Genesis 50 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 26 versitos |
1

Funeral de Jacob

José se echó sobre él llorando y besándole.
2 Después ordenó a los médicos de su servicio que embalsamaran a su padre, y los médicos embalsamaron a Israel.
3 Les llevó cuarenta días, que es lo que suele llevar el embalsamar, y los egipcios le guardaron luto setenta días.
4 Pasados los días del duelo, dijo José a los cortesanos del faraón:
– Si he alcanzado su favor, díganle personalmente al faraón:
5 Mi padre me hizo jurar: cuando muera, me enterrarás en el sepulcro que me hice en Canaán. Ahora, pues, déjame subir a enterrar a mi padre, y después volveré.
6 Contestó el faraón:
– Sube y entierra a tu padre, como lo has jurado.
7 Cuando José subió a enterrar a su padre, lo acompañaron los ministros del faraón, los ancianos de la corte y los concejales de los pueblos,
8 y toda su familia, sus hermanos, la familia de su padre; sólo quedaron en Gosén los niños, las ovejas y las vacas.
9 Subieron también carros y jinetes, y la caravana era inmensa.
10 Llegados a Goren Ha-Atad, al otro lado del Jordán, hicieron un funeral solemne y magnífico, y le hicieron duelo siete días.
11 Viendo los cananeos que habitaban el país el funeral de Goren Ha-Atad comentaron:
– El funeral de los egipcios es solemne.
Por eso llamaron el lugar: Duelo de Egipcios – está al otro lado del Jordán– .
12 Sus hijos cumplieron lo que les había mandado:
13 lo llevaron a Canaán, lo enterraron en la cueva del campo de Macpela, frente a Mambré, el campo que Abrahán había comprado a Efrón, el hitita, como sepulcro en propiedad.
14 Volvieron a Egipto José con sus hermanos y con los que lo habían acompañado a enterrar a su padre una vez que lo hubieron enterrado.
15 Al ver los hermanos de José que su padre había muerto, se dijeron:
– A ver si José nos guarda rencor y quiere pagarnos el mal que le hicimos.
16 Y enviaron un mensaje a José:
– Antes de morir, tu padre nos mandó
17 que te dijéramos: Perdona a tus hermanos su crimen y su pecado y el mal que te hicieron. Por tanto, perdona el crimen de los siervos del Dios de tu padre.
José al oírlo, se echó a llorar.
18 Entonces vinieron sus hermanos, se echaron al suelo ante él y le dijeron:
– Aquí nos tienes, somos tus siervos.
19 José les respondió:
– No teman. ¿Ocupo yo el puesto de Dios?
20 Ustedes intentaron hacerme mal, Dios intentaba convertirlo en bien, conservando así la vida a una multitud, como somos hoy.
21 Por tanto, no teman. Yo los mantendré a ustedes y a sus niños.
Y los consoló llegándoles al corazón.
Muerte de José
22 José vivió en Egipto con la familia de su padre y cumplió ciento diez años;
23 llegó a conocer a los hijos de Efraín hasta la tercera generación, y también a los hijos de Maquir, hijo de Manasés, y se los puso en el regazo.
24 José dijo a sus hermanos:
– Yo voy a morir. Dios se ocupará de ustedes y los llevará de esta tierra a la tierra que prometió a Abrahán, Isaac y Jacob.
25 Y los hizo jurar:
– Cuando Dios se ocupe de ustedes, se llevarán mis huesos de aquí.
26 José murió a los ciento diez años de edad. Lo embalsamaron y lo metieron en un ataúd en Egipto.

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Introducción a Genesis

PENTATEUCO

La tradición judía y los Evangelios lo llaman Torá, o sea, Ley, Instrucción. También se llama «libro de Moisés», o «Pentateuco» en alusión a los cinco rollos o estuches donde se guardaba el texto escrito en papiro o pergamino. Por su contenido, es una historia ambiciosa que comienza con la creación del mundo y termina con la muerte de Moisés, cuya narración se ve interrumpida al acoger diversos cuerpos legales con un genérico propósito fundacional.
El Pentateuco es palabra narrativa que funda historia y con ello conciencia de pueblo, funda un patrimonio común y compartido. Es ley que crea una comunidad humana distinta y organizada. La historia es ley en cuanto sustenta y dirige la vida de un pueblo; la ley configura la historia y pertenece a ella, no es la versión mítica de un orden cósmico que está fuera del tiempo.

