Genesis 47 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 31 versitos |
1

Jacob en Egipto

José fue a informar al faraón:
– Mi padre y mis hermanos, con sus ovejas y vacas y todas sus posesiones, han venido de Canaán y se encuentran en Gosén.
2 Entre sus hermanos, escogió cinco, y se los presentó al faraón.
3 El faraón les preguntó:
–¿A qué se dedican?
Respondieron:
– Tus siervos son pastores de ovejas, lo mismo nosotros que nuestros padres.
4 Y añadieron:
– Hemos venido a residir en esta tierra, porque en Canaán aprieta el hambre y no hay pastos para los rebaños de tus siervos; permite a tus siervos establecerse en Gosén.
5 El faraón dijo a José:
– Que se establezcan en Gosén, y si conoces entre ellos algunos con experiencia, ponlos a cargo de mi ganado.
6 Cuando Jacob y sus hijos llegaron a Egipto, se enteró el faraón, rey de Egipto, y dijo a José:
– Tu padre y tus hermanos han llegado a verte; la tierra de Egipto está a tu disposición, instala a tu padre y a tus hermanos en lo mejor de la tierra.
7 José hizo venir a su padre Jacob y se lo presentó al faraón. Jacob bendijo al faraón.
8 El faraón preguntó a Jacob:
–¿Cuántos años tienes?
9 Jacob contestó al faraón:
– Ciento treinta han sido los años de mis andanzas, pocos y malos han sido los años de mi vida, y no llegan a los años de mis padres, ni al tiempo de sus andanzas.
10 Jacob bendijo al faraón y salió de su presencia.
11 José instaló a su padre y a sus hermanos y les dio propiedades en Egipto, en lo mejor del país, en la región de Ramsés, como había mandado el faraón.
12 Y dio pan a su padre, a sus hermanos y a toda la familia de su padre, incluidos los niños.
13

Política agraria de José

En todo el país faltaba el pan, porque el hambre apretaba y agotaba la tierra de Egipto y la de Canaán.
14 José acumuló todo el dinero que había en Egipto y en Canaán a cambio de los víveres que ellos compraban, y reunió todo el dinero en casa del Faraón.
15 En Egipto y en Canaán se acabó el dinero, de modo que acudían a José, diciendo:
– Danos pan o moriremos aquí mismo, porque se nos ha acabado el dinero.
16 José contestó:
– Si ya no hay más dinero entreguen su ganado y yo se los cambiaré por pan.
17 Ellos traían el ganado a José, y éste les daba pan a cambio de caballos, de ovejas, de vacas, de asnos; durante un año los estuvo alimentando a cambio de todo su ganado.
18 Pasado aquel año, volvieron a él al año siguiente, diciendo:
– No podemos negar a nuestro señor que, terminado el dinero y el ganado y los animales cobrados por nuestro señor, sólo nos queda que ofrecer a nuestro señor nuestras personas y nuestros campos.
19 ¿Por qué perecer en tu presencia nosotros y nuestros campos? Tómanos a nosotros y a nuestros campos a cambio de pan, y nosotros, con nuestros campos, seremos siervos del faraón; danos semilla para que vivamos y no muramos, y nuestros campos no queden desolados.
20 José compró para el faraón toda la tierra de Egipto, porque todos los egipcios, acosados por el hambre, vendían sus campos. Sí, la tierra vino a ser propiedad del faraón,
21 y a todo el pueblo lo hizo siervo, de un extremo a otro del país.
22 Sólo dejó de comprar las tierras de los sacerdotes, porque el faraón les pasaba una porción y vivían de la porción que les daba el faraón; por eso no tuvieron que vender sus campos.
23 José dijo al pueblo:
– Hoy los he comprado a ustedes, con sus tierras, para el faraón. Aquí tienen semillas para sembrar los campos.
24 Cuando llegue la cosecha, darán la quinta parte al faraón, las otras cuatro partes les servirán para sembrar y como alimento para ustedes, sus familias y sus niños.
25 Ellos respondieron:
– Nos has salvado la vida, hemos alcanzado el favor de nuestro señor; seremos siervos del faraón.
26 Y José estableció una ley en Egipto, hoy todavía en vigor: que una quinta parte es para el faraón. Solamente las tierras de los sacerdotes no pasaron a ser propiedad del faraón.
27 Israel se estableció en Egipto, en el territorio de Gosén; adquirió propiedades allí y creció y se multiplicó en gran manera.
28 Jacob vivió en Egipto diecisiete años, y toda su vida fueron ciento cuarenta y siete años.
29

Últimos deseos de Jacob

Cuando se acercaba para Israel la hora de morir, llamó a su hijo José y le dijo:
– Si he alcanzado tu favor, coloca tu mano bajo mi muslo y promete tratarme con bondad y lealtad; no me entierres en Egipto.
30 Cuando me duerma con mis padres, sácame de Egipto y entiérrame en la sepultura con ellos.
Contestó José:
– Haré lo que pides.
31 Insistió él:
– Júramelo.
Y se lo juró.
Entonces Israel hizo una inclinación hacia la cabecera de la cama.

