II Samuel  15 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 37 versitos |
1

Conspiración de Absalón
Jue 9

Absalón se agenció inmediatamente una carroza, caballos y cincuenta hombres de escolta.
2 Se ponía temprano junto a la entrada de la ciudad, llamaba a los que iban con algún pleito al tribunal del rey y les decía:
–¿De qué población eres?
El otro respondía:
– Tu servidor es de tal tribu israelita.
3 Entonces Absalón decía:
– Mira, tu caso es justo y está claro; pero nadie te va a atender en la audiencia del rey.
4 Y añadía:
–¡Ah, si yo fuera juez en el país! Podrían acudir a mí los que tuvieran pleitos o asuntos y yo les haría justicia.
5 Y cuando se le acercaba alguno postrándose ante él, Absalón le tendía la mano, lo alzaba y lo besaba.
6 Así hacía con todos los israelitas que iban al tribunal del rey, y así se los iba ganando.
7 Al cabo de cuatro años, Absalón dijo al rey:
– Déjame ir a Hebrón, a cumplir una promesa que hice al Señor,
8 porque cuando estuve en Guesur de Siria hice esta promesa: Si el Señor me deja volver a Jerusalén, le ofreceré un sacrificio en Hebrón.
9 El rey le dijo:
– Vete en paz.
Absalón emprendió la marcha hacia Hebrón,
10 pero despachó emisarios a todas las tribus de Israel con este encargo:
– Cuando oigan el sonido de la trompeta digan: ¡Absalón es rey de Hebrón!
11 Desde Jerusalén marcharon con Absalón doscientos convidados; caminaban inocentemente, sin sospechar nada.
12 Durante los sacrificios, Absalón mandó gente a Guiló para hacer venir del pueblo a Ajitófel, el guilonita, consejero de David. La conspiración fue tomando fuerza, porque aumentaba la gente que seguía a Absalón.
13

Huida de David

Pero uno llevó esta noticia a David:
– Los israelitas se han puesto de parte de Absalón.
14 Entonces David dijo a los cortesanos que estaban con él en Jerusalén:
–¡Rápido, huyamos! Que si se presenta Absalón, no nos dejará escapar. Apúrense a partir, no sea que él se adelante, nos alcance y precipite la ruina sobre nosotros y pase a cuchillo la población.
15 Los cortesanos le respondieron:
– Lo que su majestad decida. ¡Estamos a tus órdenes!
16 El rey dejó diez concubinas para cuidar del palacio y salió acompañado de toda su corte.
17 Se detuvieron junto a la última casa de la ciudad;
18 los ministros se colocaron a su lado y los quereteos, los pelteos, Itay y los de Gat – los seiscientos hombres que lo habían seguido desde Gat– fueron pasando ante el rey.
19 El rey dijo a Itay, el de Gat:
–¿Por qué vas a venir tú también con nosotros? Vuélvete y quédate con el rey, que también tú eres un extranjero, lejos de tu tierra.
20 Llegaste ayer, ¿cómo voy a permitir que salgas hoy errante con nosotros, cuando yo mismo marcho sin rumbo? Vuélvete y llévate a tus hermanos. ¡Que el Señor sea bueno y leal contigo!
21 Pero Itay respondió:
–¡Por la vida del Señor y por tu propia vida! Donde esté el rey, mi señor, allí estaré yo, en vida y en muerte.
22 Entonces el rey le dijo:
– Anda, pasa.
Y pasó Itay, el de Gat, con sus hombres y sus niños.
23 Toda la gente lloraba y gritaba. El rey estaba junto al torrente Cedrón, mientras todos iban pasando ante él por el camino del desierto.
24 Sadoc, con los levitas, llevaban el arca de la alianza de Dios y la depositaron junto a Abiatar, hasta que toda la gente salió de la ciudad.
25 Entonces el rey dijo a Sadoc:
– Vuélvete con el arca de Dios a la ciudad. Si alcanzo el favor del Señor, me dejará volver a ver el arca y su morada.
26 Pero si dice que no me quiere, aquí me tiene, haga de mí lo que le parezca bien.
27 Luego añadió al sacerdote Sadoc:
– Vuélvanse en paz a la ciudad, tú con tu hijo Ajimás y Abiatar con su hijo Jonatán.
28 Miren, yo me detendré por los pasos del desierto, hasta que me llegue algún aviso de ustedes.
29 Sadoc y Abiatar volvieron con el arca de Dios a Jerusalén y se quedaron allí.
30 David subió la Cuesta de los Olivos; la subía llorando, la cabeza cubierta y los pies descalzos. Y todos sus acompañantes llevaban cubierta la cabeza, y subían llorando.
31 Dijeron a David:
– Ajitófel se ha unido a la conspiración de Absalón.
David oró:
–¡Señor, que fracase el plan de Ajitófel!
32 Cuando David llegó a la cumbre, allí adonde se adoraba a Dios, salió a su encuentro Jusay, el arquita, rasgada la túnica y con polvo en la cabeza.
33 David le dijo:
– Si vienes conmigo, me vas a ser una carga.
34 Pero puedes hacer fracasar el plan de Ajitófel si vuelves a la ciudad y le dices a Absalón: Majestad, soy tu esclavo; antes lo fui de tu padre, ahora lo soy tuyo.
35 Allí tienes a los sacerdotes Sadoc y Abiatar; todo lo que oigas en palacio díselo a los sacerdotes Sadoc y Abiatar.
36 Con ellos estarán allí Ajimás, hijo de Sadoc, y Jonatán, hijo de Abiatar, y por medio de ellos me comunicarán todo lo que averigüen.
37 Jusay, amigo de David, se fue a la ciudad. Y Absalón entró en Jerusalén.

