Genesis 2 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 25 versitos |
1 Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y todo el universo.
2 Para el día séptimo había concluido Dios toda su tarea; y descansó el día séptimo de toda su tarea.
3 Y bendijo Dios el día séptimo y lo consagró, porque ese día Dios descansó de toda su tarea de crear.
4 Ésta es la historia de la creación del cielo y de la tierra.

El Paraíso
Ez 28,12-19

Cuando el Señor Dios hizo la tierra y el cielo,
5 no había aún matorrales en la tierra, ni brotaba hierba en el campo, porque el Señor Dios no había enviado lluvia a la tierra, ni había hombre que cultivase el campo
6 y sacase un manantial de la tierra para regar la superficie del campo.
7 Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo, sopló en su nariz aliento de vida, y el hombre se convirtió en un ser vivo.
8 El Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia el oriente, y colocó en él al hombre que había modelado.
9 El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos de ver y buenos de comer; además, hizo brotar el árbol de la vida en mitad del jardín y el árbol del conocimiento del bien y del mal.
10 En Edén nacía un río que regaba el jardín y después se dividía en cuatro brazos:
11 el primero se llama Pisón y rodea todo el territorio de Javilá, donde hay oro;
12 el oro de esa región es de calidad, y también hay allí ámbar y ónice.
13 El segundo río se llama Guijón, y rodea toda la Nubia.
14 El tercero se llama Tigris, y corre al este de Asiria. El cuarto es el Éufrates.
15 El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín del Edén, para que lo guardara y lo cultivara.
16 El Señor Dios mandó al hombre:
– Puedes comer de todos los árboles del jardín;
17 pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comas; porque el día en que comas de él, quedarás sujeto a la muerte.
18 El Señor Dios se dijo:
– No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle una ayuda adecuada.
19 Entonces el Señor Dios modeló de arcilla todas las fieras salvajes y todos los pájaros del cielo, y se los presentó al hombre, para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que el hombre le pusiera.
20 Así, el hombre puso nombre a todos los animales domésticos, a los pájaros del cielo y a las fieras salvajes. Pero entre ellos no encontró la ayuda adecuada.
21 Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y el hombre se durmió. Luego le sacó una costilla y llenó con carne el lugar vacío.
22 De la costilla que le había sacado al hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre.
23 El hombre exclamó:
–¡Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será Mujer, porque la han sacado del Hombre.
24 Por eso el hombre abandona padre y madre, se junta a su mujer y se hacen una sola carne.
25 Los dos estaban desnudos, el hombre y su mujer, pero no sentían vergüenza.

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Introducción a Genesis

PENTATEUCO

La tradición judía y los Evangelios lo llaman Torá, o sea, Ley, Instrucción. También se llama «libro de Moisés», o «Pentateuco» en alusión a los cinco rollos o estuches donde se guardaba el texto escrito en papiro o pergamino. Por su contenido, es una historia ambiciosa que comienza con la creación del mundo y termina con la muerte de Moisés, cuya narración se ve interrumpida al acoger diversos cuerpos legales con un genérico propósito fundacional.
El Pentateuco es palabra narrativa que funda historia y con ello conciencia de pueblo, funda un patrimonio común y compartido. Es ley que crea una comunidad humana distinta y organizada. La historia es ley en cuanto sustenta y dirige la vida de un pueblo; la ley configura la historia y pertenece a ella, no es la versión mítica de un orden cósmico que está fuera del tiempo.

División del Pentateuco. La división en cinco rollos es funcional, se guía por el tema y por el tamaño; útil un tiempo para el manejo, más adelante para la cita, sin embargo, hay otras divisiones que penetran más en la naturaleza del libro, como:
1.La división en unidades, que iremos dando en sucesivas introducciones y títulos.
2.Los cuatro cuerpos o fuentes literarias que la investigación del s. XIX designó con las siglas J (Yahvista), E (Elohísta), D (Deuteronomista), y P (Sacerdotal), pertenecientes a los s. X, IX, VII y V a.C. respectivamente. Según esta hipótesis, que hoy se mantiene como la más razonable y comúnmente aceptada, el Pentateuco actual es el resultado de la fusión de estas cuatro fuentes en un relato unificado.
El autor final compone unas veces yuxtaponiendo o insertando bloques, otras, conservando duplicaciones narrativas, y finalmente, trenzando dos o más relatos en una línea continuada. Separar hoy las piezas integrantes y asignarlas una determinada fuente es tarea relativamente fácil cuando se trata de bloques, no muy difícil cuando se encuentran duplicados, cada vez más arriesgada cuando se quieren destrenzar párrafos, frases, y palabras.
3.Más adelante, la investigación descubrió que las supuestas fuentes no eran documentos originales, sino a su vez colecciones de textos previos. Las fuentes resultaban representar escuelas teológicas y literarias, ser compilaciones de textos oficiales o confluencia de tradiciones orales. La investigación se desplazó a trazar la pista evolutiva de las tradiciones precedentes o subsistentes después de la primera fijación escrita.

