Ester  4 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 17 versitos |
1
Mardoqueo y Ester intentan conjurar el peligro.
Cuando Mardoqueo supo lo que pasaba, rasgó sus vestidos, se vistió de sayal y ceniza y salió por la ciudad lanzando grandes gemidos,
2 hasta llegar ante la Puerta Real, pues nadie podía pasar la Puerta cubierto de sayal.
3 En todas las provincias, dondequiera que se publicaban la palabra y el edicto real, había entre los judíos gran duelo, ayunos y lágrimas y lamentos, y a muchos el sayal y la ceniza les sirvió de lecho.
4 Las siervas y eunucos de Ester vinieron a comunicárselo. La reina se llenó de angustia y ordenó que enviasen ropa a Mardoqueo para que se vistiese y se quitase el sayal, pero él no quiso.
5 Llamó Ester a Hatac, uno de los eunucos que el rey había puesto a su servicio, y le envió a Mardoqueo para enterarse de lo que pasaba y a qué obedecía todo aquello.
6 Salió Hatac y fue donde Mardoqueo, que estaba en la plaza de la ciudad que hay frente a la Puerta Real.
7 Mardoqueo le informó de todo cuanto había pasado y de la suma de dinero que Amán había prometido entregar al tesoro real por el exterminio de los judíos.
8 Le dio también una copia del texto del edicto de exterminio publicado en Susa, para que se lo enseñara a Ester y se informara. Y ordenó a la reina que se presentase ante el rey, se ganara su favor y suplicara por su pueblo. (8a) «Acuérdate, le mandó a decir, de cuando eras pequeña y recibías el alimento de mi mano. Porque Amán, el segundo después del rey, ha sentenciado nuestra muerte. Ora al Señor, habla al rey en favor nuestro y líbranos de la muerte.»
9 Regresó Hatac e informó a Ester de las palabras de Mardoqueo.
10 Ester mandó a Hatac que dijera a Mardoqueo:
11 «Todos los servidores del rey y todos los habitantes de las provincias del rey saben que todo hombre o mujer que se presente al rey, en el patio interior, sin haber sido llamado, es condenado a muerte por el edicto, salvo aquél sobre quien el rey extienda su cetro de oro; y hace ya treinta días que yo no he sido llamada a presencia del rey.»
12 Llevó la respuesta de Ester a Mardoqueo,
13 y éste le remitió esta contestación: «No te imagines que, por estar en la casa del rey, te vas a librar tú sola entre todos los judíos,
14 porque, si te empeñas en callar en esta ocasión, por otra parte vendrá el socorro de la liberación de los judíos, mientras que tú y la casa de tu padre pereceréis. ¡Quién sabe si precisamente has llegado a ser reina para una ocasión semejante!»
15 Ester mandó que respondieran a Mardoqueo:
16 «Vete a reunir a todos los judíos que hay en Susa y ayunad por mí. No comáis ni bebáis durante tres días y tres noches. También yo y mis siervas ayunaremos. Y así, a pesar de la ley, me presentaré ante el rey; y, si tengo que morir, moriré.»
17 Se alejó Mardoqueo y cumplió cuanto Ester le había mandado.

Oración de Mardoqueo.

(17a) Mardoqueo oró al Señor, acordándose de todas sus maravillas, y exclamó:
(17b) «¡Señor, Señor, Rey Omnipotente!
Todo está sometido a tu poder,
y no hay quien se resista a tu voluntad
si has decidido salvar a Israel.

(17c) Tú hiciste el cielo y la tierra,
cuantas maravillas existen bajo el cielo.
Eres Señor de todo,
y nadie se te puede oponer, Señor.

(17d) Tú lo conoces todo,
tú sabes, Señor,
que no por insolencia,
orgullo o pundonor,
me negué a inclinarme
ante el orgulloso Amán,
pues gustoso besaría
las plantas de sus pies
por la salvación de Israel.

(17e) Pero yo lo hice
por no rendir gloria a un hombre
por encima de la gloria de Dios;
no me postraré ante nadie,
sino ante ti solo, Señor;
y no dicta el orgullo mi conducta.

(17f) Ahora, pues, Señor, Dios,
Rey, Dios de Abrahán,
perdona a tu pueblo,
porque andan mirando
cómo destruirnos
y desean exterminar la heredad
que fue tuya desde siempre.

