I Reyes 1 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 53 versitos |
1

1 reyes
Salomón sucede a David
1 Cr 29,23-25

El rey David ya era viejo, de edad avanzada; por más ropa que le echaban encima, no entraba en calor.
2 Los cortesanos le dijeron:
– Sería conveniente buscarle al rey, mi señor, muchacha soltera, que atienda y asista a su majestad; cuando duerma en sus brazos, su majestad entrará en calor.
3 Entonces fueron por todo el territorio israelita buscando una joven hermosa; encontraron a Abisag, de Sunán, y se la llevaron al rey.
4 Era muy hermosa; atendía al rey y lo cuidaba, pero el rey no se unió a ella.
5 Mientras tanto, Adonías, hijo de Jaguit, que ambicionaba el trono, se consiguió un carro de guerra, caballos y cincuenta hombres de escolta.
6 Su padre nunca lo había reprendido preguntándole por qué hacía eso. Además era muy apuesto y más joven que Absalón.
7 Se alió con Joab, hijo de Seruyá, y con el sacerdote Abiatar, que apoyaron su causa.
8 En cambio, el sacerdote Sadoc, Benayas, hijo de Yehoyadá, el profeta Natán, Semeí y sus compañeros y los guerreros de David no se unieron a Adonías.
9 Junto a Eben Zojélet, cerca de En-Roguel, Adonías sacrificó ovejas, toros y terneros cebados; convidó a todos sus hermanos, los hijos del rey, y a todos los funcionarios reales de Judá,
10 pero no convidó al profeta Natán, a Benayas, al cuerpo de los valientes de David ni a su hermano Salomón.
11 Natán dijo entonces a Betsabé, madre de Salomón:
–¿No has oído que Adonías, hijo de Jaguit, se ha proclamado rey sin que lo sepa David, nuestro señor?
12 Ahora bien, te voy a dar un consejo para que salgas con vida tú y tu hijo Salomón:
13 ve a presentarte al rey David y dile: Majestad, tú me juraste: Tu hijo Salomón me sucederá en el reino y se sentará en mi trono. Entonces, ¿por qué Adonías se ha proclamado rey?
14 Mientras estés tú allí hablando con el rey, entraré yo detrás de ti para confirmar tus palabras.
15 Betsabé se presentó al rey en su habitación privada. El rey estaba muy viejo y la sunamita Abisag lo cuidaba.
16 Betsabé se inclinó, postrándose ante el rey, y éste le preguntó:
–¿Qué quieres?
17 Betsabé respondió:
–¡Señor! Tú le juraste a tu servidora por el Señor, tu Dios: Tu hijo Salomón me sucederá en el reino y se sentará en mi trono.
18 Pero ahora resulta que Adonías se ha proclamado rey sin que su majestad lo sepa.
19 Ha sacrificado toros, terneros cebados y ovejas en cantidad y ha convidado a todos los hijos del rey, al sacerdote Abiatar y al general Joab, pero no ha convidado a tu siervo Salomón.
20 ¡Majestad! Todo Israel está pendiente de ti, esperando que les anuncies quién va a suceder en el trono al rey, mi señor.
21 De lo contrario cuando mi señor el rey se vaya a descansar con sus antepasados, yo y mi hijo Salomón correremos la suerte de los culpables.
22 Estaba todavía hablando con el rey, cuando llegó el profeta Natán.
23 Avisaron al rey:
– Está aquí el profeta Natán.
Natán se presentó al rey, se postró ante él rostro en tierra,
24 y dijo:
–¡Majestad! Sin duda tú has dicho: Adonías me sucederá en el reino y se sentará en mi trono;
25 porque hoy ha ido a sacrificar toros, terneros cebados y ovejas en cantidad, y ha convidado a todos los hijos del rey, a los generales y al sacerdote Abiatar, y ahí están, banqueteando con él, y le aclaman: ¡Viva el rey Adonías!
26 Pero no ha convidado a este servidor tuyo, ni al sacerdote Sadoc, ni a Benayas, hijo de Yehoyadá, ni a tu siervo Salomón.
27 Si esto se ha hecho por orden de su majestad, ¿por qué no habías comunicado a tus servidores quién iba a sucederte en el trono?
28 El rey David dijo:
– Llámenme a Betsabé.
Ella se presentó al rey y se quedó de pie ante él.
29 Entonces el rey juró:
30 –¡Por la vida de Dios, que me libró de todo peligro! Te juro por el Señor, Dios de Israel: Tu hijo Salomón me sucederá en el reino y se sentará en mi trono. ¡Hoy mismo daré cumplimiento a lo que te he jurado!
31 Betsabé se inclinó rostro en tierra ante el rey, y dijo:
–¡Viva para siempre mi señor el rey David!
32 El rey David ordenó:
– Llámenme al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benayas, hijo de Yehoyadá.
Cuando se presentaron ante el rey,
33 éste les dijo:
– Tomen con ustedes a los ministros de su señor. Monten a mi hijo Salomón en mi propia mula. Bájenlo al Guijón.
34 Allí el sacerdote Sadoc lo ungirá rey de Israel; toquen la trompeta y aclamen: ¡Viva el rey Salomón!
35 Luego subirán detrás de él, y cuando llegue se sentará en mi trono y me sucederá en el reino, porque lo nombro jefe de Israel y Judá.
36 Benayas, hijo de Yehoyadá, respondió al rey:
–¡Amén! ¡Así lo haga el Señor, el Dios de mi señor el rey!
37 ¡Que el Señor esté con Salomón como lo ha estado con su majestad! ¡Que haga su trono más glorioso que el trono de su majestad!
38 Entonces, el sacerdote Sadoc, el profeta Natán y Benayas, hijo de Yehoyadá, los quereteos y los pelteos bajaron a Salomón montado en la mula del rey David y lo condujeron al Guijón.
39 El sacerdote Sadoc tomó del santuario el cuerno de aceite y ungió a Salomón. Sonaron las trompetas y todos aclamaron: ¡Viva el rey Salomón!
40 Luego subieron todos detrás de él al son de flautas, y dando tantas señales de alegría, que la tierra parecía estallar bajo sus gritos.
41 Adonías y sus convidados lo oyeron cuando acababan de comer. Joab oyó el sonido de la trompeta y preguntó:
–¿Por qué está alborotada toda la ciudad?
42 Todavía estaba hablando cuando apareció Jonatán, hijo del sacerdote Abiatar. Adonías dijo:
– Entra, que tú eres buena persona y traerás buenas noticias.
43 Jonatán le respondió:
– Al contrario. Su majestad, el rey David, ha nombrado rey a Salomón.
44 Ha mandado al sacerdote Sadoc, al profeta Natán, a Benayas, hijo de Yehoyadá, y a los quereteos y los pelteos que lleven a Salomón montado en la mula del rey;
45 y el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo han ungido rey en El Guijón. Desde allí han subido en plan de fiesta; la ciudad está alborotada. Ése es el griterío que ustedes han oído.
46 Y todavía más, Salomón se ha sentado en el trono real,
47 y los cortesanos han ido a felicitar a su majestad, el rey David: ¡Que tu Dios haga a Salomón más famoso que tú y su trono más glorioso que el tuyo! Y el rey, desde el lecho, ha exclamado, haciendo una inclinación:
48 ¡Bendito el Señor, Dios de Israel, que hoy me concede ver a un hijo mío sentado en mi trono!
49 Todos los convidados se aterrorizaron, y levantándose de la mesa, se fue cada uno por su lado.
50 Adonías tuvo miedo de Salomón y fue a agarrarse a los salientes del altar.
51 Avisaron a Salomón:
– Adonías te tiene miedo y está agarrado a los salientes del altar, pidiendo que le jures hoy que no lo matarás.
52 Salomón dijo:
– Si se porta como un hombre de honor, no caerá a tierra ni un pelo suyo. Pero si se le sorprende en alguna falta, morirá.
53 El rey Salomón envió gente que lo bajara del altar. Adonías se presentó al rey Salomón, se postró ante él y el rey le dijo:
– Vete a casa.

