Genesis 12 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 20 versitos |
1 El Señor dijo a Abrán:
– Sal de tu tierra nativa
y de la casa de tu padre,
a la tierra que te mostraré.
2 Haré de ti un gran pueblo,
te bendeciré, haré famoso tu nombre,
y servirá de bendición.
3 Bendeciré a los que te bendigan,
maldeciré a los que te maldigan.
En tu nombre se bendecirán
todas las familias del mundo.
4 Abrán marchó, como le había dicho el Señor, y con él marchó Lot. Abrán tenía setenta y cinco años cuando salió de Jarán.
5 Abrán llevó consigo a Saray, su mujer; a Lot, su sobrino; todo lo que había adquirido y todos los esclavos que había ganado en Jarán. Salieron en dirección de Canaán y llegaron a la tierra de Canaán.
6 Abrán atravesó el país hasta la región de Siquén y llegó a la encina de Moré – en aquel tiempo habitaban allí los cananeos– .
7 El Señor se apareció a Abrán y le dijo:
– A tu descendencia le daré esta tierra.
Él construyó allí un altar en honor del Señor, que se le había aparecido.
8 Desde allí continuó hacia las montañas al este de Betel, y estableció allí su campamento, con Betel al oeste y Ay al este; construyó allí un altar al Señor e invocó el Nombre del Señor.
9 Abrán se trasladó por etapas al Negueb.
10

Abrán en Egipto
20; 26,1-11

Pero sobrevino una carestía en el país y, como había mucha hambre, Abrán bajó a Egipto para residir allí.
11 Cuando estaba llegando a Egipto, dijo a Saray, su mujer:
– Mira, eres una mujer muy hermosa;
12 cuando te vean los egipcios, dirán: es su mujer. Me matarán a mí y a ti te dejarán viva.
13 Por favor, di que eres mi hermana, para que me traten bien en atención a ti, y así, gracias a ti, salvaré la vida.
14 Cuando Abrán llegó a Egipto, los egipcios vieron que su mujer era muy hermosa,
15 la vieron también los ministros del faraón, y elogiaron su belleza ante el faraón, tanto que la mujer fue llevada al palacio del faraón.
16 A Abrán le trataron bien, en atención a ella, y adquirió ovejas, vacas, asnos, esclavos y esclavas, borricas y camellos.
17 Pero el Señor afligió al faraón y a su corte con graves dolencias a causa de Saray, mujer de Abrán.
18 Entonces el faraón llamó a Abrán y le dijo:
–¿Qué me has hecho? ¿Por qué no me confesaste que es tu mujer?
19 ¿Por qué me dijiste que era tu hermana? Ya la he tomado por esposa. Mira, si es tu mujer, tómala y vete de aquí.
20 El faraón dio una escolta a Abrán y lo despidió con su mujer y sus posesiones.

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Introducción a Genesis

PENTATEUCO

La tradición judía y los Evangelios lo llaman Torá, o sea, Ley, Instrucción. También se llama «libro de Moisés», o «Pentateuco» en alusión a los cinco rollos o estuches donde se guardaba el texto escrito en papiro o pergamino. Por su contenido, es una historia ambiciosa que comienza con la creación del mundo y termina con la muerte de Moisés, cuya narración se ve interrumpida al acoger diversos cuerpos legales con un genérico propósito fundacional.
El Pentateuco es palabra narrativa que funda historia y con ello conciencia de pueblo, funda un patrimonio común y compartido. Es ley que crea una comunidad humana distinta y organizada. La historia es ley en cuanto sustenta y dirige la vida de un pueblo; la ley configura la historia y pertenece a ella, no es la versión mítica de un orden cósmico que está fuera del tiempo.

División del Pentateuco. La división en cinco rollos es funcional, se guía por el tema y por el tamaño; útil un tiempo para el manejo, más adelante para la cita, sin embargo, hay otras divisiones que penetran más en la naturaleza del libro, como:
1.La división en unidades, que iremos dando en sucesivas introducciones y títulos.
2.Los cuatro cuerpos o fuentes literarias que la investigación del s. XIX designó con las siglas J (Yahvista), E (Elohísta), D (Deuteronomista), y P (Sacerdotal), pertenecientes a los s. X, IX, VII y V a.C. respectivamente. Según esta hipótesis, que hoy se mantiene como la más razonable y comúnmente aceptada, el Pentateuco actual es el resultado de la fusión de estas cuatro fuentes en un relato unificado.
El autor final compone unas veces yuxtaponiendo o insertando bloques, otras, conservando duplicaciones narrativas, y finalmente, trenzando dos o más relatos en una línea continuada. Separar hoy las piezas integrantes y asignarlas una determinada fuente es tarea relativamente fácil cuando se trata de bloques, no muy difícil cuando se encuentran duplicados, cada vez más arriesgada cuando se quieren destrenzar párrafos, frases, y palabras.
3.Más adelante, la investigación descubrió que las supuestas fuentes no eran documentos originales, sino a su vez colecciones de textos previos. Las fuentes resultaban representar escuelas teológicas y literarias, ser compilaciones de textos oficiales o confluencia de tradiciones orales. La investigación se desplazó a trazar la pista evolutiva de las tradiciones precedentes o subsistentes después de la primera fijación escrita.

