Genesis 41 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 57 versitos |
1

José interpreta los sueños del faraón
Dn 2; 4

Pasaron dos años y el faraón tuvo un sueño: Estaba en pie junto al Nilo
2 cuando vio salir del Nilo siete vacas hermosas y bien cebadas que se pusieron a pastar entre los juncos.
3 Detrás de ellas salieron del Nilo otras siete vacas flacas y mal alimentadas, y se pusieron, junto a las otras, a la orilla del Nilo,
4 y las vacas flacas y mal alimentadas se comieron las siete vacas hermosas y bien cebadas. El faraón despertó.
5 Volvió a dormirse y tuvo un segundo sueño: Siete espigas brotaban de un tallo, hermosas y granadas,
6 y siete espigas secas y quemadas por el viento del este brotaban detrás de ellas.
7 Las siete espigas secas devoraban a las siete espigas granadas y llenas. El faraón despertó; había sido un sueño.
8 A la mañana siguiente, agitado, mandó llamar a todos los magos de Egipto y a sus sabios, y les contó el sueño, pero ninguno sabía interpretárselo al faraón.
9 Entonces el copero mayor dijo al faraón:
– Tengo que confesar hoy mi pecado.
10 Cuando el faraón se irritó contra sus siervos y nos metió en la cárcel en casa del mayordomo, a mí y al panadero mayor,
11 él y yo tuvimos un sueño la misma noche; cada sueño con su propio sentido.
12 Había allí con nosotros un joven hebreo, siervo del mayordomo; le contamos el sueño y él lo interpretó, a cada uno dio su interpretación.
13 Y tal como él lo interpretó así sucedió: a mí me restablecieron en mi cargo, a él lo colgaron.
14 El faraón mandó llamar a José. Lo sacaron aprisa del calabozo; se afeitó, se cambió el traje y se presentó al faraón.
15 El faraón dijo a José:
– He soñado un sueño y nadie sabe interpretarlo. He oído decir de ti que oyes un sueño y lo interpretas.
16 Respondió José al faraón:
– Sin mérito mío, Dios dará al faraón respuesta conveniente.
17 El faraón dijo a José:
– Soñaba que estaba de pie junto al Nilo,
18 cuando vi salir del Nilo siete vacas hermosas y bien cebadas, y se pusieron a pastar entre los juncos;
19 detrás de ellas salieron otras siete vacas flacas y mal alimentadas, en los huesos; no las he visto peores en todo el país de Egipto.
20 Las vacas flacas y mal alimentadas se comieron las siete vacas anteriores, las cebadas.
21 Y cuando las comieron, nadie hubiera dicho que las tenían en su vientre, pues su aspecto seguía tan malo como al principio. Y me desperté.
22 Tuve otro sueño: Siete espigas brotaban de un tallo, hermosas y granadas,
23 y siete espigas crecían detrás de ellas, mezquinas, secas y quemadas por el viento del este;
24 las siete espigas secas devoraban a las siete espigas hermosas. Se lo conté a mis magos y ninguno pudo interpretármelo.
25 José dijo al faraón:
– Se trata de un único sueño: Dios anuncia al faraón lo que va a hacer.
26 Las siete vacas gordas son siete años de abundancia y las siete espigas hermosas son siete años: es el mismo sueño.
27 Las siete vacas flacas y desnutridas, que salían detrás de las primeras, son siete años y las siete espigas vacías y quemadas son siete años de hambre.
28 Es lo que he dicho al faraón: Dios ha mostrado al faraón lo que va a hacer.
29 Van a venir siete años de gran abundancia en todo el país de Egipto;
30 detrás vendrán siete años de hambre que harán olvidar la abundancia en Egipto, porque el hambre acabará con el país.
31 No habrá rastro de abundancia en el país a causa del hambre que seguirá, porque será terrible.
32 El haber soñado el faraón dos veces indica que Dios confirma su palabra y que se apresura a cumplirla.
33 Por tanto, que el faraón busque un hombre sabio y prudente y lo ponga al frente de Egipto;
34 establezca inspectores que dividan el país en regiones y administren durante los siete años de abundancia.
35 Que reúnan toda clase de alimentos durante los siete años buenos que van a venir, metan grano en los graneros por orden del faraón y los guarden en las ciudades.
36 Los alimentos se depositarán para los siete años de hambre que vendrán después en Egipto, y así no perecerá de hambre el país.
37 El faraón y sus ministros aprobaron la propuesta,
38 y el faraón dijo a sus ministros:
–¿Podemos encontrar un hombre como éste, dotado de un espíritu sobrehumano?
39 Y el faraón dijo a José:
– Ya que Dios te ha enseñado todo eso, nadie será tan sabio y prudente como tú.
40 Tú estarás al frente de mi casa y todo el pueblo obedecerá tus órdenes; sólo en el trono te precederé.
41 Y añadió:
– Mira, te pongo al frente de todo el país.
42 Y el faraón se quitó el anillo de sello de la mano y se lo puso a José; le vistió traje de lino y le puso un collar de oro al cuello.
43 Lo hizo sentarse en la carroza de su lugarteniente y la gente gritaba ante él: ¡Gran Visir! Y así lo puso al frente de Egipto.
44 El faraón dijo a José:
– Yo soy el faraón; sin contar contigo nadie moverá mano o pie en todo Egipto.
45 Y llamó a José Zafnat-Panej, y le dio por mujer a Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On. José salió a recorrer Egipto.
46 Treinta años tenía cuando se presentó al faraón, rey de Egipto; saliendo de su presencia, viajó por todo Egipto.
47 La tierra produjo generosamente los siete años de abundancia;
48 durante ellos acumuló alimentos en las ciudades: en cada una metió las cosechas de los campos de la región.
49 Reunió grano en cantidad como arena de la playa, hasta que dejó de medirlo porque no alcanzaba a hacerlo.
50 Antes del primer año de hambre le nacieron a José dos hijos de Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On.
51 Al primogénito lo llamó Manasés, diciendo: Dios me ha hecho olvidar mis trabajos y la casa paterna.
52 Al segundo lo llamó Efraín, diciendo: Dios me ha hecho crecer en la tierra de mi aflicción.
53 Se acabaron los siete años de abundancia en Egipto
54 y comenzaron los siete años de hambre, como había anunciado José. Hubo hambre en todas las regiones, y sólo en Egipto había pan.
55 Llegó el hambre a todo Egipto, y el pueblo reclamaba pan al faraón; el faraón decía a los egipcios:
– Diríjanse a José y hagan lo que él les diga.
56 La carestía cubrió todo el país. José abrió los graneros y vendió grano a los egipcios, mientras el hambre arreciaba en Egipto.
57 Todo el mundo venía a Egipto, a comprar grano a José, porque el hambre arreciaba en todas partes.

