I Reyes 17 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 24 versitos |
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Elías: la sequía
Jr 14

Elías, el tesbita, de Tisbé de Galaad, dijo a Ajab:
–¡Por la vida del Señor, Dios de Israel, a quien sirvo! En estos años no caerá rocío ni lluvia si yo no lo mando.
2 Luego el Señor le dirigió la palabra:
3 – Vete de aquí hacia el Oriente y escóndete junto al torrente Carit, que queda cerca del Jordán.
4 Bebe del torrente y yo mandaré a los cuervos que te lleven allí la comida.
5 Elías hizo lo que le mandó el Señor y fue a vivir junto al torrente Carit, que queda cerca del Jordán.
6 Los cuervos le llevaban pan por la mañana y carne por la tarde, y bebía del torrente.
7 Pero al cabo del tiempo el torrente se secó, porque no había llovido en la región.
8 Entonces el Señor dirigió la palabra a Elías:
9 – Levántate y vete a Sarepta de Fenicia a vivir allí; yo mandaré a una viuda que te dé la comida.
10 Elías se puso en camino hacia Sarepta, y al llegar a la entrada del pueblo encontró allí a una viuda recogiendo leña. La llamó y le dijo:
– Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para beber.
11 Mientras iba a buscarla, Elías le gritó:
– Por favor, tráeme en la mano un trozo de pan.
12 Ella respondió:
–¡Por la vida del Señor, tu Dios! No tengo pan; sólo me queda un puñado de harina en el jarro y un poco de aceite en la aceitera. Ya ves, estaba recogiendo cuatro astillas: voy a hacer un pan para mí y mi hijo, nos lo comeremos y luego moriremos.
13 Elías le dijo:
– No temas. Ve a hacer lo que dices, pero primero prepárame a mí un panecillo y tráemelo; para ti y tu hijo lo harás después.
14 Porque así dice el Señor, Dios de Israel: El cántaro de harina no se vaciará, la aceitera de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra.
15 Ella marchó a hacer lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo durante mucho tiempo.
16 El cántaro de harina no se vació ni la aceitera se agotó, como lo había dicho el Señor por Elías.
17 Más tarde cayó enfermo el hijo de la dueña de la casa; la enfermedad fue tan grave, que murió.
18 Entonces la mujer dijo a Elías:
–¡No quiero nada contigo, profeta! ¿Has venido a mi casa a recordar mis culpas y matarme a mi hijo?
19 Elías respondió:
– Dame a tu hijo.
Y tomándolo de su regazo, se lo llevó a la habitación de arriba, donde él dormía, y lo acostó en la cama.
20 Después clamó al Señor:
– Señor, Dios mío, ¿también a esta viuda que me hospeda en su casa la vas a castigar haciéndole morir al hijo?
21 Luego se echó tres veces sobre el niño, clamando al Señor:
–¡Señor, Dios mío, que la vida vuelva a este niño!
22 El Señor escuchó la súplica de Elías, volvió la vida al niño y resucitó.
23 Elías tomó al niño, lo bajó de la habitación y se lo entregó a la madre, diciéndole:
– Aquí tienes a tu hijo vivo.
24 La mujer dijo a Elías:
–¡Ahora reconozco que eres un profeta y que la Palabra del Señor que tú pronuncias se cumple!

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Introducción a I Reyes

1 REYES

Tema. Por el tema, los dos libros de los Reyes continúan la historia de la monarquía y la conducen en movimiento paralelo de dos reinos a la catástrofe sucesiva de ambos. Se diría una historia trágica o la crónica de una decadencia. El paralelismo de los dos reinos determina la composición del libro y hace resaltar una divergencia importante. Conspiraciones las hay en ambos reinos: al norte una conspiración produce cambio de dinastía; al sur produce cambio de monarca de la misma dinastía. Ataques externos los sufren ambos reinos: al norte favorecen los cambios dinásticos, al sur incluso los monarcas impuestos pertenecen a la dinastía de David. ¿Por qué sucede así? Porque la dinastía davídica tiene una promesa del Señor, perdura por la fidelidad de su Dios.

