Judith 16 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 25 versitos |
1 ¡Alabad a mi Dios con tamboriles,
elevad cantos al Señor con címbalos,
entonadle un salmo de alabanza,
ensalzad e invocad su Nombre!
2 Porque el Señor es un Dios
exterminador de guerras,
porque en sus campos,
en medio de su pueblo,
me arrancó de la mano
de mis perseguidores.
3 Los asirios de los montes del norte
vinieron con tropa innumerable;
su muchedumbre obstruía los torrentes,
y sus caballos cubrían las colinas.
4 Hablaban de incendiar mis tierras,
de pasar mis jóvenes a espada,
de estrellar contra el suelo a los bebés,
de entregar como botín a mis niños
y de dar como presa a mis doncellas.
5 El Señor Omnipotente
por mano de mujer los anuló.
6 Que no fue derribado su caudillo
por jóvenes guerreros,
ni le hirieron hijos de Titanes,
ni altivos gigantes lo vencieron;
lo subyugó Judit, hija de Merarí,
con sólo la hermosura de su rostro.
7 Se despojó de sus vestidos de viuda,
para exaltar a los afligidos de Israel;
ungió su rostro de perfumes,
8 prendió con una cinta sus cabellos,
ropa de lino vistió para seducirle.
9 La sandalia de ella le robó los ojos,
su belleza cautivóle el alma...
¡y la cimitarra atravesó su cuello!
10 Se pasmaron los persas con su audacia,
se turbaron los medos por su temeridad.
11 Entonces clamaron mis humildes,
y ellos temblaron de miedo;
clamaron mis débiles,
y ellos quedaron aterrados;
alzaron su voz éstos,
y ellos se dieron a la fuga.
12 Hijos de jovenzuelas los asaetearon,
como a hijos de desertores los hirieron,
perdieron en la batalla contra mi Señor.
13 Cantaré a mi Dios un cantar nuevo:
«¡Tú eres grande, Señor, eres glorioso,
admirable en poder e insuperable!»
14 Sírvante a ti las criaturas todas,
pues hablaste tú y fueron hechas,
enviaste tu espíritu y las hizo,
y nadie puede resistir tu voz.
15 Pues los montes, desde sus cimientos,
serán sacudidos con las aguas;
las rocas en tu presencia
se fundirán como cera;
pero con aquellos que te temen,
te muestras tú siempre propicio.
16 Porque es muy poca cosa
todo sacrificio de calmante aroma,
y apenas es nada la grasa
para serte ofrecida en holocausto.
Mas quien teme al Señor
será grande para siempre.
17 ¡Ay de las naciones
que se alzan contra mi raza!
El Señor Omnipotente las castigará
en el día del juicio.
Entregará sus cuerpos
al fuego y a los gusanos,
y gemirán en dolor eternamente.
18 Cuando llegaron a Jerusalén, adoraron a Dios y, una vez purificado el pueblo, ofrecieron sus holocaustos, sus ofrendas voluntarias y sus dones.
19 Judit ofreció todo el mobiliario de Holofernes, que el pueblo le había concedido, y entregó a Dios en anatema las colgaduras que ella misma había tomado del dormitorio de Holofernes.
20 Durante tres meses permaneció el pueblo en Jerusalén, celebrando festejos delante del santuario. También Judit estaba presente.
21
Ancianidad y muerte de Judit.
Pasados aquellos días, se volvió cada uno a su heredad. Judit regresó a Betulia, donde vivió disfrutando de su hacienda; fue en su tiempo muy famosa en toda aquella tierra.
22 Muchos la pretendieron, pero ella no tuvo relaciones con ningún hombre en toda su vida, desde que su marido Manasés murió y fue a reunirse con su pueblo.
23 Vivió hasta la avanzada edad de ciento cinco años, transcurriendo su ancianidad en casa de su marido. A su sierva le concedió la libertad. Murió en Betulia y fue sepultada en la cueva de su marido Manasés.
24 La casa de Israel la lloró durante siete días. Antes de morir, distribuyó su hacienda entre los parientes de su marido Manasés y entre sus propios parientes.
25 Nadie ya atemorizó a los israelitas mientras vivió Judit, ni en mucho tiempo después de su muerte.