Género literario y autor. En cuanto al genero literario, encontramos en estos libros gran variedad: 1. Géneros narrativos como la leyenda o saga, el relato idílico, patético, humorístico, heroico, épico. 2. Leyes, códigos y listas. 3. Bendiciones, plegarias, emblemas, odas. 4. Textos cúlticos de celebración, de catequesis, de predicación.
Tal variedad de géneros produce su correspondiente variedad de estilos que puede desconcertar al lector, el cual encuentra junto a páginas maestras de narración, listas de nombres, minuciosas descripciones de instrumental litúrgico, normas extrañas, exhortaciones reiterativas. El resultado es una obra fascinadora, amena, entretenida, aburrida, pesada... Un inmenso paisaje con cumbres narrativas y barrancos polvorientos, con sendas llanas y veredas escabrosas.
Más que una obra, el Pentateuco parece una colección de piezas heterogéneas: registros de archivo, códigos legales o litúrgicos, documentos jurídicos, poemas, relatos. Con todo, la narración es el elemento importante: desde la vocación de Abrahán hasta la muerte de Moisés, fluye un relato serpenteante, accidentado y bien orientado, produciendo páginas que pertenecen a lo mejor de la literatura universal.
Es claro que el libro no tiene un autor en el sentido normal del término. Podemos pensar en Moisés como origen remoto de corrientes literarias: la corriente narrativa que cuenta los sucesos con entusiasmo religioso, la actividad legal, la corriente parenética o de exhortación. Mentalmente podemos pensar en un coro jerárquico de verdaderos autores anónimos, que a lo largo de siglos han contribuido a esta magna obra.

Mensaje religioso. El Pentateuco es uno de los libros fundamentales de nuestra fe y de la fe del pueblo judío. La convicción de que Dios es el protagonista de la historia afecta profundamente a toda la obra. Dios es quien la pone en movimiento y la dirige con su acción y más aún con su palabra; es también protagonista de la Ley, como legislador, garante y sancionador último. Pero Dios es un protagonista que actúa suscitando verdaderos protagonistas humanos: sean individuos de notable personalidad, sea el pueblo escogido como agente de una historia vivida y narrada.
Toda la obra del Pentateuco, desde la creación hasta las promesas y las alianzas, pone ya el fundamento de lo que será toda la Biblia: la revelación del amor de Dios por el ser humano. Por amor lo creó a su imagen y semejanza; por amor lo llamó a mantener una relación personal con Él, y por amor se comprometió en la historia humana, haciendo de ésta una historia de salvación: «Si el Señor se enamoró de ustedes y los eligió... fue por puro amor» ( Deu_7:7 s).


GENESIS

La tradición judía designa este primer libro de la Biblia con el nombre de «Bereshit», palabra con la cual comienza en su original hebreo. La posterior traducción a la lengua griega (s. III a.C.) lo denominó con la palabra «Génesis», y así pasó también a la lengua latina y a nuestra lengua castellana. La palabra «Génesis» significa «origen o principio».
De algún modo, corresponde al contenido del libro, ya que sus temas principales pretenden mostrarnos en un primer momento, el origen del mundo, por creación; el origen del mal, por el pecado; y el origen de la cultura, de la dispersión de los pueblos, y de la pluralidad de las lenguas. En un segundo momento, el origen de la salvación por la elección de un hombre, que será padre de un pueblo; después, la era patriarcal, como prehistoria del pueblo elegido: Abrahán, Isaac, Jacob, y también José.
Al comenzar la obra con la creación del mundo, el autor responsable de la composición actual hace subir audazmente la historia de salvación hasta el momento primordial, el principio de todo, en un intento de dar respuesta a los grandes enigmas que acosan al ser humano: el cosmos, la vida y la muerte, el bien y el mal, el individuo y la sociedad, la familia, la cultura y la religión. Tales problemas reciben una respuesta no teórica o doctrinal, sino histórica, de acontecimientos. Y de esta historia la humanidad es la responsable. Pero tal historia está soberanamente dirigida por Dios, para la salvación de toda la humanidad.

