I Reyes 13 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 34 versitos |
1

El profeta de Judá

En el momento en que Jeroboán, de pie junto al altar, se disponía a quemar incienso, llegó a Betel un hombre de Dios de Judá mandado por el Señor.
2 Y gritó contra el altar, por orden del Señor:
–¡Altar, altar! Así dice el Señor: Nacerá un descendiente de David – llamado Josías– que sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los lugares altos que queman incienso sobre ti y quemará sobre ti huesos humanos.
3 Y ofreció una señal:
–Ésta es la señal anunciada por el Señor: el altar va a rajarse y se derramará la ceniza que hay encima.
4 Cuando el rey oyó lo que gritaba el hombre de Dios contra el altar de Betel, extendió el brazo desde el altar, ordenando:
–¡Deténganlo!
Pero el brazo extendido contra el profeta se le quedó rígido, sin poder acercarlo al cuerpo,
5 mientras el altar se rajaba y se derramaba la ceniza, que era la señal anunciada por el hombre de Dios en nombre del Señor.
6 Entonces el rey suplicó al hombre de Dios:
– Por favor, aplaca al Señor, tu Dios, y reza por mí para que recupere el movimiento del brazo.
El hombre de Dios aplacó al Señor y el rey recuperó el movimiento del brazo, que le quedó como antes.
7 Entonces el rey le dijo:
– Ven conmigo a palacio, cobra fuerzas, y te haré un regalo.
8 Pero el hombre de Dios replicó:
– No iré contigo ni aunque me des medio palacio. No comeré ni beberé nada aquí,
9 porque el Señor me ha prohibido comer, beber o volverme por el mismo camino.
10 Luego se fue por otra ruta, sin volverse por el camino por donde había ido a Betel.
11 Vivía en Betel un viejo profeta, y cuando sus hijos fueron a contarle lo que había hecho el hombre de Dios aquel día en Betel y lo que había dicho al rey,
12 su padre les preguntó:
–¿Qué camino ha tomado?
Sus hijos le enseñaron el camino que había tomado el hombre de Dios venido de Judá,
13 y él les ordenó:
– Ensíllenme el burro.
Se lo ensillaron, montó
14 y marchó tras el profeta; se lo encontró sentado bajo una encina, y le preguntó:
–¿Eres tú el hombre de Dios que vino de Judá?
El otro respondió:
– Sí.
15 Entonces le dijo:
– Ven conmigo a casa a tomar algo.
16 Pero el otro respondió:
– No puedo volverme contigo, ni comer ni beber nada aquí,
17 porque el Señor me ha prohibido comer o beber aquí o volverme por el mismo camino.
18 Entonces el otro le dijo:
– También yo soy profeta, como tú, y un ángel me ha dicho, por orden del Señor, que te lleve a mi casa para que comas y bebas algo.
Así lo engañó;
19 se lo llevó con él, y aquél comió y bebió en su casa.
20 Pero cuando estaban sentados a la mesa, el Señor dirigió la palabra al profeta que lo había hecho volver,
21 y éste gritó al hombre de Dios venido de Judá:
– Así dice el Señor: Por haber desafiado la orden del Señor, no haciendo lo que te mandaba el Señor, tu Dios,
22 por volverte a comer y beber allí donde él te lo había prohibido, no enterrarán tu cadáver en la sepultura de tu familia.
23 Después de comer y beber le ensilló el burro,
24 y el otro se marchó. Pero por el camino le salió un león y lo mató. Su cadáver quedó tendido en el camino, y el burro y el león se quedaron de pie junto a él.
25 Unos caminantes vieron el cadáver tendido en el camino y el león de pie junto al cadáver, y fueron a dar la noticia a la ciudad donde vivía el viejo profeta.
26 Cuando éste lo supo, comentó:
–¡Es el hombre de Dios que desafió la orden del Señor! El Señor lo habrá entregado al león, que lo ha matado y descuartizado, como el Señor dijo.
27 Luego ordenó a sus hijos:
– Ensíllenme el burro.
Se lo ensillaron.
28 Marchó y encontró el cadáver tendido en el camino; el burro y el león estaban de pie junto al cadáver; el león no había devorado el cadáver ni descuartizado al burro.
29 Él recogió el cadáver del hombre de Dios, lo acomodó sobre el burro y lo volvió a llevar a la ciudad, para hacerle los funerales y enterrarlo.
30 Depositó el cadáver en su propia sepultura y le entonaron la elegía ¡Ay hermano!
31 Después de enterrarlo, habló a sus hijos:
– Cuando yo muera, entiérrenme en la sepultura donde está enterrado este hombre de Dios; pongan mis huesos junto a los suyos,
32 porque ciertamente se cumplirá la palabra que él proclamó, por orden del Señor, contra el altar de Betel y todos los santuarios de los lugares altos que hay en las poblaciones de Samaría.
33 Pero después de esto, Jeroboán no se convirtió de su mala conducta y volvió a nombrar sacerdotes de los lugares altos a personas tomadas del común de la gente; al que lo deseaba, él lo consagraba sacerdote de los lugares altos.
34 Este proceder llevó al pecado a la dinastía de Jeroboán, y motivó su destrucción y exterminio de la tierra.

