Genesis 35 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 29 versitos |
1

Jacob vuelve a Betel
28

Dios dijo a Jacob:
– Levántate, sube a Betel, y levanta allí un altar al Dios que se te apareció cuando huías de tu hermano Esaú.
2 Jacob ordenó a su familia y a toda su gente:
– Dejen de lado los dioses extranjeros que tengan con ustedes, purifíquense y cambien de ropa.
3 Vamos a subir a Betel, donde haré un altar al Dios que me escuchó en el peligro y me acompañó en mi viaje.
4 Ellos entregaron a Jacob los dioses extranjeros que conservaban y los pendientes que llevaban. Jacob los enterró bajo la encina que hay junto a Siquén.
5 Durante su marcha un pánico sagrado se apoderaba de las poblaciones de la región, y no persiguieron a los hijos de Jacob.
6 Llegó Jacob a Luz de Canaán – hoy Betel– , él con toda su gente.
7 Construyó allí un altar y llamó al lugar Betel, porque allí se le había revelado Dios cuando huía de su hermano.
8 Débora, nodriza de Rebeca, murió y la enterraron al pie de Betel, junto a la encina, que llamaron Encina del Llanto.
9 Al volver Jacob de Padán Aram, Dios se le apareció de nuevo y lo bendijo
10 y le dijo:
– Tu nombre es Jacob:
tu nombre ya no será Jacob,
tu nombre será Israel.
Le impuso el nombre de Israel
11 y le dijo Dios:
– Yo soy el Dios Todopoderoso:
crece y multiplícate.
Un pueblo, un grupo de pueblos
nacerá de ti;
reyes saldrán de tus entrañas.
12 La tierra que di a Abrahán e Isaac
a ti te la doy;
y a la descendencia que te suceda
le daré la tierra.
13 Dios se marchó del lugar donde había hablado con él.
14 Jacob erigió una piedra conmemorativa en el lugar donde había hablado con él. Derramó sobre ella una libación, derramó sobre ella aceite.
15 Y, al lugar donde había hablado Dios con él, Jacob lo llamó, Betel.
16

Nacimiento de Benjamín y muerte de Raquel
1 Sm 4,19-22

Después se marchó de Betel; y cuando faltaba un buen trecho para llegar a Efrata, le llegó a Raquel el trance de parir y el parto venía difícil.
17 Como sentía la dificultad del parto, le dijo la comadrona:
– No te asustes, que tienes un niño.
18 Con su último aliento, a punto de morir, lo llamó Benoní; pero su padre lo llamó Benjamín.
19 Murió Raquel y la enterraron en el camino de Efrata – hoy Belén– .
20 Jacob erigió una piedra conmemorativa sobre su sepulcro. Es la piedra conmemorativa del sepulcro de Raquel, que dura hasta hoy.
21 Israel se marchó de allí y acampó más allá de Migdal Eder.
Muerte de Isaac
22 Mientras habitaba Israel en aquella tierra, Rubén fue y se acostó con Bilha, concubina de su padre. Israel se enteró.
Los hijos de Jacob fueron doce:
23 Hijos de Lía: Rubén, primogénito de Jacob, Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón.
24 Hijos de Raquel: José y Benjamín.
25 Hijos de Bilha, criada de Raquel: Dan y Neftalí.
26 Hijos de Zilpa, criada de Lía: Gad y Aser. Éstos son los hijos de Jacob nacidos en Padán Aram.
27 Jacob volvió a casa de su padre Isaac, a Mambré en Qiryat Arba – hoy Hebrón– , donde habían residido Abrahán e Isaac.
28 Isaac vivió ciento ochenta años.
29 Isaac expiró; murió y se reunió con los suyos, anciano y colmado de años. Y lo enterraron Jacob y Esaú, sus hijos.

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Introducción a Genesis

PENTATEUCO

La tradición judía y los Evangelios lo llaman Torá, o sea, Ley, Instrucción. También se llama «libro de Moisés», o «Pentateuco» en alusión a los cinco rollos o estuches donde se guardaba el texto escrito en papiro o pergamino. Por su contenido, es una historia ambiciosa que comienza con la creación del mundo y termina con la muerte de Moisés, cuya narración se ve interrumpida al acoger diversos cuerpos legales con un genérico propósito fundacional.
El Pentateuco es palabra narrativa que funda historia y con ello conciencia de pueblo, funda un patrimonio común y compartido. Es ley que crea una comunidad humana distinta y organizada. La historia es ley en cuanto sustenta y dirige la vida de un pueblo; la ley configura la historia y pertenece a ella, no es la versión mítica de un orden cósmico que está fuera del tiempo.