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Introducción a II Samuel 

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Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

II Samuel  15,1-12Conspiración de Absalón. Absalón se considera con suficientes méritos a la sucesión y no quiere esperar demasiado. Hijo del rey y de una princesa extranjera, es ahora el primero por edad -muerto Amnón y desaparecido Quilab-. Dejando las cosas al curso normal, Absalón teme perder sus derechos, porque el rey puede elegir un sucesor distinto. A lo mejor ya el rey mostraba preferencia por Salomón, al menos no ocultaba su preferencia por Betsabé. Además, los sucesos precedentes han puesto al joven en posición desventajosa, el perdón del rey no ha sido incondicional. Absalón no puede esperar indefinidamente. Pero sabe esperar lo suficiente para prepararse bien, explotando una serie de ventajas. Primero, su prestancia física, cualidad que en el caso de Saúl y David probó su validez; esa apariencia se realza con el aparato principesco de carroza y escolta; se trata de imponer una imagen al pueblo. Segundo, las tensiones latentes nunca resueltas entre las tribus del sur y las del norte, Judá e Israel; Judá ha salido favorecida en la presente situación, provocando envidias y rencores. Tercero, consecuencia de lo anterior, la deficiente administración de la justicia central; es tarea específica del rey en tiempo de paz, y la desempeña con sus tribunales de la capital o personalmente (Sal_122:5). Muchos, sobre todo de Israel, están quejosos de esta situación. Absalón ofrece generosamente una imagen, una cordialidad fácil, unas promesas hipotéticas. Durante cuatro años realiza una tarea de proselitismo a su favor en el pueblo, probablemente en los consejos, incluso en la corte. En esta primera parte domina el lenguaje de los procesos: la justicia es el lema del candidato a rey. En el momento de la sublevación (7-12) Absalón invoca motivos religiosos. Por lo visto David ha tolerado hasta ahora el comportamiento de su hijo; el hecho es que ahora acepta sin discutir el motivo de piedad religiosa -no había aceptado tan fácilmente el motivo profano del esquileo-. Sin saberlo, pronuncia las últimas palabras a su hijo, vivo: «Vete en paz», despedida en realidad trágica.
Hebrón está bien escogida: allí comenzó David, es la ciudad natal del príncipe y ha sido relegada por Jerusalén. Todavía puede atraer a clanes del sur de Judá. Simultáneamente Absalón asegura la sublevación en el norte, por todas las tribus, de modo que la capital y el rey se encuentren copados. Entre los convidados se supone la presencia de gente principal, que con tal maniobra son alejados de la corte y se vuelven inofensivos.


II Samuel  15,13-37Huida de David. David intuye la gravedad de la situación y la enfrenta. Respecto a la dinastía: luchando dividirá más a su familia exponiéndola a grandes matanzas; huyendo, aun dispuesto a perder el trono, continuará en Absalón. Respecto a la capital: David sabe muy bien lo fácil que es defender Jerusalén; probablemente está ahora mas guarnecida que en tiempo de los jebuseos; con todo, un asedio y una defensa pueden condenar la ciudad y sus habitantes a la ruina; huyendo salva la capital. Respecto al Arca, queda en la ciudad. Respecto al reino: la difícil unificación del norte y del sur quedaría gravemente comprometida con una guerra civil, mientras que Absalón parece capaz de mantener unida la nación. Es sorprendente la actuación de David frente al futuro, su síntesis de aceptación resignada y cálculo previsor. Dispuesto a todo, no lo abandona todo. El cimiento último de esta actitud es el Señor. David, villano en su esplendor, se rehace en su desgracia.
Huye en dirección oriental, la única escapatoria prudente, bajando al torrente Cedrón. Quereteos y peleteos forman la escolta. Itay debe al rey una lealtad limitada, por su condición de extranjero y por el tiempo de su servicio; por si acaso, el rey lo desliga de toda obligación. No pudiendo darle nada en este momento, invoca para él la protección del Señor. Itay podrá pasar al servicio del nuevo rey: así llama David a Absalón. A sí mismo se ve como en otros tiempos, huido y sin rumbo; pero esta vez, perseguido por el propio hijo. Desde la cima pueden ver por última vez la capital. En este momento introduce el narrador la noticia de la entrada de Absalón en Jerusalén.