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Introducción a I Reyes

1 REYES

Tema. Por el tema, los dos libros de los Reyes continúan la historia de la monarquía y la conducen en movimiento paralelo de dos reinos a la catástrofe sucesiva de ambos. Se diría una historia trágica o la crónica de una decadencia. El paralelismo de los dos reinos determina la composición del libro y hace resaltar una divergencia importante. Conspiraciones las hay en ambos reinos: al norte una conspiración produce cambio de dinastía; al sur produce cambio de monarca de la misma dinastía. Ataques externos los sufren ambos reinos: al norte favorecen los cambios dinásticos, al sur incluso los monarcas impuestos pertenecen a la dinastía de David. ¿Por qué sucede así? Porque la dinastía davídica tiene una promesa del Señor, perdura por la fidelidad de su Dios.

Horizonte histórico.
El autor tiene como horizonte de su libro el pueblo de Israel, unido o dividido. Si cruza la frontera nacional es porque algún personaje extranjero se ha metido en el espacio o el tiempo de los israelitas. Le falta, sin embargo, la visión de conjunto, la capacidad de situar la historia nacional en el cuadro de la historia internacional. Quizás por falta de información, o por falta de interés, o por principio. Los profetas escritores de aquella época tuvieron un horizonte más amplio.
Al faltar dicho horizonte amplio, falta la motivación compleja de muchos hechos que el autor cuenta o recoge. Esto se puede suplir en bastantes casos con datos sacados de los libros proféticos.