Género literario y autor. En cuanto al genero literario, encontramos en estos libros gran variedad: 1. Géneros narrativos como la leyenda o saga, el relato idílico, patético, humorístico, heroico, épico. 2. Leyes, códigos y listas. 3. Bendiciones, plegarias, emblemas, odas. 4. Textos cúlticos de celebración, de catequesis, de predicación.
Tal variedad de géneros produce su correspondiente variedad de estilos que puede desconcertar al lector, el cual encuentra junto a páginas maestras de narración, listas de nombres, minuciosas descripciones de instrumental litúrgico, normas extrañas, exhortaciones reiterativas. El resultado es una obra fascinadora, amena, entretenida, aburrida, pesada... Un inmenso paisaje con cumbres narrativas y barrancos polvorientos, con sendas llanas y veredas escabrosas.
Más que una obra, el Pentateuco parece una colección de piezas heterogéneas: registros de archivo, códigos legales o litúrgicos, documentos jurídicos, poemas, relatos. Con todo, la narración es el elemento importante: desde la vocación de Abrahán hasta la muerte de Moisés, fluye un relato serpenteante, accidentado y bien orientado, produciendo páginas que pertenecen a lo mejor de la literatura universal.
Es claro que el libro no tiene un autor en el sentido normal del término. Podemos pensar en Moisés como origen remoto de corrientes literarias: la corriente narrativa que cuenta los sucesos con entusiasmo religioso, la actividad legal, la corriente parenética o de exhortación. Mentalmente podemos pensar en un coro jerárquico de verdaderos autores anónimos, que a lo largo de siglos han contribuido a esta magna obra.

Mensaje religioso. El Pentateuco es uno de los libros fundamentales de nuestra fe y de la fe del pueblo judío. La convicción de que Dios es el protagonista de la historia afecta profundamente a toda la obra. Dios es quien la pone en movimiento y la dirige con su acción y más aún con su palabra; es también protagonista de la Ley, como legislador, garante y sancionador último. Pero Dios es un protagonista que actúa suscitando verdaderos protagonistas humanos: sean individuos de notable personalidad, sea el pueblo escogido como agente de una historia vivida y narrada.
Toda la obra del Pentateuco, desde la creación hasta las promesas y las alianzas, pone ya el fundamento de lo que será toda la Biblia: la revelación del amor de Dios por el ser humano. Por amor lo creó a su imagen y semejanza; por amor lo llamó a mantener una relación personal con Él, y por amor se comprometió en la historia humana, haciendo de ésta una historia de salvación: «Si el Señor se enamoró de ustedes y los eligió... fue por puro amor» ( Deu_7:7 s).


GENESIS

La tradición judía designa este primer libro de la Biblia con el nombre de «Bereshit», palabra con la cual comienza en su original hebreo. La posterior traducción a la lengua griega (s. III a.C.) lo denominó con la palabra «Génesis», y así pasó también a la lengua latina y a nuestra lengua castellana. La palabra «Génesis» significa «origen o principio».
De algún modo, corresponde al contenido del libro, ya que sus temas principales pretenden mostrarnos en un primer momento, el origen del mundo, por creación; el origen del mal, por el pecado; y el origen de la cultura, de la dispersión de los pueblos, y de la pluralidad de las lenguas. En un segundo momento, el origen de la salvación por la elección de un hombre, que será padre de un pueblo; después, la era patriarcal, como prehistoria del pueblo elegido: Abrahán, Isaac, Jacob, y también José.
Al comenzar la obra con la creación del mundo, el autor responsable de la composición actual hace subir audazmente la historia de salvación hasta el momento primordial, el principio de todo, en un intento de dar respuesta a los grandes enigmas que acosan al ser humano: el cosmos, la vida y la muerte, el bien y el mal, el individuo y la sociedad, la familia, la cultura y la religión. Tales problemas reciben una respuesta no teórica o doctrinal, sino histórica, de acontecimientos. Y de esta historia la humanidad es la responsable. Pero tal historia está soberanamente dirigida por Dios, para la salvación de toda la humanidad.

