Genesis 29 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 35 versitos |
1

Jacob y Raquel
24; Éx 2,15

Jacob se puso en camino y se dirigió al país de los orientales.
2 Cuando he aquí que en campo abierto vio un pozo y tres rebaños de ovejas descansando junto a él, porque en ese pozo daban de beber a los rebaños. La piedra que tapaba el pozo era enorme,
3 tanto que se reunían allí todos los pastores, corrían la piedra de la boca del pozo y daban de beber a las ovejas; después colocaban de nuevo la piedra en su sitio en la boca del pozo.
4 Jacob les dijo:
– Hermanos, ¿de dónde son?
Contestaron:
– Somos de Jarán.
5 Les preguntó:
–¿Conocen a Labán hijo de Najor?
Contestaron:
– Lo conocemos.
6 Les dijo:
–¿Qué tal está?
Contestaron:
– Está bien. Justamente Raquel su hija está llegando con las ovejas.
7 Él dijo:
– Todavía es pleno día, no es hora de recoger el ganado. ¿Por qué no dan de beber a las ovejas y las llevan a pastar?
8 Replicaron:
– No podemos hasta que se reúnan todos los rebaños. Entonces corremos la piedra de la boca del pozo y damos de beber a las ovejas.
9 Todavía estaba hablando con ellos, cuando llegó Raquel, que era pastora, con las ovejas de su padre.
10 Cuando Jacob vio a Raquel, hija de Labán, su tío materno, y las ovejas de Labán, su tío materno, corrió la piedra de la boca del pozo y dio de beber a las ovejas de Labán, su tío materno.
11 Después Jacob besó a Raquel y rompió a llorar ruidosamente.
12 Jacob explicó a Raquel que era hermano de su padre, hijo de Rebeca. Ella corrió a contárselo a su padre.
13 Cuando Labán oyó la noticia sobre Jacob, hijo de su hermana, corrió a su encuentro, lo abrazó, lo besó y lo llevó a su casa. Jacob contó a Labán todo lo sucedido.
14 Labán le dijo:
–¡Eres de mi carne y sangre!
Y se quedó con él un mes.
15 Labán dijo a Jacob:
– El que seas mi hermano no es razón para que me sirvas gratuitamente; dime qué salario quieres.
16 Labán tenía dos hijas: la mayor se llamaba Lía, la menor se llamaba Raquel.
17 Lía tenía ojos apagados, Raquel era guapa y de buen tipo.
18 Jacob estaba enamorado de Raquel, y le dijo:
– Te serviré siete años por Raquel, tu hija menor.
19 Contestó Labán:
– Más vale dártela a ti que dársela a un extraño. Quédate conmigo.
20 Jacob sirvió por Raquel siete años y estaba tan enamorado, que le parecieron unos días.
21 Jacob dijo a Labán:
– Se ha cumplido el tiempo, dame a mi mujer, que me acueste con ella.
22 Labán reunió a todos los hombres del lugar y les ofreció un banquete.
23 Anochecido, tomó a su hija Lía, se la llevó a él y él se acostó con ella.
24 Labán entregó su criada Zilpa a su hija Lía como criada.
25 Al amanecer descubrió que era Lía, y protestó a Labán:
–¿Qué me has hecho? ¿No te he servido por Raquel? ¿Por qué me has engañado?
26 Contestó Labán:
– No es costumbre en nuestro lugar dar la pequeña antes de la mayor.
27 Termina esta semana y te daré también la otra en pago de que me sirvas otros siete años.
28 Jacob aceptó, terminó aquella semana y él le dio por mujer a su hija Raquel.
29 Labán entregó a su hija Raquel su criada Bilha como criada.
30 Se acostó también con Raquel y quiso a Raquel más que a Lía; y se quedó a servir otros siete años.
31

Hijos de Jacob
Sal 127,3; 128,3

Viendo el Señor que Lía no era correspondida, la hizo fecunda; mientras Raquel seguía estéril.
32 Lía concibió, dio a luz a un hijo y lo llamó Rubén diciendo:
– Ha visto el Señor mi aflicción y ahora me querrá mi marido.
33 Volvió a concebir, dio a luz un hijo y comentó:
– Ha oído el Señor que no era correspondida y me ha dado este hijo. Y lo llamó Simeón.
34 Volvió a concebir, dio a luz un hijo y comentó:
– Esta vez mi marido se sentirá ligado a mí, pues le he dado tres hijos.
Por eso lo llamó Leví.
35 Volvió a concebir, dio a luz un hijo y comentó:
– Esta vez doy gracias al Señor.
Por eso lo llamó Judá. Y dejó de dar a luz.