El principio teológico. La historia del pueblo y de la monarquía se desarrolla bajo el signo de la alianza, que constituye a Israel como pueblo de Dios y le exige fidelidad exclusiva y cumplimiento de los mandatos; cumplimiento e incumplimiento se sancionan con bendiciones y maldiciones. Es un código de retribución basado en la relación personal del pueblo con su Dios.
La fidelidad exclusiva toma al principio la forma de veneración y culto exclusivos al Señor, eliminando todo politeísmo, idolatría o sincretismo; los lugares de culto están diseminados por el país, aunque existe un santuario central para la corte y las grandes ocasiones.
Muy pronto la fidelidad exclusiva se encuentra amenazada en los santuarios locales: dioses y cultos de fertilidad, introducción de dioses extranjeros, imágenes prohibidas; entonces surgió la idea de atacar el mal en su raíz, purificando constantemente los cultos locales, hasta extirparlos con una fuerte centralización del culto. En ese momento la fidelidad exclusiva al Señor toma la forma de culto en un solo templo.

Mensaje religioso. Se puede resumir en dos palabras: conversión y esperanza. El tema de la conversión del pueblo y el perdón de Dios está presente a lo largo de toda esta historia. La fidelidad del pueblo no es lo último, la fidelidad de Dios la abarca y la desborda. La destrucción no es lo último, la historia continúa. No solo la historia universal -que continúa cuando desaparece Siria- sino la historia de Israel como pueblo de Dios.
El autor no quiere contar la historia de un pueblo desaparecido, sino que habla a los hijos y a los nietos, llamados a continuar la historia dramática. No por méritos del pueblo, sino por la fidelidad de Dios, quedan más capítulos por vivir en la esperanza.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Reyes 1,1-53Salomón sucede a David. La sucesión de David es un momento delicado en la historia de la monarquía. El Señor ha prometido al hijo de Jesé que le construiría una casa, es decir, una dinastía estable; hasta ahora la sucesión ha sido una experiencia trágica: Amón, el primogénito, asesinado por su hermano Absalón; éste, muerto víctima de su ambición. ¿Qué va a suceder ahora que el rey está viejo y débil?
¿Gobierna realmente el rey? ¿Será capaz David de asegurarse un heredero que continúe su gran creación? ¿Cómo cumplirá el Señor su promesa?
Por orden de edad le correspondería la sucesión a Adonías (5), el cuarto de los hijos nacidos en Hebrón (cfr. 2Sa_3:4), si bien la razón de edad no es decisiva en aquella monarquía. David hace tiempo que ha elegido a Salomón, el hijo de Betsabé y hasta se lo ha prometido con juramento a la madre. Probablemente ha descubierto en el joven una prudencia y habilidad por las que destaca entre los demás príncipes reales.
El juramento debió de ser privado, secreto compartido por Betsabé y Natán. Adonías, que siente amenazado su supuesto derecho de sucesión decide precipitar los acontecimientos, aprovechándose de la senilidad de su padre, para llegar al trono antes de que sea tarde. Se repite con variaciones la historia de Absalón.
El banquete que organiza Adonías (9s) lo llamaríamos una proclamación solemne de la candidatura, más que un comienzo formal de su reinado. Es lógico que no invitara a Salomón, no se le ocultaban las preferencias del anciano rey. Salomón era el verdadero rival, mientras que los otros hijos del rey parecen reconocer los derechos del mayor.
Natán interviene para aclarar la situacion. Esta vez no actúa obedeciendo a un oráculo de Dios, sino apoyado en un juramento de David. Natán excita el celo materno de Betsabé, la rivalidad con Jaguit y la asusta con un peligro de muerte para ella y su hijo (12). ¿Exagera otra vez el profeta? Natán tiene que mover a Betsabé a intervenir en el juego; basta que los argumentos impresionen a la mujer, no hace falta que sean rigurosamente exactos.
Lo que Betsabé descubre al entrar es un anciano atendido por una enfermera (15): el narrador nos coloca en el punto de vista del personaje. Betsabé pone ante los ojos de David la expectación del pueblo (20), quiere forzarlo a desempeñar su papel en la historia. La ambigüedad ha de concluir, el secreto se ha de hacer público.
Betsabé ha apelado al juramento (21): por él se ha ligado el rey al Señor, y cometería perjurio al no cumplirlo; además, debe actuar por respeto al pueblo, que quiere ver asegurada la sucesión con la autoridad y prestigio del rey, no sea que, al morir sin haber nombrado heredero, estalle la guerra civil.
David recobra al instante su lucidez y su energía (28-30). Con un nuevo juramento, que señala el plazo inmediato de la ejecución, refrenda el juramento precedente. Parece como si el narrador jugase con el nombre de Betsabé, que significa «Hija del juramento».