Patrocinio

 
 

Introducción a Genesis

PENTATEUCO

La tradición judía y los Evangelios lo llaman Torá, o sea, Ley, Instrucción. También se llama «libro de Moisés», o «Pentateuco» en alusión a los cinco rollos o estuches donde se guardaba el texto escrito en papiro o pergamino. Por su contenido, es una historia ambiciosa que comienza con la creación del mundo y termina con la muerte de Moisés, cuya narración se ve interrumpida al acoger diversos cuerpos legales con un genérico propósito fundacional.
El Pentateuco es palabra narrativa que funda historia y con ello conciencia de pueblo, funda un patrimonio común y compartido. Es ley que crea una comunidad humana distinta y organizada. La historia es ley en cuanto sustenta y dirige la vida de un pueblo; la ley configura la historia y pertenece a ella, no es la versión mítica de un orden cósmico que está fuera del tiempo.

División del Pentateuco. La división en cinco rollos es funcional, se guía por el tema y por el tamaño; útil un tiempo para el manejo, más adelante para la cita, sin embargo, hay otras divisiones que penetran más en la naturaleza del libro, como:
1.La división en unidades, que iremos dando en sucesivas introducciones y títulos.
2.Los cuatro cuerpos o fuentes literarias que la investigación del s. XIX designó con las siglas J (Yahvista), E (Elohísta), D (Deuteronomista), y P (Sacerdotal), pertenecientes a los s. X, IX, VII y V a.C. respectivamente. Según esta hipótesis, que hoy se mantiene como la más razonable y comúnmente aceptada, el Pentateuco actual es el resultado de la fusión de estas cuatro fuentes en un relato unificado.
El autor final compone unas veces yuxtaponiendo o insertando bloques, otras, conservando duplicaciones narrativas, y finalmente, trenzando dos o más relatos en una línea continuada. Separar hoy las piezas integrantes y asignarlas una determinada fuente es tarea relativamente fácil cuando se trata de bloques, no muy difícil cuando se encuentran duplicados, cada vez más arriesgada cuando se quieren destrenzar párrafos, frases, y palabras.
3.Más adelante, la investigación descubrió que las supuestas fuentes no eran documentos originales, sino a su vez colecciones de textos previos. Las fuentes resultaban representar escuelas teológicas y literarias, ser compilaciones de textos oficiales o confluencia de tradiciones orales. La investigación se desplazó a trazar la pista evolutiva de las tradiciones precedentes o subsistentes después de la primera fijación escrita.