(17g) No desprecies tu parte,
la que rescataste para ti
del país de Egipto.

(17h) Escucha mi oración,
muéstrate propicio a tu heredad;
convierte nuestro duelo en alegría,
para que, viviendo,
cantemos himnos a tu Nombre, Señor.
No tapes la boca de los que te alaban.»

(17i) Todo Israel clamaba con todas sus fuerzas, pues tenían la muerte ante los ojos.

Oración de Ester.

(17k) Por su parte, la reina Ester se refugió en el Señor, presa de mortal angustia. Despojándose de sus magníficos vestidos, se vistió de angustia y duelo. En vez de exquisitos perfumes, echó sobre su cabeza ceniza y suciedad, humilló su cuerpo hasta el extremo, encubrió con sus desordenados cabellos la gozosa belleza de su cuerpo, y suplicó al Señor, Dios de Israel, diciendo:
(17l) «Señor y Dios nuestro, tú eres único.
Ven en mi ayuda, que estoy sola
y no tengo socorro sino en ti,
y mi vida está en peligro.

(17m) Yo oí desde mi infancia,
en mi tribu paterna,
que tú, Señor,
elegiste a Israel
de entre todos los pueblos,
y a nuestros padres
de entre todos sus mayores,
para ser herencia tuya para siempre,
cumpliendo en su favor cuanto dijiste.

(17n) Ahora hemos pecado en tu presencia,
nos has entregado a nuestros enemigos,
porque hemos honrado a sus dioses.
¡Justo eres, Señor!

(17o) Mas no se han contentado
con nuestra amarga esclavitud,
sino que han puesto sus manos
en las manos de sus ídolos
para borrar el decreto de tu boca
y destruir tu heredad;
para cerrar las bocas que te alaban
y apagar la gloria
de tu Casa y de tu altar;

(17p) para abrir las bocas de las gentes
en alabanza de sus dioses
y admirar eternamente
a un rey de carne.

(17q) No entregues, Señor,
tu cetro a los que nada son;
que no se regocijen por nuestra caída;
vuelve en contra de ellos sus deseos,
y el primero que se alzó contra nosotros
haz que sirva de escarmiento.

(17r) Acuérdate, Señor, y date a conocer
en el día de nuestra aflicción;
y dame a mí valor, rey de los dioses
y señor de toda autoridad.

(17s) Pon en mis labios palabras armoniosas
cuando esté en presencia del león;
vuelve el odio de su corazón
contra el que nos combate
para ruina suya y de los que piensan como él.

(17t) Líbranos con tus manos
y acude en mi socorro, que estoy sola,
y a nadie tengo, sino a ti, Señor.

(17u) Tú que conoces todas las cosas,
sabes que odio la gloria de los malos,
que aborrezco el lecho incircunciso
y el de todo extranjero.

(17v) Tú sabes bien la necesidad en que me hallo,
que me asquean los emblemas de grandeza
que ciñen mi frente los días de gala,
como asquea el paño menstrual,
y que no me los pongo en días de retiro.

(17x) Que tu sierva no ha comido a la mesa de Amán,
que no he tenido a honra los regios festines,
ni bebido el vino de las libaciones.

(17y) Que no tuvo tu sierva instante de alegría,
desde su encumbramiento hasta el día de hoy,
sino sólo en ti, Señor y Dios de Abrahán.

(17z) Oh Dios, que dominas a todos,
oye el clamor de los desesperados,
líbranos del poder de los malvados
y líbrame a mí de mi temor.


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Introducción a Ester 

El libro de Ester , como el de Judit , refiere una liberación de la nación por medio de una mujer. Los judíos establecidos en Persia se ven amenazados de exterminio por el odio de un visir omnipotente, Amán, y se salvan gracias a la intervención de Ester, joven compatriota que ha llegado a reina, dirigida a su vez por su tío Mardoqueo. La situación se vuelve del revés: Amán es ahorcado, Mardoqueo ocupa su lugar, los judíos exterminan a sus enemigos. Se instituye la fiesta de los Purim para conmemorar esta victoria y se recomienda a los judíos que la celebren todos los años.