División del Pentateuco. La división en cinco rollos es funcional, se guía por el tema y por el tamaño; útil un tiempo para el manejo, más adelante para la cita, sin embargo, hay otras divisiones que penetran más en la naturaleza del libro, como:
1.La división en unidades, que iremos dando en sucesivas introducciones y títulos.
2.Los cuatro cuerpos o fuentes literarias que la investigación del s. XIX designó con las siglas J (Yahvista), E (Elohísta), D (Deuteronomista), y P (Sacerdotal), pertenecientes a los s. X, IX, VII y V a.C. respectivamente. Según esta hipótesis, que hoy se mantiene como la más razonable y comúnmente aceptada, el Pentateuco actual es el resultado de la fusión de estas cuatro fuentes en un relato unificado.
El autor final compone unas veces yuxtaponiendo o insertando bloques, otras, conservando duplicaciones narrativas, y finalmente, trenzando dos o más relatos en una línea continuada. Separar hoy las piezas integrantes y asignarlas una determinada fuente es tarea relativamente fácil cuando se trata de bloques, no muy difícil cuando se encuentran duplicados, cada vez más arriesgada cuando se quieren destrenzar párrafos, frases, y palabras.
3.Más adelante, la investigación descubrió que las supuestas fuentes no eran documentos originales, sino a su vez colecciones de textos previos. Las fuentes resultaban representar escuelas teológicas y literarias, ser compilaciones de textos oficiales o confluencia de tradiciones orales. La investigación se desplazó a trazar la pista evolutiva de las tradiciones precedentes o subsistentes después de la primera fijación escrita.

Género literario y autor. En cuanto al genero literario, encontramos en estos libros gran variedad: 1. Géneros narrativos como la leyenda o saga, el relato idílico, patético, humorístico, heroico, épico. 2. Leyes, códigos y listas. 3. Bendiciones, plegarias, emblemas, odas. 4. Textos cúlticos de celebración, de catequesis, de predicación.
Tal variedad de géneros produce su correspondiente variedad de estilos que puede desconcertar al lector, el cual encuentra junto a páginas maestras de narración, listas de nombres, minuciosas descripciones de instrumental litúrgico, normas extrañas, exhortaciones reiterativas. El resultado es una obra fascinadora, amena, entretenida, aburrida, pesada... Un inmenso paisaje con cumbres narrativas y barrancos polvorientos, con sendas llanas y veredas escabrosas.
Más que una obra, el Pentateuco parece una colección de piezas heterogéneas: registros de archivo, códigos legales o litúrgicos, documentos jurídicos, poemas, relatos. Con todo, la narración es el elemento importante: desde la vocación de Abrahán hasta la muerte de Moisés, fluye un relato serpenteante, accidentado y bien orientado, produciendo páginas que pertenecen a lo mejor de la literatura universal.
Es claro que el libro no tiene un autor en el sentido normal del término. Podemos pensar en Moisés como origen remoto de corrientes literarias: la corriente narrativa que cuenta los sucesos con entusiasmo religioso, la actividad legal, la corriente parenética o de exhortación. Mentalmente podemos pensar en un coro jerárquico de verdaderos autores anónimos, que a lo largo de siglos han contribuido a esta magna obra.

Mensaje religioso. El Pentateuco es uno de los libros fundamentales de nuestra fe y de la fe del pueblo judío. La convicción de que Dios es el protagonista de la historia afecta profundamente a toda la obra. Dios es quien la pone en movimiento y la dirige con su acción y más aún con su palabra; es también protagonista de la Ley, como legislador, garante y sancionador último. Pero Dios es un protagonista que actúa suscitando verdaderos protagonistas humanos: sean individuos de notable personalidad, sea el pueblo escogido como agente de una historia vivida y narrada.
Toda la obra del Pentateuco, desde la creación hasta las promesas y las alianzas, pone ya el fundamento de lo que será toda la Biblia: la revelación del amor de Dios por el ser humano. Por amor lo creó a su imagen y semejanza; por amor lo llamó a mantener una relación personal con Él, y por amor se comprometió en la historia humana, haciendo de ésta una historia de salvación: «Si el Señor se enamoró de ustedes y los eligió... fue por puro amor» ( Deu_7:7 s).


