I Samuel 26 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 25 versitos |
1
David perdona a Saúl.
Llegaron los de Zif donde Saúl, en Guibeá, diciendo: «¿Acaso no está escondido David en la colina de Jaquilá, hacia el este de la estepa?»
2 Se levantó Saúl y bajó al desierto de Zif, con tres mil hombres escogidos de Israel, para buscar a David en el desierto de Zif.
3 Acampó Saúl en la colina de Jaquilá, que está frente a la estepa, junto al camino. Andaba David por el desierto y vió que entraba Saúl en el desierto para perseguirle.
4 Envió David exploradores y supo con seguridad que Saúl había venido.
5 Se puso David en marcha y llegó al lugar donde acampaba Saúl. Observó el sitio en que estaban acostados Saúl y Abner, hijo de Ner, jefe de su tropa. Dormía Saúl en el círculo del campamento, y la tropa acampaba en torno a él.
6 David dirigió la palabra a Ajimélec, hitita, y a Abisay, hijo de Sarvia, hermano de Joab, diciendo: «¿Quién quiere bajar conmigo al campamento, donde Saúl?» Abisay respondió: «Yo bajo contigo.»
7 David y Abisay se dirigieron de noche hacia la tropa. Saúl dormía acostado en el centro del campamento, con su lanza, clavada en tierra, a su cabecera; Abner y el ejército estaban acostados en torno a él.
8 Dijo entonces Abisay a David: «Hoy ha copado Dios a tu enemigo en tu mano. Déjame que ahora mismo lo clave en tierra con la lanza de un solo golpe. No tendré que repetir.»
9 Pero David dijo a Abisay: «No lo mates. ¿Quién atentó contra el ungido de Yahvé y quedó impune?»
10 Añadió David: «Vive Yahvé, que ha de ser Yahvé quien le hiera, bien que llegue su día y muera, bien que baje al combate y perezca.
11 Líbreme Yahvé de levantar mi mano contra el ungido de Yahvé. Ahora toma la lanza de su cabecera y el jarro de agua y vámonos.»
12 Tomó David la lanza y el jarro de la cabecera de Saúl y se fueron. Nadie los vio, nadie se enteró, nadie se despertó. Todos dormían porque se había abatido sobre ellos el sopor profundo de Yahvé.
13 Pasó David al otro lado y se colocó lejos, en la cumbre del monte, quedando un gran espacio entre ellos.
14 Gritó David a la gente y a Abner, hijo de Ner, diciendo : «¿No me respondes, Abner?» Respondió Abner: «¿Quién eres tú, llamas al rey?»
15 Dijo David a Abner: «¿No eres tú un hombre? ¿Quién como tú en Israel? ¿Por qué, pues, no has custodiado al rey tu señor? Pues uno del pueblo ha entrado para matar al rey, tu señor.
16 No está bien esto que has hecho. Vive Yahvé que sois reos de muerte por no haber velado sobre vuestro señor, el ungido de Yahvé. Mira ahora. ¿Dónde está la lanza del rey y el jarro del agua que había junto a la cabecera?»
17 Reconoció Saúl la voz de David y preguntó: «¿Es ésta tu voz, hijo mío David?» Respondió David: «Mi voz es, oh rey, mi señor.»
18 Y añadió: «¿Por qué persigue mi señor a su siervo? ¿Qué he hecho y qué maldad hay en mí?
19 Que el rey mi señor se digne escuchar ahora las palabras de su siervo. Si es Yahvé quien te excita contra mí, que sea aplacado con una oblación, pero si son los hombres, malditos sean ante Yahvé, porque me expulsan hoy para que no participe en la heredad de Yahvé, diciéndose: “Que vaya a servir a otros dioses”.
20 Que no caiga ahora mi sangre en tierra lejos de la presencia de Yahvé, pues ha salido el rey de Israel a la caza de una simple pulga como quien persigue una perdiz en los montes.»
21 Respondió Saúl: «He pecado. Vuelve, hijo mío, David, no te haré ya ningún mal, ya que mi vida ha sido hoy preciosa a tus ojos. Me he portado como un necio y estaba totalmente equivocado.»
22 Respondió David: «Aquí está la lanza del rey. Que pase uno de los servidores y la tome.
23 Yahvé devolverá a cada uno según su justicia y su fidelidad; pues hoy te ha entregado Yahvé en mis manos, pero no he querido alzar mi mano contra el ungido de Yahvé.
24 De igual modo que tu vida ha sido hoy de gran precio a mis ojos, así será de gran precio la mía a los ojos de Yahvé, de suerte que me libere de toda angustia.»
25 Dijo Saúl a David: «Bendito seas, hijo mío David. Triunfarás en todas tus empresas.» Siguió David por su camino y Saúl se volvió a su casa.

