Eclesiástico 36 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 27 versitos |
1
Oración por Israel.
Ten piedad de nosotros, Señor, Dios del universo, mira
y siembra tu temor sobre todas las naciones.
2 Alza tu mano contra las naciones extranjeras,
para que reconozcan tu señorío.
3 Como ante ellas te has mostrado santo con nosotros,
así ante nosotros muéstrate grande con ellas.
4 Que te reconozcan, como nosotros hemos reconocido
que no hay Dios fuera de ti, Señor.
5 Renueva tus prodigios, repite tus maravillas,
glorifica tu mano y tu brazo derecho.
6 Despierta tu furor y derrama tu ira,
extermina al adversario y aniquila al enemigo.
7 Acelera la hora, recuerda el juramento,
y que se divulguen tus grandezas.
8 Que el fuego de tu ira devore a los supervivientes,
y perezcan los que hacen daño a tu pueblo.
9 Aplasta la cabeza de los jefes enemigos,
que dicen: «Fuera de nosotros no hay nadie.»
10 Reúne todas las tribus de Jacob,
dales su heredad como al principio.
11 Ten piedad, Señor, del pueblo llamado con tu nombre,
de Israel, a quien trataste como a tu primogénito.
12 Ten compasión de tu ciudad santa,
de Jerusalén, lugar de tu descanso.
13 Llena a Sión de tu alabanza,
y el templo de tu gloria.
14 Da testimonio en favor de tus primeras criaturas,
cumple las profecías hechas en tu nombre.
15 Da su recompensa a los que esperan en ti,
y que tus profetas sean acreditados.
16 Escucha, Señor, la súplica de tus siervos,
según la bendición de Aarón sobre tu pueblo.
17 Y todos los habitantes de la tierra reconozcan
que tú eres el Señor, el Dios eterno.
18
El discernimiento.
El estómago consume todo tipo de alimentos,
pero unos son mejores que otros.
19 El paladar distingue la carne de caza,
y el corazón inteligente las palabras mentirosas.
20 El hombre perverso provoca desgracias,
pero el experimentado le da su merecido.
21
Elección de esposa.
La mujer acepta cualquier marido,
pero unas jóvenes son mejores que otras.
22 La belleza de la mujer recrea la mirada,
y el hombre la desea más que ninguna otra cosa.
23 Si en su lengua hay bondad y dulzura,
su marido ya no es como los demás hombres.
24 El que consigue una mujer, empieza a hacer fortuna,
una ayuda semejante a él y columna de apoyo.
25 Donde no hay valla, la propiedad es saqueada,
donde no hay mujer, el hombre gime a la deriva.
26 ¿Quién se fiará del ladrón ágil,
que va saltando de ciudad en ciudad?
27 Lo mismo ocurre con el hombre sin hogar,
que se cobija donde la noche le sorprende.

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Introducción a Eclesiástico

ECLESIÁSTICO
Introducción
Este libro forma parte de la Biblia griega, pero no figura en el canon judío. Es, pues, uno de los libros deuterocanónicos admitidos por la Iglesia cristiana. Sin embargo, fue compuesto en hebreo. San Jerónimo lo conoció en su lengua original y los rabinos lo citaron. Cerca de dos tercios de este texto hebreo fueron encontrados en 1896 en los restos de varios manuscritos de la Edad Media procedentes de una antigua sinagoga de El Cairo. Pequeños fragmentos han aparecido más recientemente en una cueva de Qumrán y en 1964 se ha descubierto en Masada un largo texto que contiene 39:27-44:17 en escritura de comienzos del siglo I a. C. Por último, en 1982, se ha encontrado un nuevo folio que contiene 31:24-32:7 y 32:12-33:8. Las variantes de estos testigos entre sí y en relación con las traducciones griega y siríaca indican que el libro circuló muy pronto en diversas recensiones.

Dado el estado fragmentario del texto hebreo, nuestra traducción se ha hecho sobre el texto griego (más exactamente, sobre los tres principales manuscritos, Sinaítico, Alejandrino y Vaticano, que forman lo que se llama «texto recibido»), indicando en nota determinadas variantes del hebreo.