GENESIS

La tradición judía designa este primer libro de la Biblia con el nombre de «Bereshit», palabra con la cual comienza en su original hebreo. La posterior traducción a la lengua griega (s. III a.C.) lo denominó con la palabra «Génesis», y así pasó también a la lengua latina y a nuestra lengua castellana. La palabra «Génesis» significa «origen o principio».
De algún modo, corresponde al contenido del libro, ya que sus temas principales pretenden mostrarnos en un primer momento, el origen del mundo, por creación; el origen del mal, por el pecado; y el origen de la cultura, de la dispersión de los pueblos, y de la pluralidad de las lenguas. En un segundo momento, el origen de la salvación por la elección de un hombre, que será padre de un pueblo; después, la era patriarcal, como prehistoria del pueblo elegido: Abrahán, Isaac, Jacob, y también José.
Al comenzar la obra con la creación del mundo, el autor responsable de la composición actual hace subir audazmente la historia de salvación hasta el momento primordial, el principio de todo, en un intento de dar respuesta a los grandes enigmas que acosan al ser humano: el cosmos, la vida y la muerte, el bien y el mal, el individuo y la sociedad, la familia, la cultura y la religión. Tales problemas reciben una respuesta no teórica o doctrinal, sino histórica, de acontecimientos. Y de esta historia la humanidad es la responsable. Pero tal historia está soberanamente dirigida por Dios, para la salvación de toda la humanidad.

División del libro. El libro se puede dividir cómodamente en tres bloques: orígenes (1-11), ciclo patriarcal (12-36), y ciclo de José (37-50). A través de estos bloques narrativos el autor va tejiendo una historia que es al mismo tiempo su respuesta religiosa a los enigmas planteados.
El bien y el mal. Dios lo crea todo bueno (1); por la serpiente y la primera pareja humana entra el mal en el mundo (2s); el mal desarrolla su fuerza y crece hasta anegar la tierra; apenas se salva una familia (4-11). Comienza una etapa en que el bien va superando al mal, hasta que al final (50), incluso a través del mal, Dios realiza el bien. Ese bien es fundamentalmente vida y amistad con Dios.
Fraternidad. El mal en la familia humana se inaugura con un fratricidio (4) que rompe la fraternidad primordial; viene una separación de hermanos (13; 21), después una tensión que se resuelve en reconciliación (27-33); falla un intento de fratricidio (37) y lentamente se recompone la fraternidad de los doce hermanos (42-50).
Salvación. El pecado atrae calamidades, y Dios suministra medios para que se salven algunos: del diluvio, Noé en el arca (6-9); del hambre, Abrahán en Egipto (12); del incendio, Lot (19); del odio y la persecución, Jacob en Siria (28-31); de la muerte, José en Egipto (37); del hambre, sus hermanos en Egipto (41-47). Esta gravitación de los semitas hacia Egipto tiene carácter provisional hasta que se invierta la dirección del movimiento.
Muchas narraciones y personajes del Génesis han adquirido en la tradición cristiana un valor de tipos o símbolos más allá de la intención inmediata de los primeros narradores.

Historia y arqueología. La historia profana no nos suministra un cuadro donde situar los relatos del Génesis. Las eras geológicas no encajan en la semana laboral y estilizada de Gn 1. El capítulo 4 expone unos orígenes de la cultura donde surgen simultáneamente agricultores y pastores, donde la Edad del Bronce y la del Hierro se superponen, dejando entrever o sospechar una era sin metales.
Los Patriarcas tienen geografía, pero no historia (y el intento de Gn 14 no mejora la información). José está bien ambientado en Egipto, sin distinguirse por rasgos de época o dinastía.
La arqueología ha podido reunir unos cuantos datos, documentos, monumentos, pinturas, en cuyo cuadro genérico encajan bien los Patriarcas bíblicos; ese cuadro se extiende varios siglos (XIX-XVI a.C.). Hay que citar, sobre todo, los archivos de Mari (s. XVIII a.C.), los de Babilonia, testimonios de una floreciente cultura religiosa, literaria y legal, heredada en gran parte de los sumerios. Este material nos ofrece un magnífico marco cultural para leer el Génesis, aunque no ofrece un marco cronológico.
Cuando se piensa que los semitas han sucedido a los sumerios, que los amorreos (occidentales) dominan en Babilonia y desde allí en Asiria, que la cultura babilónica se transmite por medio de los hurritas al imperio indoeuropeo de los hititas, se comprende mejor lo que es la concentración narrativa del Génesis.