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Introducción a Genesis

PENTATEUCO

La tradición judía y los Evangelios lo llaman Torá, o sea, Ley, Instrucción. También se llama «libro de Moisés», o «Pentateuco» en alusión a los cinco rollos o estuches donde se guardaba el texto escrito en papiro o pergamino. Por su contenido, es una historia ambiciosa que comienza con la creación del mundo y termina con la muerte de Moisés, cuya narración se ve interrumpida al acoger diversos cuerpos legales con un genérico propósito fundacional.
El Pentateuco es palabra narrativa que funda historia y con ello conciencia de pueblo, funda un patrimonio común y compartido. Es ley que crea una comunidad humana distinta y organizada. La historia es ley en cuanto sustenta y dirige la vida de un pueblo; la ley configura la historia y pertenece a ella, no es la versión mítica de un orden cósmico que está fuera del tiempo.

División del Pentateuco. La división en cinco rollos es funcional, se guía por el tema y por el tamaño; útil un tiempo para el manejo, más adelante para la cita, sin embargo, hay otras divisiones que penetran más en la naturaleza del libro, como:
1.La división en unidades, que iremos dando en sucesivas introducciones y títulos.
2.Los cuatro cuerpos o fuentes literarias que la investigación del s. XIX designó con las siglas J (Yahvista), E (Elohísta), D (Deuteronomista), y P (Sacerdotal), pertenecientes a los s. X, IX, VII y V a.C. respectivamente. Según esta hipótesis, que hoy se mantiene como la más razonable y comúnmente aceptada, el Pentateuco actual es el resultado de la fusión de estas cuatro fuentes en un relato unificado.
El autor final compone unas veces yuxtaponiendo o insertando bloques, otras, conservando duplicaciones narrativas, y finalmente, trenzando dos o más relatos en una línea continuada. Separar hoy las piezas integrantes y asignarlas una determinada fuente es tarea relativamente fácil cuando se trata de bloques, no muy difícil cuando se encuentran duplicados, cada vez más arriesgada cuando se quieren destrenzar párrafos, frases, y palabras.
3.Más adelante, la investigación descubrió que las supuestas fuentes no eran documentos originales, sino a su vez colecciones de textos previos. Las fuentes resultaban representar escuelas teológicas y literarias, ser compilaciones de textos oficiales o confluencia de tradiciones orales. La investigación se desplazó a trazar la pista evolutiva de las tradiciones precedentes o subsistentes después de la primera fijación escrita.

Género literario y autor. En cuanto al genero literario, encontramos en estos libros gran variedad: 1. Géneros narrativos como la leyenda o saga, el relato idílico, patético, humorístico, heroico, épico. 2. Leyes, códigos y listas. 3. Bendiciones, plegarias, emblemas, odas. 4. Textos cúlticos de celebración, de catequesis, de predicación.
Tal variedad de géneros produce su correspondiente variedad de estilos que puede desconcertar al lector, el cual encuentra junto a páginas maestras de narración, listas de nombres, minuciosas descripciones de instrumental litúrgico, normas extrañas, exhortaciones reiterativas. El resultado es una obra fascinadora, amena, entretenida, aburrida, pesada... Un inmenso paisaje con cumbres narrativas y barrancos polvorientos, con sendas llanas y veredas escabrosas.
Más que una obra, el Pentateuco parece una colección de piezas heterogéneas: registros de archivo, códigos legales o litúrgicos, documentos jurídicos, poemas, relatos. Con todo, la narración es el elemento importante: desde la vocación de Abrahán hasta la muerte de Moisés, fluye un relato serpenteante, accidentado y bien orientado, produciendo páginas que pertenecen a lo mejor de la literatura universal.
Es claro que el libro no tiene un autor en el sentido normal del término. Podemos pensar en Moisés como origen remoto de corrientes literarias: la corriente narrativa que cuenta los sucesos con entusiasmo religioso, la actividad legal, la corriente parenética o de exhortación. Mentalmente podemos pensar en un coro jerárquico de verdaderos autores anónimos, que a lo largo de siglos han contribuido a esta magna obra.

Mensaje religioso. El Pentateuco es uno de los libros fundamentales de nuestra fe y de la fe del pueblo judío. La convicción de que Dios es el protagonista de la historia afecta profundamente a toda la obra. Dios es quien la pone en movimiento y la dirige con su acción y más aún con su palabra; es también protagonista de la Ley, como legislador, garante y sancionador último. Pero Dios es un protagonista que actúa suscitando verdaderos protagonistas humanos: sean individuos de notable personalidad, sea el pueblo escogido como agente de una historia vivida y narrada.
Toda la obra del Pentateuco, desde la creación hasta las promesas y las alianzas, pone ya el fundamento de lo que será toda la Biblia: la revelación del amor de Dios por el ser humano. Por amor lo creó a su imagen y semejanza; por amor lo llamó a mantener una relación personal con Él, y por amor se comprometió en la historia humana, haciendo de ésta una historia de salvación: «Si el Señor se enamoró de ustedes y los eligió... fue por puro amor» ( Deu_7:7 s).