Género literario y autor. En cuanto al genero literario, encontramos en estos libros gran variedad: 1. Géneros narrativos como la leyenda o saga, el relato idílico, patético, humorístico, heroico, épico. 2. Leyes, códigos y listas. 3. Bendiciones, plegarias, emblemas, odas. 4. Textos cúlticos de celebración, de catequesis, de predicación.
Tal variedad de géneros produce su correspondiente variedad de estilos que puede desconcertar al lector, el cual encuentra junto a páginas maestras de narración, listas de nombres, minuciosas descripciones de instrumental litúrgico, normas extrañas, exhortaciones reiterativas. El resultado es una obra fascinadora, amena, entretenida, aburrida, pesada... Un inmenso paisaje con cumbres narrativas y barrancos polvorientos, con sendas llanas y veredas escabrosas.
Más que una obra, el Pentateuco parece una colección de piezas heterogéneas: registros de archivo, códigos legales o litúrgicos, documentos jurídicos, poemas, relatos. Con todo, la narración es el elemento importante: desde la vocación de Abrahán hasta la muerte de Moisés, fluye un relato serpenteante, accidentado y bien orientado, produciendo páginas que pertenecen a lo mejor de la literatura universal.
Es claro que el libro no tiene un autor en el sentido normal del término. Podemos pensar en Moisés como origen remoto de corrientes literarias: la corriente narrativa que cuenta los sucesos con entusiasmo religioso, la actividad legal, la corriente parenética o de exhortación. Mentalmente podemos pensar en un coro jerárquico de verdaderos autores anónimos, que a lo largo de siglos han contribuido a esta magna obra.

Mensaje religioso. El Pentateuco es uno de los libros fundamentales de nuestra fe y de la fe del pueblo judío. La convicción de que Dios es el protagonista de la historia afecta profundamente a toda la obra. Dios es quien la pone en movimiento y la dirige con su acción y más aún con su palabra; es también protagonista de la Ley, como legislador, garante y sancionador último. Pero Dios es un protagonista que actúa suscitando verdaderos protagonistas humanos: sean individuos de notable personalidad, sea el pueblo escogido como agente de una historia vivida y narrada.
Toda la obra del Pentateuco, desde la creación hasta las promesas y las alianzas, pone ya el fundamento de lo que será toda la Biblia: la revelación del amor de Dios por el ser humano. Por amor lo creó a su imagen y semejanza; por amor lo llamó a mantener una relación personal con Él, y por amor se comprometió en la historia humana, haciendo de ésta una historia de salvación: «Si el Señor se enamoró de ustedes y los eligió... fue por puro amor» ( Deu_7:7 s).


GENESIS

La tradición judía designa este primer libro de la Biblia con el nombre de «Bereshit», palabra con la cual comienza en su original hebreo. La posterior traducción a la lengua griega (s. III a.C.) lo denominó con la palabra «Génesis», y así pasó también a la lengua latina y a nuestra lengua castellana. La palabra «Génesis» significa «origen o principio».
De algún modo, corresponde al contenido del libro, ya que sus temas principales pretenden mostrarnos en un primer momento, el origen del mundo, por creación; el origen del mal, por el pecado; y el origen de la cultura, de la dispersión de los pueblos, y de la pluralidad de las lenguas. En un segundo momento, el origen de la salvación por la elección de un hombre, que será padre de un pueblo; después, la era patriarcal, como prehistoria del pueblo elegido: Abrahán, Isaac, Jacob, y también José.
Al comenzar la obra con la creación del mundo, el autor responsable de la composición actual hace subir audazmente la historia de salvación hasta el momento primordial, el principio de todo, en un intento de dar respuesta a los grandes enigmas que acosan al ser humano: el cosmos, la vida y la muerte, el bien y el mal, el individuo y la sociedad, la familia, la cultura y la religión. Tales problemas reciben una respuesta no teórica o doctrinal, sino histórica, de acontecimientos. Y de esta historia la humanidad es la responsable. Pero tal historia está soberanamente dirigida por Dios, para la salvación de toda la humanidad.

División del libro. El libro se puede dividir cómodamente en tres bloques: orígenes (1-11), ciclo patriarcal (12-36), y ciclo de José (37-50). A través de estos bloques narrativos el autor va tejiendo una historia que es al mismo tiempo su respuesta religiosa a los enigmas planteados.
El bien y el mal. Dios lo crea todo bueno (1); por la serpiente y la primera pareja humana entra el mal en el mundo (2s); el mal desarrolla su fuerza y crece hasta anegar la tierra; apenas se salva una familia (4-11). Comienza una etapa en que el bien va superando al mal, hasta que al final (50), incluso a través del mal, Dios realiza el bien. Ese bien es fundamentalmente vida y amistad con Dios.
Fraternidad. El mal en la familia humana se inaugura con un fratricidio (4) que rompe la fraternidad primordial; viene una separación de hermanos (13; 21), después una tensión que se resuelve en reconciliación (27-33); falla un intento de fratricidio (37) y lentamente se recompone la fraternidad de los doce hermanos (42-50).
Salvación. El pecado atrae calamidades, y Dios suministra medios para que se salven algunos: del diluvio, Noé en el arca (6-9); del hambre, Abrahán en Egipto (12); del incendio, Lot (19); del odio y la persecución, Jacob en Siria (28-31); de la muerte, José en Egipto (37); del hambre, sus hermanos en Egipto (41-47). Esta gravitación de los semitas hacia Egipto tiene carácter provisional hasta que se invierta la dirección del movimiento.
Muchas narraciones y personajes del Génesis han adquirido en la tradición cristiana un valor de tipos o símbolos más allá de la intención inmediata de los primeros narradores.

