Samuel y Reyes. Los utiliza con libertad, elige lo que cuadra a su propósito, añade y corta. Con todo, jamás cita estas fuentes esenciales que nosotros podemos verificar. En cambio, se refiere a cierto número de otras obras, «libros» de los reyes de Israel o de los reyes de Israel y de Judá, un «midrás» del libro de los Reyes, «palabras» o «visiones» de tal o cual profeta, etc. Estos escritos son desconocidos para nosotros y se discute respecto a su contenido y sus mutuas relaciones. Probablemente describían los diversos reinos a la luz de las intervenciones proféticas. Es dudoso que el Cronista se haya valido también de tradiciones orales.

Puesto que el Cronista ha dispuesto de fuentes que nosotros ignoramos y que podían ser dignas de fe, no hay razón para desconfiar, en principio, de todo lo que añade a los libros canónicos que nosotros conocemos. Se ha de examinar cada caso en sí, e investigaciones recientes han vindicado en diversos puntos al Cronista del descrédito en que le tenían muchos exegetas. Pero también se da el caso de que presente noticias incompatibles con el cuadro que trazan Samuel o los Reyes, o bien que modifique a sabiendas lo que dicen estos últimos libros. Este procedimiento —que no tendría excusa en ningún historiador moderno, cuya misión es narrar y explicar la sucesión de los hechos— se justifica por la intención del autor; él no es un historiador, es un teólogo que, a la luz de las experiencias antiguas y, sobre todo, de la experiencia davídica, «medita» sobre las condiciones del reino ideal; hace que el pasado, el presente y el futuro confluyan en una síntesis: proyecta sobre la época de David toda la organización cultual que tiene ante sus ojos, omite todo lo que pudiera empequeñecer a su héroe. Fuera de los datos nuevos que contiene y cuyo valor se puede verificar, su obra no vale tanto para reconstruir el pasado como para ofrecernos un cuadro del estado y de las preocupaciones de su época.

Porque el Cronista escribe para sus contemporáneos. Les recuerda que la vida de la nación depende de su fidelidad a Dios y que esta fidelidad se expresa mediante la obediencia a la ley y a la regularidad de un culto animado por la verdadera piedad. Quiere hacer de su pueblo una comunidad santa, en cuyo favor se realizarán las promesas hechas a David. Los hombres religiosos del Judaísmo contemporáneo de Cristo vivirán en este espíritu, a veces con desviaciones que él no había previsto. Su enseñanza sobre la primacía de lo espiritual y sobre el gobierno divino de todos los acontecimientos del mundo tiene un valor permanente; deberíamos meditarlo en una época como la nuestra, en que la invasión de lo profano parece retrasar indefinidamente el establecimiento del reino de Dios.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

I Crónicas 6,1
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |Gén_46:11; Éxo_6:18; |Núm_26:59-60

NOTAS

5:27 Estas largas listas son en su mayor parte adiciones, compuestas a base de los datos de la Biblia, y de fuentes no verificables y combinaciones arbitrarias. Es posible que el libro primitivo no contuviera mucho más sobre Leví que 1Cr_6:1-4 [1Cr_6:16-19], 1Cr_6:34 [1Cr_6:49].


I Crónicas 6,16
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |Núm_3:17-20

I Crónicas 6,20
NOTAS

6:5 Guersón probablemente descendía de Moisés según las tradiciones del Norte, Éxo_2:22; Jue_18:30. Esta familia había estado encargada del santuario cismático de Dan, y por ello la tradición «sacerdotal» prefirió a los queatitas.

I Crónicas 6,27
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Sa_1:1

I Crónicas 6,29
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Éxo_6:19; Núm_26:58

I Crónicas 6,31
NOTAS

6:16 Al igual que Ose_14:3 [Ose_14:2]; Is 12; 25-26, y probablemente Mal_1:11, el Cronista ve en el canto sagrado (alabanza, confesión, acción de gracias) lo esencial del culto sacrificial. Hace depender su institución de David.

I Crónicas 6,33
NOTAS

6:18 A los tres cantores de David, Hemán, Asaf y Etán (Yedutún en 1Cr_25:1, 1Cr_25:3, ver cap. 16) se les relaciona aquí con los tres linajes levíticos de Queat, Guersón y Merarí. En realidad, a Hemán y Etán se les menciona como antiguos sabios-cantores en 1Re_5:11 [1Re_4:31], donde además a Etán se le llama «el aborigen», así como en el título del Sal 89: parece que el Templo de Jerusalén recurrió al principio a expertos cananeos. -La adscripción de Hemán y Etán al linaje de Judá, 1Cr_2:6, podría deberse a una confusión entre la palabra 'ezraj «el aborigen» y el nombre de Zéraj, hijo de Judá, ver Gén_38:30; Gén_46:12.

I Crónicas 6,49
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Lev_2:3+; Lev_1:4

I Crónicas 6,54
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jos_21:4-40

[2] |Jos_21:4; Jos_21:10-19

I Crónicas 6,61
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |Jos_21:5-8

I Crónicas 6,65
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |Jos_21:9

I Crónicas 6,66
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |Jos_21:20-39