Su título latino, Ecclesiasticus (liber), es una denominación reciente (San Cipriano), que sin duda subraya el uso oficial que de él hacía la Iglesia, en contraposición con la Sinagoga. En griego, ver la firma, Sir_51:30 , el libro se llamaba «Sabiduría de Jesús Ben Sirá» y el autor es también nombrado en Sir_50:27 . Actualmente los estudiosos le llaman Ben Sirá o el Sirácida (según la forma griega Sirac). El nieto del autor explica en un prólogo, vv. 1-34, que tradujo el libro cuando vino a residir en Egipto el año 38 del rey Evergetes, v.27. No puede tratarse más que de Tolomeo VII Evergetes, y la fecha corresponde al año 132 a. C. Su abuelo, Ben Sirá, vivió, pues, y escribió hacia el 190-180. Un argumento interno confirma esta fecha: Ben Sirá hace del sumo sacerdote Simón un elogio basado en recuerdos personales, Sir_50:1-21 . Se trata de Simón II, que no murió antes del 200.

Palestina acababa de entrar bajo la dominación de los Seléucidas, el 198. La adopción de costumbres extranjeras, la helenización, era favorecida por una parte de la clase dirigente, y pronto pretendería imponerla por la fuerza Antíoco Epífanes (175-163). Ben Sirá opone a estas amenazadoras novedades toda la fuerza de la tradición. Él es un escriba que une el amor de la Sabiduría al de la Ley. Está lleno de fervor por el Templo y sus ceremonias, lleno de respeto por el sacerdocio, pero también conoce a fondo los libros sagrados, los Profetas y, sobre todo, los escritos sapienciales. Y él mismo ha querido ofrecer la instrucción de la sabiduría para todos los que la buscan, Sir_33:18 ; Sir_50:27 , ver el prólogo del traductor, vv. 7-14.

Por su forma, el libro está claramente en la línea de sus predecesores y de sus modelos. Si exceptuamos la parte que celebra la gloria de Dios en la naturaleza, 42:15-43:33, y en la historia, 44:1-50:29, el libro no es menos heterogéneo que las colecciones de los Proverbios o que el Eclesiastés. Los temas más diversos son abordados sin orden y con reiteraciones; son tratados como pequeños cuadros que, sin mucha trabazón, agrupan breves máximas. Se añaden al libro dos apéndices: un himno de acción de gracias, Sir_51:1-12 , y un poema sobre la búsqueda de la sabiduría, Sir_51:13-30 . El texto hebreo de este último trozo se ha encontrado en una cueva de Qumrán, incluido en un manuscrito del Salterio; este descubrimiento confirma que al principio existió por separado antes de su agregación al Eclesiástico.

La doctrina es tan tradicional como la forma. La sabiduría que predica Ben Sirá viene del Señor, su principio es el temor de Dios, forma a la juventud y procura la felicidad. Tiene las mismas incertidumbres que Job y el Eclesiastés sobre el destino humano y el problema de las sanciones. Tiene fe en la retribución, siente la importancia trágica de la hora de la muerte, pero no sabe aún cómo pagará Dios a cada uno según sus obras. Sobre la naturaleza misma de la Sabiduría divina, Sir_24:1-22 , prolonga las intuiciones de los Proverbios y de Job.

Pero Ben Sirá es un innovador cuando identifica a la Sabiduría con la Ley proclamada por Moisés, Sir_24:23-24 , como también lo hará el poema sapiencial de Baruc, Bar_3:9-4:4; a diferencia, pues, de sus predecesores, integra la sabiduría en la corriente legalista. Más aún, ve la observancia de la Ley en una práctica del culto, Sir_35:1-10 ; es un fervoroso ritualista.

Y también, a diferencia de los antiguos sabios, Ben Sirá medita sobre la Historia de Salvación, 44:1-49:16. Hace desfilar a las grandes figuras del Antiguo Testamento, desde Henoc hasta Nehemías. De tres de ellos, Salomón (a pesar de ser el primer sabio), Roboán y Jeroboán, emite el mismo severo juicio que la historia deuteronómica y, como ésta, condena en bloque a todos los reyes, excepto a David, Ezequías y Josías. Pero se siente orgulloso del pasado de su pueblo, se detiene sobre todo en los santos y recuerda los prodigios que Dios realizó por medio de ellos. Dios hizo con Noé, Abrahán, Jacob, Moisés, Aarón, Pinjás y David una alianza, que sin duda abarca a todo el pueblo, pero que asegura privilegios duraderos a ciertas familias, sobre todo sacerdotales. Porque siente hondamente el honor del sacerdocio, en su galería de antepasados concede un rasgo excepcional a Aarón y Pinjás, y concluye con el entusiasta elogio de un contemporáneo, el sumo sacerdote Simón. Evoca las glorias pasadas con cierta melancolía pensando en el presente, y a propósito de los Jueces y de los Profetas Menores, desea que «reflorezcan sus huesos en su tumba», Sir_46:12 ; Sir_49:10 , que tengan sucesores. Escribe en vísperas de la sublevación de los Macabeos, y si la ha vivido, ha podido pensar que sus deseos han sido escuchados.