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Introducción a Judith

El libro de Judit es la historia de una victoria del pueblo elegido contra sus enemigos, merced a la intervención de una mujer. La pequeña nación judía se enfrenta con el imponente ejército de Holofernes, que quiere someter el mundo al rey Nabucodonosor y destruir todo culto que no sea el de Nabucodonosor endiosado. Los judíos son sitiados en Betulia. Privados de agua, están a punto de rendirse. Aparece entonces Judit, viuda joven, hermosa, prudente, piadosa y decidida que triunfará sobre la apatía de sus compatriotas y luego sobre el ejército asirio. Echa en cara a los jefes de la ciudad su falta de confianza en Dios. Después ora, se acicala, sale de Betulia y se hace presentar a Holofernes. Echa mano contra él de la seducción y de la astucia y, una vez a solas con aquel militarote ebrio, le corta la cabeza. Los asirios huyen presa del pánico y su campamento es entregado al saqueo. El pueblo ensalza a Judit y se dirige a Jerusalén para una solemne acción de gracias.

Parece como si el autor hubiese multiplicado adrede los dislates de la historia para distraer la atención de cualquier contexto histórico concreto y llevarla por entero al drama religioso y a su desenlace. Es una narración hábilmente compuesta, que guarda estrecho parentesco con los apocalipsis. Holofernes, servidor de Nabucodonosor, es una síntesis de las potencias del mal; Judit, cuyo nombre significa «la Judía», representa la causa de Dios, identificada con la de la nación. Esta causa parece condenada al exterminio, pero Dios cuida de su triunfo por medio de las débiles manos de una mujer, y el pueblo santo sube a Jerusalén. El libro tiene contactos ciertos con Daniel, Ezequiel y Joel: la escena tiene lugar en la llanura de Esdrelón, cerca de la llanura de Harmaguedón, donde San Juan situará la batalla escatológica de Apo_16:16 ; la victoria de Judit es el premio de su oración, de su observancia escrupulosa de las normas de pureza legal, y, sin embargo, la perspectiva del libro es universalista: la salvación de Jerusalén queda asegurada en Betulia, en aquella Samaría odiosa para los «ortodoxos» del Judaísmo rígido; Ajior es quien da con el sentido religioso del conflicto, y Ajior es un amonita, Jdt_5:5-21 , que se convierte al Dios verdadero, Jdt_14:5-10 .

El libro fue escrito en Palestina, hacia mediados del siglo II antes de nuestra era, en una atmósfera de fervor nacional y religioso que la sublevación de los Macabeos había creado.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

Judith 16,1
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sal_81:2-4 [Sal_81:1-3]; Sal_135:1-3; Sal_149:1-3


Judith 16,2
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jdt_9:7; Éxo_15:3; Sal_46:10 [Sal_46:9]; Sal_68:31 [Sal_68:30]; Sal_76:4 [Sal_76:3]

Judith 16,12
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jdt_5:23; Jdt_6:5

Judith 16,13
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sal_144:9; Sal_86:10; Sal_147:5

Judith 16,14
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sal_33:9; Sal_148:5; Sal_104:30; Est_4:17 b

Judith 16,15
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sal_97:5; Jue_5:5

[2] Sal_25:14; Sal_103:13

Judith 16,16
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sal_51:18-19 [Sal_51:16-17]

[2] Sir_34:13-17

Judith 16,17
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jue_5:31; Joe_4:1-4 [Joe_3:1-4]

[2] Isa_66:24+

Judith 16,18
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jos_6:17+; Núm_31:48-54; Deu_13:13-19 [Deu_13:12-18]; Lev_27:28-29

Judith 16,23
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Gén_23:19; Gén_49:29-32

NOTAS

16:23 Esta edad tan avanzada termina por colocar a Judit en el rango de los héroes de la época patriarcal, ver Gén_23:1; Gén_35:28; Gén_50:26.

Judith 16,25
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jue_3:11+

NOTAS

16:25 Este final recuerda las conclusiones del libro de los Jueces. Vulg. añade (Jdt_16:31): «El aniversario de la fiesta de esta victoria es considerada por los hebreos como día sagrado; los judíos lo celebran desde entonces hasta el día de hoy.» De hecho no poseemos ningún vestigio de esta solemnidad, pero ver Est_9:27 s; 1Ma_7:48-49.