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Introducción a Genesis

PENTATEUCO

La tradición judía y los Evangelios lo llaman Torá, o sea, Ley, Instrucción. También se llama «libro de Moisés», o «Pentateuco» en alusión a los cinco rollos o estuches donde se guardaba el texto escrito en papiro o pergamino. Por su contenido, es una historia ambiciosa que comienza con la creación del mundo y termina con la muerte de Moisés, cuya narración se ve interrumpida al acoger diversos cuerpos legales con un genérico propósito fundacional.
El Pentateuco es palabra narrativa que funda historia y con ello conciencia de pueblo, funda un patrimonio común y compartido. Es ley que crea una comunidad humana distinta y organizada. La historia es ley en cuanto sustenta y dirige la vida de un pueblo; la ley configura la historia y pertenece a ella, no es la versión mítica de un orden cósmico que está fuera del tiempo.

División del Pentateuco. La división en cinco rollos es funcional, se guía por el tema y por el tamaño; útil un tiempo para el manejo, más adelante para la cita, sin embargo, hay otras divisiones que penetran más en la naturaleza del libro, como:
1.La división en unidades, que iremos dando en sucesivas introducciones y títulos.
2.Los cuatro cuerpos o fuentes literarias que la investigación del s. XIX designó con las siglas J (Yahvista), E (Elohísta), D (Deuteronomista), y P (Sacerdotal), pertenecientes a los s. X, IX, VII y V a.C. respectivamente. Según esta hipótesis, que hoy se mantiene como la más razonable y comúnmente aceptada, el Pentateuco actual es el resultado de la fusión de estas cuatro fuentes en un relato unificado.
El autor final compone unas veces yuxtaponiendo o insertando bloques, otras, conservando duplicaciones narrativas, y finalmente, trenzando dos o más relatos en una línea continuada. Separar hoy las piezas integrantes y asignarlas una determinada fuente es tarea relativamente fácil cuando se trata de bloques, no muy difícil cuando se encuentran duplicados, cada vez más arriesgada cuando se quieren destrenzar párrafos, frases, y palabras.
3.Más adelante, la investigación descubrió que las supuestas fuentes no eran documentos originales, sino a su vez colecciones de textos previos. Las fuentes resultaban representar escuelas teológicas y literarias, ser compilaciones de textos oficiales o confluencia de tradiciones orales. La investigación se desplazó a trazar la pista evolutiva de las tradiciones precedentes o subsistentes después de la primera fijación escrita.

Género literario y autor. En cuanto al genero literario, encontramos en estos libros gran variedad: 1. Géneros narrativos como la leyenda o saga, el relato idílico, patético, humorístico, heroico, épico. 2. Leyes, códigos y listas. 3. Bendiciones, plegarias, emblemas, odas. 4. Textos cúlticos de celebración, de catequesis, de predicación.
Tal variedad de géneros produce su correspondiente variedad de estilos que puede desconcertar al lector, el cual encuentra junto a páginas maestras de narración, listas de nombres, minuciosas descripciones de instrumental litúrgico, normas extrañas, exhortaciones reiterativas. El resultado es una obra fascinadora, amena, entretenida, aburrida, pesada... Un inmenso paisaje con cumbres narrativas y barrancos polvorientos, con sendas llanas y veredas escabrosas.
Más que una obra, el Pentateuco parece una colección de piezas heterogéneas: registros de archivo, códigos legales o litúrgicos, documentos jurídicos, poemas, relatos. Con todo, la narración es el elemento importante: desde la vocación de Abrahán hasta la muerte de Moisés, fluye un relato serpenteante, accidentado y bien orientado, produciendo páginas que pertenecen a lo mejor de la literatura universal.
Es claro que el libro no tiene un autor en el sentido normal del término. Podemos pensar en Moisés como origen remoto de corrientes literarias: la corriente narrativa que cuenta los sucesos con entusiasmo religioso, la actividad legal, la corriente parenética o de exhortación. Mentalmente podemos pensar en un coro jerárquico de verdaderos autores anónimos, que a lo largo de siglos han contribuido a esta magna obra.