Mensaje religioso. Dios intervine en esta historia profundamente humana como verdadero protagonista. En muchos rasgos actúa a imagen del ser humano, pero su soberanía aparece sobre todo porque su medio ordinario de acción es la palabra. La misma palabra que dirige la vida de los Patriarcas, crea el universo con su poder.
La aparición de Dios es misteriosa e imprevisible. Es la Palabra de Dios la que establece el contacto decisivo entre el ser humano y su Dios. Como la Palabra de Dios llama e interpela a la persona libre, el hombre y la mujer quedan engranados como verdaderos autores en la historia de la salvación.
La Palabra de Dios es mandato, anuncio, promesa. El ser humano debe obedecer, creer, esperar: esta triple respuesta es el dinamismo de esta historia, tensa hacia el futuro, comprometida con la tierra y comprometida con Dios, intensamente humana y soberanamente divina.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Genesis 35,1-15Jacob vuelve a Betel. La necesaria retirada de Siquén es puesta bajo la voluntad divina: es Dios quien ordena el traslado a Luz, ciudad cananea que recibe el nombre de Betel (15), del mismo modo que Jacob mismo recibirá el nombre de Israel (10). La manera como actúa Jacob está determinada por el recurso a la aparición de Dios o teofanía, en donde se percibe el querer de Dios y la obediencia silenciosa de Jacob.
Este relato tiene una especial importancia para los habitantes del reino del norte, ya que para ellos era esencial no sólo el paso del patriarca Jacob por estas localidades, sino su radicación y su residencia en Betel. Para el reino del sur, Berseba y Hebrón tienen un especial interés teológico. Hay que recordar que cuando la división del reino (931 a.C.), Jeroboán I parte exactamente de Siquén, donde está congregado todo el pueblo, y su primer lugar de residencia es precisamente Betel, donde realiza gestos semejantes a los de su antepasado: erige un altar y lo consagra al Dios de Israel (1Re_12:25-33). En cualquier caso, se trata de leyendas y tradiciones con las que se intenta alimentar la fe israelita y mantener su propia identidad en una tierra que para ellos sigue siendo ajena.


Genesis 35,16-21Nacimiento de Benjamín y muerte de Raquel. Vida y muerte caminan juntas con el hombre y la mujer. Raquel, primer amor de Jacob, debe morir. Para nosotros, su muerte no tendría ningún significado especial si no fuera porque el mismo Jacob había sentenciado a muerte a quien hubiese robado los amuletos e ídolos de Labán (31,32). Sabemos que fue Raquel quien los hurtó, y también sabemos que en la mentalidad bíblica no hay nada que no tenga su justa recompensa. Pero la muerte que debe sobrevenir está precedida por la vida: nace el último hijo de Raquel, a quien impone un nombre que alude a la maldición: «Benoní» -Hijo siniestro-, revelando en el nombre del niño la causa de su propia muerte (18). Con todo, Jacob corrige el primer nombre dándole el de Benjamín -Hijo diestro-, que da más idea de bendición (18). El lugar de la sepultura de Raquel es aún hoy en día venerado por los judíos.
Genesis 35,22-29Muerte de Isaac. A punto ya de iniciar la historia de los hijos de Jacob/Israel, el redactor o los redactores nos informan de tres asuntos que consideran importantes:
1. Plantea la razón por la cual Rubén será maldecido en 49,3s (22), una manera de expresar por qué Rubén siendo el primogénito de Jacob no heredó la bendición y las promesas. Tampoco Ismael, primogénito de Abrahán, fue su heredero, y tampoco Esaú lo fue de Jacob, dato curioso pero cargado de sentido teológico para ellos.
2. Establece la lista completa de los doce hijos de Jacob y resaltar su común herencia aramea, a pesar de provenir de distintas madres.
3. Cierra el ciclo de Isaac, que aún permanece abierto. Isaac muere anciano y colmado de años (29) y es enterrado por Jacob y Esaú, reunidos aquí porque, a pesar de lo que haya sucedido entre ellos, el tronco de origen sigue siendo común a ambos aunque sus destinos sean completamente diferentes.
Hay que recordar que el número de años no está en relación directa con la cantidad, sino con la calidad de la vida. El número ciento ochenta es una forma de reforzar la idea de «anciano y colmado de años» que le permite con tranquilidad «reunirse con los suyos». Estas frases son la forma más tranquila y común de asumir la realidad de la muerte en un anciano, lo cual no sucede con la muerte de una persona joven que en general es vista como signo de maldición.