División del Pentateuco. La división en cinco rollos es funcional, se guía por el tema y por el tamaño; útil un tiempo para el manejo, más adelante para la cita, sin embargo, hay otras divisiones que penetran más en la naturaleza del libro, como:
1.La división en unidades, que iremos dando en sucesivas introducciones y títulos.
2.Los cuatro cuerpos o fuentes literarias que la investigación del s. XIX designó con las siglas J (Yahvista), E (Elohísta), D (Deuteronomista), y P (Sacerdotal), pertenecientes a los s. X, IX, VII y V a.C. respectivamente. Según esta hipótesis, que hoy se mantiene como la más razonable y comúnmente aceptada, el Pentateuco actual es el resultado de la fusión de estas cuatro fuentes en un relato unificado.
El autor final compone unas veces yuxtaponiendo o insertando bloques, otras, conservando duplicaciones narrativas, y finalmente, trenzando dos o más relatos en una línea continuada. Separar hoy las piezas integrantes y asignarlas una determinada fuente es tarea relativamente fácil cuando se trata de bloques, no muy difícil cuando se encuentran duplicados, cada vez más arriesgada cuando se quieren destrenzar párrafos, frases, y palabras.
3.Más adelante, la investigación descubrió que las supuestas fuentes no eran documentos originales, sino a su vez colecciones de textos previos. Las fuentes resultaban representar escuelas teológicas y literarias, ser compilaciones de textos oficiales o confluencia de tradiciones orales. La investigación se desplazó a trazar la pista evolutiva de las tradiciones precedentes o subsistentes después de la primera fijación escrita.

Género literario y autor. En cuanto al genero literario, encontramos en estos libros gran variedad: 1. Géneros narrativos como la leyenda o saga, el relato idílico, patético, humorístico, heroico, épico. 2. Leyes, códigos y listas. 3. Bendiciones, plegarias, emblemas, odas. 4. Textos cúlticos de celebración, de catequesis, de predicación.
Tal variedad de géneros produce su correspondiente variedad de estilos que puede desconcertar al lector, el cual encuentra junto a páginas maestras de narración, listas de nombres, minuciosas descripciones de instrumental litúrgico, normas extrañas, exhortaciones reiterativas. El resultado es una obra fascinadora, amena, entretenida, aburrida, pesada... Un inmenso paisaje con cumbres narrativas y barrancos polvorientos, con sendas llanas y veredas escabrosas.
Más que una obra, el Pentateuco parece una colección de piezas heterogéneas: registros de archivo, códigos legales o litúrgicos, documentos jurídicos, poemas, relatos. Con todo, la narración es el elemento importante: desde la vocación de Abrahán hasta la muerte de Moisés, fluye un relato serpenteante, accidentado y bien orientado, produciendo páginas que pertenecen a lo mejor de la literatura universal.
Es claro que el libro no tiene un autor en el sentido normal del término. Podemos pensar en Moisés como origen remoto de corrientes literarias: la corriente narrativa que cuenta los sucesos con entusiasmo religioso, la actividad legal, la corriente parenética o de exhortación. Mentalmente podemos pensar en un coro jerárquico de verdaderos autores anónimos, que a lo largo de siglos han contribuido a esta magna obra.

Mensaje religioso. El Pentateuco es uno de los libros fundamentales de nuestra fe y de la fe del pueblo judío. La convicción de que Dios es el protagonista de la historia afecta profundamente a toda la obra. Dios es quien la pone en movimiento y la dirige con su acción y más aún con su palabra; es también protagonista de la Ley, como legislador, garante y sancionador último. Pero Dios es un protagonista que actúa suscitando verdaderos protagonistas humanos: sean individuos de notable personalidad, sea el pueblo escogido como agente de una historia vivida y narrada.
Toda la obra del Pentateuco, desde la creación hasta las promesas y las alianzas, pone ya el fundamento de lo que será toda la Biblia: la revelación del amor de Dios por el ser humano. Por amor lo creó a su imagen y semejanza; por amor lo llamó a mantener una relación personal con Él, y por amor se comprometió en la historia humana, haciendo de ésta una historia de salvación: «Si el Señor se enamoró de ustedes y los eligió... fue por puro amor» ( Deu_7:7 s).