GENESIS

La tradición judía designa este primer libro de la Biblia con el nombre de «Bereshit», palabra con la cual comienza en su original hebreo. La posterior traducción a la lengua griega (s. III a.C.) lo denominó con la palabra «Génesis», y así pasó también a la lengua latina y a nuestra lengua castellana. La palabra «Génesis» significa «origen o principio».
De algún modo, corresponde al contenido del libro, ya que sus temas principales pretenden mostrarnos en un primer momento, el origen del mundo, por creación; el origen del mal, por el pecado; y el origen de la cultura, de la dispersión de los pueblos, y de la pluralidad de las lenguas. En un segundo momento, el origen de la salvación por la elección de un hombre, que será padre de un pueblo; después, la era patriarcal, como prehistoria del pueblo elegido: Abrahán, Isaac, Jacob, y también José.
Al comenzar la obra con la creación del mundo, el autor responsable de la composición actual hace subir audazmente la historia de salvación hasta el momento primordial, el principio de todo, en un intento de dar respuesta a los grandes enigmas que acosan al ser humano: el cosmos, la vida y la muerte, el bien y el mal, el individuo y la sociedad, la familia, la cultura y la religión. Tales problemas reciben una respuesta no teórica o doctrinal, sino histórica, de acontecimientos. Y de esta historia la humanidad es la responsable. Pero tal historia está soberanamente dirigida por Dios, para la salvación de toda la humanidad.

División del libro. El libro se puede dividir cómodamente en tres bloques: orígenes (1-11), ciclo patriarcal (12-36), y ciclo de José (37-50). A través de estos bloques narrativos el autor va tejiendo una historia que es al mismo tiempo su respuesta religiosa a los enigmas planteados.
El bien y el mal. Dios lo crea todo bueno (1); por la serpiente y la primera pareja humana entra el mal en el mundo (2s); el mal desarrolla su fuerza y crece hasta anegar la tierra; apenas se salva una familia (4-11). Comienza una etapa en que el bien va superando al mal, hasta que al final (50), incluso a través del mal, Dios realiza el bien. Ese bien es fundamentalmente vida y amistad con Dios.
Fraternidad. El mal en la familia humana se inaugura con un fratricidio (4) que rompe la fraternidad primordial; viene una separación de hermanos (13; 21), después una tensión que se resuelve en reconciliación (27-33); falla un intento de fratricidio (37) y lentamente se recompone la fraternidad de los doce hermanos (42-50).
Salvación. El pecado atrae calamidades, y Dios suministra medios para que se salven algunos: del diluvio, Noé en el arca (6-9); del hambre, Abrahán en Egipto (12); del incendio, Lot (19); del odio y la persecución, Jacob en Siria (28-31); de la muerte, José en Egipto (37); del hambre, sus hermanos en Egipto (41-47). Esta gravitación de los semitas hacia Egipto tiene carácter provisional hasta que se invierta la dirección del movimiento.
Muchas narraciones y personajes del Génesis han adquirido en la tradición cristiana un valor de tipos o símbolos más allá de la intención inmediata de los primeros narradores.

Historia y arqueología. La historia profana no nos suministra un cuadro donde situar los relatos del Génesis. Las eras geológicas no encajan en la semana laboral y estilizada de Gn 1. El capítulo 4 expone unos orígenes de la cultura donde surgen simultáneamente agricultores y pastores, donde la Edad del Bronce y la del Hierro se superponen, dejando entrever o sospechar una era sin metales.
Los Patriarcas tienen geografía, pero no historia (y el intento de Gn 14 no mejora la información). José está bien ambientado en Egipto, sin distinguirse por rasgos de época o dinastía.
La arqueología ha podido reunir unos cuantos datos, documentos, monumentos, pinturas, en cuyo cuadro genérico encajan bien los Patriarcas bíblicos; ese cuadro se extiende varios siglos (XIX-XVI a.C.). Hay que citar, sobre todo, los archivos de Mari (s. XVIII a.C.), los de Babilonia, testimonios de una floreciente cultura religiosa, literaria y legal, heredada en gran parte de los sumerios. Este material nos ofrece un magnífico marco cultural para leer el Génesis, aunque no ofrece un marco cronológico.
Cuando se piensa que los semitas han sucedido a los sumerios, que los amorreos (occidentales) dominan en Babilonia y desde allí en Asiria, que la cultura babilónica se transmite por medio de los hurritas al imperio indoeuropeo de los hititas, se comprende mejor lo que es la concentración narrativa del Génesis.