Historia y arqueología. La historia profana no nos suministra un cuadro donde situar los relatos del Génesis. Las eras geológicas no encajan en la semana laboral y estilizada de Gn 1. El capítulo 4 expone unos orígenes de la cultura donde surgen simultáneamente agricultores y pastores, donde la Edad del Bronce y la del Hierro se superponen, dejando entrever o sospechar una era sin metales.
Los Patriarcas tienen geografía, pero no historia (y el intento de Gn 14 no mejora la información). José está bien ambientado en Egipto, sin distinguirse por rasgos de época o dinastía.
La arqueología ha podido reunir unos cuantos datos, documentos, monumentos, pinturas, en cuyo cuadro genérico encajan bien los Patriarcas bíblicos; ese cuadro se extiende varios siglos (XIX-XVI a.C.). Hay que citar, sobre todo, los archivos de Mari (s. XVIII a.C.), los de Babilonia, testimonios de una floreciente cultura religiosa, literaria y legal, heredada en gran parte de los sumerios. Este material nos ofrece un magnífico marco cultural para leer el Génesis, aunque no ofrece un marco cronológico.
Cuando se piensa que los semitas han sucedido a los sumerios, que los amorreos (occidentales) dominan en Babilonia y desde allí en Asiria, que la cultura babilónica se transmite por medio de los hurritas al imperio indoeuropeo de los hititas, se comprende mejor lo que es la concentración narrativa del Génesis.

Mensaje religioso. Dios intervine en esta historia profundamente humana como verdadero protagonista. En muchos rasgos actúa a imagen del ser humano, pero su soberanía aparece sobre todo porque su medio ordinario de acción es la palabra. La misma palabra que dirige la vida de los Patriarcas, crea el universo con su poder.
La aparición de Dios es misteriosa e imprevisible. Es la Palabra de Dios la que establece el contacto decisivo entre el ser humano y su Dios. Como la Palabra de Dios llama e interpela a la persona libre, el hombre y la mujer quedan engranados como verdaderos autores en la historia de la salvación.
La Palabra de Dios es mandato, anuncio, promesa. El ser humano debe obedecer, creer, esperar: esta triple respuesta es el dinamismo de esta historia, tensa hacia el futuro, comprometida con la tierra y comprometida con Dios, intensamente humana y soberanamente divina.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Genesis 41,1-57José interpreta los sueños del faraón. La incapacidad de los magos de la corte para interpretar los sueños del faraón es la ocasión propicia para que el copero mayor, en quien se cumplió la interpretación de José, se acuerde de su compañero de prisión y ahora sí hable de él al faraón (10-13), mencionándolo no por su nombre, sino por su condición (12). José es liberado de la prisión; de nuevo insiste en que no se trata de una capacidad personal, sino que puede descifrar el sentido de las imágenes que el faraón ha visto en sueños por una acción directa de Dios (16). Las palabras y los consejos de José convencen al monarca, por lo cual sale premiado y es nombrado gran visir, o sea, primer ministro.
Este episodio, y en especial la noticia de que el hambre y la carestía cundían por todas partes, nos prepara para el arribo de los hermanos de José a Egipto; con esos medios tan simples y cotidianos Dios va ejerciendo su acción en la historia humana. Las imágenes que José interpreta de abundancia y escasez son la constatación de lo que acontecía realmente en esta porción geográfica del Cercano Oriente, con períodos en los que se gozaba de cierta abundancia gracias a las lluvias y períodos de escasez y de hambre a causa de las sequías. En lugares tan especialmente privilegiados como Egipto, irrigado por el gran Nilo, era posible prepararse para el tiempo de la sequía, carestía y hambre mediante los métodos de aprovisionamiento propuestos por José, pero también era la ocasión para aumentar el dominio y la opresión sobre los pueblos más débiles y menos favorecidos por la naturaleza.
Se menciona el nacimiento de los dos hijos de José, Manasés y Efraín, que quedarán incorporados al número de las doce tribus de Israel y que ayudarán a entender la heterogeneidad étnica de la nación israelita.