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Introducción a I Reyes

1 REYES

Tema. Por el tema, los dos libros de los Reyes continúan la historia de la monarquía y la conducen en movimiento paralelo de dos reinos a la catástrofe sucesiva de ambos. Se diría una historia trágica o la crónica de una decadencia. El paralelismo de los dos reinos determina la composición del libro y hace resaltar una divergencia importante. Conspiraciones las hay en ambos reinos: al norte una conspiración produce cambio de dinastía; al sur produce cambio de monarca de la misma dinastía. Ataques externos los sufren ambos reinos: al norte favorecen los cambios dinásticos, al sur incluso los monarcas impuestos pertenecen a la dinastía de David. ¿Por qué sucede así? Porque la dinastía davídica tiene una promesa del Señor, perdura por la fidelidad de su Dios.

Horizonte histórico.
El autor tiene como horizonte de su libro el pueblo de Israel, unido o dividido. Si cruza la frontera nacional es porque algún personaje extranjero se ha metido en el espacio o el tiempo de los israelitas. Le falta, sin embargo, la visión de conjunto, la capacidad de situar la historia nacional en el cuadro de la historia internacional. Quizás por falta de información, o por falta de interés, o por principio. Los profetas escritores de aquella época tuvieron un horizonte más amplio.
Al faltar dicho horizonte amplio, falta la motivación compleja de muchos hechos que el autor cuenta o recoge. Esto se puede suplir en bastantes casos con datos sacados de los libros proféticos.

El principio teológico. La historia del pueblo y de la monarquía se desarrolla bajo el signo de la alianza, que constituye a Israel como pueblo de Dios y le exige fidelidad exclusiva y cumplimiento de los mandatos; cumplimiento e incumplimiento se sancionan con bendiciones y maldiciones. Es un código de retribución basado en la relación personal del pueblo con su Dios.
La fidelidad exclusiva toma al principio la forma de veneración y culto exclusivos al Señor, eliminando todo politeísmo, idolatría o sincretismo; los lugares de culto están diseminados por el país, aunque existe un santuario central para la corte y las grandes ocasiones.
Muy pronto la fidelidad exclusiva se encuentra amenazada en los santuarios locales: dioses y cultos de fertilidad, introducción de dioses extranjeros, imágenes prohibidas; entonces surgió la idea de atacar el mal en su raíz, purificando constantemente los cultos locales, hasta extirparlos con una fuerte centralización del culto. En ese momento la fidelidad exclusiva al Señor toma la forma de culto en un solo templo.

Mensaje religioso. Se puede resumir en dos palabras: conversión y esperanza. El tema de la conversión del pueblo y el perdón de Dios está presente a lo largo de toda esta historia. La fidelidad del pueblo no es lo último, la fidelidad de Dios la abarca y la desborda. La destrucción no es lo último, la historia continúa. No solo la historia universal -que continúa cuando desaparece Siria- sino la historia de Israel como pueblo de Dios.
El autor no quiere contar la historia de un pueblo desaparecido, sino que habla a los hijos y a los nietos, llamados a continuar la historia dramática. No por méritos del pueblo, sino por la fidelidad de Dios, quedan más capítulos por vivir en la esperanza.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Reyes 13,1-34El profeta de Judá. Este capítulo está dominado por la Palabra de Dios: la envía el Señor desde Judá por medio de un profeta anónimo, es más fuerte que el altar de piedra, más que el brazo del rey. Es anuncio y mandato: el anuncio se cumplirá, el mandato no cumplido se venga en un nuevo oráculo. La profecía traza un arco desde aquí a su cumplimiento en 2Re_23:15-19; es una de las técnicas de composición de este libro.
Hasta aquí se ha cumplido la orden del Señor en todos sus detalles. Aquí podría terminar el episodio. El narrador continua con otro episodio íntimamente ligado al anterior y algo enigmático (10).
¿Por qué tanto interés en extraviar a su colega? ¿Quería tentar su fidelidad? ¿Quería pervertirlo por celos? ¿Quería comprobar la validez del oráculo? Lo último parece lo más probable, a la luz del desenlace de la historia. Si el profeta seguía su camino, la obediencia a Dios autenticaba su misión; si el profeta desobedecía y quedaba impune, su misión era dudosa; si desobedecía y era castigado, su misión era auténtica. Esta explicación supone que al profeta no le habían bastado los dos signos contados por sus hijos, el del altar y el de la mano real.
De nuevo tenemos que comentar: este modo de buscar razones y explicaciones, ¿es el mejor modo de comprender y explicar el extraño episodio? ¿No deberíamos más bien contemplar el dinamismo dialéctico de la Palabra de Dios por encima de la lógica humana?
El autor que preservó aquí el relato parece que quería subrayar tal aspecto. Las narraciones proféticas son una de las características de este libro. Además el relato explica la razón de un sepulcro de dos profetas anónimos en Betel (cfr. 2 Re 23).
Esa guardia fúnebre de los dos animales reconciliados (24) sabe a leyenda hagiográfica. Como la piedra del altar obedeció a la Palabra del Señor, así obran los animales hasta donde Dios les permite -El león es el animal emblemático de Judá, pero el autor no parece advertir la coincidencia-.