La narración hace ver claramente la hostilidad de que eran objeto los judíos en el mundo antiguo, a causa de la singularidad de su vida, que les ponía en conflicto con las leyes del príncipe (compárese la persecución de Antíoco Epífanes); su nacionalismo exacerbado es una reacción de defensa. Su violencia choca desagradablemente, pero no debemos perder de vista que el libro es anterior a la revelación cristiana. También se ha de tener en cuenta el elemento literario: las intrigas de harén y las degollinas sólo sirven para la presentación dramática de una tesis que es una tesis religiosa. La exaltación de Mardoqueo y de Ester y la liberación consiguiente recuerdan la historia de Daniel y, sobre todo, la de José, oprimido y luego exaltado para la salvación de su pueblo. En la narración del Génesis a propósito de José, Dios no manifiesta externamente su poder y, sin embargo, dirige los acontecimientos. Del mismo modo, la Providencia gobierna todas las peripecias del drama en el libro hebreo de Ester, que evita nombrar a Dios. Lo saben los actores y ponen toda su confianza en Dios, que llevará a cabo su plan de salvación, incluso aunque fallen los instrumentos humanos que ha escogido, ver Est_4:3-17 que da la clave del libro. Las adiciones griegas tienen un tono más religioso (son las que han proporcionado todos los pasajes de Ester utilizados por la liturgia), pero se limitan a hacer explícito lo que el autor hebreo dejaba adivinar.

La versión griega existía el 114 (ó 78) a. C., en que fue enviada a Egipto para autenticar la fiesta de los Purim, Est_10:31 . El texto hebreo es anterior; según 2Ma_15:36 , los judíos de Palestina celebraban, el 160 a. C., un «día de Mardoqueo», que supone conocida la historia de Ester, y probablemente, el mismo libro. Éste pudo haber sido compuesto en el segundo cuarto del siglo II a. C. Su relación original con la fiesta de los Purim no es segura: el pasaje de Est_9:20-32 es de estilo diferente y parece ser añadidura. Los orígenes de la fiesta son oscuros y es posible que el libro haya sido posteriormente relacionado con ella ( 2Ma_15:36 no da el nombre de «Purim» al «día de Mardoqueo») y haya servido para justificarla históricamente.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

Ester  4,3
NOTAS

4:3 Señales de duelo y penitencia, ver Isa_37:1; Jdt_4:10; 1Ma_3:47, etc.


Ester  4,4
NOTAS

4:4 Para que pudiera entrar en el palacio y venir a hablarle.

Ester  4,8
NOTAS

4:8a La Vet. Lat. añade aquí al griego: «Levántate.¿Por qué sigues sentada en silencio? Porque has sido entregada, tú y tu casa y la de tu padre y todo tu pueblo y toda tu descendencia. Levántate. Veamos si es posible luchar y sufrir por nuestro pueblo, para que Dios le sea propicio».

Ester  4,9
NOTAS

4:9 La Vet. Lat. describe en estos términos el dolor de Ester: «Habiendo leído Ester el mensaje de su hermano, rasgó sus vestiduras y clamó con voz dolorosa. Derramó abundante llanto y su cuerpo daba pena y su carne se debilitó».

Ester  4,14
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Gén_45:7

NOTAS

4:14 El autor del texto hebreo evita escribir el nombre de Dios.

Ester  4,17
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Éxo_19:5; 2Cr_20:6-7; Jdt_16:14

[2] Isa_41:10-16

[3] 2Re_19:15; Isa_45:21-26

[4] Est_3:2

[5] Éxo_3:6; Sal_47:10 [Sal_47:9]

[6] Deu_9:26; Deu_32:9; 1Re_8:51; Jer_10:16; Sal_33:12; Joe_4:2 [Joe_3:2]

[7] Sal_6:6 [Sal_6:5]; Sal_115:17 s; Isa_38:18-20

[8] Est_4:11; Est_4:16

[9] Deu_6:20-25

[10] Deu_7:6+

[11] Jue_2:6+

[12] Est_4:17+

[13] Deu_10:17; Sal_136:2; Sal_95:3; Dan_2:47; Dan_11:36

[14] Isa_64:5 [Isa_64:6]; Lev_15:19-30

NOTAS

4:17a Las oraciones de Mardoqueo y Ester están henchidas de la piedad del AT, pero con un análisis de los sentimientos del que ora, preocupado por su propia justificación, que no se encuentra en los textos más antiguos.

4:17m La tradición israelita sobre todas las maravillas realizadas por Dios en favor de su pueblo se transmitía a través de la familia, ver Deu_6:20-25.

4:17o Gesto de juramento, acaso de alianza.