División del libro. El libro se puede dividir cómodamente en tres bloques: orígenes (1-11), ciclo patriarcal (12-36), y ciclo de José (37-50). A través de estos bloques narrativos el autor va tejiendo una historia que es al mismo tiempo su respuesta religiosa a los enigmas planteados.
El bien y el mal. Dios lo crea todo bueno (1); por la serpiente y la primera pareja humana entra el mal en el mundo (2s); el mal desarrolla su fuerza y crece hasta anegar la tierra; apenas se salva una familia (4-11). Comienza una etapa en que el bien va superando al mal, hasta que al final (50), incluso a través del mal, Dios realiza el bien. Ese bien es fundamentalmente vida y amistad con Dios.
Fraternidad. El mal en la familia humana se inaugura con un fratricidio (4) que rompe la fraternidad primordial; viene una separación de hermanos (13; 21), después una tensión que se resuelve en reconciliación (27-33); falla un intento de fratricidio (37) y lentamente se recompone la fraternidad de los doce hermanos (42-50).
Salvación. El pecado atrae calamidades, y Dios suministra medios para que se salven algunos: del diluvio, Noé en el arca (6-9); del hambre, Abrahán en Egipto (12); del incendio, Lot (19); del odio y la persecución, Jacob en Siria (28-31); de la muerte, José en Egipto (37); del hambre, sus hermanos en Egipto (41-47). Esta gravitación de los semitas hacia Egipto tiene carácter provisional hasta que se invierta la dirección del movimiento.
Muchas narraciones y personajes del Génesis han adquirido en la tradición cristiana un valor de tipos o símbolos más allá de la intención inmediata de los primeros narradores.

Historia y arqueología. La historia profana no nos suministra un cuadro donde situar los relatos del Génesis. Las eras geológicas no encajan en la semana laboral y estilizada de Gn 1. El capítulo 4 expone unos orígenes de la cultura donde surgen simultáneamente agricultores y pastores, donde la Edad del Bronce y la del Hierro se superponen, dejando entrever o sospechar una era sin metales.
Los Patriarcas tienen geografía, pero no historia (y el intento de Gn 14 no mejora la información). José está bien ambientado en Egipto, sin distinguirse por rasgos de época o dinastía.
La arqueología ha podido reunir unos cuantos datos, documentos, monumentos, pinturas, en cuyo cuadro genérico encajan bien los Patriarcas bíblicos; ese cuadro se extiende varios siglos (XIX-XVI a.C.). Hay que citar, sobre todo, los archivos de Mari (s. XVIII a.C.), los de Babilonia, testimonios de una floreciente cultura religiosa, literaria y legal, heredada en gran parte de los sumerios. Este material nos ofrece un magnífico marco cultural para leer el Génesis, aunque no ofrece un marco cronológico.
Cuando se piensa que los semitas han sucedido a los sumerios, que los amorreos (occidentales) dominan en Babilonia y desde allí en Asiria, que la cultura babilónica se transmite por medio de los hurritas al imperio indoeuropeo de los hititas, se comprende mejor lo que es la concentración narrativa del Génesis.