GENESIS

La tradición judía designa este primer libro de la Biblia con el nombre de «Bereshit», palabra con la cual comienza en su original hebreo. La posterior traducción a la lengua griega (s. III a.C.) lo denominó con la palabra «Génesis», y así pasó también a la lengua latina y a nuestra lengua castellana. La palabra «Génesis» significa «origen o principio».
De algún modo, corresponde al contenido del libro, ya que sus temas principales pretenden mostrarnos en un primer momento, el origen del mundo, por creación; el origen del mal, por el pecado; y el origen de la cultura, de la dispersión de los pueblos, y de la pluralidad de las lenguas. En un segundo momento, el origen de la salvación por la elección de un hombre, que será padre de un pueblo; después, la era patriarcal, como prehistoria del pueblo elegido: Abrahán, Isaac, Jacob, y también José.
Al comenzar la obra con la creación del mundo, el autor responsable de la composición actual hace subir audazmente la historia de salvación hasta el momento primordial, el principio de todo, en un intento de dar respuesta a los grandes enigmas que acosan al ser humano: el cosmos, la vida y la muerte, el bien y el mal, el individuo y la sociedad, la familia, la cultura y la religión. Tales problemas reciben una respuesta no teórica o doctrinal, sino histórica, de acontecimientos. Y de esta historia la humanidad es la responsable. Pero tal historia está soberanamente dirigida por Dios, para la salvación de toda la humanidad.

División del libro. El libro se puede dividir cómodamente en tres bloques: orígenes (1-11), ciclo patriarcal (12-36), y ciclo de José (37-50). A través de estos bloques narrativos el autor va tejiendo una historia que es al mismo tiempo su respuesta religiosa a los enigmas planteados.
El bien y el mal. Dios lo crea todo bueno (1); por la serpiente y la primera pareja humana entra el mal en el mundo (2s); el mal desarrolla su fuerza y crece hasta anegar la tierra; apenas se salva una familia (4-11). Comienza una etapa en que el bien va superando al mal, hasta que al final (50), incluso a través del mal, Dios realiza el bien. Ese bien es fundamentalmente vida y amistad con Dios.
Fraternidad. El mal en la familia humana se inaugura con un fratricidio (4) que rompe la fraternidad primordial; viene una separación de hermanos (13; 21), después una tensión que se resuelve en reconciliación (27-33); falla un intento de fratricidio (37) y lentamente se recompone la fraternidad de los doce hermanos (42-50).
Salvación. El pecado atrae calamidades, y Dios suministra medios para que se salven algunos: del diluvio, Noé en el arca (6-9); del hambre, Abrahán en Egipto (12); del incendio, Lot (19); del odio y la persecución, Jacob en Siria (28-31); de la muerte, José en Egipto (37); del hambre, sus hermanos en Egipto (41-47). Esta gravitación de los semitas hacia Egipto tiene carácter provisional hasta que se invierta la dirección del movimiento.
Muchas narraciones y personajes del Génesis han adquirido en la tradición cristiana un valor de tipos o símbolos más allá de la intención inmediata de los primeros narradores.