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Introducción a I Samuel

Los libros de Samuel formaban una sola obra en la Biblia hebrea. La división en dos libros se remonta a la traducción griega que ha unido asimismo Samuel y Reyes bajo un mismo título: los cuatro libros de los Reinos; la Vulgata los llama los cuatro libros de los Reyes. El Samuel hebreo corresponde a los dos primeros. Este título proviene de la tradición que atribuía al profeta Samuel la composición de este escrito.

El texto es uno de los peor conservados del AT. La traducción griega de los Setenta da un texto bastante diferente, que se remonta a un prototipo del que las cuevas de Qumrán han proporcionado importantes fragmentos. Existían, pues, varias recensiones hebraicas de los libros de Samuel.

Se distinguen en él cinco partes:
a) Samuel, 1 S 1-7;
b) Samuel y Saúl, 1 S 8-15;
c) Saúl y David, 1 S 16 a 2 S 1;
d) David, 2 S 2-20;
e) suplementos, 2 S 21-24.

La obra combina o yuxtapone diversas fuentes y tradiciones sobre los comienzos del período monárquico. Hay una historia del arca y de su cautiverio entre los filisteos, 1 S 4-6, en la que no aparece Samuel y que proseguirá en 2 S 6. Está enmarcada por un relato de la infancia de Samuel, 1 S 1-3, y por otro relato que presenta a Samuel como el último de los Jueces y anticipa la liberación del yugo filisteo, 7. Samuel desempeña un papel esencial en la historia de la institución de la realeza, 1 S 8-12, donde se han distinguido desde hace tiempo dos grupos de tradiciones: 9; 1Sa_10:1-16 ; 11, por una parte, y 8; 1Sa_10:17-24 ; 12, por otra. Al primer grupo se le ha denominado versión monárquica del acontecimiento, y al segundo, versión antimonárquica; esta última sería posterior. En realidad ambas tradiciones son antiguas y solamente representan tendencias diferentes; además, la segunda corriente no es tan antimonárquica como se afirma, sino que solamente se opone a una realeza que no respetaría los derechos de Dios. Las guerras de Saúl contra los filisteos son narradas en 13-14, con una primera versión del rechazo de Saúl, 1Sa_13:7 a; una segunda versión de este rechazo se da en 15, en conexión con una guerra contra los amalecitas. Este rechazo prepara la unción de David por Samuel, 1Sa_16:1-13 . Sobre los comienzos de David y sus desavenencias con Saúl, se han recogido tradiciones paralelas y, al parecer, de igual antigüedad en 1Sa 16:14 - 2 S 1, donde los duplicados son frecuentes. El final de esta historia se encuentra en 2 S 2-5: el reinado de David en Hebrón, la guerra filistea y la toma de Jerusalén aseguran la confirmación de David como rey sobre todo Israel, 2Sa_5:12 . El cap. 6 prosigue la historia del arca; la profecía de Natán, 7, es antigua, pero ha sido retocada; el cap. 8 es un resumen redaccional. En 2 S 9 se inicia una larga narración que no concluirá hasta el comienzo de Reyes, 1R 1-2. Es la historia de la familia de David y de las luchas en torno a la sucesión al trono, escrita por un testigo ocular, en la primera mitad del reinado de Salomón. Queda interrumpida por 2 S 21-24, que agrupa trozos de origen diverso sobre el reinado de David.

Es posible que desde los primeros siglos de la monarquía hayan tomado cuerpo, además de la gran historia de 2 S 9-20, otras agrupaciones literarias: un primer ciclo de Samuel, dos historias de Saúl y David. Es posible, asimismo, que estos conjuntos hayan sido combinados en torno al año 700, pero los libros no recibieron su forma definitiva hasta que fueron incorporados a la gran historia deuteronomista. Sin embargo, la influencia del Deuteronomio resulta aquí menos visible que en Jueces y Reyes. Se la descubre particularmente en los primeros capítulos de la obra, especialmente en 1Sa_2:22-36 ; 7 y 12, quizá en una modificación de la profecía de Natán, 2 S 7; pero el relato de 2 S 9-20 se ha conservado casi sin retoque.

