I Reyes 2 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 46 versitos |
1

Testamento de David

Estando ya próximo a su muerte, David hizo estas recomendaciones a su hijo Salomón:
2 – Yo emprendo el viaje de todos. ¡Ánimo, sé un hombre!
3 Guarda las consignas del Señor, tu Dios, caminando por sus sendas, guardando sus preceptos, mandatos, decretos y normas, como están escritos en la Ley de Moisés; para que tengas éxito en todas tus empresas, adondequiera que vayas;
4 para que el Señor cumpla la promesa que me hizo: Si tus hijos saben comportarse, procediendo sinceramente de acuerdo conmigo, con todo el corazón y con toda el alma, no te faltará un descendiente en el trono de Israel.
5 Ya sabes lo que me hizo Joab, hijo de Seruyá: lo que hizo a los dos generales israelitas, Abner, hijo de Ner, y Amasá, hijo de Yéter; cómo los asesinó vengando en plena paz sangre vertida en la guerra, una sangre que manchó mi uniforme y mis sandalias.
6 Haz lo que te dicte tu prudencia: no dejes que sus canas vayan en paz al otro mundo.
7 En cambio, perdona la vida a los hijos de Barzilay, el galaadita. Cuéntalos entre tus comensales, porque también ellos me atendieron cuando yo huía de tu hermano Absalón.
8 Tienes también a Semeí, hijo de Guerá, benjaminita, de Bajurín. Me maldijo cruelmente cuando me dirigía a Majnaym; después bajó al Jordán a recibirme, y yo le juré por el Señor que no lo mataría a espada.
9 Pero ahora no lo dejes impune. Eres inteligente y sabes lo que has de hacer con él para que sus canas vayan al otro mundo manchadas de sangre.
10 David fue a reunirse con sus antepasados y lo enterraron en la Ciudad de David.
11 Reinó en Israel cuarenta años: siete en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén.
12 Salomón le sucedió en el trono, y su reino se consolidó.
13