División del libro. El libro se puede dividir cómodamente en tres bloques: orígenes (1-11), ciclo patriarcal (12-36), y ciclo de José (37-50). A través de estos bloques narrativos el autor va tejiendo una historia que es al mismo tiempo su respuesta religiosa a los enigmas planteados.
El bien y el mal. Dios lo crea todo bueno (1); por la serpiente y la primera pareja humana entra el mal en el mundo (2s); el mal desarrolla su fuerza y crece hasta anegar la tierra; apenas se salva una familia (4-11). Comienza una etapa en que el bien va superando al mal, hasta que al final (50), incluso a través del mal, Dios realiza el bien. Ese bien es fundamentalmente vida y amistad con Dios.
Fraternidad. El mal en la familia humana se inaugura con un fratricidio (4) que rompe la fraternidad primordial; viene una separación de hermanos (13; 21), después una tensión que se resuelve en reconciliación (27-33); falla un intento de fratricidio (37) y lentamente se recompone la fraternidad de los doce hermanos (42-50).
Salvación. El pecado atrae calamidades, y Dios suministra medios para que se salven algunos: del diluvio, Noé en el arca (6-9); del hambre, Abrahán en Egipto (12); del incendio, Lot (19); del odio y la persecución, Jacob en Siria (28-31); de la muerte, José en Egipto (37); del hambre, sus hermanos en Egipto (41-47). Esta gravitación de los semitas hacia Egipto tiene carácter provisional hasta que se invierta la dirección del movimiento.
Muchas narraciones y personajes del Génesis han adquirido en la tradición cristiana un valor de tipos o símbolos más allá de la intención inmediata de los primeros narradores.

Historia y arqueología. La historia profana no nos suministra un cuadro donde situar los relatos del Génesis. Las eras geológicas no encajan en la semana laboral y estilizada de Gn 1. El capítulo 4 expone unos orígenes de la cultura donde surgen simultáneamente agricultores y pastores, donde la Edad del Bronce y la del Hierro se superponen, dejando entrever o sospechar una era sin metales.
Los Patriarcas tienen geografía, pero no historia (y el intento de Gn 14 no mejora la información). José está bien ambientado en Egipto, sin distinguirse por rasgos de época o dinastía.
La arqueología ha podido reunir unos cuantos datos, documentos, monumentos, pinturas, en cuyo cuadro genérico encajan bien los Patriarcas bíblicos; ese cuadro se extiende varios siglos (XIX-XVI a.C.). Hay que citar, sobre todo, los archivos de Mari (s. XVIII a.C.), los de Babilonia, testimonios de una floreciente cultura religiosa, literaria y legal, heredada en gran parte de los sumerios. Este material nos ofrece un magnífico marco cultural para leer el Génesis, aunque no ofrece un marco cronológico.
Cuando se piensa que los semitas han sucedido a los sumerios, que los amorreos (occidentales) dominan en Babilonia y desde allí en Asiria, que la cultura babilónica se transmite por medio de los hurritas al imperio indoeuropeo de los hititas, se comprende mejor lo que es la concentración narrativa del Génesis.

