I Crónicas 9 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 44 versitos |
1
Jerusalén, ciudad israelita y ciudad santa.
Todos los israelitas estaban registrados en las genealogías e inscritos en el libro de los reyes de Israel y de Judá, cuando fueron deportados a Babilonia por sus infidelidades.
2 Los primeros que volvieron a habitar en sus propiedades y ciudades fueron israelitas, sacerdotes, levitas y donados.
3 En Jerusalén habitaron hijos de Judá, hijos de Benjamín, hijos de Efraín y de Manasés.
4 De los hijos de Peres, hijo de Judá, Utay, hijo de Amiud, hijo de Omrí, hijo de Imrí, hijo de Baní.
5 De los silonitas: Asayas, el primogénito, y sus hijos.
6 De los hijos de Zéraj: Yeuel y sus hermanos: 690.
7 De los hijos de Benjamín: Salú, hijo de Mesulán, hijo de Hodavías, hijo de Hasenuá;
8 Yibnías, hijo de Yeroján; Elá, hijo de Uzí, hijo de Micrí, y Mesulán, hijo de Sefatías, hijo de Reuel, hijo de Yibnías,
9 y sus hermanos, según sus genealogías: 956. Todos éstos eran jefes de familia en sus respectivas casas paternas.
10 De los sacerdotes: Yedaías, Joarib, Yaquín,
11 Azarías, hijo de Jilquías, hijo de Mesulán, hijo de Sadoc, hijo de Merayot, hijo de Ajitub, príncipe del templo de Dios.
12 Adaías, hijo de Yeroján, hijo de Pasjur, hijo de Malquías; Masay, hijo de Adiel, hijo de Yajzerá, hijo de Mesulán, hijo de Mesilemot, hijo de Imer;
13 y sus hermanos, jefes de sus casas paternas: 1.760 hombres aptos para los ejercicios del culto en el templo de Dios.
14 De los levitas: Semaías, hijo de Jasub, hijo de Azricán, hijo de Jasabías, de los hijos de Merarí.
15 Bacbacar, Jeres, Galal y Matanías, hijo de Micá, hijo de Zicrí, hijo de Asaf.
16 Abdías, hijo de Semaías, hijo de Galal, hijo de Yedutún; y Berequías, hijo de Asá, hijo de Elcaná, que habitaban en los poblados de los netofatitas.
17 Los porteros: Salún, Acub, Talmón, Ajimán y sus hermanos. Salún era el jefe.
18 Están hasta el presente junto a la puerta del rey, al oriente. Éstos son los porteros del campamento de los hijos de Leví:
19 Salún, hijo de Coré, hijo de Abiasaf, hijo de Coré, y sus hermanos los coreítas, de la misma casa paterna, tenían el servicio del culto como guardianes de los umbrales de la Tienda, pues sus padres habían tenido a su cargo la guardia de acceso al campamento de Yahvé.
20 Antiguamente había sido su jefe Pinjás, hijo de Eleazar, con el que estuvo Yahvé.
21 Zacarías, hijo de Meselemías, era portero de la entrada de la Tienda del Encuentro.
22 El total de los elegidos para porteros de las entradas era de 212, y estaban inscritos en sus poblados. David y Samuel el vidente les habían establecido en sus cargos permanentemente.
23 Ellos y sus hijos tenían a su cargo las puertas del templo de Yahvé, la casa de la Tienda.
24 Había porteros a los cuatro vientos: al oriente, al occidente, al norte y al mediodía.
25 Sus hermanos, que habitaban en sus alquerías, tenían que venir periódicamente a estar con ellos durante siete días,
26 pero los cuatro jefes de los porteros tenían servicio permanente. Algunos levitas estaban al cuidado de las cámaras y de los tesoros del templo de Dios.
27 Pasaban la noche alrededor del templo de Dios, pues les incumbía su vigilancia y tenían que abrirlo todas las mañanas.
28 Unos tenían el cuidado de los utensilios del culto, y los contaban al meterlos y al sacarlos.
29 Otros estaban encargados de los utensilios y de todos los instrumentos del Santuario, de la flor de harina, el vino, el aceite, el incienso y los aromas.
30 Los que preparaban la mezcla para los aromas eran hijos de los sacerdotes.
31 Matitías, uno de los levitas, primogénito de Salún, el coreíta, estaba al cuidado constante de las cosas que se freían en sartén.
32 Entre los queatitas, sus hermanos, algunos estaban encargados de poner en filas los panes cada sábado.
33 Había también cantores, cabezas de familia de los levitas; moraban en las habitaciones del templo, exentos de servicio, pues se ocupaban de día y de noche en su ministerio.
34 Éstos eran, según sus genealogías, los cabezas de familia de los levitas, jefes de sus linajes que habitaban en Jerusalén.
35
9. SAÚL, PREDECESOR DE DAVID
Orígenes de Saúl.
En Gabaón moraban el padre de Gabaón, Yeiel, cuya mujer se llamaba Maacá
36 y Abdón su hijo primogénito; después, Sur, Quis, Baal, Ner, Nadab,
37 Guedor, Ajió, Zacarías y Miclot.
38 Miclot engendró a Simá. También éstos habitaron en Jerusalén junto a sus hermanos y en unión con éstos.
39 Ner engendró a Quis y éste a Saúl; Saúl engendró a Jonatán, Malquisúa, Abinadab y Esbaal.
40 Meribaal, que era hijo de Jonatán, engendró a Micá.
41 Hijos de Micá: Pitón, Mélec, Tarea.
42 Ajaz engendró a Yará, Yará engendró a Alémet, Azmávet y Zimrí. Zimrí engendró a Mosá.
43 Mosá engendró a Biná, cuyo hijo fue Refayas, cuyo hijo fue Elasá, cuyo hijo fue Asel.
44 Asel tuvo seis hijos, cuyos nombres son: Azricán, su primogénito, Ismael, Searías, Abdías y Janán. Éstos fueron los hijos de Asel.

