Eclesiastés 10 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 20 versitos |
1 Una mosca muerta pudre una copa de ungüento de perfumista;
cuenta más un poco de necedad que sabiduría y honor.
2 El sabio tiene el corazón a la derecha,
el necio tiene el corazón a la izquierda.
3 Además, en cualquier camino que tome el necio, su entendimiento no le da de sí y dice de todo el mundo: «Ése es un necio.»
4 Si el enojo del que manda se abate sobre ti, no abandones tu puesto, que la flema libra de graves yerros.
5 Otra calamidad he visto bajo el sol, un error que emana de la autoridad:
6 La necedad ocupando altas dignidades, mientras los ricos se sentaban abajo.
7 He visto siervos a caballo y príncipes que iban a pie, como los siervos.
8 El que cava una fosa cae en ella,
y al que rompe el muro le muerde la culebra.
9 El que saca piedras se lastima con ellas,
el que raja maderos puede hacerse daño.
10 Si se embota el hacha y no se afilan sus caras, hay que aumentar el esfuerzo: también supone ventaja hacer uso de la maña.
11 Si pica la culebra por falta de encantamiento, nada gana el encantador.
12 Las palabras del sabio agradan,
los labios del necio lo arruinan.
13 Empieza diciendo necedades, para acabar en funesta locura.
14 El necio habla y habla sin control, pero el hombre no sabe lo que va venir, y el remate de todo, ¿quién puede pronosticárselo?
15 La fatiga acaba con el necio,
pues ni siquiera sabe ir a la ciudad.
16 ¡Ay del país donde reina un chiquillo, cuyos príncipes madrugan para sus banquetes!
17 ¡Dichoso el país donde reina un hidalgo, cuyos príncipes comen a su hora, por recobrar el vigor y no por banquetear!
18 Por estar mano sobre mano se desploma el techo,
y por brazos caídos la casa se viene abajo.
19 Para holgar preparan su banquete, y el vino alegra la vida, y el dinero todo lo allana.
20 Ni aun en tu interior faltes al rey,
ni en tu propia alcoba faltes al rico,
que un pajarito corre la voz,
y un ser alado cuenta la cosa.

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Introducción a Eclesiastés

ECLESIASTÉS

Introducción
Este pequeño libro se titula «Palabras de Cohélet, hijo de David, rey en Jerusalén». La palabra «Cohélet» (o «Qohélet»), ver Ecl_1:2 y 12; Ecl_7:27 ; Ecl_12:8-10 , no es nombre propio, sino un nombre común empleado a veces con artículo, y aunque su forma es femenina, se construye como masculino. Según la explicación más probable, es un nombre de función y designa al que habla en la asamblea (qahal, en griego ekklesía; de ahí los títulos latino y español, tomados de la Biblia griega), en una palabra, el «Predicador». Se le llama «hijo de David y rey en Jerusalén» ver Ecl_1:12 , y aunque no aparezca escrito el nombre, ciertamente se le identifica con Salomón, a quien claramente alude el texto, Ecl_1:16 (ver 1Re_3:12 ; 1Re_5:10-11 [ 1Re_4:30-31 ]; 1Re_10:7 ) ó Ecl_2:7-9 (ver 1Re_3:13 ; 1Re_10:23 ). Pero esta atribución es mera ficción literaria del autor, que pone sus reflexiones bajo el patrocinio del más ilustre de los Sabios de Israel. El lenguaje del libro y su doctrina, de la que seguidamente hablaremos, impiden situarlo antes del Destierro. Se ha impugnado a menudo la unidad de autor, y se han distinguido dos, tres, cuatro y hasta ocho manos diferentes. Pero se va renunciando cada vez más a una partición que parece desconocer el género y el pensamiento del libro, y a la que se oponen la unidad de estilo y de vocabulario, aunque sí ha sido publicado por un discípulo que añadió los últimos versículos, Ecl_12:9-14 .