Los libros de Samuel abarcan el período que va de los orígenes de la monarquía israelita al final del reinado de David. La expansión de los filisteos (la batalla de Afec, 1 S 4, se sitúa hacia el 1050) ponía en peligro la existencia misma de Israel e impuso la monarquía. Saúl, hacia el 1030, es, en un principio, como un continuador de los Jueces, pero su reconocimiento por todas las tribus le confiere una autoridad universal y permanente: ha nacido la realeza. Comienza la guerra de liberación y los filisteos son arrojados hasta su territorio, 1 S 14; los encuentros ulteriores tienen lugar en los confines del territorio israelita, 1 S 17 (valle del Terebinto), 28 y 31 (Gelboé). Este último combate acaba en desastre y en él muere Saúl, hacia el 1010. La unidad nacional se ve de nuevo comprometida, David es consagrado rey en Hebrón por los de Judá, y las tribus del Norte le oponen a Isbaal, descendiente de Saúl, refugiado en Transjordania. Sin embargo, el asesinato de Isbaal hace posible la unión, y David es reconocido rey por Israel.

El segundo libro de Samuel no da más que un resumen de los resultados políticos del reinado de David: fueron, sin embargo, considerables. Los filisteos fueron definitivamente rechazados, la unificación del territorio concluye con la absorción de los enclaves cananeos, y en primer lugar Jerusalén, que se convirtió en la capital política y religiosa del reino. Fue sometida Transjordania, y David extendió su dominio sobre los arameos de Siria meridional. Con todo, cuando murió David, hacia el 970, la unidad nacional no estaba verdaderamente consolidada; David era rey de Israel y de Judá y estas dos fracciones se oponían a menudo: la rebelión de Absalón fue sostenida por las gentes del Norte, el benjaminita Seba quiso sublevar al pueblo al grito de «A tus tiendas, Israel». Se presiente ya el cisma.

Estos libros traen un mensaje religioso; exponen las condiciones y las dificultades de un reino de Dios sobre la tierra. El ideal sólo se ha conseguido bajo David; este logro ha sido precedido por el fracaso de Saúl y será seguido por todas las infidelidades de la monarquía, que atraerán la condenación de Dios y provocarán la ruina de la nación. A partir de la profecía de Natán, la esperanza mesiánica se ha alimentado de las promesas hechas a la casa de David. El NT se refiere a ellas tres veces, Hch_2:30 , 2Co_6:18 , Heb_1:5 . Jesús es descendiente de David, y el nombre de hijo de David que le da el pueblo es el reconocimiento de sus títulos mesiánicos. Los Padres han establecido un paralelo entre la vida de David y la de Jesús, el Cristo, el Ungido, elegido para salvación de todos, rey del pueblo espiritual de Dios y, sin embargo, perseguido por los suyos.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

I Samuel 26,1
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] = 1Sa 24

[2] 1Sa_23:19 s

NOTAS

26 El relato de este capítulo es muy parecido al del cap. 24. Se trata o de sucesos similares, moldeados de forma idéntica por la tradición oral y luego escrita, o bien, con mayor probabilidad, de un duplicado, dos formas paralelas de referir la generosidad de David y su respeto religioso del carácter sagrado del rey, «el ungido de Yahvé», ver 1Sa_9:26+.


I Samuel 26,6
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Cr_2:16

I Samuel 26,8
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Sa_18:11; 1Sa_19:10

I Samuel 26,9
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Sa_24:7 [1Sa_24:6]; 1Sa_9:26+

I Samuel 26,12
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Gén_2:21; Gén_15:12

I Samuel 26,13
NOTAS

26:13 A la otra vertiente del valle.

I Samuel 26,19
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Deu_7:6+

NOTAS

26:19 Tan estrechamente estaba unido Yahvé con la tierra de Israel, su «heredad», que no se creía posible honrarle en el extranjero, donde reinaban otros dioses. Por eso, Naamán se llevará a Damasco un poco de tierra de Israel, 2Re_5:17. Forzar a David a exiliarse es condenarlo a abandonar a Yahvé.

I Samuel 26,20
NOTAS

26:20 (a) En el desierto, dominio de los espíritus malignos, Isa_13:21; Isa_34:13-14; Lev_16:10, David se siente ya fuera de la presencia de Yahvé.

26:20 (b) Referencia a 1Sa_24:15 [1Sa_24:14].

I Samuel 26,23
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sal_7:9 [Sal_7:8]; Sal_18:21 [Sal_18:20]

I Samuel 26,25
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Sa_24:21 [1Sa_24:20]