Mensaje religioso. El Pentateuco es uno de los libros fundamentales de nuestra fe y de la fe del pueblo judío. La convicción de que Dios es el protagonista de la historia afecta profundamente a toda la obra. Dios es quien la pone en movimiento y la dirige con su acción y más aún con su palabra; es también protagonista de la Ley, como legislador, garante y sancionador último. Pero Dios es un protagonista que actúa suscitando verdaderos protagonistas humanos: sean individuos de notable personalidad, sea el pueblo escogido como agente de una historia vivida y narrada.
Toda la obra del Pentateuco, desde la creación hasta las promesas y las alianzas, pone ya el fundamento de lo que será toda la Biblia: la revelación del amor de Dios por el ser humano. Por amor lo creó a su imagen y semejanza; por amor lo llamó a mantener una relación personal con Él, y por amor se comprometió en la historia humana, haciendo de ésta una historia de salvación: «Si el Señor se enamoró de ustedes y los eligió... fue por puro amor» ( Deu_7:7 s).


GENESIS

La tradición judía designa este primer libro de la Biblia con el nombre de «Bereshit», palabra con la cual comienza en su original hebreo. La posterior traducción a la lengua griega (s. III a.C.) lo denominó con la palabra «Génesis», y así pasó también a la lengua latina y a nuestra lengua castellana. La palabra «Génesis» significa «origen o principio».
De algún modo, corresponde al contenido del libro, ya que sus temas principales pretenden mostrarnos en un primer momento, el origen del mundo, por creación; el origen del mal, por el pecado; y el origen de la cultura, de la dispersión de los pueblos, y de la pluralidad de las lenguas. En un segundo momento, el origen de la salvación por la elección de un hombre, que será padre de un pueblo; después, la era patriarcal, como prehistoria del pueblo elegido: Abrahán, Isaac, Jacob, y también José.
Al comenzar la obra con la creación del mundo, el autor responsable de la composición actual hace subir audazmente la historia de salvación hasta el momento primordial, el principio de todo, en un intento de dar respuesta a los grandes enigmas que acosan al ser humano: el cosmos, la vida y la muerte, el bien y el mal, el individuo y la sociedad, la familia, la cultura y la religión. Tales problemas reciben una respuesta no teórica o doctrinal, sino histórica, de acontecimientos. Y de esta historia la humanidad es la responsable. Pero tal historia está soberanamente dirigida por Dios, para la salvación de toda la humanidad.

División del libro. El libro se puede dividir cómodamente en tres bloques: orígenes (1-11), ciclo patriarcal (12-36), y ciclo de José (37-50). A través de estos bloques narrativos el autor va tejiendo una historia que es al mismo tiempo su respuesta religiosa a los enigmas planteados.
El bien y el mal. Dios lo crea todo bueno (1); por la serpiente y la primera pareja humana entra el mal en el mundo (2s); el mal desarrolla su fuerza y crece hasta anegar la tierra; apenas se salva una familia (4-11). Comienza una etapa en que el bien va superando al mal, hasta que al final (50), incluso a través del mal, Dios realiza el bien. Ese bien es fundamentalmente vida y amistad con Dios.
Fraternidad. El mal en la familia humana se inaugura con un fratricidio (4) que rompe la fraternidad primordial; viene una separación de hermanos (13; 21), después una tensión que se resuelve en reconciliación (27-33); falla un intento de fratricidio (37) y lentamente se recompone la fraternidad de los doce hermanos (42-50).
Salvación. El pecado atrae calamidades, y Dios suministra medios para que se salven algunos: del diluvio, Noé en el arca (6-9); del hambre, Abrahán en Egipto (12); del incendio, Lot (19); del odio y la persecución, Jacob en Siria (28-31); de la muerte, José en Egipto (37); del hambre, sus hermanos en Egipto (41-47). Esta gravitación de los semitas hacia Egipto tiene carácter provisional hasta que se invierta la dirección del movimiento.
Muchas narraciones y personajes del Génesis han adquirido en la tradición cristiana un valor de tipos o símbolos más allá de la intención inmediata de los primeros narradores.