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Introducción a I Crónicas

LOS LIBROS DE LAS CRÓNICAS DE ESDRAS Y NEHEMÍAS

Introducción
El AT comprende un segundo grupo de libros históricos que en gran parte reiteran y luego prosiguen la historia deuteronomista que abarca de Josué al fin de los Reyes. Se trata de los dos libros de las Crónicas, y además del libro de Esdras y, según la opinión común, del libro de Nehemías. Los dos libros de las Crónicas formaban primitivamente uno solo, y los libros de Esdras y Nehemías integraban el mismo conjunto, obra de un solo autor. No sólo encontramos en ellos el mismo estilo y las mismas ideas fundamentales, sino que la repetición, al comienzo de Esd 1, de los versículos con que concluye 2 Cro 36, certifica la unidad de composición.

Son, pues, los libros de las Crónicas (según el título hebreo; la Biblia griega y la Vulgata los llaman «Paralipómenos», es decir, los libros que refieren las «cosas omitidas», que añaden un complemento) obra del Judaísmo postexílico, de una época en que el pueblo, privado de su independencia política, gozaba con todo de una especie de autonomía reconocida por los dueños del Oriente: vivía bajo la dirección de sus sacerdotes, según las reglas de su ley religiosa. El Templo y sus ceremonias eran el centro de la vida nacional. Pero este marco legalista y ritual recibe vida de una corriente de piedad personal, de las doctrinas sapienciales, del recuerdo de las glorias o de las debilidades del pasado y de la confianza en las promesas de los profetas.

El autor de las Crónicas, un levita de Jerusalén, es profundamente adicto a este medio.

Escribe después de Esdras y Nehemías, bastante tiempo después, puesto que puede combinar a su gusto las fuentes que a aquéllos se refieren. La fecha más probable parece ser el comienzo de la época griega, antes del año 300 a. C. El libro recibió después adiciones procedentes de una o de varias manos. En especial fueron ampliados los cuadros genealógicos de 1 Cro 2-9 y se añadieron listas de nombres, probablemente las de los partidarios de David, 1 Cro 12, las de sacerdotes y levitas, 1 Cro 15, y la larga adición de 23:3-27:34, que es un recuento del personal cultual y administrativo de David.