Mensaje religioso. Dios intervine en esta historia profundamente humana como verdadero protagonista. En muchos rasgos actúa a imagen del ser humano, pero su soberanía aparece sobre todo porque su medio ordinario de acción es la palabra. La misma palabra que dirige la vida de los Patriarcas, crea el universo con su poder.
La aparición de Dios es misteriosa e imprevisible. Es la Palabra de Dios la que establece el contacto decisivo entre el ser humano y su Dios. Como la Palabra de Dios llama e interpela a la persona libre, el hombre y la mujer quedan engranados como verdaderos autores en la historia de la salvación.
La Palabra de Dios es mandato, anuncio, promesa. El ser humano debe obedecer, creer, esperar: esta triple respuesta es el dinamismo de esta historia, tensa hacia el futuro, comprometida con la tierra y comprometida con Dios, intensamente humana y soberanamente divina.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Genesis 29,1-14Jacob y Raquel. La narración de los conflictos entre Esaú y Jacob cede el paso al ciclo de historias sobre las peripecias iniciales de la vida de Jacob que sin mayores problemas pasa de Betel a Jarán, tierra de sus ancestros. Casi en paralelo con la suerte del criado de Abrahán que encontró con extraordinaria facilidad la que sería la esposa de Isaac (cfr. 24,1-67), Jacob conecta rápidamente con la misma parentela; su tío Labán será su suegro. Esta cercanía de parentesco no es garantía para Jacob, el cual será víctima del engaño por parte del padre de Lía y Raquel (23-29). Ésta sería la contrapartida -retribución- del engaño que, a su vez, protagonizó el mismo Jacob cuando, ayudado por su madre, robó la bendición que pertenecía a su hermano Esaú. Recuérdese que estamos en una época en la que hay una especial atención a la ley de la retribución. Con todo, la acción de Labán es implícitamente repudiada y tiene su justa compensación en 31,22-54, donde de nuevo hay una manifiesta predilección de Dios por Jacob sobre cualquier otro habitante del lugar. Mediante este recurso narrativo, la Biblia establece de manera definitiva una ruptura total de la nación judía con todo ancestro arameo de Mesopotamia.


Genesis 29,31-35Hijos de Jacob. Hay en el pueblo de Israel una conciencia de su origen diverso. Pese a que todos proceden de un mismo padre, no todos poseen la misma madre; de ahí la importancia que tiene para el sabio resaltar el origen materno de cada uno de los que serán los padres de las doce tribus de Israel. No importa si este dato contradice Lev_18:18, donde se prohíbe el matrimonio de un hombre con dos hermanas; el lector debía suponer que estas leyes todavía no eran vigentes en la época de los grandes antepasados y fundadores del pueblo.
Casi en la misma línea de pensamiento que Labán de casar primero a la hija mayor, el redactor resalta el hecho de que es precisamente Lía, la hermana mayor, la fecunda, la que primero empieza a concebir y a dar cuerpo a la promesa sobre la descendencia. Hay también un ingrediente religioso cuando se resalta que, aunque Lía no sea la favorita de Jacob, es sin embargo mirada por Dios, y es en ella donde comienza a tomar forma y a cumplirse la promesa divina de una descendencia numerosa. Dios está presente en cada situación humana, por contradictoria que sea, de los orígenes de Israel.
Raquel ve con malos ojos que su hermana, que no es en sentido estricto la legítima esposa de Jacob, sea la que esté dando a luz a los hijos de su esposo y recurre a la figura de la adopción entregando a su esclava Bilha para que conciba y dé a luz en sus rodillas (Lev_30:1-3). No uno, sino dos hijos, Dan y Neftalí, nacen de esta unión de Jacob con la esclava de Raquel (Lev_30:4-8).
Lía, que a pesar de haber dado ya a luz a cuatro hijos se siente celosa de su hermana, propone a Jacob el mismo procedimiento, acostarse con su esclava Zilpa, quien da a Jacob dos nuevos hijos (Lev_30:9-13). Un incidente familiar entre Raquel y Lía sirve de marco para que Raquel «autorice» a su hermana a acostarse de nuevo con su esposo (Lev_30:14-16); de aquí nacerán dos nuevos varones y una mujer, Dina (Lev_30:17-21). En este momento, Dios se acuerda de Raquel y le concede la gracia de concebir también ella, aumentando en uno el número de los hijos de Jacob y completando así once. El nacimiento de José cierra el ciclo de historias y leyendas sobre Jacob y sus once hijos en tierra de sus antepasados y nos prepara al retorno del patriarca con su familia a la tierra prometida.
Los nombres de los hijos y las circunstancias que rodean cada nacimiento designan de algún modo las circunstancias de su origen y al mismo tiempo describen el tipo de relaciones que en el acontecer histórico vivieron las doce tribus en tierra de Canaán.