Historia y arqueología. La historia profana no nos suministra un cuadro donde situar los relatos del Génesis. Las eras geológicas no encajan en la semana laboral y estilizada de Gn 1. El capítulo 4 expone unos orígenes de la cultura donde surgen simultáneamente agricultores y pastores, donde la Edad del Bronce y la del Hierro se superponen, dejando entrever o sospechar una era sin metales.
Los Patriarcas tienen geografía, pero no historia (y el intento de Gn 14 no mejora la información). José está bien ambientado en Egipto, sin distinguirse por rasgos de época o dinastía.
La arqueología ha podido reunir unos cuantos datos, documentos, monumentos, pinturas, en cuyo cuadro genérico encajan bien los Patriarcas bíblicos; ese cuadro se extiende varios siglos (XIX-XVI a.C.). Hay que citar, sobre todo, los archivos de Mari (s. XVIII a.C.), los de Babilonia, testimonios de una floreciente cultura religiosa, literaria y legal, heredada en gran parte de los sumerios. Este material nos ofrece un magnífico marco cultural para leer el Génesis, aunque no ofrece un marco cronológico.
Cuando se piensa que los semitas han sucedido a los sumerios, que los amorreos (occidentales) dominan en Babilonia y desde allí en Asiria, que la cultura babilónica se transmite por medio de los hurritas al imperio indoeuropeo de los hititas, se comprende mejor lo que es la concentración narrativa del Génesis.

Mensaje religioso. Dios intervine en esta historia profundamente humana como verdadero protagonista. En muchos rasgos actúa a imagen del ser humano, pero su soberanía aparece sobre todo porque su medio ordinario de acción es la palabra. La misma palabra que dirige la vida de los Patriarcas, crea el universo con su poder.
La aparición de Dios es misteriosa e imprevisible. Es la Palabra de Dios la que establece el contacto decisivo entre el ser humano y su Dios. Como la Palabra de Dios llama e interpela a la persona libre, el hombre y la mujer quedan engranados como verdaderos autores en la historia de la salvación.
La Palabra de Dios es mandato, anuncio, promesa. El ser humano debe obedecer, creer, esperar: esta triple respuesta es el dinamismo de esta historia, tensa hacia el futuro, comprometida con la tierra y comprometida con Dios, intensamente humana y soberanamente divina.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Genesis 47,1-12Jacob en Egipto. Por fin, Jacob y algunos de sus hijos escogidos por José son presentados al faraón; las preguntas y las respuestas que constituirían este encuentro ya estaban anunciadas en 46,33s y así se realiza, con la única variación de la pregunta del faraón a Jacob por su edad (8). El texto describe el encuentro entre el patriarca Jacob y el gran faraón. Ambos representan de algún modo el poder. Por lo que sabemos de él, Jacob es rico, pues posee abundante ganado y es padre de una numerosa prole (46,8-27); sin embargo, su «poderío» se demuestra aquí como poseedor de la bendición y de las promesas divinas. Por su parte, el faraón es amo y señor de un gran imperio que no sólo abarca el país de Egipto, sino que sus confines llegan probablemente hasta la misma Mesopotamia, actuales territorios de Irán e Irak en el Golfo pérsico. Obviamente, la balanza del narrador se inclina por Jacob/Israel, que a pesar de estar muy por debajo del poderío del faraón, es quien lo bendice; dos veces se nos menciona el acto de bendecir al faraón (7b.10).
Así termina la novela que nos cuenta las aventuras de José, en las que se cumplen sus sueños de 37,7-10 y que nos ambienta para lo que será la experiencia del pueblo israelita en Egipto. Los demás relatos que siguen en el resto del libro del Génesis, aunque mencionen de nuevo a José, no forman parte del argumento de esta novela; son relatos que pertenecen a las tradiciones de Jacob y de José y que han sido puestos aquí en calidad de apéndices, pero con una intencionalidad muy bien definida.