Mensaje religioso. Dios intervine en esta historia profundamente humana como verdadero protagonista. En muchos rasgos actúa a imagen del ser humano, pero su soberanía aparece sobre todo porque su medio ordinario de acción es la palabra. La misma palabra que dirige la vida de los Patriarcas, crea el universo con su poder.
La aparición de Dios es misteriosa e imprevisible. Es la Palabra de Dios la que establece el contacto decisivo entre el ser humano y su Dios. Como la Palabra de Dios llama e interpela a la persona libre, el hombre y la mujer quedan engranados como verdaderos autores en la historia de la salvación.
La Palabra de Dios es mandato, anuncio, promesa. El ser humano debe obedecer, creer, esperar: esta triple respuesta es el dinamismo de esta historia, tensa hacia el futuro, comprometida con la tierra y comprometida con Dios, intensamente humana y soberanamente divina.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Genesis 2,1-41,1-2,4a La creación. Por mucho tiempo se creyó que este relato con el que se abre el Génesis fue lo primero y más antiguo que se escribió en la Biblia. Es probable que los materiales y las tradiciones que se utilizan aquí sí sean muy antiguos, pero está probado que su redacción es quizá de lo último que se escribió en el Pentateuco. El estilo con que está redactado es obra de la escuela sacerdotal (P), y su propósito carece absolutamente de todo interés científico. Como ya sabemos, el pueblo judío se encontraba entonces a un paso de aceptar la religión babilónica. Lo que exigía y necesitaba no era una lección de prehistoria, sino unos principios que le ayudaran a entender los siglos de historia vivida para no hundirse completamente en la crítica situación que estaban atravesando. Se respiraba un aire de derrota, de fracaso, de horizontes cerrados, de desconfianza respecto a todo tipo de institución; lo que era todavía más peligroso: desde el punto de vista religioso, hay un ambiente de desconfianza hacia su Dios y hasta una cierta sospecha de que Él y sólo Él era el responsable, no sólo de los males pasados, sino también de los presentes.
La primera intención de los sabios de Israel es liberar a Dios de toda responsabilidad respecto a la injusticia y al mal en el mundo. Con materiales de cosmogonías de otros pueblos orientales componen un relato que busca, mediante el artificio literario de la poesía, inculcar en la mente de los creyentes la idea de que, desde el principio, Dios había creado todo con gran armonía y bondad y que, por lo tanto, no hay en la mente de Dios ningún propósito negativo.
El himno o poema responde a un esquema septenario de creación. Dios crea todo cuanto existe en seis días y el séptimo lo consagra al descanso, lo cual también debe ser imitado por el pueblo. Varios elementos se repiten a lo largo del poema con la intención de que quede bien impreso en la mente del creyente. No se trata de una teoría sobre la formación del mundo ni sobre la aparición de la vida y de las especies en él; hay razones mucho más profundas y serias que impulsan la obra.
El creyente judío vive una encrucijada histórica: El Señor, Yahvé, su Dios, ha sido derrotado, el pueblo ha perdido sus instituciones, y sus opresores le empujan a aceptar la atractiva religión babilónica con su culto y sus ritos. Para estos fieles tentados, el poema es toda una catequesis, un canto a la resistencia que invita a mantener firme la fe en el Único y Verdadero Dios de Israel.
Veamos en forma de elenco las posibles intenciones y consecuencias que hay detrás de este relato:
1. La creación es fruto de la bondad absoluta de Dios: mientras en los mitos y cosmogonías de los pueblos vecinos la creación está enmarcada en disputas y enfrentamientos violentos entre las divinidades, aquí aparece una omnipotencia creadora, cuya Palabra única va haciendo aparecer cuanto existe con la nota característica de que todo es «bueno».
2. En la creación todo obedece a un plan armónico, cada elemento cumple una función determinada: los astros iluminan el día o la noche y señalan el paso del tiempo y el cambio de las estaciones; es decir: cada criatura está para servir al ser humano, no al contrario. Ello contrasta con la percepción de otras religiones, entre ellas la babilónica, donde astros y animales eran adorados como divinidades, ante los cuales muchos inmolaban incluso a sus hijos. Jamás esta finalidad estuvo presente en la mente creadora de Dios.
3. Se da otro paso más en la toma de conciencia respecto a la relación de Dios con el ser humano y el mundo, al resaltar la responsabilidad propia del hombre y la mujer en este conjunto armónico creado por Dios mediante su Palabra. No es fortuito el hecho de que el ser humano, hombre y mujer, sea lo último que Dios crea en el orden de días que va marcando nuestro poema. Al ambiente de injusticia, de desigualdad y de dominación por parte de quien se cree amo y señor del mundo, se contrapone este nuevo elemento de resistencia: Dios crea al hombre y a la mujer a su propia imagen y semejanza, los crea varón y mujer para que administren conjuntamente su obra en igualdad de responsabilidades. Su imagen y semejanza con Dios era el proyecto propio del ser humano como pareja: construir cada día esa imagen y semejanza manteniendo la fidelidad al proyecto armónico y bondadoso del principio, sin dominar a los demás ni someter a tiranía a los débiles ni al resto de la creación.
4. En la creación hay un orden y una armonía, no sólo porque es fruto de la Palabra creadora de Dios, sino porque Él mismo ratificó esa armonía y esa bondad con su bendición, algo que es exclusivo de Él y que aquí es también todo un mensaje esperanzador para enfrentar la dura situación de sometimiento en que se hallaban los israelitas.
5. Finalmente, el descanso sabático es una nueva invitación a la resistencia contra el poder opresor, que hoy cobra gran vigencia. Ni siquiera Dios en su actividad creadora omitió este aspecto del descanso. El ser humano no puede convertirse en un agente de trabajo y producción; el descanso también forma parte de la armonía y finalidad de la creación y, por tanto, está incluido en la imagen y semejanza de su Creador que el ser humano lleva en sí.
Hay, pues, muchos elementos que hacen de este relato un motivo para creer, para esperar y, sobre todo, para resistir contra todo aquello o aquellos que pretenden suplantar la voluntad creadora y liberadora de Dios en este mundo.