Estos complementos, que posiblemente utilizaron excelentes documentos, siguen la línea de pensamiento del Cronista.

Muestra gran interés por el Templo. El clero desempeña en su obra un papel preeminente: no sólo los sacerdotes y los levitas, según el espíritu del Deuteronomio y de los textos sacerdotales del Pentateuco, sino también las clases inferiores del clero, los porteros y los cantores, equiparados en adelante a los levitas. La santificación del clero se extiende a los seglares mediante la participación de éstos en los sacrificios de comunión, que ante el Cronista recuperan su antigua importancia. Esta comunidad santa no se restringe exclusivamente a los de Judá: por encima de la apostasía del reino de Israel, del que habla lo menos posible, se imagina a las Doce Tribus unidas bajo el cetro de David y, por encima de las circunstancias del momento, espera la reunión de todos los hijos de Israel. Ni aun los mismos paganos quedan excluidos de la oración del Templo. «Israel» es para él todo el pueblo fiel, con el que Dios había concertado en otro tiempo una alianza y con el que ha renovado aquella alianza en la persona de David. Bajo David se realizaron mejor que nunca las condiciones de la teocracia del reino de Dios sobre la tierra; y en el espíritu de David debe vivir la comunidad, con un afán constante de reforma que es una vuelta a las tradiciones, para que Dios le conserve su favor y cumpla sus promesas.

El centro de interés permanente de esta larga historia es el Templo de Jerusalén y su culto, desde los preparativos bajo David hasta la restauración llevada a cabo por la comunidad vuelta del Destierro.

Estos grandes pensamientos del Cronista explican la composición de su obra. Los primeros caps., 1 Cro 1-9, ofrecen listas genealógicas que se detienen más en la tribu de Judá y la descendencia de David, en los levitas y en los habitantes de Jerusalén. Esto sirve de introducción a la historia de David, que ocupa todo el final del primer libro, 10-29. Se omiten las desavenencias con Saúl, así como el pecado con Betsabé, los dramas de familia y las rebeliones, pero se da relieve a la profecía de Natán, 17, y se concede una importancia considerable a las instituciones religiosas: traslado del arca y organización del culto en Jerusalén, 13, 15-16, preparativos para la construcción del Templo, 21-29. David ha levantado el plano, reunido los materiales, ha organizado las funciones del clero hasta en los detalles, y ha dejado la realización a su hijo Salomón. En la historia de éste, 2 Cro 1-9, la construcción del Templo, la oración del rey en la dedicación y las promesas con que Dios corresponde, ocupan la mayor parte. A partir del cisma, el Cronista sólo se preocupa del reino de Judá y de la dinastía davídica. A los reyes se les juzga conforme a su fidelidad o infidelidad a los principios de la alianza, según se aproximen o se aparten del modelo dado por David, 2 Cro 10-36. A los desórdenes siguen las reformas, y las más profundas de éstas son las de Ezequías y Josías; este último rey tiene sucesores impíos que precipitan el desastre, pero las Crónicas concluyen con la autorización dada por Ciro para reconstruir el Templo. Continuación de estas Crónicas, como hemos dicho, son los libros de Esdras y Nehemías.

Para escribir esta historia, el autor se ha valido, en primer lugar, de los libros canónicos: Génesis y Números para las listas del comienzo, y sobre todo Samuel y Reyes. Los utiliza con libertad, elige lo que cuadra a su propósito, añade y corta. Con todo, jamás cita estas fuentes esenciales que nosotros podemos verificar. En cambio, se refiere a cierto número de otras obras, «libros» de los reyes de Israel o de los reyes de Israel y de Judá, un «midrás» del libro de los Reyes, «palabras» o «visiones» de tal o cual profeta, etc. Estos escritos son desconocidos para nosotros y se discute respecto a su contenido y sus mutuas relaciones. Probablemente describían los diversos reinos a la luz de las intervenciones proféticas. Es dudoso que el Cronista se haya valido también de tradiciones orales.