Salomón y sus enemigos

Adonías, hijo de Jaguit, fue a ver a Betsabé, madre de Salomón. Ella le preguntó:
–¿Vienes como amigo?
Respondió:
– Sí.
14 Y añadió:
– Tengo que decirte una cosa.
Betsabé contestó:
– Dila.
15 Entonces Adonías dijo:
– Tú sabes que la corona me correspondía a mí, y todo Israel esperaba verme rey; pero la corona se me ha escapado y ha ido a parar a mi hermano, porque el Señor se la había destinado.
16 Ahora voy a pedirte un favor, no me lo niegues.
Ella le dijo:
– Habla.
17 Adonías pidió:
– Por favor, dile al rey Salomón – espero que no te lo niegue– que me dé por esposa a la sunamita Abisag.
18 Betsabé contestó:
– Bien. Yo le hablaré al rey de tu asunto.
19 Betsabé fue al rey Salomón a hablarle de Adonías. El rey se levantó para recibirla y le hizo una inclinación; luego se sentó en el trono, mandó poner un trono para su madre, y Betsabé se sentó a su derecha.
20 Betsabé le habló:
– Voy a pedirte un pequeño favor, no me lo niegues.
El rey le contestó:
– Madre, pide, no te lo negaré.
21 Ella siguió:
– Dale a Abisag, la sunamita, como esposa a tu hermano Adonías.
22 Pero el rey Salomón respondió:
–¿Y por qué pides a la sunamita Abisag para Adonías? ¡Podías pedir para él la corona! Porque es mi hermano, mayor que yo, y tiene de su parte al sacerdote Abiatar y a Joab, hijo de Seruyá.
23 Luego juró por el Señor:
–¡Que Dios me castigue si, al pedir eso, no ha atentado Adonías contra su propia vida!
24 ¡Por el Señor, que me ha asentado firmemente en el trono de mi padre, David, y que me ha dado una dinastía como lo había prometido, juro que hoy morirá Adonías!
25 El rey dio una orden, y Benayas, hijo de Yehoyadá, mató a Adonías.
26 Al sacerdote Abiatar el rey le dijo:
– Vete a Anatot, a tus tierras. Mereces la muerte, pero hoy no voy a matarte, porque llevaste el arca del Señor ante mi padre, David, y lo acompañaste en sus tribulaciones.
27 Así destituyó Salomón a Abiatar de su cargo sacerdotal, cumpliendo la profecía del Señor contra la familia de Elí, en Siló.
28 La noticia llegó a oídos de Joab, y como él se había pasado al partido de Adonías, aunque no había sido de Absalón, huyó a refugiarse en el santuario del Señor, y se agarró a los salientes del altar.
29 Pero cuando avisaron al rey Salomón que Joab se había refugiado en el santuario del Señor y que estaba junto al altar, Salomón le envió este mensaje:
–¿Qué te pasa que te refugias junto al altar?
Joab respondió:
– Tuve miedo y he buscado asilo junto al Señor.
Entonces Salomón ordenó a Benayas, hijo de Yehoyadá:
–¡Vete a matarlo!
30 Benayas entró en el santuario del Señor y dijo a Joab:
– El rey manda que salgas.
Joab contestó:
– No. Quiero morir aquí.
Benayas llevó al rey la respuesta de Joab,
31 y el rey le ordenó:
– Haz lo que dice. Mátalo y entiérralo. Así nos quitarás de encima a mí y a mi familia la sangre inocente que vertió Joab.
32 ¡Que el Señor haga recaer su sangre sobre su cabeza por haber matado a dos hombres más honrados y mejores que él, asesinándolos sin que lo supiera mi padre, David: Abner, hijo de Ner, general israelita, y Amasá, hijo de Yéter, general judío!
33 ¡Que la sangre de estos hombres caiga sobre Joab y su descendencia para siempre! ¡Y que la paz del Señor esté siempre con David, con sus descendientes, su casa y su trono!
34 Benayas, hijo de Yehoyadá, fue y mató a Joab; luego lo enterró en sus posesiones, en la estepa.
35 El rey puso a Benayas, hijo de Yehoyadá, al frente del ejército, en sustitución de Joab; al sacerdote Sadoc le dio el puesto de Abiatar.
36 El rey mandó llamar a Semeí, y le dijo:
– Constrúyete una casa en Jerusalén y quédate allí sin salir a ninguna parte.
37 El día que salgas y cruces el torrente Cedrón, ten por seguro que morirás sin remedio, y tú serás responsable.
38 Semeí respondió:
– Está bien. Este servidor hará lo que ordene su majestad.
Semeí vivió en Jerusalén mucho tiempo.
39 Pero a los tres años se le escaparon dos esclavos y se pasaron a Aquís, hijo de Maacá, rey de Gat. Avisaron a Semeí:
– Tus esclavos están en Gat.
40 Entonces Semeí aparejó el burro y marchó a Gat, donde estaba Aquís, en busca de los esclavos. Así que fue a Gat y se los trajo de allí.
41 Pero comunicaron a Salomón que Semeí había ido a Gat y había vuelto.
42 El rey lo mandó llamar, y le dijo:
–¿No te hice jurar por el Señor, advirtiéndote que el día que salieras y marcharas a cualquier parte podías estar seguro de que morirías sin remedio? Y tú me dijiste que te parecía bien.
43 ¿Por qué no has cumplido lo que juraste por el Señor y la orden que te di?
44 Luego añadió:
– Tú sabes todo el daño que hiciste a mi padre David. ¡Que el Señor haga recaer tu maldad sobre ti!
45 Pero, ¡bendito el rey Salomón, y el trono de David permanezca ante el Señor por siempre!
46 Entonces el rey dio una orden a Benayas, hijo de Yehoyadá, que se adelantó y mató a Semeí. Así se consolidó el reino en manos de Salomón.

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Introducción a I Reyes

1 REYES

Tema. Por el tema, los dos libros de los Reyes continúan la historia de la monarquía y la conducen en movimiento paralelo de dos reinos a la catástrofe sucesiva de ambos. Se diría una historia trágica o la crónica de una decadencia. El paralelismo de los dos reinos determina la composición del libro y hace resaltar una divergencia importante. Conspiraciones las hay en ambos reinos: al norte una conspiración produce cambio de dinastía; al sur produce cambio de monarca de la misma dinastía. Ataques externos los sufren ambos reinos: al norte favorecen los cambios dinásticos, al sur incluso los monarcas impuestos pertenecen a la dinastía de David. ¿Por qué sucede así? Porque la dinastía davídica tiene una promesa del Señor, perdura por la fidelidad de su Dios.

Horizonte histórico.
El autor tiene como horizonte de su libro el pueblo de Israel, unido o dividido. Si cruza la frontera nacional es porque algún personaje extranjero se ha metido en el espacio o el tiempo de los israelitas. Le falta, sin embargo, la visión de conjunto, la capacidad de situar la historia nacional en el cuadro de la historia internacional. Quizás por falta de información, o por falta de interés, o por principio. Los profetas escritores de aquella época tuvieron un horizonte más amplio.
Al faltar dicho horizonte amplio, falta la motivación compleja de muchos hechos que el autor cuenta o recoge. Esto se puede suplir en bastantes casos con datos sacados de los libros proféticos.