Como en otros libros sapienciales, por ejemplo Job y Eclesiástico, por no decir nada de Proverbios (una obra miscelánea), el pensamiento fluctúa, se rectifica y se corrige. No hay un plan definido, sino que se trata de variaciones sobre un tema único, la vanidad de las cosas humanas, que se afirma al comienzo y al final del libro Ecl_1:2 y Ecl_12:8 . Todo es falaz: la ciencia, la riqueza, el amor y hasta la misma vida. Ésta no constituye más que una serie de actos incoherentes y sin importancia, Ecl_3:1-11 , que concluyen con la vejez, Ecl_12:1-7 , y con la muerte. Ésta afecta igualmente a sabios y a necios, ricos y pobres, animales y hombres, Ecl_3:14-20 . El problema de Cohélet coincide parcialmente con el de Job: ¿tienen aquí abajo su sanción el bien y el mal? Y la respuesta de Cohélet, como la de Job, es negativa, porque la experiencia contradice a las soluciones admitidas, 7:25-8:14. Sólo que Cohélet es hombre de buena salud y no busca como Job la razón del sufrimiento; comprueba la vacuidad del bienestar y se consuela recogiendo los modestos goces que puede ofrecer la existencia, Ecl_3:12-13 ; Ecl_8:15 ; Ecl_9:7-9 . Digamos más bien que trata de consolarse, porque se encuentra totalmente insatisfecho. El misterio del más allá le atormenta, sin que vislumbre una solución, Ecl_3:21 ; Ecl_9:10 ; Ecl_12:7 . Pero Cohélet es un creyente, y si bien queda desconcertado ante el giro que Dios da a los asuntos humanos, afirma que Dios no tiene por qué rendir cuentas, Ecl_3:11 , Ecl_3:14 ; Ecl_7:13 , que se han de aceptar de su mano tanto las pruebas como las alegrías, Ecl_7:14 , que se han de guardar los mandamientos y temer a Dios, Ecl_5:6 [ Ecl_5:7 ]; Ecl_8:12-13 .

Es evidente que esta doctrina está lejos de ser coherente. Pero ¿no será mejor atribuir las incoherencias a un pensamiento inseguro de sí mismo, porque aborda un misterio estremecedor sin contar con los elementos de solución, antes que dividir el texto entre varios autores que se corrigen y contradicen mutuamente? A Cohélet, como a Job, solamente puede dársele la respuesta con la afirmación de una sanción de ultratumba.

El libro tiene las características de una obra de transición. Las seguridades tradicionales se debilitan, pero nada firme las sustituye aún. En esta encrucijada del pensamiento hebreo se ha tratado de encontrar influencias extranjeras, que habrían actuado sobre Cohélet. Hay que descartar las comparaciones a menudo propuestas con las corrientes filosóficas del estoicismo, del epicureísmo y del cinismo, que Cohélet pudo conocer por medio del Egipto helenizado; ninguna de estas comparaciones es decisiva y la mentalidad del autor se halla muy alejada de la de los filósofos griegos. Se han fijado paralelos, más aceptables en apariencia, con composiciones egipcias como el Diálogo del Desesperado con su alma o los Cantos del Arpista, y más recientemente con la literatura mesopotámica de sabiduría y con la Epopeya de Guilgamés. Pero no se puede demostrar la influencia directa de ninguna de estas obras. Las coincidencias se dan sobre temas que a veces son muy antiguos y que integraban ya el fondo común de la sabiduría oriental. Y precisamente la reflexión personal de Cohélet ha trabajado sobre esta herencia del pasado, como lo dice su editor, Ecl_12:9 .

Cohélet es un judío de Palestina, probablemente de Jerusalén mismo. Emplea un hebreo tardío, de transición, sembrado de aramaísmos, y utiliza dos palabras persas. Esto supone una fecha bastante posterior al Destierro, pero anterior a los comienzos del siglo II a. C., en el que Ben Sirá utilizó ya el librito; de hecho la paleografía sitúa en las proximidades del 150 a. C. fragmentos de Qo encontrados en las cuevas de Qumrán. El siglo III es por lo mismo la fecha de composición más probable. Estamos en el momento en que Palestina, sometida a los Tolomeos, comienza a recibir la corriente humanista y no ha sentido aún la sacudida de fe y esperanza de la época de los Macabeos.

El libro sólo marca un momento en el desarrollo religioso y no se le ha de juzgar separándolo de lo que le ha precedido y de lo que le seguirá. Al subrayar la insuficiencia de las viejas concepciones y forzar a los espíritus a enfrentarse con los enigmas humanos, apela a una revelación más elevada. Da una lección de desprendimiento de los bienes terrenos y, al negar la felicidad de los ricos, prepara al mundo para oír que son «bienaventurados los pobres», Luc_6:20 .

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

Eclesiastés 10,1
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Gál_5:9

NOTAS

10:1 «Una mosca muerta» zebûb met conj.; «las moscas de la muerte» zebûbê mawet hebr. -Después de «pudre» hebr. añade «deteriora», ditografía probable.


Eclesiastés 10,2
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Ecl_2:14

Eclesiastés 10,6
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Pro_19:10; Pro_30:22

Eclesiastés 10,8
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Pro_26:27; Sal_7:16 [Sal_7:15]; Sir_27:26-27

Eclesiastés 10,12
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Pro_10:32; Pro_15:2

Eclesiastés 10,14
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Ecl_8:7

Eclesiastés 10,15
NOTAS

10:15 «el necio» griego, Targ., mss; «los necios» hebr.

Eclesiastés 10,16
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Pro_31:4-7

Eclesiastés 10,19
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sal_104:15; Jue_9:13

Eclesiastés 10,20
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Éxo_22:27 [Éxo_22:28]

[2] Luc_12:2-3