II Samuel  23 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 39 versitos |
1

Últimas palabras de David
Sal 101

Oráulo de David, hijo de Jesé,
oráculo del hombre
elevado a lo alto,
ungido del Dios de Jacob,
favorito de los cantores de Israel.
2 El Espíritu del Señor habla por mí,
su palabra está en mi lengua.
3 Me dijo el Dios de Jacob,
me habló la Roca de Israel:
El que gobierna
a los hombres con justicia,
el que gobierna respetando a Dios,
4 es como la luz del alba al salir el sol,
mañana sin nubes tras la lluvia,
que hace brillar la hierba del suelo.
5 Mi casa está firme junto a Dios,
porque él estableció por mí
una alianza eterna,
bien formulada y mantenida.
¡Él hará prosperar
mis deseos de salvación!
6 Pero los malvados serán como cardos,
que se tiran y nadie recoge;
7 nadie se acerca a ellos
sino con el hierro y con la lanza
y con fuego que los consuma.
8

Nombres de los guerreros de David

Nombres de los guerreros de David:
Isbaal, el jaquemonita, primero de la terna, que blandió el hacha y mató a ochocientos en una sola acometida.
9 Segundo, Eleazar, hijo de Dodí, el ajojita. Estuvo con David en Fesdamín, cuando los filisteos se concentraron allí para el combate; los israelitas se retiraban,
10 pero él estuvo matando filisteos hasta que se le rindió el brazo y la mano se le pegó a la espada. El Señor dio a Israel aquel día una gran victoria; detrás de él, el ejército se volvió para saquear.
11 Tercero, Samá, hijo de Agé, el ararita. Los filisteos se concentraron en Lejí, donde había una tierra toda sembrada de lentejas; el ejército huyó ante los filisteos,
12 pero Samá se plantó en medio de la tierra y la recuperó, mató a los filisteos, y el Señor concedió una gran victoria.
13 Tres de los treinta bajaron juntos durante el tiempo de la cosecha y se unieron a David, en refugio de Adulán, cuando una banda de filisteos acampaba en el Valle de Refaím.
14 David estaba entonces en el refugio y la guarnición filistea estaba en Belén.
15 David sintió sed y exclamó:
–¡Quién me diera agua, la del pozo junto a la puerta de Belén!
16 Los tres valientes irrumpieron en el campamento filisteo, sacaron agua del pozo, junto a la puerta de Belén, y se la llevaron a David. Pero David no quiso beberla, sino que la derramó como obsequio al Señor,
17 diciendo:
–¡Líbreme Dios! ¡Sería beber la sangre de estos hombres, que han ido allá exponiendo la vida!
Y no quiso beberla. Éstas fueron las hazañas de los tres valientes.
18 Abisay, hermano de Joab, hijo de Seruyá, era jefe de los treinta. Blandiendo su lanza mató a trescientos, ganando renombre entre los treinta;
19 se destacó entre ellos; fue su jefe, pero no llegó a igualar a los tres.
20 Benayas, hijo de Yehoyadá, natural de Cabseel, era un tipo aguerrido, rico en hazañas. Mató a los dos moabitas, hijos de Ariel, y bajó a matar al león en la cisterna el día de la nieve.
21 Mató también a un egipcio de gran estatura, que empuñaba una lanza: Benayas fue hacia él con un palo, le arrebató la lanza y con ella lo mató.
22 Ésa fue la hazaña de Benayas, hijo de Yehoyadá, con la cual ganó renombre entre los treinta guerreros.
23 Se destacó entre ellos, pero no llegó a igualar a los tres. David lo puso al frente de su escolta personal.
24 Asael, hermano de Joab, era de los treinta.
Pertenecían al grupo de los treinta: Eljanán, hijo de Dodó, de Belén;
25 Samá, el de Jarod; Elicá, el de Jarod;
26 Jeles, el pelteo; Irá, hijo de Iqués, de Tecua;
27 Abiézer, de Anatot; Sibecay, el husita;
28 Salmón, el ajojita; Mahray, el netofatita, de Netor;
29 Jéleb, hijo de Baná, de Netof; Itay, hijo de Ribay, de Guibeá de Benjamín;
30 Benayas, de Piratón; Hiday, de Río Gaas;
31 Abialbón, de Arabá; Azmaut, de Bajurín;
32 Elyajbá, el saalbonita; Yasán; Jonatán,
33 hijo de Samá, el ararita; Ajián, hijo de Sarar, el ararita;
34 Elifélet, hijo de Ajasbay, de Maacá; Elián, hijo de Ajitófel, guilonita.
35 Jesray, de Carmel; Paray, de Arab;
36 Yigal, hijo de Natán, de Sobá; Baní, el gadita,
37 Sélec, el amonita; Najeray, de Beerot, escudero de Joab, hijo de Seruyá;
38 Irá, de Yatir; Gareb, de Yatir;
39 Urías, el hitita. Total, treinta y siete.