Genesis 47,13-28Política agraria de José. En realidad, esta sección no forma parte del argumento de la novela sobre la vida de José; pero es, con todo, el pasaje que recoge en forma asombrosamente sintética las relaciones del imperio egipcio con los demás pueblos de la región y que ciertamente superan el nivel literario para revelarnos la realidad histórica sobre la cual se construyó el imperio egipcio y el resto de imperios que surgieron en el Cercano Oriente y, en definitiva, el modo como hoy surgen los países poderosos que absorben la vida de los más pequeños y débiles.
No por aparecer esta «política» agraria en la Biblia, ni por estar dirigida por José -cuya imagen y figura como «ministro» especialmente asistido por Dios ha quedado en nuestra conciencia y en nuestra mente-. Una lectura desde la óptica de los poderosos y opresores de este mundo encuentra ciertamente el argumento teológico y bíblico más válido para justificar el saqueo y la explotación de los bienes tangibles e intangibles de otros pueblos; sin embargo, una lectura desde los oprimidos, explotados y marginados de este mundo, esto es, una lectura en clave liberadora, inmediatamente descubre la posición crítica que establece la Biblia respecto a las relaciones económicas y comerciales de los grandes con los pequeños.
Si notamos bien, el empobrecimiento al que son sometidos los pueblos con el argumento del hambre es paulatino, lento, pero eficaz y contundente:
1. Se absorbe todo el dinero, la capacidad de adquisición (14s). Hoy se fijan unas reglas cambiarias que permiten a una moneda adquirir todo el valor frente a la cual las demás quedan completamente desvalorizadas.
2. Se absorben los bienes o las posesiones, en este caso el ganado (17s); en definitiva, los recursos naturales con que cada país cuenta para la subsistencia de sus ciudadanos. Hoy no sería tanto ganado cuanto metales, petróleo, maderas, animales exóticos, productos cultivados, manufacturas...
3. Agotado el dinero y los ganados no quedan sino las personas y los campos que acosados por el hambre se convierten en la única prenda de cambio para seguir sobreviviendo (20s); así, tanto personas como campos pasan a ser propiedad de un mismo dueño que se ha ido apoderando de todo.
Hoy, personas y campos -territorios, países- viven esta idéntica realidad: el hambre, el subdesarrollo y el alto grado de corrupción política de países pobres y ricos, han embarcado a los más débiles en lo que conocemos como la absolutamente impagable «deuda externa», cuya consecuencia inmediata es el poner a todos -personas y campos- al servicio de un mismo señor. La gran mayoría lo hace desde su propio sitio de origen; no hay que desplazarse necesariamente en calidad de siervo al país de nuestro acreedor; ese servicio y esa esclavitud la tenemos que vivir en nuestro propio suelo, soportando los ajustes y «recomendaciones» -obligaciones- de los dueños del mundo, renunciando obligadamente a los beneficios de la salud, de la educación, de la ciencia y la cultura, servicios públicos, inversión social, propiedad intelectual... en aras del servicio a la deuda externa -eterna- que ahoga lenta y paulatinamente a más de la mitad del mundo.
La sutil denuncia y condena de la Biblia a este proceso de empobrecimiento que inmediatamente se revela como contrario al plan divino la encontramos en el versículo 25, si lo leemos, claro está, en clave de justicia. Con base en los criterios de justicia que en Gn 1-11 se propone, podemos establecer que aquí hay una abierta denuncia contra el sistema empobrecedor que utilizan los grandes contra los pequeños, pues llegan hasta a pervertir el concepto de justicia haciendo ver como justo lo que es injusto, llamando «salvación» a lo que es a todas luces perjudicial y esclavizante para el ser humano y para la misma tierra. ¿No es ésa la misma suerte de miles y miles de personas que están obligadas a «agradecer» la explotación de la que son víctimas? ¿No nos muestra este pasaje la antítesis más clara del plan del Creador de los inicios del libro? ¿No es ésta la puerta de ingreso de todos los males del mundo que nos describen los relatos de Gn 3-11?
El proceso de empobrecimiento moderno de los países en vías de desarrollo conlleva el saqueo de los bienes y la negación de oportunidades reales de libertad comercial, de condiciones equitativas de intercambio, y luego se pretende aparentar ante el mundo como grandes benefactores enviando «ayudas» y «donaciones» a los países empobrecidos. La obligación moral de nuestras Iglesias y grupos comprometidos con los pueblos debería orientarse hacia una resistencia efectiva contra tales ayudas que sólo patrocinan el asistencialismo paternalista y afectan a la libertad, la dignidad y la autonomía de los pueblos; no tanta «ayuda» ni obras de «beneficencia», sino más condiciones de equidad y mayor empeño en el justo reparto de los bienes creados y mayor apoyo al libre desarrollo de los pueblos. Con este pasaje nos vamos acercando cada vez más a la constatación histórica y dolorosamente triste del extremo al que llegan la codicia y el egoísmo humanos que desde los primeros capítulos del Génesis quiere hacernos entender el redactor o los redactores del Pentateuco.
Genesis 47,29-31Últimos deseos de Jacob. Los versículos 27s resumen el bienestar y la prosperidad que han alcanzado Jacob y su familia en Egipto, signos claros en la mentalidad semita de la bendición divina; pero a pesar de esta constatación y de todo el bien que su hijo ha traído a la familia, Jacob no concibe que esta tierra sea el lugar de su morada definitiva; así pues, utilizando un gesto antiguo de juramento solemne que consiste en hacer jurar con la mano sobre los genitales de quien toma el juramento (cfr. 24,2-9), Jacob hace jurar a su hijo José que se ocupe de su sepultura en la tumba de los suyos, es decir, en Canaán, tierra de la promesa divina. En efecto, José jura así a su padre que está ya próximo a morir.