Horizonte histórico.
El autor tiene como horizonte de su libro el pueblo de Israel, unido o dividido. Si cruza la frontera nacional es porque algún personaje extranjero se ha metido en el espacio o el tiempo de los israelitas. Le falta, sin embargo, la visión de conjunto, la capacidad de situar la historia nacional en el cuadro de la historia internacional. Quizás por falta de información, o por falta de interés, o por principio. Los profetas escritores de aquella época tuvieron un horizonte más amplio.
Al faltar dicho horizonte amplio, falta la motivación compleja de muchos hechos que el autor cuenta o recoge. Esto se puede suplir en bastantes casos con datos sacados de los libros proféticos.

El principio teológico. La historia del pueblo y de la monarquía se desarrolla bajo el signo de la alianza, que constituye a Israel como pueblo de Dios y le exige fidelidad exclusiva y cumplimiento de los mandatos; cumplimiento e incumplimiento se sancionan con bendiciones y maldiciones. Es un código de retribución basado en la relación personal del pueblo con su Dios.
La fidelidad exclusiva toma al principio la forma de veneración y culto exclusivos al Señor, eliminando todo politeísmo, idolatría o sincretismo; los lugares de culto están diseminados por el país, aunque existe un santuario central para la corte y las grandes ocasiones.
Muy pronto la fidelidad exclusiva se encuentra amenazada en los santuarios locales: dioses y cultos de fertilidad, introducción de dioses extranjeros, imágenes prohibidas; entonces surgió la idea de atacar el mal en su raíz, purificando constantemente los cultos locales, hasta extirparlos con una fuerte centralización del culto. En ese momento la fidelidad exclusiva al Señor toma la forma de culto en un solo templo.

Mensaje religioso. Se puede resumir en dos palabras: conversión y esperanza. El tema de la conversión del pueblo y el perdón de Dios está presente a lo largo de toda esta historia. La fidelidad del pueblo no es lo último, la fidelidad de Dios la abarca y la desborda. La destrucción no es lo último, la historia continúa. No solo la historia universal -que continúa cuando desaparece Siria- sino la historia de Israel como pueblo de Dios.
El autor no quiere contar la historia de un pueblo desaparecido, sino que habla a los hijos y a los nietos, llamados a continuar la historia dramática. No por méritos del pueblo, sino por la fidelidad de Dios, quedan más capítulos por vivir en la esperanza.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Reyes 17,1-24Elías: la sequía. El nombre de Elías, que significa «Yahvé es mi Dios», es el mejor resumen de su vida y de su ministerio; porque Elías es, ante todo, el campeón del yahvismo. La crisis del yahvismo había llegado al límite de vida o muerte. Las causas remotas de la crisis se remontaban a los días del establecimiento del pueblo en la tierra de Canaán. El contacto con la religión cananea, sus dioses y sus cultos, tuvo consecuencias muy negativas para la fe yahvista. El advenimiento de la monarquía empeoró la situación.
En el reino del norte la crisis alcanza su momento álgido durante el reinado de Ajab-Jezabel. El matrimonio del rey de Israel con esta princesa fenicia había sido fatal para la causa yahvista. No solamente hizo construir un santuario a Baal en la propia capital del reino, Samaría, sino que llevó a cabo una política abiertamente favorable al baalismo, al tiempo que se embarcó en una ofensiva contra el yahvismo, dando muerte a sus profetas.
En este contexto dramático se encuadra la misión de Elías. Samuel protagonizó la transición del régimen tribal a la monarquía. Natán fue el encargado de canonizar la dinastía davídica. Ajías de Siló anunció la división del reino. Todos ellos marcaron momentos claves de la historia y los profetas se vieron obligados a asumir la responsabilidad. Pero a ninguno le correspondió un momento y un ministerio tan difícil como a Elías. Quizás por esa razón Elías ha sido la figura elegida para representar el profetismo, al lado de Moisés como representante de la Ley.
La sequía de suyo es un hecho bastante banal y corriente en la climatología palestinense. En sí misma no tiene gran interés y tampoco los detalles cronológicos y folklóricos que la acompañan. La sequía tiene valor de signo. Es la señal del disgusto de Dios ante la ofensiva antiyahvista que se ha desencadenado en el reino del norte, planeada y estimulada desde el poder mismo.