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Introducción a II Samuel 

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Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

II Samuel  23,1-7Últimas palabras de David. Hay bastantes razones para pensar que este poema es antiguo y original de David. En la construcción del libro el oráculo tiene función conclusiva: el contexto de la próxima muerte de David es una indicación importante para explicarlo. En cuanto a la forma, se presenta como oráculo; es decir, como enunciado profético; muy semejante en el comienzo a los oráculos de Balaán, el adivino transformado en profeta por el poder de Dios (Nm 24). El versículo 2 aclara sin dejar dudas el carácter profético de la pieza. Pero cuando leemos el contenido, nos sentimos transportados al mundo sapiencial de la reflexión humana con valor didáctico. Aunque esa reflexión esté iluminada por Dios de manera genérica, lo sapiencial es específicamente tarea humana diversa de la profética. Sapiencial es la oposición de los destinos de justos y malvados. Sapiencial es la comparación del justo con imágenes de luz (Sal_112:4), o la imagen del tamo o la paja (cfr. Sal 1), como ejemplo de plantas inútiles; el presente oráculo escoge la imagen de las zarzas, que en la literatura profética y en algún salmo (Sal_118:12) describe al enemigo. Muy sapiencial es el tono sentencioso de los dos enunciados contrapuestos. Y también es sapiencial la instrucción sobre el buen gobierno y sus consecuencias. En cuanto al versículo 5, recuerda al oráculo de Natán, pero en sí no suena a enunciado profético -recordar una profecía no es en sí otra profecía-. Entonces, ¿qué significa esa tensión entre la solemne introducción profética -más de un tercio del poema- y la común enseñanza sapiencial? David pudo resumir su larga experiencia y trasmitirla a sus sucesores sin necesidad de tanto aparato. En este momento David recuerda rápidamente su historia: «hombre elevado a lo alto, ungido del Dios de Jacob, favorito de los cantores de Israel». En este momento se siente invadido por el Espíritu del Señor para anunciar el futuro, que comienza precisamente en él. Se trata de su dinastía: reafirmando la profecía de Natán, la trasmite como profeta a sus descendientes con autoridad divina, no como simple repetidor. La promesa dinástica levanta a la esfera profética los elementos sapienciales; la promesa es vista como pacto, es decir con exigencias que condicionan los dones. Si ha sido elegido rey, es para vivir como mediador de la justicia divina que da paz y bienestar a su pueblo; si los malvados dentro o fuera intentan turbar ese reino de justicia, el hierro y el fuego los consumirá. No tiene otro sentido su elección y sus victorias. Sólo en esas condiciones se transmitirá a sus sucesores. Pero es un pacto eterno: David anuncia y desea el reino de justicia. Es su programa, su legado, su esperanza. Lo siente germinar en sí y prevé su crecimiento sin más detalles. De este modo el oráculo de David es «germinalmente» mesiánico: tocará a lectores posteriores, aleccionados por la historia e iluminados por Dios, ir descubriendo su sentido y hacer que siga creciendo hacia el futuro.


II Samuel  23,8-39Nombres de los guerreros de David. Esta colección de tradiciones davídicas es importante porque nos revela las estructuras de la administración de David, que de otro modo nos serían totalmente desconocidas. Estas estructuras están integradas por los grupos conocidos como los Tres y los Treinta. Los Tres eran Isbaal, Eleazar y Sama. Fuera de aquí, nada sabemos de ellos ni de sus hazañas. La historia de la ofrenda de los héroes en los versículos 13-17 parece ahora estar asociada a estos tres guerreros. Por lo que respecta a los Treinta, conocemos a cuatro de sus miembros: Abisay, Benayas, Asael y Urías, el hitita. Las hazañas atribuidas a Abisay y Benayas también nos eran desconocidas. Se hace una clara distinción entre los Tres y los Treinta. Abisay era comandante de los Treinta, pero no formaba parte de los Tres (19). Benayas era famoso entre los Treinta, pero tampoco formaba parte de los Tres (23). El total de las personas suma treinta y siete (39). No todos tuvieron por que ser miembros simultáneamente. Estos dos grupos, importantes en apariencia, pertenecientes probablemente al primer período de la carrera de David, son totalmente silenciados en las tradiciones davídicas, exceptuando este pasaje.