Genesis 2,5-25El Paraíso. Este nuevo relato, también llamado «relato de creación», posee algunas características que lo hacen diferente al del primer capítulo. Nótese que no hay un orden tan rígido, ni una secuencia de obras creadas según los días de la semana. Adviértase también que aquí Dios no da órdenes para que aparezcan las cosas; Él mismo va haciendo con sus manos, va modelando con arcilla a cada ser viviente, se las ingenia para conseguir que su principal criatura, el hombre, se sienta bien: lo duerme y de su costilla «forma» una criatura, que el varón la reconoce como la única con capacidad de ser su compañera entre el resto de criaturas: la mujer.
Por tanto, el estilo literario y la percepción o imagen que se tiene de Dios son completamente distintos a los del primer relato de Génesis. Éste es un relato muy antiguo, que los israelitas ya conocían de varios siglos atrás. El material original del relato parece provenir de la cultura acadia; los israelitas lo adaptaron a su pensamiento y lo utilizaron para explicarse el origen del hombre y de la mujer; más aún, para tratar de establecer las raíces mismas del mal en el mundo.
Efectivamente, desde sus mismos orígenes, Israel ha sufrido y experimentado la violencia. Varias veces se ha visto amenazado y sometido por otros pueblos más fuertes que él; pero él también sometió y ejerció violencia contra otros. La crítica situación del s. VI a.C. obliga de nuevo a repensar el sentido de esta cadena de violencias y, valiéndose de este relato ya conocido por los israelitas, los sabios van a comenzar a probar su tesis de que el origen y la fuente del mal no está en Dios, sino en el mismo corazón humano.
Según el relato que nos ocupa, el ser humano, hombre y mujer, proviene de la misma «adamah» -polvo de tierra-, de la misma materia de la que también fueron hechos los animales (19). Si tantas veces ser humano y animales se asemejan en sus comportamientos, es porque desde su origen mismo hay algo que los identifica: la «adamah». Por eso, a los que nacen se les llama «Adán», porque son formados con «adamah», provienen de ella. De esta forma queda claro para los israelitas, que han soportado la violencia, la opresión y la brutalidad -y que las han infligido a otros-, que los instintos y comportamientos salvajes tienen una misma materia original, tanto en el ser humano como en el animal: la tierra, el polvo.
En la creación del ser humano y de los animales se pueden destacar, al menos, tres elementos que les son comunes:
1. El ser humano es formado con «arcilla del suelo», elemento del que también están hechos los animales (7.19).
2. Dios da al ser humano «aliento de vida», pero también lo reciben los animales (cfr. 7,15.22; Sal_104:29s).
3. El ser humano es llamado «ser viviente». Los animales reciben idéntica denominación (Sal_1:21; Sal_2:19; Sal_9:10). ¿Significa esto que el ser humano es igual en todo al animal? La Biblia responde negativamente y lo explica. Al ser humano, Dios le da algo que no poseen los animales: la imagen y semejanza con Él (Sal_1:26), imagen que empieza a perfilarse desde el momento en que Dios sopla su propio aliento en las narices del ser humano acabado de formar (7).
Así pues, el ser humano no es humano sólo por el hecho de tener un cuerpo; lo específico del ser humano acaece en él cuando el Espíritu de Dios lo inhabita, lo hace apto para ser alguien humanizado. Dicho de otro modo: lo humano acontece en el hombre y en la mujer cuando su materialidad -«adamacidad»- demuestra estar ocupada por el Espíritu de Dios.
Así pues, superada la literalidad con que nos enseñaron a ver estos textos, es posible extraer de ellos -también ahora- inmensas riquezas para nuestra fe y crecimiento personal. Basta con echar una mirada a las actuales relaciones sociales, al orden internacional, para darnos cuenta de la tremenda actualidad que cobra este relato. También nuestros fracasos, la violencia y la injusticia que rigen en nuestro mundo tienen que ver con esta tendencia natural a atrapar y a eliminar a quien se atraviese en nuestro camino. Este texto nos invita hoy a tomar conciencia de nuestra natural «adamacidad», pero también a darnos cuenta de que dentro de cada uno se encuentra la presencia del Espíritu que sólo espera la oportunidad que nosotros le demos para humanizarnos, y así poder soñar con una sociedad nueva, gracias a nuestro esfuerzo colectivo.
Ésta es, pues, una primera respuesta que da la Escritura al interrogante existencial sobre el mal, la violencia y la injusticia, pan de cada día del pueblo de Israel y de nosotros, hoy. En definitiva, el trabajo que realizaron los pensadores y sabios de Israel es toda una autocrítica que apenas comienza. Pero el punto de partida queda ya establecido en este segundo relato del Génesis: el origen del mal está en el mismo ser humano, en el dejarse dominar por la «adamacidad» que lleva dentro. El relato siguiente es la ilustración concreta de esta tesis.