Historia y arqueología. La historia profana no nos suministra un cuadro donde situar los relatos del Génesis. Las eras geológicas no encajan en la semana laboral y estilizada de Gn 1. El capítulo 4 expone unos orígenes de la cultura donde surgen simultáneamente agricultores y pastores, donde la Edad del Bronce y la del Hierro se superponen, dejando entrever o sospechar una era sin metales.
Los Patriarcas tienen geografía, pero no historia (y el intento de Gn 14 no mejora la información). José está bien ambientado en Egipto, sin distinguirse por rasgos de época o dinastía.
La arqueología ha podido reunir unos cuantos datos, documentos, monumentos, pinturas, en cuyo cuadro genérico encajan bien los Patriarcas bíblicos; ese cuadro se extiende varios siglos (XIX-XVI a.C.). Hay que citar, sobre todo, los archivos de Mari (s. XVIII a.C.), los de Babilonia, testimonios de una floreciente cultura religiosa, literaria y legal, heredada en gran parte de los sumerios. Este material nos ofrece un magnífico marco cultural para leer el Génesis, aunque no ofrece un marco cronológico.
Cuando se piensa que los semitas han sucedido a los sumerios, que los amorreos (occidentales) dominan en Babilonia y desde allí en Asiria, que la cultura babilónica se transmite por medio de los hurritas al imperio indoeuropeo de los hititas, se comprende mejor lo que es la concentración narrativa del Génesis.

Mensaje religioso. Dios intervine en esta historia profundamente humana como verdadero protagonista. En muchos rasgos actúa a imagen del ser humano, pero su soberanía aparece sobre todo porque su medio ordinario de acción es la palabra. La misma palabra que dirige la vida de los Patriarcas, crea el universo con su poder.
La aparición de Dios es misteriosa e imprevisible. Es la Palabra de Dios la que establece el contacto decisivo entre el ser humano y su Dios. Como la Palabra de Dios llama e interpela a la persona libre, el hombre y la mujer quedan engranados como verdaderos autores en la historia de la salvación.
La Palabra de Dios es mandato, anuncio, promesa. El ser humano debe obedecer, creer, esperar: esta triple respuesta es el dinamismo de esta historia, tensa hacia el futuro, comprometida con la tierra y comprometida con Dios, intensamente humana y soberanamente divina.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Genesis 50,1-26Funeral de Jacob - Muerte de José. Llegamos con este capítulo al final de una historia que intentó poner de manifiesto las raíces ancestrales de un pueblo, cuya historia ha estado ligada al bien y al mal, a la bendición, a los castigos y, en fin, un pueblo que se prepara para comenzar una nueva era, no ya en torno a una figura patriarcal, sino en torno a una coyuntura histórica en tierra egipcia. Se podría decir que la muerte de Jacob y de José ponen punto final a una era y abren el camino para iniciar otra. El capítulo puede dividirse en tres secciones bien definidas:
1. Muerte y sepultura de Jacob: José cumple puntualmente con su juramento de sepultar a su padre en Canaán, frente a Hebrón al lado de los suyos; se subraya el hecho de que después de los funerales José regresa a Egipto (5b.14).
2. El arrepentimiento de los hermanos de José y la petición formal de perdón por la acción cometida contra él en su adolescencia: pese a que en 45,4-8 José ha declarado a sus hermanos libres de toda culpabilidad, ellos recuerdan de nuevo el caso y sienten temor por alguna represalia suya. Por primera vez confiesan su culpa y una vez más declaran sumisión a José (17.18). Arrepentimiento y absolución también podrían entenderse como un artificio literario, mediante el cual el sabio israelita quiere dejar claro que el cambio de suerte que va a tener el pueblo que desciende de este grupo no tiene nada que ver con el pecado que ellos cometieron; que la esclavitud en Egipto no es un castigo o una retribución por ello. Se trata, por encima de todo, del extremo de la injusticia protagonizado por el egoísmo y la codicia faraónicos que servirá para que Dios manifieste su poder revelándose y dándose a conocer como Dios liberador. José declara su perdón y olvido, y al mismo tiempo subraya que él mismo está en manos del misterioso plan divino que se vale aun de acciones tan negativas como la de sus hermanos para realizar sus designios.
3. Conclusión del libro: José muere anciano y colmado de años, descripción que se ha hecho de todos sus antepasados para decir que muere muy bendecido. No pide que su cuerpo sin vida sea llevado de inmediato a Canaán como lo hizo Jacob; como si supiera la suerte que espera a su pueblo en Egipto, solamente pide que cuando Dios se ocupe de ellos y los haga salir de este país lleven consigo sus huesos.