En esta Historia de Salvación, Ben Sirá, que pone de relieve la noción de Alianza, no deja, por decirlo así, ningún resquicio para la esperanza en una salvación futura. Es verdad que en su oración de Sir_36:1-17 recuerda a Dios sus promesas y le pide que tenga misericordia de Sión y reúna las tribus de Jacob. Pero esta expresión de un nacionalismo profético es excepcional en el Sirácida. Como auténtico sabio, parece haberse resignado a la situación, humillante, pero apacible, a la que su pueblo se veía reducido. Confía en que llegará la liberación, pero ésta será el premio de la fidelidad a la Ley, no la obra de un Mesías salvador. Ben Sirá es el último testigo canónico de la sabiduría judía en Palestina. Es el representante por excelencia de aquellos jasidim, los «piadosos» del Judaísmo, ver 1Ma_2:42 *, que pronto defenderán su fe contra la persecución de Antíoco Epífanes y que mantendrán en Israel islotes fieles en los que germinará la predicación de Cristo. Aunque no fue aceptado en el canon hebreo, el Eclesiástico aparece frecuentemente citado en los escritos rabínicos; en el Nuevo Testamento, la epístola de Santiago toma de él muchas expresiones, el evangelio de San Mateo se refiere a él varias veces, y, hoy todavía, la liturgia se hace eco de esta antigua tradición de sabiduría.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

Eclesiástico 36,1
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sal 79

[2] Jer_10:25; Sal_79:6

NOTAS

36 Esta oración revela los sentimientos de los judíos piadosos hacia el 190, en vísperas de la sublevación nacional de los Macabeos. Cosa rara en Ben Sirá, esta oración deja entrever algunos rasgos mesiánicos, al igual que el salmo final hebreo, Sir_51:12+.


Eclesiástico 36,3
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Éxo_28:22; Éxo_38:23

Eclesiástico 36,4
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Deu_32:39; Isa_45:14; 1Re_8:43; 1Cr_17:20

Eclesiástico 36,6
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sal_79:6

Eclesiástico 36,7
NOTAS

36:7 Hebr.: «apresura el fin, recuerda el plazo. Pues ¿quién te dirá: Qué haces?»

Eclesiástico 36,10
NOTAS

36:10 Esta esperanza de una reunión de las tribus, especialmente viva en tiempos del Destierro, se perpetuó en el Judaísmo mucho después del regreso de los desterrados; los judíos consideraron siempre la dispersión en el extranjero como situación provisional y lamentable a la que pondría fin la venida del Mesías.

Eclesiástico 36,11
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Éxo_4:22; Deu_7:6+

Eclesiástico 36,12
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Sa_5:9+

Eclesiástico 36,13
NOTAS

36:13 «de tu alabanza»; var. hebr.: «de tu majestad». -«templo» (naon) con hebr.; «pueblo» (laon) griego.

Eclesiástico 36,14
NOTAS

36:14 ¿Se trata del pueblo de Israel en su conjunto, o de los patriarcas, a quienes un antiguo midrás coloca entre las siete cosas creadas antes que el mundo? ¿O de la sabiduría creada, primicias de la creación (Pro_8:22)? ¿O considera el autor que el mesías o el reino mesiánico, creados antes que todas las cosas, van a manifestarse pronto en la tierra? Es difícil precisar el pensamiento.

Eclesiástico 36,16
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Núm_6:22-27

NOTAS

36:16 «tus siervos» mss griego, hebr.; «los que te imploran» texto recibido.

Eclesiástico 36,21
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Pro_5:15+

NOTAS

36:21 Basándose en el paralelismo, se ha preguntado si no será necesario leer más bien: «A cualquier mujer acepta el marido, pero...». Sin embargo, el hebr. ofrece la misma construcción que el griego. Tal como aparece, el texto parece subrayar la ventaja del hombre que puede elegir a su mujer, mientras que para ésta no hay posibilidad de elección.

Eclesiástico 36,23
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Pro_15:4

Eclesiástico 36,24
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Gén_2:18

NOTAS

36:24 Hebr: «una ciudad fortificada».

Eclesiástico 36,25
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Gén_4:12