Puesto que el Cronista ha dispuesto de fuentes que nosotros ignoramos y que podían ser dignas de fe, no hay razón para desconfiar, en principio, de todo lo que añade a los libros canónicos que nosotros conocemos. Se ha de examinar cada caso en sí, e investigaciones recientes han vindicado en diversos puntos al Cronista del descrédito en que le tenían muchos exegetas. Pero también se da el caso de que presente noticias incompatibles con el cuadro que trazan Samuel o los Reyes, o bien que modifique a sabiendas lo que dicen estos últimos libros. Este procedimiento —que no tendría excusa en ningún historiador moderno, cuya misión es narrar y explicar la sucesión de los hechos— se justifica por la intención del autor; él no es un historiador, es un teólogo que, a la luz de las experiencias antiguas y, sobre todo, de la experiencia davídica, «medita» sobre las condiciones del reino ideal; hace que el pasado, el presente y el futuro confluyan en una síntesis: proyecta sobre la época de David toda la organización cultual que tiene ante sus ojos, omite todo lo que pudiera empequeñecer a su héroe. Fuera de los datos nuevos que contiene y cuyo valor se puede verificar, su obra no vale tanto para reconstruir el pasado como para ofrecernos un cuadro del estado y de las preocupaciones de su época.

Porque el Cronista escribe para sus contemporáneos. Les recuerda que la vida de la nación depende de su fidelidad a Dios y que esta fidelidad se expresa mediante la obediencia a la ley y a la regularidad de un culto animado por la verdadera piedad. Quiere hacer de su pueblo una comunidad santa, en cuyo favor se realizarán las promesas hechas a David. Los hombres religiosos del Judaísmo contemporáneo de Cristo vivirán en este espíritu, a veces con desviaciones que él no había previsto. Su enseñanza sobre la primacía de lo espiritual y sobre el gobierno divino de todos los acontecimientos del mundo tiene un valor permanente; deberíamos meditarlo en una época como la nuestra, en que la invasión de lo profano parece retrasar indefinidamente el establecimiento del reino de Dios.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

I Crónicas 9,1
NOTAS

9 Esta lista, que 1Cr_9:1 data de antes del Destierro, se inspira de hecho en la lista de repoblación de Jerusalén bajo Nehemías, Ne 11, con ciertas diferencias que quizá reflejen la situación de una época aún posterior. Todo el cap. parece redaccional.


I Crónicas 9,2
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |Neh_11:3-19

[2] Esd_2:43+

I Crónicas 9,3
NOTAS

9:3 Efraín y Manasés representan a las tribus del Norte. Para el libro, Jerusalén, ciudad santa, es la ciudad de todas las tribus. Pero en la enumeración que sigue sólo aparecerán Benjamín, Judá y Leví.

I Crónicas 9,17
NOTAS

9:17 Se reserva a los porteros el mayor espacio entre el personal cultual, 1Cr_9:17-26 : sus funciones se remozntan al desierto, 1Cr_9:19-21 y continuaron bajo Salomón y David en la «Casa de la Tienda», 1Cr_9:23; se les alaba por su fidelidad, 1Cr_9:22; descienden de Coré, descendiente de Leví, 1Cr_9:19. En realidad, los porteros sólo posteriormente fueron equiparados a los levitas; no lo están aún en el momento de la Vuelta, ver Esd_2:42; Neh_7:45, y la lista de Ne 11, en la que se inspira este cap., los clasifica aparte, ver 1Cr_11:19. Agregados ya a los levitas, tratan de igualarse con los cantores, ver 1Cr_9:17, 1Cr_9:27 y 2Cr_20:19. Se atribuyen doce salmos a los hijos de Coré.

I Crónicas 9,19
NOTAS

9:19 El Cronista compara a Jerusalén con el campamento israelita descrito por los textos «sacerdotales».

I Crónicas 9,31
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Lev_2:4-7

I Crónicas 9,33
NOTAS

9:33 Era de esperar aquí una lista de los cantores, como para los demás grupos.

I Crónicas 9,34
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] = 1Cr_8:28

I Crónicas 9,35
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] = 1Cr_8:29-38

I Crónicas 9,38
NOTAS

9:38 Ver 1Cr_8:29+.