Mensaje religioso. Dios intervine en esta historia profundamente humana como verdadero protagonista. En muchos rasgos actúa a imagen del ser humano, pero su soberanía aparece sobre todo porque su medio ordinario de acción es la palabra. La misma palabra que dirige la vida de los Patriarcas, crea el universo con su poder.
La aparición de Dios es misteriosa e imprevisible. Es la Palabra de Dios la que establece el contacto decisivo entre el ser humano y su Dios. Como la Palabra de Dios llama e interpela a la persona libre, el hombre y la mujer quedan engranados como verdaderos autores en la historia de la salvación.
La Palabra de Dios es mandato, anuncio, promesa. El ser humano debe obedecer, creer, esperar: esta triple respuesta es el dinamismo de esta historia, tensa hacia el futuro, comprometida con la tierra y comprometida con Dios, intensamente humana y soberanamente divina.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Genesis 12,1-9Vocación de Abrán. Dios irrumpe en la historia de un desconocido hasta ahora en la Biblia, que es, en definitiva, prototipo de la irrupción de Dios en la conciencia humana. Dios llama y su llamado pone en movimiento al elegido. Lo desestabiliza en cierto modo. A partir de ese momento, su vida adquiere una nueva dimensión.
Los datos históricos de las poblaciones de esta región que se mencionan aquí indican que los desplazamientos eran normales, ya que se trataba de grupos nómadas o seminómadas. Seguramente, Abrán habría hecho recorridos semejantes a los que nos narra este pasaje. Sin embargo, el itinerario que leemos aquí tiene varias novedades: 1. Es realizado por una orden expresa, un llamado divino. 2. Hay un acto de obediencia del sujeto. 3. El desplazamiento ya no es temporal sino definitivo, toda vez que está fundado en la promesa de la donación del territorio cuya propiedad exclusiva reposará en la descendencia numerosa prometida al beneficiario del don; todo esto enmarcado en la promesa de una bendición perpetua, que alcanzará a todas las familias de la tierra. 4. La presencia de estos extranjeros, hasta ahora trashumantes, adquiere el carácter de permanente con la construcción de un altar en Siquén (7) al Dios que allí se le apareció, y otro en Betel donde estableció su campamento e invocó al Señor (8).
Estos gestos, que significan posesión del territorio, son el argumento religioso para reclamar el derecho sobre la tierra, pues en la mentalidad israelita dicho derecho está amparado por una promesa de Dios. Es obvio que, si no nos apartamos de una lectura en clave de justicia, podemos comprobar que aquí se verifica algo que es común a todas las religiones: califican de deseo, voluntad o mandato divino aquello que resulta ser bueno, positivo o conveniente para el grupo. No piensa en otra cosa el redactor del texto.
No debemos concluir que Dios sea tan injusto como para no reconocer el derecho de los moradores nativos de Canaán. Hay que tener siempre a la mano dos criterios clave para interpretar bien cualquier pasaje bíblico: 1. Para nosotros como creyentes, todo texto de la Escritura es, sí, Palabra de Dios; pero es también palabra humana, palabra que está mediatizada por una carga de circunstancias socio-históricas y afectivas del escritor, quien no tiene inconveniente en presentar como Palabra o como voluntad de Dios lo que es provechoso y bueno para su grupo. 2. La clave de la justicia.
Todo pasaje bíblico ha de pasar siempre por estas claves de interpretación, ya que nos ayudan a definir hasta dónde el texto que leemos nos revela o nos esconde al Dios de justicia, comprometido con la vida de todos sin distinción, ese Dios que -como vemos en Éx 3,14- se autodefine como «el que es, el que era y el que será». Es importante aclararlo cuanto antes, porque en los relatos y en el resto de libros que siguen encontraremos pasajes en los que aparecen imágenes muy ambiguas y, por tanto, muy peligrosas de Dios. Una interpretación desprevenida o desprovista de estos criterios puede confundir la fe del creyente y otros pueden -como ha sucedido- aprovechar estas tergiversaciones para seguir sembrando el dolor y la muerte en nombre de un Dios equívoco, cuya existencia no es posible seguir admitiendo.


Genesis 12,10-20Abrán en Egipto. El versículo 9 nos indicaba que Abrán se había trasladado por etapas al Negueb, región al sur del territorio que simbólicamente había tomado ya en posesión. El Negueb es, de hecho, la parte más árida y estéril del territorio; si a ello se le suma una sequía, la hambruna no se hace esperar. Estando tan cerca de Egipto, lo más práctico es viajar hasta el país del Nilo en búsqueda de alimentos, recurso atestiguado en documentos egipcios.
Ahora, utilizando elementos que corresponden a una realidad histórica y a actitudes y comportamientos culturales de aquella época en el Cercano Oriente, nos encontramos con una tradición sobre el patriarca y su esposa en Egipto, narración que tiene otros paralelos en el mismo libro del Génesis (cfr. 20,1-18; 26,1-11), lo cual indica que esta tradición es conocida por distintos grupos que se transmiten entre sí historias sobre la vida del patriarca. Ahora bien, la intencionalidad del redactor es resaltar la figura «intocable» de Abrán como pieza fundamental en los comienzos de la historia de salvación narrada. Del protagonista no se esperaría este comportamiento engañoso que trae como consecuencia graves dolencias y aflicción al faraón y a su corte (17). La reacción del faraón (18-20) es, si se quiere, más ejemplar que la actitud del patriarca y la matriarca. En definitiva, esta historia salvífica que comienza va quedando escrita por Dios entre las caídas, los fracasos y errores de sus protagonistas. Dios no escoge a un santo o una santa; elige porque conoce la fragilidad y debilidad humanas y sabe que es ahí donde irá recogiendo las piezas del mosaico de su proceder salvífico en el mundo.