El principio teológico. La historia del pueblo y de la monarquía se desarrolla bajo el signo de la alianza, que constituye a Israel como pueblo de Dios y le exige fidelidad exclusiva y cumplimiento de los mandatos; cumplimiento e incumplimiento se sancionan con bendiciones y maldiciones. Es un código de retribución basado en la relación personal del pueblo con su Dios.
La fidelidad exclusiva toma al principio la forma de veneración y culto exclusivos al Señor, eliminando todo politeísmo, idolatría o sincretismo; los lugares de culto están diseminados por el país, aunque existe un santuario central para la corte y las grandes ocasiones.
Muy pronto la fidelidad exclusiva se encuentra amenazada en los santuarios locales: dioses y cultos de fertilidad, introducción de dioses extranjeros, imágenes prohibidas; entonces surgió la idea de atacar el mal en su raíz, purificando constantemente los cultos locales, hasta extirparlos con una fuerte centralización del culto. En ese momento la fidelidad exclusiva al Señor toma la forma de culto en un solo templo.

Mensaje religioso. Se puede resumir en dos palabras: conversión y esperanza. El tema de la conversión del pueblo y el perdón de Dios está presente a lo largo de toda esta historia. La fidelidad del pueblo no es lo último, la fidelidad de Dios la abarca y la desborda. La destrucción no es lo último, la historia continúa. No solo la historia universal -que continúa cuando desaparece Siria- sino la historia de Israel como pueblo de Dios.
El autor no quiere contar la historia de un pueblo desaparecido, sino que habla a los hijos y a los nietos, llamados a continuar la historia dramática. No por méritos del pueblo, sino por la fidelidad de Dios, quedan más capítulos por vivir en la esperanza.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Reyes 2,1-46Testamento de David - Salomón y sus enemigos. Los grandes caudillos de Israel acostumbraban a reunir a sus hijos antes de morir para declararles su última voluntad y pronunciar sobre ellos la bendición final. Recuérdese las bendiciones de Jacob (Gn 49) y de Moisés (Dt 33). Recuérdese el testamento de Josué (Jos 23-34) y de Samuel (1 Sm 12).
La escuela deuteronomista no sólo ha dado forma literaria al testamento de David, sino que ha dejado impresa en él la huella de su teología. Condiciona la permanencia de un sucesor sobre el trono de Israel al cumplimiento de los mandamientos y preceptos de la Ley de Moisés, mientras que la formulación en la profecía de Natán era expresamente incondicional (cfr. 2Sa_7:14-16).
El cuerpo del testamento se ocupa de tres casos personales pendientes de solucion: Joab, Semeí, Barzilay (5-9). La lectura de estas líneas produce una impresión penosa; pero antes de juzgarlas, debemos esforzarnos por comprender las razones de David según la mentalidad de entonces.
La sangre pide venganza (justicia vindicativa) y se aplaca con la sangre del asesino; de lo contrario contamina la tierra y recae sobre el encargado de vengarla. Si David, al morir, no repara ese estado de injusticia, legará a su hijo una carga maldita. Esto dice el versículo 5, que ha sido mal entendido e interpretado, ya desde tiempos antiguos.
Para ambos casos David apela a la sabiduría de Salomón. Un rey sabio no puede dejar impune la injusticia y el crimen. Se oponen «ir en paz al otro mundo» e «ir manchado en sangre».
Para consolidar su posicion, Salomón se adelanta a eliminar enemigos presentes y potenciales, en parte cumpliendo el testamento de su padre, en parte vigilando a su rival. Esta primera etapa sangrienta de consolidación es el tema del presente capítulo. Que la continuidad dinástica y el reino del rey prudente se tengan que asegurar con un baño de sangre, es algo que el narrador ni disimula ni encuentra escandaloso.
Se trata de cuatro figuras insignes y representativas: Adonías por la casa real, Joab por el ejército, Abiatar por el sacerdocio, Semeí por la tribu de Saúl. Cada uno poderoso a su manera; unidos, capaces de derrumbar la casa del rey.
Luego comienza la gran tarea de consolidar la obra de David haciéndola progresar en los aspectos fundamentales de la vida ciudadana. Al reinado de signo militar de David sigue el reinado pacífico de Salomón en el que progresa la vida ciudadana: administración política, diplomacia y comercio exterior, arte y literatura, religión. Ésta será la gran contribución del nuevo rey. Su nombre lo ha predestinado para la tarea, su sabiduría le ayudará a realizarla.
La conclusión que se deduce es que nuestro texto ha sido redactado durante el destierro y constituye un llamamiento implícito a la conversión. Quiere hacer saber a la generación del destierro que la continuidad dinástica estaba subordinada al cumplimiento de las cláusulas de la alianza. O sea, el único camino para la restauración de la monarquía pasa por la conversión y la fidelidad a la Ley de Moisés.